A pesar de las últimas noticias culturales, la incorrección política es el eje central de las tres novelas de Alberto Laiseca (1941-2016) contenidas en Hybris, un texto recién publicado que permite entender al autor de Los Sorias y Matando enanos a garrotazos, quien en uno de los relatos describe su deseo de unirse a la guerra de Vietnam mientras que en otro recrea su infancia en un pequeño pueblo de Córdoba y en el tercero acusa a los sindicatos de controlar las libertades individuales.
El volumen publicado por Random House incluye tres novelas breves: Camilo Aldao, La puerta del viento y Sindicalia. Mientras que la primera y la tercera son inéditas, la segunda fue publicada por Mansalva en 2014. En estas obras, el límite entre el narrador y el escritor a menudo se difumina e incluso desaparece por momentos. Este borramiento de roles permite al lector adentrarse en la mente creativa de Laiseca y conocer, de primera mano, tanto su proceso de escritura como su forma de pensar.
Alberto Laiseca nació el 11 de febrero de 1941 en Rosario, como hijo único de un médico y su esposa. Pocos días después de su nacimiento, su familia se mudó a Camilo Aldao, una pequeña localidad en el sudeste de la provincia de Córdoba, donde pasó su infancia y adolescencia. Este es el pueblo que le da nombre a su novela. Su madre murió cuando tenía solo tres años, y quedó bajo el cuidado de su padre, con quien mantuvo una relación conflictiva durante toda su vida. El escritor afirmó alguna vez que su padre solía maltratarlo, pero también lo alentó a leer, algo que a largo plazo “le salvó la vida”.
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En Camilo Aldao el narrador dice sobre ese padre: “Como en realidad le tenía muchísimo miedo, no sé cómo me animé a preguntarle: ‘Papá, ¿vos sos ladrón?’. La respuesta única y seca fue: ‘No’. En realidad yo ya sabía que no era ladrón, pero quería decirle: ‘¿Por qué sos tan inhumano?’. Años después lo entendí”. Y más adelante confiesa: “Pero por supuesto que a mi viejo lo amo, claro que sí. Soy como esas despreciables mujeres que aman a sus madres”.
En el comienzo de esta novela, que luego del prólogo escrito por Selva Almada abre el libro, el narrador describe: “Cuando yo era chico mi pueblo tenía 3.500 habitantes, entre pueblo y colonia. Hoy somos unos 7000. Sin embargo, estas cifras son engañosas. Es lo que decimos a los que andan de paso. En realidad somos 180.000.000″ porque el pueblo tiene “largos túneles que unen gigantescas y cómodas cavernas, con todos los adelantos, aseguran nuestra supervivencia”.
La autora de Ladrilleros y El viento que arrasa fue discípula de Laiseca. Ella recuerda que durante los últimos meses de 2016, el narrador escribió Camilo Aldao en el geriátrico donde residía, una casona ubicada en la calle Donato Álvarez. Laiseca nunca estuvo cómodo con la presencia nocturna de prostitutas y travestis en las calles cercanas, a los que le temía. Su miedo a las travestis se corresponde con una escena de Camilo Aldao, en la que se relata un baile de Carnaval con una mascarita. Además, explica, el escritor sufría fobias recurrentes, como el pánico al sida (que aún llamaba VIH) y a las enfermedades venéreas. En general, era un hombre con tendencia a temer y a plasmar sus miedos en su obra literaria.
En Camilo Aldao, Laiseca habla de él mismo y de otro texto anterior titulado “Sí, soy mal poeta pero…”: “Yo, en la vida real, soy tan bueno como Poe. En la literatura soy horripilante, como el burro parlante. A la que peor traté (que yo recuerde) fue a Analía, de ‘Sí, soy mala poeta pero…’ La pobre chica es enterrada viva, violada y después va a parar al manicomio, donde un médico sádico le hace de todo (con la excusa de que son terapias)”. De todas maneras tenemos a un japonés enamorado de ella que la rescata. Como se ve, la historia, a pesar de ser horrible, tiene final feliz”. Para Laiseca, “la vida es tan espantosa que al menos en la ficción tenemos que rescatar un poco de alegría y amor”.
En medio de recuerdo de dibujos animados, historietas y de la lectura de El Fantasma de la ópera el narrador delira y se obsesiona con y contra las mujeres, pero se confiesa con cierta ternura: “¿Saben por qué amo al Chavo del Ocho, de la televisión mexicana? Por una frase: ‘Lo hice sin querer queriendo’.”
La segunda novela de Hybris, La puerta del viento, está dedicada “a los veteranos de Vietnam. A los que estuvieron y a los que no pudieron estar”. El narrador sabe de su incorrección y dice durante el relato: “Reconozco que esta novela es tan políticamente incorrecta que puede significar el fin de mi carrera como escritor. Está bien. El caso es que se han dicho tantas mentiras sobre Vietnam que por lo menos tiene que haber uno que diga la verdad”.
La verdad para Laiseca es explicada durante el relato. El Vietcong había sido desmantelado y las tropas del norte habían sufrido bajas significativas. Sin embargo, para el narrador ocurrió una paradoja interesante: los comunistas, a pesar de perder todas las batallas, terminaron ganando la guerra. La reacción de los burgueses estadounidenses fue sorprendente, ya que se unieron a los pacifistas bajo el lema “No más Vietnam”. Como resultado, Johnson renunció a la posibilidad de un nuevo mandato y Nixon implementó la “vietnamización de la guerra”, que finalmente llevó a los soldados estadounidenses de vuelta a casa.
Al comienzo de la novela el narrador explica que los comandos chinos tienen una técnica para silenciar a un enemigo que consiste en clavar una bayoneta en su bulbo raquídeo, conocido como La puerta del viento. Sin embargo, en Tai Chi Chuan existe una técnica de respiración que utiliza la misma expresión para redistribuir armónicamente la energía por todo el cuerpo. Esto sugiere que la misma puerta que puede causar la muerte también puede ser utilizada para mejorar la salud y el bienestar. En resumen, la idea es que la puerta es un símbolo que representa tanto la vida como la muerte.
La idea de Laiseca de participar en esta guerra se hace presente de forma esquizofrénica bajo dos identidades: el Teniente Lai y su doble Lieutenant Reese. Lai es la voz y narrador del relato, un personaje invisible que deambula por batallas de distintas época de Vietnam. En contraste, Reese es el cuerpo que realiza las misiones suicidas y violentas, incluyendo el asesinato de soldados y la violación de campesinas, y quien es condecorado con la Estrella de Plata por su heroico comportamiento en combate.
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Sobre el nombre Hybris se puede leer un párrafo que no solo marca las obsesiones, el estilo, el delirio de Laiseca sino que también explica la elección del nombre: “A lieutenant Reese le gustaba mucho cortarles las tetas a las mujeres. Se las seccionó al rape tanto a viejas como a jovencitas. (Habían muerto previamente, debo aclarar). Se construyó así tres collares de pechos femeninos. A los dos días, a causa de la carne descompuesta, debió tirarlos.Hay algo que los griegos antiguos llamaban “hybris”: el exceso. Los dioses siempre castigaban estas conductas. Cuando vi (sin poder impedirlo) que Reese había hecho eso, supe que ambos estábamos perdidos. Igual lo ayudé a escapar para que no le tocase la perpetua de Calley. Pero yo sabía que la venganza por hybris era solo cuestión de tiempo. Porque, aunque las mujeres ya estaban muertas, ello es, en el mundo de los símbolos, era un atentado contra la belleza, la maternidad y la femineidad. Todo fue monstruoso. No justifico lo de Calley y menos lo de Reese. Pero juro que estoy lejos de justificar la castración (y todo lo otro) del soldado”, escribe.
Un punto importante para destacar de este libro es el prólogo de Almada y el epílogo de Sebastián Pandolfelli. Ambos textos dan luz a zonas oscuras del génesis y de la escritura de estas tres obras. Pandolfelli explica que Sindicalia fue escrita por el autor en 1966 mientras estudiaba ingeniería en una pensión en Santa Fe, Argentina. La describe como una mezcla de autobiografía, novela de ciencia ficción y diario íntimo: caótica, fragmentada y densa. Laiseca en ese momento estaba influenciado por la filosofía liberal de Ayn Rand, la Biblia y el Kybalion, así como por las novelas de clase B. La obra es definida como un rompecabezas fractal que parece faltar algunas piezas.
El libro recién publicado contiene Sindicalia (la fuente de la eterna anti-juventud), escrita alrededor de sus veintisiete años y que hasta ahora nunca se había publicado; también su última novela publicada en vida La puerta del viento y Camilo Aldao, novela que recupera la infancia del escritor. Un paseo de extremo a extremo por el mundo delirante de Laiseca, un itinerario por todas las incorrecciones políticas en contraste con aquellos que en los últimos tiempos intentan corregir y “adecuar” al signo de época la escritura de Roal Dahl o de James Bond, entre muchos otros.
Fuente: Télam S. E.
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