“El papel me permite transformaciones: corto, pico, calo, escribo, imprimo, pego, froto, oxido, calco, decoloro, bordo, perforo, uno. El papel tiene memoria, puedo hacer volumen y engañar la visión. Lo elijo porque puede convertirse en una obra o muchas”, dice Silvia Brewda, la artista argentina que reivindica la artesanía, lo manual, como bellas artes y que el próximo 20 de marzo presenta libro en el Auditorio de la Asociación de Amigos del Museo Nacional de Bellas Arte, a las 19 horas.
Silvia Brewda, el libro de 175 páginas, con prólogo y selección de obras de Laura Casanova y Rodrigo Alonso, en inglés y español, fotografías de Gustavo Lowry y Ariel Feldman, diseño de Andrés Sobrino y edición a cargo de Akian Gráfica, recoge lo realizado por la artista en los últimos 15 años, desde cómo, cuándo y dónde su trabajo se expande hacia la tridimensionalidad cobrando protagonismo, la interacción entre el papel de algodón y materiales industriales dando lugar a formas elípticas atravesadas por conceptos binarios.
Nacida en 1949, en Buenos Aires, se gradúa de Profesora Nacional de Pintura. Su producción comprende pinturas, obras sobre papel, objetos, litografías, libros de artista, juegos, murales e instalaciones.
En un raro caso, el libro de excelente factura se presenta acompañado de un fanzine de poesía visual, otra de las prácticas comunes a la artista que hizo durante la pandemia.
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Con más de 60 exposiciones entre individuales y colectivas, en Argentina, Ecuador, Panamá, Puerto Rico, República Dominicana, entre otros países y 42 libros de artista, el uso de palabras se unen al papel como material esencial en su producción. Las palabras que suelen aparecer a los costados de un papel, en un cuaderno borrador o formando parte de la obra, como herramienta para conceptualizar, organizar, esclarecer.
La artista, que no escapa al uso de otros materiales y técnicas, mantiene su vínculo con las tradiciones nacionales y la identidad, la transmisión oral, los aportes a la cultura popular, y la relación con el cuerpo, une a todo esto, su estatuto como productora de conocimiento,
A Bredwa le gusta rasgar el papel a mano y no tanto con tijera o bisturí aunque también utiliza el láser. Confiesa que muchas veces en el proceso cambian las coincidencias entre el dibujo original y la obra. Basta recordar su serie, Sin fin, donde utilizó el idioma braille para recrear una historia que remite a la infancia y el juego, recopilando dichos populares de la literatura oral española, o Abundancia donde utiliza la repetición de la imagen de un pan para dar cuenta de la prodigalidad del título. Interfiriendo la repetición se leen unas frases escritas con perforaciones sobre el soporte: “A falta de pan, buenas son las tortas”, “Pan con pan, comida de tontos”, “Pan casero, de ese quiero”. Estas expresiones no sólo complementan la imagen, sino que generan un vínculo inmediato con el espectador recurriendo a su memoria emotiva. A lo que se suma el libro de artista, No es solo pan, que presenta otro de los resultados de investigación sobre la comida, que incluye un fichero de recetas, forrado con motivos florales, con fichas escritas, dibujos y pequeñas reproducciones escultóricas de panes y otros alimentos o sus producciones hechas durante la pandemia (libros de artista, obras de gran formato, poesía visual). El libro de artista En pausa (2020) recoge las impresiones visuales (dibujos, palabras, fotografías) de una existencia detenida abruptamente por el acontecimiento fortuito tan inesperado. Otro libro, Mañana (2021), acumula obsesivamente frases ligadas a los miedos y las angustias de un tiempo tan incierto como el que nos tocó vivir.
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“Hay veces en las que trabajé picando las palabras, alejada de toda significación, como un grafismo y otras más poniéndola a veces al revés o vertical a manera de jeroglífico”, significa en el libro donde cuenta su historia.
Por otra parte, señala: “La poesía visual me permite integrar la palabra con la forma –imagen, a través de grafías. Recurrir al pequeño formato, a un campo muy reducido, a la repetición, como un mantra, casi una meditación”.
Sobre el libro, Laura Casanova escribió: “El dibujo como forma de pensamiento; la importancia de los procesos creativos; las oportunidades ofrecidas por las técnicas y los materiales; la curiosidad embebida de la dinámica del juego; la retroalimentación entre arte y vida. Son constantes a lo largo de la prolífica trayectoria artística de Silvia Brewda, desde fines de los años 70 hasta la actualidad, entre las cuales hallamos giros y novedades.
Rodrigo Alonso aseguró que “este retorno a temas tan propios –la comida, lo cotidiano, la palabra, el cuerpo– no se da como una repetición, sino como la actualización de unos intereses que nunca dejaron de vibrar en el corazón del trabajo de Silvia Brewda. Su transmutación en obras poderosas vuelve a ubicar a la historia personal en el terreno (en el trauma) social. Pero el poder de estas obras no surge únicamente de su narrativa, sino además, de los recursos técnicos que la artista fue perfeccionando en más de una década, para brindarnos unas imágenes –al mismo tiempo refinadas y reflexivas– sobre el particular mundo en el que vivimos”.
Para Mariana Rodríguez Iglesias, ”la artista demuestra que el lenguaje abstracto todavía hoy puede ser esencialmente libre, profundamente humano y, no obstante, abiertamente racional”.
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