Santiago Nader: “En la adolescencia, el hecho de existir es de por sí violento”

A los 26 años, el director tucumano estrenó en el Cervantes su obra “Potrillo Ben”, una historia sobre la fragilidad del amor joven y la necesidad de hacerle frente a la hostilidad en el mundo

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Santiago Nader, director de "Potrillo
Santiago Nader, director de "Potrillo Ben": “En la adolescencia, el hecho de existir es de por sí violento”

Potrillo Ben es una historia de amor adolescente. Eial y Ben se conocen en un hospital después de que el primero sea internado por una afección en un riñón, y salen a recorrer el mundo como si fuera un videojuego. Ese amor joven, psicodélico, se ve cada vez más invadido por la violencia y lo siniestro, y se vuelve cada vez más difícil.

Andrés Gallina, en el programa, afirma que: “En Potrillo Ben, las palabras son mantas, comidas en lata, fuego”. La dirección, a cargo de Santiago Nader, prioriza una puesta minimalista en donde el texto predomina por sobre el resto. Los actores (Lucía Deca, Marcos Krivocapich y Federico Lehmann) logran que el cuerpo también se inunde de palabra, cautivando al público. La obra se completa con tres músicos en escena (Franco Calluso, Juliana Isas y Carola Zelaschi), con música al estilo 8-bit de las consolas.

Sobre el estreno, Nader le contó a Infobae Cultura que: “Un tiempo después de que me enteré de que había ganado el segundo puesto del Premio Germán Rozenmacher de 2019, nos enteramos de que había ganado una convocatoria abierta del Cervantes, en la que seleccionaron cinco obras para la programación oficial del teatro. Iba a estrenar en 2020 y después se cayó el mundo a pedazos y aquí estamos, estrenando en 2023. Venimos trabajando desde hace mucho tiempo en esto. Fue hermoso por fin compartirlo con gente”.

La obra fue seleccionada en
La obra fue seleccionada en una convocatoria del Cervantes previo a la pandemia y recién se pudo estrenar este año

–Tenés veintiséis años y estás dirigiendo una obra en el Cervantes. ¿Qué se siente?

–Se siente increíble. Es un privilegio enorme poder ocupar un espacio como este a la edad que nosotros tenemos. Es una oportunidad que nunca pensé que podía llegar. El espacio oficial suele estar ocupado por la trayectoria, no suele ser una plataforma de experimentación, sino más bien viene a ser una confirmación o una consagración de todo un trayecto. Entonces, de repente poder ocupar el espacio oficial como una plataforma de experimentación, una plataforma de conocimiento de uno mismo como autor, como director, es maravilloso. Las condiciones de producción te permiten dedicarte exclusivamente a la labor artística: es la primera vez en mi vida que no tengo que producir una obra a la par que la que la dirijo. Eso permite también tener una versión mucho más fresca y mucho más limpia del trabajo de la dirección que nunca antes había tenido. Hay que ocupar ese privilegio con mucha responsabilidad.

–Estamos acostumbrados, también, a ver un tipo específico de obras en los teatros estatales, como vos decís. En Potrillo Ben se ve otra cosa: un grupo de gente joven, de menos de treinta años, investigando, formándose, armando una obra a la par que crecen.

–Creo que tiene un valor agregado que seamos tan jóvenes. Entramos a trabajar con muchísima humildad. En el teatro trabajan muchísimas personas que hacen su trabajo muy bien, y hay que estar a la altura de toda esta estructura. Fue muy cálida la interacción con el teatro, por suerte, estábamos todos sorprendidos de que el proceso de producción y de ensayos haya sido amoroso de principio a fin. En particular, me tocó dialogar con tres gestiones diferentes desde 2019. La obra fue seleccionada en una gestión, pasó a manos de la gestión siguiente, con la cual íbamos a estrenar si no ocurría la pandemia. Para el momento en que la obra efectivamente pudo existir, había una nueva dirección del teatro. Una vez que se instaló que la obra iba a estrenar, que tenía una fecha de estreno, que existían las condiciones, la verdad fue maravilloso. Fue maravilloso también haber trabajado con tanto tiempo de anticipación en la puesta en escena, con un equipo artístico fabuloso. Hay personas dentro del equipo a las que yo no podría llamar de manera independiente por cuestiones de presupuesto, como Eli Sirlin, por ejemplo, que es una eminencia en iluminación. Lo mismo con Endi Ruiz, que hizo el vestuario, o con Agustina Piñeiro, que es la diseñadora audiovisual.

La obra, con una puesta
La obra, con una puesta minimalista que prioriza la voz y la palabra, cuenta con tres músicos en escena

–¿Cuándo escribiste la obra, entonces?

–A los veintiún años. Era muy chiquito. Estaba atravesando por un montón de individuaciones, por un montón de procesos en relación a volverme un adulto en una ciudad inmensa y hostil. Y desde ese lugar salió la escritura del texto de Potrillo Ben. A mí me parece interesante defender un trabajo muchos años después. Uno siempre tiene que hacer eso, ¿no? Defendemos en diferido nuestros trabajos, no se suelen publicar o estrenar tan cerca de cuando los escribimos. En este caso en particular fue revisitar una parte de mí con la que hace mucho tiempo no estaba en contacto. Creo que no hubiera sido lo mismo dirigir esta obra a los veintidós años, cuando me enteré de que había ganado el premio, a hacerlo ahora con veintiséis. Siendo joven, año a año somos una persona diferente, nuestra personalidad es diferente, nos relacionamos con el entorno de una manera diferente. Se vuelve divertido defender a un Santi Nader de veintiún años. Ni hablar del Santi Nader hospitalizado a los dieciocho años, que es un poco de donde parte la idea de la obra.

–Me interesa esto de defender en diferido. ¿A qué te referís?

–Digo defender como podría decir justificar. Me refiero a elaborar una serie de reflexiones sobre el trabajo, tomar una serie de decisiones y decir: “Esto tiene que ver conmigo como autor, como director. Estas decisiones que estoy tomando, estas elecciones que estoy haciendo, me representan”. Con Potrillo Ben tuve que tomar a una persona que yo fui en algún momento, que necesito comunicar una serie de cosas y escribir acerca de su entorno de una determinada manera. La escribí antes de la legalización del aborto. Las mujeres, las maricas y todo lo que no es un varón cis heterosexual estábamos muy cansadas de todo lo que estaba pasando, de todas las injusticias. Me paré desde un lugar tan aguerrido para escribir Potrillo Ben, lugar que después nunca más volví a ocupar. No ando por ahí denunciando de la manera en la que denuncio en Potrillo Ben: estaba muy alimentado por ese contexto, muy arengado. Leía lo que escribían mis amigas, leía lo que se escribía en Internet, todos estábamos ahí necesitando decir: “Che, esto no está bien, hay algo que tenemos que revisar acá, hay cosas que tenemos que desnaturalizar”. Y una parte de esto tiene que ver con defender en diferido, no porque se hayan acabado esas luchas, ni muchísimo menos, pero sí evolucionaron, miraron hacia múltiples sectores. También el lenguaje estaba en un determinado estadío en ese momento, y ahora para mí está en otro. Entonces, ¿desde qué lugar nos comunicamos? Creo que la obra, al estar enmarcada en la ciencia ficción, me da una chance extra ahí para abordar esa denuncia.

"Potrillo Ben" tiene funciones en
"Potrillo Ben" tiene funciones en el Teatro Nacional Cervantes hasta el 1 de abril

–La obra trabaja mucho la violencia, sea la hospitalaria, la policial o el patriarcado. ¿Qué tan universal creés que son estas experiencias?

–Súper universal para mí. Todas las violencias de las que habla Potrillo Ben se acentuaron durante la pandemia, y yo la escribí antes de todo eso. Hay formas de habitar el mundo, formas de vivir, que vienen en crisis hace años. Nosotros estamos vivenciando el apogeo de todas esas crisis. Creo que la pandemia y lo que vino después de la pandemia nos vino a indicar un montón de indicadores de comportamientos, instituciones y formas de relacionarnos que venían en crisis hace muchísimo tiempo. Venimos bastante inmersos en todo tipo de violencias. El mundo allá afuera es así de hostil, es así de violento, tal vez el triple o el cuádruple de violento para otras personas que no tienen la cantidad de privilegios que tengo yo. Potrillo Ben plantea cómo se vive la violencia en la adolescencia, en donde ya de por sí el simple hecho de existir es violento. En la adolescencia no sabemos quiénes somos, qué queremos. Estamos detrás de lo que podemos, de lo que consideramos que nos va a dar un lugar en el mundo. Necesitamos encontrar ese lugar en el mundo, reivindicarlo. Todavía no tenemos las herramientas para entender que podemos ser quienes somos o lo que queremos, o que nuestra existencia es válida por sí misma. Y en el contexto en el que ya el mundo es un malflash incierto, como dice la obra, tenemos que sumarle las pocas herramientas que tenemos en ese momento. Creo que vamos acumulando herramientas a través de las vivencias que tenemos, y la violencia se intensifica cuando uno todavía no aceptó del todo ese vacío existencialista que conlleva decir que el mundo es una mierda a veces, es hostil, es violento. Yo creo que esa violencia es universal. Esa violencia que yo recibí y que me autorizó a escribir esta obra, es una fracción minúscula de las violencias que reciben otras personas en otros contextos, en otras situaciones, rodeados de otro tipo de entornos. No me puedo ni imaginar lo infinita que es la violencia en el mundo.

"Potrillo Ben plantea cómo se
"Potrillo Ben plantea cómo se vive la violencia en la adolescencia, en donde ya de por sí el simple hecho de existir es violento", dice su autor

–Otra cosa que me llamó la atención es la importancia que tiene el texto, lo que se dice, cómo se dice.

–Tiene que ver con reivindicar la palabra dentro del teatro, reivindicar la palabra dentro de una propuesta escénica. Yo disfruto de elegir una palabra tras otra, de que un texto suene como yo quiero. Tomo cientos de decisiones por cada línea de texto. Y disfruto también de que esa palabra tenga protagonismo. A mí me resulta muy cómodo el monólogo, crear una única voz, llevarla al máximo de sus expresiones, de lo que haría, de lo que no haría, de cómo renderiza ese mundo, de cuáles son los detalles a los que le presta atención, cuáles son los detalles a los que no les presta atención. Lo que yo más deseo es que el espectador complete esa apuesta, esa narración, con su imaginación. El dispositivo escénico tiene que volverse una prótesis de la imaginación del espectador.

–El epígrafe de la obra está en hebreo. ¿Cómo se relaciona la religión con Potrillo Ben?

–La religión podría venir a ocupar un espacio más de opresión, de subyugación. La frase es de Pirkei Avot, del tratado de los padres, y dice: “El amor que no depende de nada perdura hasta la eternidad”. Estaba pegada en el estudio de mi rabina, Karina Finkelstein, a quien yo admiro muchísimo, y que me ayudó a entender que el judaísmo es un fenómeno súper diverso, y que existen todo tipo de espacios. La vida judía puede integrarse al resto de los identidades de una persona. Podemos ser disidentes y judíos, laicos y judíos. Yo, que no recibí una educación religiosa, pude elegir cómo relacionarme con la religión, dónde y con quién estudiar. Me produjo muchas contradicciones, pensaba que estaba formando parte de algo de lo que no podía formar parte. Hoy me considero una persona religiosa y no me tiembla el pulso al decirlo, justamente porque sé de qué manera vivo esa religiosidad. En esta obra en particular, no hay una relación directa con la religión, porque mi vida espiritual comienza justo después de escribir Potrillo Ben. El motivo de por qué está en este programa tiene que ver con el contenido de la frase en sí mismo que con citar Pirkei Avot. El amor entre Eial y Potrillo Ben no depende de nada: se encuentran de casualidad y deciden pasar la vida juntos. Eligen acompañarse, empezar una aventura.

*Potrillo Ben se presenta en el Teatro Cervantes de jueves a domingo a las 21hs, hasta el 1 de abril. Entradas por Alternativa.

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