En el Día Mundial de la Poesía, Infobae Cultura entrevistó a poetas de Argentina y de otros países de América Latina como Chile y México. ¿Qué es la poesía hoy? ¿Cuáles son sus poemas favoritos? ¿Qué los motiva a escribir? ¿Qué opinan de la irrupción de la inteligencia artificial en el mundo literario?
Julián López nació en Buenos Aires en 1965. Publicó los libros de poemas Bienamado (2004) y Meteoro (2020) y las novelas Una muchacha muy bella (Eterna Cadencia Editora, 2013), La ilusión de los mamíferos (Random House, 2018) y El bosque infinitesimal. Ha sido traducido al francés, inglés, italiano y neerlandés. Desde 2006 codirige el ciclo de lecturas Carne Argentina.
—¿Cómo definirías a la poesía?
—Tal vez sea lo indefinible, pero puesto a probar podría pensarla como el registro de la perplejidad, un acopio transhumano de la experiencia.
Para mí la poesía es el destino de toda escritura, un destino de acopio no sé si final, en el sentido de que no creo que la experiencia termine ahí pero, ¿quién sabe?
—¿Por qué escribís poesía?
—Porque es lo inevitable, en ese sentido lo pienso como destino.
—¿Tenés algún poema favorito? ¿Cuál es?
—La glicina, Pier Paolo Pasolini.
—De los poetas latinoamericanos vivos, ¿quién es el que más te gusta?
—No conozco a todos, ni mucho menos, y en el continente hay voces descomunales, pero el poeta vivo que leo con devoción y modestia de aprendiz es Oscar del Barco.
—¿Qué pensas de la inteligencia artificial escribiendo poemas? Un periodista del Washington Post escribió “Herramientas como ChatGPT parecen dispuestas a cambiar el mundo de la poesía”, ¿qué te parece?
—Ay, no sé; puede parecer un chiste pero del universo maquinal a mí todavía me tiene deslumbrado la minipimer. Hace poco escuché la interlocución de un diputado en el Congreso Nacional que leyó su discurso generado por IA; tal vez estemos al borde de la aniquilación, pero si es por lo que hizo ese diputado: hay Humanidad y, por tanto poesía, para rato.
Te puede interesar: Ida Vitale: “De niña leía la Biblia. Era bien divertida, mi ‘Harry Potter’”
Clara Muschietti nació en Buenos Aires en 1978. Es fotógrafa y poeta. Desde 2009 dicta talleres de poesía. El Fondo Nacional de las Artes le otorgó una beca a la creación en el área de Letras en 2013. En 2015 el Fondo Metropolitano de la Cultura, las Artes y las Ciencias le otorgó un subsidio a la creación para la primera edición de Podría llevar cierto tiempo. En 2021 el Fondo Nacional de las Artes le otorga por segunda vez una beca para la escritura del libro de poesía La paciente. En 2021 publicó La vida normal por la editorial Overol.
—¿Cómo definirías a la poesía?
—No me gusta definirla porque siento que la limito. La poesía no es sólo un género literario. Anda por ahí. Me da pena cuando digo que escribo poesía y me contestan que no entienden nada de poesía. Para leer una novela o un cuento nadie siente que tiene que tener un saber previo, con la poesía sí. Es un prejuicio, es simplemente entregarse a ese lenguaje. Para mí es una forma de percibir el mundo.
—¿Por qué escribís poesía?
—Me leyeron, y leí poesía desde siempre. En el 2003 estaba un poco perdida en la vida y empecé a escribir. No me propuse que sean poemas, salían así, en verso.
—¿Tenés algún poema favorito? ¿Cuál es?
—Son tantos, ahora me viene a la cabeza Paisaje al anochecer, de Joaquín Giannuzzi.
—De los poetas latinoamericanos vivos, ¿quién es el que más te gusta?
—¡Qué difícil! Admiro mucho a la poeta argentina Beatriz Vignoli.
—¿Qué pensas de la inteligencia artificial escribiendo poemas? Un periodista del Washington Post escribió “Herramientas como ChatGPT parecen dispuestas a cambiar el mundo de la poesía”, ¿qué te parece?
—Pienso que la palabra artificial se lleva mal con la poesía.
Te puede interesar: “La poesía es música pero con la boca cerrada”: claves para leer a Irene Gruss y cinco poemas
Ezequiel Zaidenwerg nació en Buenos Aires en 1981. Tiene un newsletter donde todos los días envía un poema escrito por poetas de diferentes partes del mundo y, muchas veces, traducido por él mismo. Publicó los libros de poemas Doxa (Vox, 2007); La lírica está muerta (Vox, 2011; Cástor y Pólux, 2017; Lyric Poetry Is Dead, en traducción de Robin Myers y con dibujos de Carmen Amengual: Cardboard House, 2018); Sinsentidos comunes, ilustrado por Raquel Cané (Bajo la luna, 2015); Bichos: Sonetos y comentarios, en colaboración con Mirta Rosenberg e ilustrado por Valentina Rebasa y Miguel Balaguer (Bajo la luna, 2017); y 50 estados: 13 poetas contemporáneos de Estados Unidos (Bajo la luna, 2018).
—¿Cómo definirías a la poesía?
—Poesía es para mí todo aquello que expande los límites de lo que colectivamente podemos imaginar, pensar y sentir con palabras, más allá de los géneros literarios; e incluso diría que poesía es todo aquello que amplía el universo de lo imaginable, de los sensible y de la acción.
—¿Por qué escribís poesía?
—Por deseo. Por alegría. Y, sobre todo, para trascender los límites de esa construcción tan restrictiva que es mi identidad.
—¿Tenés algún poema favorito? ¿Cuál es?
—Tengo muchos poemas favoritos que van rotando. Me gusta pensar la poesía como una playlist interminable de poemas antes que como un compilado de greatest hits.
—De los poetas latinoamericanos vivos, ¿quién es el que más te gusta?
—No podría elegir uno solo. No creo que haya competencias ni podios más allá de los criterios de ordenamiento a los que acostumbran las instituciones aledañas al oficio de la poesía.
—¿Qué pensas de la inteligencia artificial escribiendo poemas? Un periodista del Washington Post escribió “Herramientas como ChatGPT parecen dispuestas a cambiar el mundo de la poesía”, ¿qué te parece?
—La escritura no creativa no es un fenómeno tan reciente. Más allá de las capacidades generativas de las inteligencias artificiales -de momento no muy desarrolladas para lo que ahora mismo solemos considerar poesía-, son personas humanas quienes ponen a circular esos textos y los ordenan dentro de un sistema de valores estéticos. Al fondo de todo esto veo la continuación de un debate por la centralidad de la figura autoral individual y demiúrgica; en el caso de las IAs, se sustituye un demiurgo humano por otro maquinal, usualmente amenazante. En lo personal no tendría problemas en aceptar la belleza de esa poesía artificial; la naturaleza, al fin y al cabo, también es de un orden poético no humano.
Te puede interesar: Luisa Futoransky, poemas para una odisea de dos décadas
Andrea Alzati es una poeta y artista visual nacida en Guanajuato, México, en 1989. Estudió la Licenciatura en Literatura Latinoamericana en la Universidad Iberoamericana. Es autora de los libros Animal doméstico (Juan Malasuerte, 2017), Algo tan oscuro que no tiene nombre (Dharma Books, 2018) y Todos mi quchillos (Komorebi, 2019).
—¿Cómo definirías a la poesía?
—No quisiera definirla aunque pienso en una idea de Henri Meschonnic que encuentro útil para pensar en ella: “En el ruido del mundo, el silencio del sujeto. Este silencio es eso que el poema da a escuchar.”
La poesía sería tal vez la posibilidad para encontrarse con el propio silencio y entregar ese silencio a los demás.
—¿Por qué escribís poesía?
—Creo que al escribir resuelvo asuntos que de otra forma no encuentro cómo articular. En un futuro me gustaría escribir ensayo pero hay algo con las formas breves que me funciona muy bien. También escribo escrituras asémicas.
—¿Tenés algún poema favorito? ¿Cuál es?
—No sé si es un poema favorito pero sí es un poema que creo que me encontró y desde entonces lo traigo como una especie de encantamiento. Se llama Secreto de familia y es de Blanca Varela.
—De los poetas latinoamericanos vivos, ¿quién es el que más te gusta?
—El año pasado descubrí la poesía de Magdalena Chocano y me interesó mucho lo que hace.
—¿Qué pensas de la inteligencia artificial escribiendo poemas? Un periodista del Washington Post escribió “Herramientas como ChatGPT parecen dispuestas a cambiar el mundo de la poesía”, ¿qué te parece?
—No me molesta que las inteligencias artificiales escriban poemas. He trabajado con una generando imágenes y creo que hay muchas cosas que podemos aprender de ellas. No me preocupa que el mundo de la poesía cambie, me preocuparía más que no cambiara, que no respondiera a nuevas realidades.
Te puede interesar: La premiada poeta Gabriela Franco dialoga con Pizarnik, Gruss y Bellessi en “Por las ramas”
Marina Mariasch nació en Buenos Aires en 1973. En 1997 creó el sello editorial Siesta de poesía. Publicó libros de poesía como Encantada de conocerte y Paz o amor, ensayos y novelas como El matrimonio y Estamos unidas. Efectos personales es su último libro, editado por Emecé y publicado en 2022.
—¿Cómo definirías a la poesía?
—No creo que haya una definición fija de la poesía. Creo que es una pregunta que se va respondiendo de distintas maneras en la historia, y en cada poema. Me gusta la idea de Kristeva de que el lenguaje poético tiende al infinito porque en él pueden darse todas las combinaciones del código de la lengua, y creo que entre los discursos es el menos codificado porque permite la agramaticalidad, la elipsis, los neologismos, etc. Por esas razones el territorio de mayor experimentalidad de la lengua.
—¿Por qué escribís poesía?
—Escribo poesía porque no sé contar historias, porque me desbordan las sensaciones más que los hechos, porque no tengo paciencia, y porque no puedo leer ni escribir una frase prefijada.
—¿Tenés algún poema favorito? ¿Cuál es?
—Mi poema favorito es el que estoy por descubrir. No tengo uno, creo en la poesía como construcción múltiple. Pero se me viene a la mente un poema del que hablé esta mañana que me gusta mucho. Se llama Según pasan los años (Gozque Te Ipsum) de Susana Thénon (argentina).
—De los poetas latinoamericanos vivos, ¿quién es el que más te gusta?
—Como en la pregunta anterior, digo que hay muchxs. Me gusta lo que escribe Julieta Marchant, poeta chilena con quien estuve en la última Fed y a quien leí estos meses.
—¿Qué pensas de la inteligencia artificial escribiendo poemas? Un periodista del Washington Post escribió “Herramientas como ChatGPT parecen dispuestas a cambiar el mundo de la poesía”, ¿qué te parece?
—La escritura está atravesada por la tecnología desde hace mucho tiempo, no es algo nuevo. Podemos pensar que desde principios de siglo XX con los experimentos de los surrealistas y dadaístas, como los cadáveres exquisitos, o la escritura automática, pasando por Oulipo, Bernstein y Poetry, y más acá los bots de poesía, se ponen en cuestión los modos de producción, la originalidad, la figura del autor. Hay libros escritos con spam, con búsquedas de google, con comentarios de internet. Aunque estoy empezando a entenderlo, pienso más como Simondon o como Haraway, no como una relación de esclavitud respecto de la máquina (o son esclavas nuestras o somos sus esclavos).
Te puede interesar: La poesía, ese lugar de la literatura donde las fronteras están rotas
Mariano Blatt nació en Buenos Aires en 1983. Es poeta y editor. Publicó numerosos libros de poesía como Alguna vez pensé esto y Mi juventud unida. En 2010, Blatt fundó junto a Damián Ríos la editorial independiente Blatt & Ríos, y, en 2015, la editorial De Parado, junto a Francisco Visconti.
—¿Cómo definirías a la poesía?
—Sin ánimos de ser sarcástico, para mí la poesía no es más ni menos que un género literario. Una forma de expresión escrita y oral. Un tipo de texto.
—¿Por qué escribís poesía?
—No lo sé. Del mismo modo en que no sé por qué estoy vivo, o por qué soy como soy. Es algo que simplemente me ocurre, cada tanto, y yo obedezco.
—¿Tenés algún poema favorito?
—No, imposible. Mis cosas favoritas cambian y se reemplazan unas a otras con tanta frecuencia que llegué a la conclusión de que no tengo nada favorito.
—De los poetas latinoamericanos vivos, ¿quién es el que más te gusta?
—Conozco a muy pocos. Leo muy poca poesía. Me gustan Tilsa Otta, de Perú, y Dani Umpi de Uruguay.
—¿Qué pensas de la inteligencia artificial escribiendo poemas? Un periodista del Washington Post escribió “Herramientas como ChatGPT parecen dispuestas a cambiar el mundo de la poesía”, ¿qué te parece?
—Personalmente, la inteligencia artificial escribiendo literatura es algo que me aburre desde antes de terminar de pensar en la frase “La inteligencia artificial escribiendo literatura”. Imagino su utilidad en otros ámbitos del quehacer humano, pero al menos a mí, en lo que concierne a creaciones literarias, me interesa poco y nada.
Te puede interesar: El misterio de Safo o cómo se construyó su imagen según los valores de cada época
Julieta Marchant nació en la ciudad de Santiago en Chile en 1985. Editora en los sellos independientes Cuadro de Tiza y Bisturí 10, publicó numerosos libros de poesía como Urdimbre y Té de jazmín. El 2015 fue elegida como uno de los 100 jóvenes líderes de la revista Sábado por su labor editorial.
—¿Cómo definirías a la poesía?
—Creo que a todos los poetas nos hacen esta pregunta cada tanto y nunca sé qué responder. Quizá podría decirte qué no es o lo que yo creo que no es: no es un repositorio autobiográfico para expresar nuestras vastas inundaciones emocionales de manera espontánea. Siempre me ha interesado la poesía como oficio y artesanía con la lengua. Por supuesto que hay un yo, una subjetividad, con todo su peso, pero no es solo eso. La vitalidad del poema para mí se aloja en la intensidad del oficio.
—¿Por qué escribís poesía?
—Porque sufro de un entusiasmo por mi lengua materna, por los libros y por el pensamiento.
—¿Tenés algún poema favorito? ¿Cuál es?
—Todos los años tengo uno distinto. Pero hay algunos que me persiguen, como el poema 1 de «Ruta» del libro De ser numerosos de George Oppen.
—De los poetas latinoamericanos vivos, ¿quién es el que más te gusta?
—Nadia Prado. Y, aunque es más conocida como novelista, Cristina Rivera Garza. Argentinas: María Negroni y Claudia Masin. De Perú: Mario Montalbetti.
—¿Qué pensas de la inteligencia artificial escribiendo poemas? Un periodista del Washington Post escribió “Herramientas como ChatGPT parecen dispuestas a cambiar el mundo de la poesía”, ¿qué te parece?
—Me parece que la disputa arte versus tecnología es innecesaria. Y que vivimos en una sensación apocalíptica constante que francamente me aburre. El tema del fin del arte es muy viejo y, echando una mirada rápida a la teoría, podemos ver el terror de filósofos y pensadores por artes que ya tenemos integradas: la fotografía o el cine, por ejemplo, que ya no mataron nada, sino que enriquecieron las maneras que el arte adopta. En el caso de la poesía, la tecnología puede ser una herramienta más, como lo fue en su época la máquina de escribir, luego las computadoras, ahora internet. No sé si el ChatGPT cambie el mundo de la poesía, la historia demuestra que los cambios son más lentos, ya no me trago la historia del meteorito que irrumpe en el mundo en un segundo; me parece, además, que es una mirada muy gringa. Por ahora todos los bots emulan lo humano, pero ya tenemos humanos. No quiero leer poemas «a la manera» de Dickinson: prefiero leer a Dickinson. Me interesa cómo los poetas integran las herramientas, del orden que sea, a sus obras. Pero el ChatGPT en sí mismo, la verdad, me es indiferente.
Seguir leyendo