El río Doce en Minas Gerais al sudeste de Brasil estalla de verde, es la selva amazónica habitada por esa mata que ha dado cobijo a la etnia Krenak, un pueblo indígena de cazadores y recolectores que vive en el lugar desde hace más de 1.700 años, según estudios arqueológicos y antropológicos.
Allí vive Ailton Krenak, que lleva el apellido de su gente. Ailton estudió Filosofía en San Pablo, es dirigente indígena de la Unión de Naciones Indígenas y es reconocido por muchos como un chamán, aunque a él no le gusta esa denominación “occidental”. Acaba de publicar su nuevo libro La vida no es útil (Eterna Cadencia, traducción de Cecilia Palmeiro y prólogo de Natalia Brizuela).
Para Krenak “la selva amazónica es un monumento. Un monumento construido a lo largo de miles de años. La ecología de ese lugar en movimiento fue creando formas, volúmenes, fue disponiendo (…) La selva amazónica, la Serra do Mar, el Takrukkrak ( “Piedra Alta”, en lengua Borún, montaña en la orilla del Rio Doce, en el municipio de Conselheiro Pena, en Minas Gerais) son monumentos que tienen la fuerza de un portal que se abre para acceder a otras visiones del mundo. La selva hace eso”.
En 2015, un desastre ambiental de enormes proporciones se desató en la región, dejando al río totalmente contaminado por la minera Samarco, cuando se rompieron sus diques. Nadie pagó por el perjuicio que dejó al pueblo de Ailton como un extranjero en su propia tierra.
Estos deslaves que llenaron de desperdicios minerales el agua dejaron 19 muertos, miles de desplazados y aniquilaron la foresta y varias especies animales.
“La selva es hoy considerada una mercadería”, dice Krenak desde Minas Gerais a Infobae Cultura. La incursión de los colonizadores en el lugar lleva siglos. Años peleándose con el ecosistema, metiéndose como un virus peligroso, siendo Fitzcarraldo una y otra vez, queriendo insertar otra cultura en la que ya habita el lugar.
El libro
El relato elude el padecimiento restringido a las regiones amazónicas. Se trata de volver a pensar el mundo, que hoy se extingue.
La vida no es útil llama la atención sobre el fin del planeta y plantea formas de reflexión no tradicionales. Pensamiento lateral, ideas arriesgadas sobre la educación, críticas a las iniciativas individuales sobre sustentabilidad y cuidado del planeta, apuntes sobre la banalidad de cierto pensamiento antroprocentrista y de las respuestas aisladas sobre el “cambio individual”. Por ejemplo, la idea tradicional de revolución como un acontecimiento cultural e histórico es fuertemente debatida por Krenak. Son breves ensayos sobre cuestiones como el capitalismo reinante, la economía, el fin del mundo y un ataque vigoroso a lo que Krenak denomina el sentido utilitario de la vida, porque la vida es “trascendencia”. Es decir, una nueva cosmovisión, donde la humanidad deberá saber “atravesar el desierto” del cambio climático.
El autor, aunque estudió Filosofía, habla desde otro lado: los hombres y mujeres no ocupan la tierra, son la tierra. En efecto, prefiere hablar de “poética” y no de “ideología”. Reivindica los sueños como constructores de sentido porque “los contratos tejidos en el mundo de los sueños continuaban teniendo sentido después de despertar”.
Los cuatros capítulos son ediciones de entrevistas, charlas, conferencias y otras intervenciones de Krenak en la vida pública, con un llamado al lector: dejarse llevar por la narrativa del autor, como una tarea de inmersión en un pensamiento diferente pero que nos ha precedido durante siglos y aún existe, antes de cuestionar cada renglón.
Krenak en Minas Gerais
—Krenak, ¿qué pasó con el lugar donde usted vive ahora, a la vera del río Doce, después del desastre de contaminación en 2015?
—Aquí en el litoral paulista en el sudeste de Brasil hubo una tragedia humanitaria, la selva fue ocupada y terminó como una favela, nosotros quedamos en el papel de idiotas. Después de la pandemia significó una aceleración de todo. Esto nos conducirá a eventos trágicos que no podemos imaginar. Yo nací en el ‘53 cuando los gobiernos de Brasil ya imponían su ideología colonial en el río Doce con la construcción de hidroeléctricas. Muchos años después se contaminó todo el río que nosotros usábamos para dormir cerca de su orilla porque el calor es muy intenso. Dormir en el río trae buenos sueños. Ahora es casi un lugar desértico desde el punto de vista ecológico. Entonces, estamos viviendo acá como en un campo de refugiados. Hemos sido desplazados.
—¿Por qué cuestiona la idea de revolución como una forma de ruptura para mejorar las condiciones de vida?
—Considero que la idea de revolución está contenida dentro de la idea de lo colonial como forma de ocupar el mundo, es decir que está insertada en un tiempo histórico, sea del signo ideológico que sea. Si pienso más allá de esos límites me encuentro con otras ideas. Se trata de un pensamiento, una poética, que yo llamo “ancestral”. Es un conjunto de ideas críticas que comenzaron con el pensamiento sobre el fin del mundo. Y el futuro ancestral no tiene revolución, tiene evolución, como una metamorfosis, como transformación. Abarca no sólo a humanos sino también a árboles, piedras o ríos. El futuro ancestral es ahora. Creo que toda esa narrativa de nacer, crecer, morir, es infantil.
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—¿Se trata de una experiencia individual o colectiva?
—Colectiva. En mis libros he dado muchos ejemplos de comunidades que viven haciendo esto ahora, de ser parte de la naturaleza, en todo el planeta. No son sólo ideas, es mi experiencia de vida. Hay gente que no es humana, sino que es parte de la tierra.
—También reivindica el soñar como una actividad para compartir…
—Como una forma de alejarnos de la centralidad de lo humano. Los sueños son la más colectiva de las experiencias. Nada de lo que acontece en el plano de lo onírico acontece solo. Cuando soñamos estamos siendo afectados por muchos otros campos, principalmente no humanos.
“Uno no cuenta un sueño en una plaza sino a las personas con quien tiene una relación. .. el acto de contarlos implica traer conexiones del mundo de los sueños a la vigilia. (…) Un chamán Xavante, como aquél que me llamó hace cuarenta años nos dijo (…) tuve un sueño en el que el espíritu cazador estaba muy enojado, en el que los waradzu (blancos) estaban depredando todo. Fue entonces que me di cuenta de que había algo en la perspectiva indígena que podría abrir una ventana de entendimiento en el entorno que es el mundo del conocimiento. (…) Hay muchos tipos de sueños. Es una orientación que puede ser pensada como mágica, pero en realidad es nuestro modo de vida. Es una forma de preservar nuestra integridad, nuestra conexión cósmica”. (La vida no es útil, Ailton Krenak).
—¿Cómo debería organizarse la comunidad para contener estas nuevas ideas
—Nosotros debemos hacer una crítica civilizacional. Las ciudades por ejemplo son máquinas de devorar al mundo. A lo que hay que apuntar es a cambiar hábitos y consumos. Estas ciudades tan hermosas que hoy existen ya eran sueños en las cabezas de las personas que luego las construyeron. Se levantaron sobre el cuerpo de la tierra y hoy son inviables. Nosotros deberíamos volver a gestionar nuestra idea civilizacional, porque tenemos una humanidad que excluye. Esta idea tendiente a subrayar la civilización entiende que la vida está en todo, no sólo en las grandes metrópolis.
El chamán
La expresión no es aceptada por Ailton Krenak pese a que es presentado así en las comunicaciones de prensa. Más bien habla de “curador” o “cuidador” que se preocupa por diversos aspectos de la vida comunitaria como el cuerpo de la gente o su espíritu. Por esa relación con el espíritu, cuenta Krenak, son pensados como hacedores de “payé”, una palabra que se conoce muy bien en Paraguay y diversas zonas del noreste de Argentina. Es un término de la lengua tupí, se considera que es una persona con un tipo de conocimiento que puede ser heredado. “Cuando alguien vive en paz con el viento, el agua o la tierra llega a un estado de indistinción del cuerpo”, apunta Ailton. “Se experimenta una salida del cuerpo. Se comunica con los árboles o con otros elementos. Esa experiencia consciente del mundo y con memorias extrahumanas nos lleva al estado de conciencia que se conoce como chamán”.
Nuestro hombre en Minas Gerais está mucho más comprometido con la repentización de un chamán que con las ideas filosóficas de Occidente, que estudió a partir de los 18 años. “Cuando comencé a leer los pensamientos filosóficos en una lógica registrada, ninguna de esas áreas de estudio me servía. Son los otros los que hacen filosofía y yo aplico mis ideas como el resultado de mi experiencia de estar vivo”. Krenak, finalmente, pertenece a un mundo natural, como un chamán o como un hombre que dialoga con su entorno natural.
Lula
“Tengo una expectativa inmensa. Brasil estaba siendo arrasado por un gobierno estúpido. Lula retoma un patrimonio que no es de él, que es la diversidad que significa tanto para la humanidad. Lula creó recientemente un ministerio de los Pueblos Originarios, ahora tiene que ser puesto en marcha. Lo que hizo Bolsonaro es una continuación de las políticas coloniales. Los proyectos coloniales se dan continuamente, no importa quién sea el presidente. Lula busca un diálogo democrático y no el abismo ecológico”.
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