Joaquín Sabina y Buenos Aires, amor a primera vista

A sus 74 años, el cantautor español inicia una serie de 6 recitales en la ciudad que lo encandiló a finales de los 80. Desde ese momento, el romance se mantiene inalterable y varias célebres canciones así lo testimonian

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En el marco de su
En el marco de su gira irónicamente titulada "Contra todo pronósitoc", Joaquín Sabina inicia este domingo una serie de 6 recitales en Buenos Aires. El sábado 18 se presentará en Córdoba (Foto: EFE/ Juan Herrero)

Joaquín Sabina es, después de Joan Manuel Serrat, el cantautor español más argentino. Suena a lugar común afirmarlo pero hay que comenzar por ahí, cómo no. Es que Joaquín -adviértase el nivel de repercusión que alcanza con mencionar su nombre, como Diego, Fidel, Evita o Lionel- hizo todo lo que era necesario y lo consiguió, y ahora se puede decir que vuelve a casa. A la nuestra y a la suya.

Joaquín Sabina, gran poeta, uno de los mejores letristas de toda la historia en el mundo hispanoparlante, apareció aquí en la segunda mitad de los 80 por gestión de Ariola, la compañía discográfica que lo había contratado un tiempo antes, y con su buen disco Hotel dulce hotel.

El artista, ya reconocido en su tierra de origen pero aún no popular, llegó dispuesto a jugarla completa. Su objetivo final, se advierte ahora claramente, era instalarse aquí como alguien más que un exitoso de momento. Y eso hizo.

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Recuerdo el día en que recibí un llamado de uno de los responsables de prensa de la RCA local, empresa que editaba los discos de Ariola. ¿Habrá sido el Tano Belfiore? Tal vez sí. Belfiore sería luego uno de sus mejores amigos en Buenos Aires.

—El artista que viene es Joaquín Sabina.

—Lo conozco. Dale.

Lo conocía a la distancia, claro, por intermedio de un disco simple que me había pasado Gustavo Noya, productor, musicalizador y amigo que había trabajado en Jotacé, la productora que llevaba adelante la programación artística de Radio del Plata. Era un 45 RPM el que traía sus tempranas grabaciones de Pongamos que hablo de Madrid y Calle Melancolía.

Joaquín Sabina - Pongamos Que Hablo De Madrid

—Esos temas me suenan dylanescos, le dije en nuestro primer encuentro, que fue una tarde en el bar del diario La Razón, en la calle Hornos, atrás de Constitución.

Sabina sonrió y tal vez por primera vez en Buenos Aires, se sintió navegando en sus aguas. La mención de Bob Dylan aquella vez, fue la clave, creo, para que iniciáramos una relación de notoria cercanía que se mantuvo durante varios años.

No era un pibe. Ya tenía 38.

Joaquín Sabina junto a Joan
Joaquín Sabina junto a Joan Manuel Serrat en su última gira juntos en Argentina (Foto: Lihue Althabe)

Lo vi en su primera actuación, en La casona del Conde de Palermo, un pequeño bar, y confirmé que traía unas canciones buenísimas. Luego fue creciendo lo suyo. Y advertí que, además de excepcional, era muy vampiresco, o sea que estaba dispuesto a chupar la sangre de sus “víctimas” -digámoslo con una cierta dosis de sarcasmo y gracia-, los argentinos. Es altamente elogiable cómo lo apuntaba todo. Luego podía transformar un leve click en una imagen formidable. Alto poeta.

Va un ejemplo. Una vez intercedí para que lo invitaran a ser parte de quienes subieran al escenario del festival contra el Indulto que propiciaba el presidente de ese momento, Carlos Menem. Los organizadores, recuerdo bien, me dijeron que sí pero con poco entusiasmo: Sabina no era aún conocido aquí.

Joaquín asistió pero, medido, no cantó. Sólo habló. Y luego de decir unas palabras de apoyo a la movida, mientras se esperaba que aparecieran Los Redonditos de Ricota, cosa que se comentaba pero que finalmente no sucedió, me dijo: —Estoy muy conmovido porque desde arriba del escenario vi muchas banderas del Che. Hacía mucho que no veía algo así.

Tiempo después escribió en su memorable canción Con la frente marchita:

Aquellas banderas de la patria de la primavera.

A eso de aquella vez se refería, me confesó.

Así todo.

Joaquín Sabina - Dieguitos y Mafaldas

Una vez, también a fines de los 80, me presentó a Paulita, Paula Seminara, su novia argentina, hincha de Boca, hermosa, muy jovencita, que estaba cumpliendo los 20 años. Ella fue quien lo acompañó en el afiebrado tiempo en el sur donde Sabina y Fito Páez compusieron juntos su problemático disco a dúo Enemigos íntimos.

Poco después lo invité a ir a la cancha a ver a Boca. Mi hermano y yo teníamos dos plateas en la Bombonera, y mi hijo Pedro tenía una tercera al lado nuestro. Esa vez, no sé por qué, había una que estaba desocupada.

—Me encantaría, gracias. Pero me parece que puede verse como demagógico que vaya, siendo que el tema está en las listas de difusión de las radios.

Así se disculpó, y la canción a la que se refería era Dieguitos y Mafaldas, que hablaba de Paula, de quien acababa de separarse.

—Es una pena. Porque nunca fui a ver un partido de Boca.

—¿De verdad? ¿Pero cómo?

Joaquín Sabina en Lima, marzo
Joaquín Sabina en Lima, marzo de 2023 (Foto: Facebook)

Ahí me contó la verdadera historia de cómo había surgido la data precisa en la canción. Una vez, en pleno romance, había salido de paseo con Paula y fueron a La Boca. Los dos querían recorrer el barrio y él conocer La Bombonera por dentro. En eso estaban cuando vieron venir un colectivo 86.

—En ése vengo de casa a la cancha.

Paula era de González Catán, La Matanza. El 86 hacía Ezeiza-La Boca, pero fundamentalmente con dos ramales, uno por Autopista y otro por Laguna.

De ahí la canción: De González Catán, en colectivo, a la cancha de Boca por Laguna.

Y algo más: —Puse jermu en la letra, aunque sé que a una novia acá no se le dice jermu… porque quería que se supiese que conozco la palabra.

En alguna actuación en el Teatro Gran Rex, Sabina desafió a la audiencia y se confesó hincha de Boca, para la rechifla de una buena parte de la platea, e incluso sumó un verso para nombrar a Juan Román Riquelme, además de la cita a Martín Palermo que es conocida en la letra grabada en el disco.

Es sabido: Sabina es fan de los toros y del fútbol: en España es hincha del Atlético de Madrid -incluso hizo el himno cuando el club cumplió el centenario- como Serrat lo es del Barcelona. Los dos también, como ocultarlo, también por enfrentarse al Real Madrid, el poderoso, que fue el club del Generalísimo Franco.

Joaquín Sabina - Nos Sobran los Motivos

Hay más secretos que ahora pueden contarse.

—¿Te acuerdas de Peor para el sol?

Decía la letra: Nos sirvió para el último gramo el cristal de su foto de boda; no faltó ni el desfile de moda de ropa interior

—Bueno, la señora existió. Es de La Plata.

También, aunque sea una canción que cuenta una historia de amor y besos, hay una cita porteña en Nos sobran los motivos.

Dice la letra: Que poco rato dura la vida eterna por el túnel de tus piernas entre Córdoba y Maipú.

En la esquina porteña de Córdoba y Maipú, a una cuadra del shopping Galerías Pacífico, hay un hotel, el Libertador, donde solía alojarse Sabina, y donde probablemente sucedió la historia mencionada en la canción.

Como un legítimo anfitrión, Joaquín Sabina bien podría decir como Serrat, en el comienzo de sus shows en la Argentina: —Bienvenidos a ésta, que es vuestra casa. Se lo ganó, claro.

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