El proceso creativo de Jardín fantástico fue una reunión de energías colectivas. En el 2020, el año pandémico, hice unos workshops virtuales que Poppy Murray, productora de la obra, me ayudó a organizar.
En esos workshops participaron muchas de las chicas que ahora son parte de la obra. Yo ya tenía ganas de hacer una obra en Zelaya, estaba fascinada con los textos de Angela Carter y quería trabajar con adolescentes. Aprovechando los recursos que ofrecía la pandemia, organicé estos talleres en donde trabajamos a partir de distintos disparadores. Por un lado, con el teatro y la escritura, invitando también a algunas personas a participar de los encuentros, como Adriana Kogan, quien les habló a las chicas de Donna Harraway, o Corina Mascotti, que compartió con nosotras un encuentro de astrología.
A finales de diciembre, hicimos un encuentro presencial en Zelaya en donde pude probar algunas ideas en relación con el espacio. Zelaya es una plataforma de experimentación multidisciplinaria, en la cual yo ensayé varias de mis obras, además de organizar encuentros de literatura.
Cuando arrancamos a trabajar en el 2021 ya lo hicimos pensando en construir la obra. Al equipo se sumó Ana Montes, que es escritora, y me ayudó a pensar y profundizar en ese universo. El proceso creativo fue muy colectivo. Antonia Brill Perrotta, Catalina Burak, Sofía Guerschuny Pesci, Giulia Heras, Jacinta Perez Berch, Carolina Paula Rojas, Noah Salamanca Tola, María Luz Silva, Lina Ziccarello son las ocupantes de la casa-jardín de Zelaya y con las cuales, junto con Poppy y Ana, armé la dramaturgia de la obra.
En marzo del 2021, ensayamos un mes a modo de prueba, porque yo estaba embarazada y después tenía que parar porque mi bebé iba a aterrizar en este mundo. Me gusta recordar cómo esos encuentros ya contenían destellos de escenas que después se desarrollaron. Hicieron máscaras, mostraron fotos de sus familiares y actuaron sus gestos, poses y textos, escribieron en sillas, mesas y muebles envueltos en papel, tomaron la merienda, escribieron sueños, etc.
Hasta septiembre, cuando finalmente retomamos los ensayos, trabajamos con Ana en armar una dramaturgia que después debía ponerse a prueba. Ana es muy veloz y sensible con sus pensamientos y muy asociativa, fue una compañera ideal para pensar la dramaturgia de la obra.
Armamos una especie de narración dramatúrgica a partir de la idea de unas chicas que habitan este espacio y van haciendo distintas prácticas o rituales en su convivencia allí. Había una escena que ya estaba fundada: ellas en el árbol comentando un relato de Angela Carter.
Queríamos que ellas pudieran reflexionar sobre el crecer, sobre la etapa de transición que estaban atravesando. Hace poco leí en una novela de la escritora mexicana Jazmina Barrera, una parte que hablaba sobre esta autora y decía así: “Era la mezcla exacta de cuentos de hadas y literatura gótica, de terror y erotismo, una transición perfecta de la infancia a la adolescencia”. Me pareció una descripción precisa que reforzaba mi elección de esa autora para la escena del ceibo, para poder ver qué reflexiones traía cada una sobre estos mundos fantásticos y terroríficos.
Hay una escena que sucede en la pileta, en la cual una de ellas cuenta el mito de Narciso, y cada una se va observando en esa pileta que funciona como un espejo, hasta que Noah dice que no ve y nunca vio su propio reflejo. Es un momento conmovedor, para mí, porque refleja esa crisis con la propia imagen muy propia de esa edad.
También está la cabaña de los peluches, que es la sala de teatro y cine, la cual fue ocupada por muchísimos peluches armando una suerte de colchón donde el público se tira a descansar y mira una película protagonizada por esos peluches.
Cuando con Ana terminamos de diseñar esa suerte de estructura flexible, empezamos los ensayos. Fue en septiembre del 2021. Trabajamos con consignas más concretas y precisas a partir de las escenas diagramadas, pero lo más interesante fue ver cómo esa partitura se llenaba de cuerpo. Cada una de las chicas aportó su singular energía en el entramado que íbamos tejiendo.
Por ejemplo, Sofi se convirtió en la guía de la obra, y fue un resultado natural de su personalidad. El público la sigue a ella para ir haciendo el recorrido por la obra y por la casa-jardín. Jaz se trepó a los árboles y su energía física y de juego la convirtió en la chica de los árboles. Guli es quien dice parlamentos muy sentidos en el árbol y tiene el arrebato de tirarse a la pileta. Caro compone un abuelo graciosísimo en la obra de teatro que hacen imitando a sus familiares y hace increíbles ruidos de tigres, lobos y motos. Lina se animó a imitar a su bisabuelo, y con su belleza y suavidad dirigir el bautismo que convierte sus identidades. Todas se ponen nuevos nombres. Noah, con sus textos precisos y filosos, siempre muy pensante, también se desafía a ser quien no se encuentra en el reflejo y siente una crisis con su propia imagen; Anto representa a su padre arquitecto que no tiene tiempo de ver a su familia con una furia y una intensidad que la transforman por completo. Cata, con su estar tan natural es la guía de la cabaña de los peluches y nos lleva a ese mundo de sueños y pesadillas, y Luz nos cuenta el mito de Narciso y en la obra es una madre que acaba de tener un bebé y quiere abandonarlo. Cata Pietra imita a un primo de Mardel y es genial.
En esta obra no hay personajes, cada una tiene su propio nombre, aunque no quiere decir que son ellas mismas. Su impronta definió el recorrido que cada una hace. Está el plano ficticio, en el cual ellas habitan ese lugar y hacen esas prácticas como ritos de iniciación que les permiten pasar a otra etapa de su vida, y el plano real, en el cual ellas estuvieron conviviendo durante mucho tiempo en los ensayos, haciéndose amigas, organizando pijamas partys, viéndose bailar, tocar el piano, actuar, reírse. Hay una energía grupal, como si fueran una bandada de pájaros que va junta, que se transmite en la obra porque adquirió su capa profunda durante los ensayos.
Vino la etapa final en la que se sumaron otros colaboradores de la obra. Mariana Tirantte, en colaboración con Imanol López, fue la encargada de pensar la ambientación del jardín, pensando ideas geniales, como la de la cabaña de peluches o la de envolver con papel madera los muebles del living para volverlo un lugar de juegos.
Maximiliano Passarelli y Vladimir Duran idearon juntos una película delirante y siniestra protagonizada por peluches. Mariu Fermani creó el vestuario en el cual era importante que hubiera un signo que las convirtiera en grupo y las homogeneizara, pero que a la vez cada una pudiera tener su propio vestuario. En esta parte del proceso, todo empezó a cobrar forma, ya quedaban lejos los ensayos en los cuales ellas improvisaban a partir de consignas. El trabajo había sido a partir del material que ellas nos ofrecían para luego armar las escenas definitivas y empezar a ensayarlas afinando la actuación y las coreografías de movimientos.
Acá fueron fundamentales los aportes de todo el equipo para terminar de entender la dramaturgia del recorrido y para darle un color y entidad a cada isla que formaba parte del mismo. Poppy también fue parte de los ensayos, ayudándome en la parte de dirección de las escenas para ver el tesoro que se escondía en cada situación.
Al comienzo de la obra, Sofi les muestra a los espectadores el mapa del espacio y después vemos escenas que ocurren en esos lugares. Cada lugar tiene su forma, propone un conflicto, una manera de estar, una oportunidad de que se desplieguen determinadas situaciones.
Es muy importante la banda sonora de la obra: no solo el piano o la guitarra que las chicas tocan, sino también los silencios, los pájaros, los gatos, los ruidos que forman parte del jardín.
El jardín es otro de los protagonistas de la obra, ofreciendo sus flores, sus árboles, sus plantas y dejándose transformar, así como lo hacen las chicas.
* Jardín fantástico se presenta los domingos a las 18:30 en Zelaya, Zelaya 3134, C. A. B. A. Hasta el 14 de mayo de 2023.
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