La figura de Nan Goldin siempre es recordada por su fotografías que se salen de todos los moldes. Sin embargo, es una destacada cinéfila. Ver Blow-Up de Michelangelo Antonioni cuando tenía 15 años fue lo que hizo que Goldin quisiera ser fotógrafa. Considera La balada de la dependencia sexual -su colección de unas 700 imágenes sin filtrar de la vida de Goldin, sus amigos y amantes en el centro de Nueva York a principios de los 80- como una película que sigue editando y reeditando. Hace tiempo que sueña con hacer una película, y sigue soñando.
“Sigue siendo mi obsesión”, dice Goldin, sentada en la mesa de un restaurante de Fort Greene, de Brooklyn, en una tarde lluviosa y agrega: “Normalmente veo una película al día. Veo lo que ponen en TCM”.
Por eso no es de extrañar que Goldin, cuya vida y activismo se describen vívidamente en el documental de Laura Poitras nominado al Oscar All the Beauty and the Bloodshed, esté emocionada, incluso entusiasmada, por ir a los Oscar. Lo atribuye a Barbara Stanwyck, Judy Holliday y Marlene Dietrich. “Realmente quiero un Oscar”, dice Goldin, sonriendo. “No lo esperaba, pero lo quiero”.
All the Beauty and the Bloodshed es bastante diferente de un biopic tradicional. Compagina la historia de la vida de Goldin como fotógrafa neoyorquina de intimidad cruda y radical y sus manifestaciones con el grupo Prescription Addiction Intervention Now cuando presionaban a los museos de élite del mundo para que erradicaran el apellido Sackler de sus salas. La familia Sackler es propietaria de Purdue Pharma, fabricante de OxyContin.
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La película es una rica y provocadora fusión de arte y activismo. Poitras, que ganó el premio al mejor documental por Citizenfour, la película sobre Edward Snowden de 2014, yuxtapone intercambios con Goldin en los que repasa su vida y obra con imágenes de ella protagonizando dramáticas protestas en el Museo Metropolitano de Arte, el Guggenheim y otros lugares.
Poitras, que se unió a Goldin en la entrevista, quería que la película tuviera un alcance histórico, desde la represión sexual de los años 50, los retratos de Goldin de la vida queer en los 70 y 80, la crisis del sida y la transformación actual de Goldin en activista. Las manifestaciones de PAIN consiguieron que se borrara el nombre de Sackler de la mayoría de los museos, incluidos el Louvre y la Tate Modern.
“Habla tanto del poder del artista en la sociedad como del poder del artista para comunicar la indignación moral por el fracaso del gobierno. Quería que fuera épica”, comenta Poitras.
All the Beauty and the Bloodshed ganó el prestigioso León de Oro en el Festival de Venecia y ahora llevará a Goldin, una de las principales creadoras de imágenes de muchas de las cosas de las que Hollywood tiende a huir -la sexualidad compleja, las vidas LGBTQ, la realidad sin filtros- al reluciente epicentro de la industria el 12 de marzo.
“No creo que haya muchas películas tan crudas como mi trabajo. Pero no creo que vaya en contra de mi integridad amar Hollywood. Sin embargo, no creo que al documental se le dé suficiente crédito. No es sexy”, comenta Goldín y añade: “Yo estaba por aquí cuando no se hacían películas de gente queer. Así que lo están intentando. Pero son gente rica y nunca me fío de la gente rica”.
Ver el documental, dice Goldin, es “una experiencia dolorosa”. Es productora y cree en ello, pero ver su vida condensada en dos horas le resulta duro de ver. Aun así, Goldin, de 69 años, está disfrutando mucho del viaje y encuentra gratificante ver cómo las generaciones más jóvenes responden a su trabajo. “Me gusta hacer las preguntas y respuestas. Me gusta despertar a la gente”, remarca la protagonista.
La crisis de los opioides se ha relacionado con más de 500.000 muertes en Estados Unidos desde 1999. Goldin estuvo a punto de ser una de ellas. Mientras vivía en Berlín en 2014, Goldin sufrió una sobredosis de fentanilo. Tras una operación de muñeca, se volvió adicta al OxyContin durante varios años. Pero ella no ve su activismo en términos personales.
“No tenía nada que ver con mi adicción al OxyContin, o muy poco. Se trataba de la crisis de las sobredosis. El grupo nunca fue antiopioides. No estaba en contra de la droga. Era sobre el uso y la comercialización y la adicción en Estados Unidos”, aclara ella.
Purdue Pharma y tres ejecutivos se declararon culpables en 2007 y acordaron pagar más de 600 millones de dólares por engañar al público sobre los riesgos del OxyContin. Tanto Goldin como Poitras han presionado al Departamento de Justicia para que presente cargos penales individuales contra los Sackler y los ejecutivos de Purdue Pharma. En 2020, Purdue Pharma se declaró culpable de cargos penales relacionados con la comercialización de OxyContin. Las demandas han continuado.
Cinco años después de que Goldin liderara a los manifestantes que arrojaron botellas recetadas al foso del Templo de Dendur del Met, el museo acogió una proyección de All the Beauty and the Bloodshed. Poitras bromea con que la Casa Blanca nunca la invitó a proyectar Citzenfour.
“Estoy orgulloso de estos museos. Pero sigue habiendo problemas. En el resto del Patronato, apenas hemos arañado la superficie. Su dinero tampoco es precisamente ético. Ése es el problema. ¿Dónde están los multimillonarios éticos?”, comenta Goldin.
Pero la experiencia ha animado a Goldin a pensar que es posible cambiar las cosas si la gente está dispuesta a luchar. La noche anterior, asistió a un acto con Bernie Sanders y Cornel West. “Eran niños de Brooklyn con muchos derechos”, dice de la multitud. “Aplauden a rabiar, pero no sé qué hacen en realidad. Todo el mundo tiene que salir a la calle porque si no nada va a cambiar”.
Documentar la historia -ya sea la experiencia personal o la realidad política- es algo que Poitras y Goldin tienen en común, aunque normalmente desde puntos de vista muy diferentes. Poitras ha realizado intrépidas crónicas de la vigilancia gubernamental y de los denunciantes que sacan a la luz secretos de Estado.
“Las imágenes pueden recordarnos nuestra historia, lo que la gente sufrió, por lo que pasaron”, afirma Poitras.
En el estudio de Goldin cuelgan fotografías de sus viejos amigos, muchos de ellos ya fallecidos. “Están todos ahí”, dice. “Las mantengo vivas cada día”.
En los días previos, Goldin y Poitras habían estado en el almuerzo anual de nominados de la Academia de Cine y en los BAFTA, en Londres. Goldin ha hecho nuevos amigos en el circuito de los premios. “Me he hecho un poco amigo de Paul Mescal. Estuve con él en Londres. Fuimos juntos a ver Caravaggios”, dice sonriendo.
Tras un largo paréntesis, Goldin vuelve a tomar la cámara. Pero lo que atrae su mirada no es lo mismo. “Acabo de empezar de nuevo. Pero no fotografío personas. Fotografío lugares”, dice Goldin. “He perdido la costumbre. Suelo hacer lo que tengo que hacer, con urgencia. Y todos esos años tuve que fotografiar personas con urgencia. Ya no tengo esa urgencia”.
Pero una ambición se ha reavivado: Le gustaría hacer un largometraje, e incluso tiene en mente la adaptación de un libro “sobre la mundanidad de la violencia, lo poco descriptiva que es la violencia”. “Hasta que cumplí 65 años, era inmortal. Ahora soy mortal. Así que no tengo tanto tiempo. Es lo que ocurre cuando llegas a cierta edad. El resplandor de la mortalidad es brillante. Así que no quiero desperdiciarlo ahora”, finaliza ella.
Fuente: AP
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