El Museo de Orsay de París presenta este martes su primera exposición de pintura al pastel desde 2009, Los pasteles de Orsay, una muestra de 95 obras que explora esta técnica entre el dibujo y la pintura a través de grandes artistas como Millet, Manet o Redon.
“Es una exposición muy esperada”, afirma a EFE la comisaria Caroline Corbeau-Parsons, quien explica que la falta de pinturas al pastel en la muestra permanente del museo se debe a su difícil conservación.
“La capa de pigmento que queda por encima del lienzo es muy sensible a la luz, y sobre todo a la vibración. El mínimo golpe puede dañar la obra. Por eso esta exposición es un evento raro, no podemos permitirnos tener los pasteles en la colección permanente”, señala.
Los pasteles de Orsay: De Millet a Redon estudia el cambio de esta técnica durante el siglo XIX, que pasó de una tradición cerrada al retrato a abrirse a los cambios y transformaciones de la época, para adaptarse a nuevos modos de expresión y tratar una variedad amplia de temas.
Así, el recorrido se divide en ocho etapas que resaltan los distintos géneros surgidos en el nuevo siglo: comenzando por los retratos aristócratas de “pastelistas” como Emile Lévy, la exposición continúa hacia el reflejo de la vida rural, anclado a la tierra y el mar, con Jean-François Millet como uno de sus grandes exponentes.
Estos artistas buscaron exponer el mundo moderno, en constante movimiento, al igual que el estudio del paisaje, pues la técnica permite transcribir los cambios atmosféricos y los efectos de luz de la naturaleza al papel y al lienzo con gran rapidez.
Más allá del realismo, algunos buscaron temas místicos basados en un idealismo mítico y en la exploración de la vida interior, con influencia del mundo clásico, en respuesta a la crisis de valores que se presentaba tras los profundos cambios políticos y sociales del siglo.
Un mundo femenino
Lejos de abandonar el retrato, los “pastelistas” lo volvieron más íntimo, y buscaron retratar el hogar y la vida familiar, un entorno particularmente privilegiado para las artistas femeninas en el que se destaca la estadounidense Mary Cassatt.
De hecho, las mujeres fueron pioneras en este estilo, y sería la italiana Rosalba Carriera quien popularizaría el arte del pastel en el siglo XVIII.
“Como es una técnica que se trabaja en seco, que es ‘limpia’, se consideró particularmente adaptado a las jóvenes de buena familia. El estilo tiene la particularidad de estar muy representado por mujeres”, relata Corbeau-Parsons, quien destaca que ellas representaban el 40 por ciento de los pastelistas expuestos en los salones de arte.
Entre ellas estaría Eva Gonzalès, la única persona que Manet reconocería como aprendiz, relación que resultaría en una influencia mutua.
“Se dice a menudo que Eva Gonzalès se inspiró en su maestro, pero resultó que ella fue la primera en hacer retratos en pastel con tintes grises y rosas que Manet tomará en su retrato de Irma Brunner”, destaca Corbeau-Parsons.
El pastel, que permitía reflejar la suavidad y los tintes de la piel, se destinó también al desnudo, un movimiento al que se unieron Manet, Maurice Denis y Degas, este último centrado en la intimidad de las mujeres.
La comisaria resalta que los de Degas son unos de los pasteles más demandados del museo. Su fascinación por el mundo femenino no se limitó al desnudo, sino que se dirigió también al reflejo de las actividades cotidianas de las mujeres de la época, sin ningún tipo de juicio; un estudio del que saldrían sus famosas Bailarinas.
Fuente: EFE.
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