Desde Mendoza, Damián Sánchez mantiene viva la llama del Nuevo Cancionero

Coautor de inolvidables canciones, arreglador de grandes grupos corales y personaje clave de la historia del folclore argentina, a los 79 años regresa como director de Los Trovadores. “Yo soy música porque vivo con ella”, afirma orgulloso

El mendocino Damián Sánchez vuelve a los escenarios con Los Trovadores

Hay canciones legendarias como “Tonada de Otoño”, “Marrón” y “Hermano dame tu mano”, con Jorge Sosa; “A que florezca mi pueblo”, con Rafael Paeta; “Canción por el fusil y la flor”, con Bernardo Palombo; y “Cuando me ves así”, con José Pedroni. Todas tienen, entre sus compositores un nombre y apellido en común. El compositor mendocino Damián Sánchez.

Damián José Sánchez nació en Godoy Cruz, el 10 de marzo de 1944. Es hijo de Damián Sánchez y María Magdalena Aguirre, ambos enfermeros. Su padre tocó el trombón en la banda de Bomberos que había en Mendoza alrededor de los años 30 y 40. Cuando nació el benjamín, sus hermanos Lucas y Paquito tenían 16 y 14 años respectivamente. El mayor era violinista y el que le seguía tocaba el corno francés.

Damián nació y creció en el Barrio San Vicente, de Godoy Cruz. Se recibió de Bachiller Agricultor Enólogo. Pero la música fue más poderosa y así este genial músico, compositor y arreglador estudió en la UNCuyo y se graduó como profesor de violoncello y canto coral.

Desde 1962 se ha dedicado a grupos vocales e instrumentales de raíz popular folklórica argentina y latinoamericana. Fue integrante, arreglador, director y hasta creador de grupos como Markama, Canturía, Cono-hue, Los Trovadores, Madrigal, Cántaro, Sumampa, el Coro de Regatas de Mendoza, , Coral de las Espigas (Santa Fe), Coro de la Fundación Proyecto Sur (Río Negro), Coral de las Arenas (Mendoza), y los coros del Centro Cultural Gral. San Martín, Coral de las Américas, Polifónico Nacional y SADAIC (C.A.B.A.), entre otros.

El compositor y arreglador Damián Sánchez se graduó como profesor de violoncello y canto coral en la UNCuyo

Ha compuesto grandes obras integrales vocales e instrumentales, entre las que se pueden mencionar “El bailarín del diablo”, “Puente al sol”, “Cantata a Pepe Pancho” (sobre poesía de Elena Siró), “El Imperio del viento” (sobre poesía de Hugo Covaro), “Memento” (sobre poesía de Federico García Lorca) y “El último padre” (sobre poesía de Rodolfo Braceli).

Sus obras fueron inmortalizadas por artistas de la talla de Mercedes Sosa, Eduardo Falú, Víctor Heredia, Markama, Jorge Cafrune, Cuarteto Zupay, Pocho Sosa y otros. Hoy, está dirigiendo el regreso de Los Trovadores.

Hoy, este hijo del Nuevo Cancionero dialogó con Infobae Cultura.

—¿Qué lo llevó a unirse a la música desde chico?

—Nací en una familia donde mis hermanos mayores fueron músicos. El más grande, Lucas, era violinista; y Paquito tocaba el corno francés. Nací en medio de sus desarrollos musicales cuando eran estudiantes, y además integrantes de la Orquesta Sinfónica de la Universidad Nacional de Cuyo, recién creada. Me incorporé con ellos en la enseñanza de la música clásica. Además, en casa también ensayaba Aldo Linares, quien tuvo una orquesta típica donde mi hermano Lucas era uno de los violinistas. También mi maestro Felipe Vallesi integraba esa orquesta y era bandoneonista. Estos son ámbitos muy contagiosos para aprender música. Mi madre era riojana, cantaba y mucho le gusta el folclore.

En las reuniones familiares había guitarreadas donde siempre estaba presente el folclore. Entonces me crié en un ámbito musical sin diferencias entre la música clásica y la música popular; me empecé a encontrar con otro origen, con otras influencias. Otra de las cosas que me ayudó mucho a involucrarme en este mundo musical fue tener un tocadiscos y allí escuchaba los conciertos de Tchaikovsky, Brahms, Mendelson, Bach… Ese es el ámbito en donde me crié.

Armando Tejada Gómez con César Isella y Los Trovadores en el teatro IFT de Buenos Aires (1973)

—¿Cómo llegó a involucrarse con los fundadores del Nuevo Cancionero?

—Estaba cursando el secundario y me recibí de enólogo. Estudié en el Liceo Agrícola de la UNCuyo y ya tenía compañeros a los que les gustaba la música. Estamos hablando de la década del 60 donde el folclore pasó a ser un boom. Aparecieron Los Fronterizos y Los Chalchaleros y eran una locura… Para mí al menos fue una locura. Realmente me encantaban y a la par también estaba mi hermano mayor que era amante de los grupos vocales de Estados Unidos. Por ahí tengo grabaciones… Eran mujeres que hacían la música de las películas, cantaban en las películas de dibujos animados y eso era muy atractivo. A partir de esas audiciones me metí con la música vocal, pero dentro del folclore. En esa época ya había formado un grupo en el colegio secundario y después tomó forma con Los Cinco de Cuyo en donde estaba Quito Figueroa, los hermanos Murúa y Lorenzo Álvarez. Hacíamos música cuyana y era diferente, no era tradicional.

Fue una propuesta que estaba dando vueltas porque también a la par en otros lugares del país estaban dándose un movimiento como en Tucumán, en Córdoba, en Santa Fe, en Río Negro. Todo esto ya daba una pauta de que el folclore iba proponiendo un cambio. Obviamente hubo un impulsor, un detector movilizador, como Armando Tejada Gómez y estar en contacto permanente con Mercedes Sosa, Oscar Matus, Tito Francia y otros nos fue permitiendo ver ese nuevo movimiento. Ellos eran como nuestros hermanos mayores. En ese entonces también tenía un cuarteto con mi hermano Paquito y dos chicos más. Íbamos a las reuniones que se hacían en la casa del doctor Ángel Bustelo y ahí había charlas muy interesantes sobre las nuevas ideas, sobre la concepción que se iba dando en el país en relación a los cantos tradicionales, en donde empiezan a incluirse los cambios de armonía, de acordes, la utilización de voces, otras voces más allá de la del dúo. Todo eso fue un seguimiento de ellos que tomó forma con esto que se llamó el Nuevo Cancionero.

Armando –fundamentalmente– es el que dio las bases. Más adelante, cuando me incorporaron Los Trovadores tuve contacto con Armando y fue maravilloso, porque todo esto desde lo ideológico era tomar un cuerpo fundamental. El folclore iba tomando una manera de decir que era sumamente propio natural de la juventud de esa época, un cambio muy bello. La poesía tomaba un vuelo muy especial con la aparición de los poetas de la década del 60; y lo mismo pasa con los arregladores vocales como también con los arregladores que hacían movimiento y soporte, como Oscar Cardozo Ocampo por ejemplo. Eso me involucró en este Nuevo Cancionero porque era parte de mi ser; de esto que ya venía viviendo en mi familia.

Pocho Sosa, Jorge Sosa y Damián Sánchez, parte relevante de la escena folclórica mendocina

—¿Cómo fue su experiencia en Los Trovadores?

—Estar en Los Trovadores fue realmente una escuela en muchos sentidos. Fue mi primera experiencia con un grupo vocal conocido en la Argentina y en América, insertado en un momento de la evolución y de cambio en el movimiento del folclore. Además con la aparición de otros grupos vocales que después fueron tomando gran forma Los Trovadores (en un principio Trovadores del Norte) estaba dirigido por Eduardo Gómez, un director que –para mí– es uno de los notables arregladores vocales del país porque tuvo una visión muy amplia. En cada arreglo que él propone o en cada tema que él elige para arreglar no es simplemente que colocan notas para que las voces tengan un lugar dentro del acorde; sino que él comienza a utilizar onomatopeyas surgidas del mismo tema dándole un clima muy especial. El malambo es un arreglo magistral de él porque lleva a las voces lo que los bailarines hacen cuando realizan las danzas. Entonces me encontré con un grupo que me movilizó realmente, me entusiasmó y fueron cuatro años de escuela, que además fue aceptada con mucho éxito. Por los temas que surgen del grupo, por los arreglos de Eduardo Gómez y los míos después; por las calidades de las voces dándole una un clima justo y apropiado a los arreglos.

Estar en Los Trovadores me permitió conocer lugares, ritmos, músicos y poetas de cada zona folclórica. Fue una escuela. Ahora –nuevamente después de 50 años– vuelvo a ellos con otras voces pero con el mismo criterio, el mismo concepto ya que hay un rescate que debo hacer. La juventud no conoce a Los Trovadores y por eso es importante revivir esta parte de la historia del canto popular argentino, la de los grupos vocales.

—Es coautor de “Tonada de Otoño”, “Marrón” y “Hermano dame tu mano” junto a Jorge Sosa. ¿Cómo nacieron?

Jorge Sosa fue realmente un hermano, un compadre. Hicimos más de 50 canciones juntos y creo que estas son trascendentes; pero hemos hecho también otras no tan conocidas. Hicimos una ópera ballet que fue Puente al sol, que tuvo trascendencia en otro ámbito; o El cuyunche, que es un ballet sobre un cuento de Cuyo. “Marrón” fue el primer tema de Jorge al que le puse música, en 1971. Esta es una canción que tiene vigencia, de igual modo que “Hermano, dame tu mano”, que fue utilizada por políticos tanto de nuestra Mendoza como de otros lugares para hacer campañas políticas. Tiene que ver con la unidad, con la necesidad de poder protegernos y defendernos y unirnos. Hay cosas que se tienen que decir y siempre me gustó eso. Hay otros poetas con los que trabajé a la par de Jorge como Rodolfo Braceli, Alfredo Bufano, Pedro Zalazar, Elena Siró (con quien hice la Cantata a Pepe Pancho, que ella escribió sobre San Martín), José Pedroni y Federico García Lorca, con la aprobación de su familia.

"Yo soy música porque vivo con ella, está dentro mío" (Damián Sánchez)

—¿Qué le ha dejado la música?

—Me dejó mi ser, mi medio de vida. A través de la música o con la música yo vivo en todo sentido desde lo espiritual, lo físico lo económico, lo saludable, lo anímico. Me mantengo y mantengo mi familia. Estoy agradecido por la misión que estoy cumpliendo y por lo que viene. Yo soy música porque vivo con ella. Está dentro mío y transmito lo mejor que puedo en mis actividades con los coros, los grupos vocales y en mis talleres. La música es la manera palpable de mostrar un estado de ánimo, una realidad.

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