El jueves 19 de enero llegó a la Biblioteca Nacional una donación proveniente de Francia que contiene archivos personales, papeles de trabajo, fotografías y libros del escritor César Fernández Moreno (1919-1985), hijo del poeta Baldomero Fernández Moreno.
La propuesta de esta adquisición partió del director de la Biblioteca Nacional, Juan Sasturain, quien en julio de 2022 firmó el convenio de donación con Inés Fernández Moreno, hija del autor de Argentino hasta la muerte. “El director me encomendó traer el archivo que estaba guardado en la embajada de Argentina en París. Como responsable del Departamento de Desarrollo de Colecciones, me conecté con nuestro despachante de aduanas e iniciamos los trámites necesarios para traer el archivo a la Biblioteca –cuenta Andrés Boiero, que estuvo a cargo de la gestión–. Fue un trabajo arduo, ya que los tiempos fueron largos dadas las complejidades administrativas del caso”.
Boiero trabajó en conjunto con el Departamento de Asuntos Jurídicos de la Biblioteca para la confección del convenio de donación y su presentación en la Aduana, y con el Departamento de Administración de la Biblioteca, que se hizo cargo con recursos propios de todos los gastos de importación y de transporte. “Fue un trabajo de articulación también con la embajada argentina en París, que colaboró en el acondicionamiento de las cajas que contenían el archivo para su traslado. Podemos decir que el rescate de estos materiales que retornan al país y que fueron parte del trabajo intelectual de personalidades relevantes argentinas es uno de los puntos principales de esta gestión”, señala el jefe del Departamento de Colecciones de la Biblioteca Nacional.
Te puede interesar: La literatura argentina del siglo XXI pasa del antagonismo a la generosidad
“El archivo de César Fernández Moreno llegó en baúles de latón y unas cajas grandotas desde Francia –donde el escritor pasó sus últimos años–; todavía está en el depósito de la Biblioteca, aún no llegó al depósito del Archivo”, contó a Infobae Cultura la jefa del Departamento de Archivos de la Biblioteca Nacional, Ana Guerra.
“Lo que recibimos es un listado muy amplio que dice qué es lo que tiene el archivo, pero no llega a ser un inventario –amplía Guerra–. Como estaba en Francia, no pudimos hacer el trabajo previo que hacemos cuando los archivos están en el país, que es ir a las casas y hacer nosotros un inventario somero por cajas, para saber qué es lo que está viniendo a la Biblioteca”.
La directora del Archivo tuvo acceso a una parte del material de Fernández Moreno recién llegado, como unos biblioratos “que tienen que ver con su trabajo relacionado a cine y a festivales de cine. Me acuerdo mucho de uno del Festival de Mar del Plata y algunos en Europa. Y ahí había escritos de él, notas, las cartas de invitación que recibía, apuntes de él sobre películas, como cuando te encargan un trabajo y juntás toda la documentación que tiene que ver con eso, desde un pasaje hasta lo que escribiste, lo que cubriste, en relación con los festivales de cine”, detalla Ana Guerra.
También hay correspondencia que el escritor intercambió con figuras como Emir Rodríguez Monegal, Mario Benedetti, Hugo Alfaro, entre otras personalidades, que “son muy importantes para conocer la recepción y circulación de su obra, así como las entrevistas y los recortes de prensa que guardaba”, aporta Vera de la Fuente, jefa de División Atención al Público del Archivo de la Biblioteca Nacional.
Esos recortes de prensa son algo “muy común en todos los archivos personales; las propias personas recortan lo que publicaron en distintos periódicos, colaboraciones en revistas, etc., y lo reúnen en biblioratos o cuadernos donde pegan esos recortes –continúa Guerra–. Hay apuntes, hay originales de muestras de la poesía argentina, de colaboraciones con distintas revistas, varios biblioratos que dicen ‘Unesco’. En general, en los archivos de escritores, además de conservar su correspondencia y sus apuntes y originales, guardan también lo relacionado con trabajos, con hobbies, y suelen ser zonas muy consultadas de los archivos personales”.
En esos biblioratos de César Fernández Moreno, también hay textos sobre el poeta Enrique Bansch, Leopoldo Lugones, sobre modernismo, hay curriculums vitae, textos relacionados con antologías de poesía argentina y con el cine. “Hay una cantidad de biblioratos clasificados por él mismo y por la hija, rotulados, que dicen ser cursos, conferencias y congresos desde 1938, pasando por Cuba en 1966 y 1967, y después habría materiales de cursos hasta 1985, ya en Francia –enumera Guerra–. También hay cosas relacionadas a su padre, otros biblioratos que dicen ‘Entrevistas’, entrevistas relacionadas a Macedonio Fernández, a números especiales de revistas para los cuales seguramente le consultaron a él, algunas desgrabaciones, algunas fotografías. Son apenas los títulos que tenemos, porque todavía no hemos podido trabajar con el archivo”, vuelve a aclarar la encargada del Archivo de Biblioteca Nacional.
“Hay otra zona que es bastante común, de recortes de prensa de cosas no escritas por él sino de literatura en general, temas de interés recortados por él y guardados que salieron en la prensa, más de la Unesco, otro bibliorato que se llama ‘Traducciones’, de cosas de él traducidas y traducciones hechas por él, con algunas cartas… Esto en base al listado que no hicimos nosotros”, remarca Guerra.
Cómo se trabaja en el área de Archivos en la Biblioteca Nacional
En esa área de la institución, se trabaja desde el año 2006 con archivos de diarios y revistas y con el archivo histórico de la propia Biblioteca Nacional, y además con fondos personales y de instituciones, de editoriales, de entidades privadas que fueron donados a la Biblioteca y que “hoy por hoy suman unos seis mil metros lineales de documentación, extendiéndose temporalmente desde mediados del siglo XIX a la actualidad. Son archivos ligados a todos los campos de la actividad intelectual, cultural, literaria, periodística, académica, cinematográfica, radial, teatral, política, a la gestión pública, etc.”, cuenta Vera de la Fuente.
Primero se formó un proyecto y después un área específica para trabajar con archivos, que son el conjunto de documentos producidos y reunidos por una persona o una institución, en cualquier soporte y de cualquier fecha. “El trabajo que se hace es, primero, de identificación –identificar al productor del fondo–, luego de clasificación –más allá de los rótulos que tengan las carpetas, el trabajo archivístico es establecer por qué dice ‘cine’, en este caso, qué tiene que ver Fernández Moreno con el cine, con esos festivales de los que guarda material–; y por último se contextualiza por qué se produjo la documentación que se produjo”, explica Ana Guerra.
Por otro lado, los archivistas también deben ocuparse de las tareas de conservación que se requieran –”Este archivo va a necesitarlas”, adelanta Guerra–, como limpieza, reparación de pequeñas roturas, se arman contenedores adecuados, con cartulinas libres de ácidos, se ponen en cajas según el tamaño de cada tipo de documentación, se elimina todo lo que sean ganchos metálicos, cinta scotch, todo lo que perjudica la perdurabilidad del papel. Además, se interfolian los documentos que lo necesitan, como las fotografías o recortes de prensa.
“Todo ese trabajo de conservación es importante para que el material se mantenga en buenas condiciones y el consultante lo vea en el mejor estado posible, y además el trabajo de clasificación y descripción brinda la posibilidad al consultante de saber si determinado material le va a servir o no, sin necesidad de tomar contacto con él –destaca la especialista–. Después se selecciona qué documentación se digitaliza, no es que se hace una digitalización masiva de todo el material antes de saber qué es lo que hay”.
Recién cuando esas tareas están cumplidas es que se abre el archivo a consulta pública. Es por eso que todavía no se puede arriesgar la fecha de apertura al público para la consulta del archivo de Fernández Moreno. Por otro lado, la prioridad de esos trabajos se establece por orden de llegada de los distintos archivos. “Actualmente estamos trabajando para abrir en breve el fondo de Fogwill, recibimos hace poquito el fondo de Ulises Petit de Murat, antes de Hernán Kesselman, hace poco abrimos el archivo de Elisabeth Jelin, que ella misma decidió legar y hacer público. También estamos trabajando en la descripción del Fondo Editorial Claridad, que esperamos poder abrir en el segundo semestre de este año”, añade De la Fuente.
*La Sala de Consulta de Archivos se encuentra en el 3er. piso de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno, en Agüero 2502, y está abierta de lunes a viernes de 10 a 18 y los sábados de 12 a 18. Quienes lo deseen pueden solicitar una cita de consulta escribiendo a archivosycolecciones@bn.gob.ar. Se requiere la presentación de un documento de identidad o pasaporte al momento del ingreso a la Biblioteca. El material digitalizado se puede consultar sin necesidad de acudir personalmente.
Seguir leyendo