El prejuicio y la corrección política se dan la mano: la mayoría de las personas imaginan que las audiencias en el caso de los Juicios por delitos de lesa humanidad son solemnes. A lo sumo, sobre todo luego de haber visto Argentina, 1985, muchos recordaron el dramatismo y la emoción de algunos testimonios y también la fuerza de ese juicio contra los comandantes que encendió la esperanza de un verdadero Nunca más.
Tantos años de denuncias, leyes de punto final, amnistías, avances, retrocesos, negacionismo y manipulaciones provocaron desidia, desconfianza y desinterés, cuando no hartazgo. Y pese a que, a diferencia de los juicios promovidos por Alfonsín, en la actualidad cualquier ciudadano puede asistir a las audiencias, solo los familiares y los militantes de derechos humanos, también algunos lectores consecuentes y personas ligadas por cercanía ideológica a las víctimas del terrorismo de Estado (también a los victimarios, pero eso es tema de otra nota) siguen concienzudamente el mapa de las causas y megacausas que tratan los crímenes cometidos desde el poder durante la última dictadura militar.
¿Cómo se hace para acercar algo que alguna vez formó parte del imaginario colectivo y hoy solo sigue activo en el deseo y la voluntad de las víctimas, sus familiares y los involucrados por cuestiones profesionales o militancia? ¿Cómo se consigue recuperar la mística colectiva de aquello que supo distinguir a la Argentina, que es la bandera de la memoria y los derechos humanos?
Te puede interesar: Mariana Eva Pérez: “La militancia armada sigue siendo el elefante en el cuarto”
Una “guía práctica para audiencias de lesa humanidad”: eso se proponen hacer desde el año 2018 los escritores y autores Monica Zwaig y Félix Bruzzone -con la dirección de Juan Schnitman- cada vez que ponen en marcha la performance Cuarto intermedio, un espectáculo que no es espectáculo sino el relato íntimo e irreverente de lo que hay detrás de la búsqueda de justicia. Es, en realidad, el intento de acercar a los distanciados aquello que unió a la mayor parte de la población durante el regreso de la democracia: el juicio y castigo legal a los responsables de la represión ilegal.
Los juicios de lesa humanidad sobre el escenario: teatro, biodrama y didáctica sin solemnidad y con humor. El capítulo más oscuro de nuestra historia y una forma del arte ingeniosa, inteligente y conmovedora. Una comedia negra que muestra el ridículo y el patetismo del drama sin quitar una coma de la realidad; un abordaje sin ceremonia que solo podría intentar gente que conoce el “temita” desde adentro, como miembros del “linaje” trágico de los hijos de los desaparecidos. Cuarto intermedio es, definitivamente, una manera original y atractiva de meterse con el “temita”, esa imagen excepcional creada por Mariana Eva Pérez primero en su blog y luego en su gran libro Diario de una Princesa Montonera.
Te puede interesar: Detrás del humor y la irreverencia sigue habiendo una tragedia: la desaparición forzada de mis padres
Cuarto intermedio juega con el lado b de los juicios y muestra de qué se trata por fuera de todo tecnicismo y jerga de entendidos, lo que le quita protocolo a las audiencias puntualmente de la causa ESMA, que es sobre la que trata la performance. Y si la llaman “guía” es porque se presenta a la manera de una peculiar guía turística del espacio donde se juzga a los responsables del infierno, con relatos directos al público por parte de Zwaig y Bruzzone, con escenas desopilantes escritas por ellos pero también producto de la reproducción de videos reales, con testimonios reales.
La guerra de las galaxias, cómo llegar a Comodoro Py sin perderse y cuál es el mejor café que puede tomarse en los alrededores de los tribunales, cómo suena la marcha peronista en un acordeón tocado en vivo y otros momentos distendidos alternan con escenas más sensibles, en una propuesta valiosa en su riesgo y concreción y que podrá verse los próximos sábados 11 y 18 de marzo en el Teatro Picadero (ver información abajo).
Bruzzone nació en 1976 y es hijo de desaparecidos (su padre había sido secuestrado antes de su nacimiento, su madre tres meses después). Escritor y coordinador de talleres de lectura y escritura, es autor del libro de cuentos 76, de las novelas Los topos, Barrefondo y Las chanchas, además del libro de crónicas Piletas. Es también autor de teatro. En 2013, con dirección de Lola Arias, estrenó la conferencia performática Campo de Mayo, que luego convirtió en novela, y es el protagonista de Camuflaje, el documental de Jonathan Perel que va a estrenarse el 23 de marzo y que sigue a Bruzzone en su búsqueda obsesiva de información sobre el centro clandestino en el que estuvo detenida su madre antes de su desaparición.
Monica Zwaig (1981) es francesa, hija de argentinos exiliados. Vive en la Argentina desde 2008 y es abogada especializada en derechos humanos, además de escritora, actriz y dramaturga. Su primera novela, Una familia bajo la nieve, estuvo seleccionada entre las finalistas del último premio Sara Gallardo.
Te puede interesar: Una historia de exilio y el reencuentro con los orígenes, con la última dictadura de fondo
Entre las películas de Juan Schnitman (1980) se encuentran El Amor (primera parte), coescrita y codirigida con Santiago Mitre, Alejandro Fadel y Martín Mauregui, El Incendio y Sangre. En teatro dirigió secuencias de video para obras de Rafael Spregelburd y de Mariano Pensotti.
Infobae conversó con Zwaig y Bruzzone, autores y actores de la obra, quienes además son pareja en la vida real. Lo que sigue es ese intercambio.
-¿Cómo se les ocurrió algo así de original? ¿Por qué esa didáctica con humor con un tema tan doloroso y en el que no solo están involucrados sino que, en tu caso, Félix, marcó tu vida de manera decisiva desde el vamos?
-Monica Zwaig (MZ): Con Félix teníamos el proyecto de escribir un libro que sería como un diccionario de los juicios de lesa humanidad. Arrancamos con la escritura de algunas entradas y en el 2018 el Fondo Nacional de las Artes le ofreció a Félix hacer algo performático en la casa de Victoria Ocampo en el marco de un ciclo llamado “Literatura Expandida”. Cuando me lo contó, le propuse hacer algo sobre los juicios. Yo vengo más del palo del teatro y me interesaba probar cómo era comunicar desde ahí sobre los juicios y no esperar el proceso del libro, que podía ser largo. Además, los juicios en general son muy teatrales y me interesaba transmitir eso. Sumamos a Juan Schnitman, que es cineasta, y con quién -además de ser amigos- habíamos trabajado juntos en una obra de danza. El hecho de que Juan sea cineasta fue clave también para aportar una mirada audiovisual sobre la performance, cosa que nos interesaba además porque los juicios son también muy cinematográficos. El humor es algo que tenemos en común los tres (Félix, Juan y yo). En lo personal, yo tenía ya más de 10 años de inmersión en los juicios de lesa humanidad y ya me había dado cuenta de que este mundo escondía también bastante humor, ya sea por lo que tiene que ver con el mundo judicial o simplemente por el lado humano. A mí me parece fascinante el Lado B de los juicios y tenía ganas de contar eso.
-Félix Bruzzone (FB): Cuando fui por primera vez a un juicio de lesa humanidad, invitado por el sitio Infojus para hacer una crónica, dije: hay que hacer algo con este mundo. Ese día conocí a Monica, que en ese momento trabajaba para el CELS y se ofreció a ser una especie de guía, así que acudí a ella para que me orientara con algunos detalles para redondear la crónica. Desde ese momento sospeché que su mirada sobre este mundo era muy única y quise que formara parte de lo que fuera que saliera de toda esta aventura. Hicimos varias cosas. Un proyecto de libro, una crónica sobre defensores de represores que se publicó en Revista Anfibia. Y, en 2018, Cuarto Intermedio. No sé cómo va a seguir, si vamos a seguir indagando en este mundo; es un mundo rarísimo donde nadie asoma la nariz más que para hacer notas periodísticas o informes académicos. Sin embargo, desde otro tipo de acercamiento, basta con contextualizar un poco, mostrar lo que pasa ahí adentro en el cotidiano, y ya con esa tensión saltan chispas de todos colores.
Es un mundo rarísimo donde nadie asoma la nariz más que para hacer notas periodísticas o informes académicos (Félix Bruzzone)
-Ambos escriben. ¿Cómo fue el proceso de escritura de la obra? O, más bien, cómo es, porque me da la sensación de que lo van renovando, como puede verse ahora con el boom de Argentina, 1985, la película de Mitre.
-MZ: La escaleta de la performance la escribí yo en una noche porque tuve como una revelación de lo que quería que fuera la obra y porque tengo muchos años en lesa humanidad y tenía muy claro lo que quería mostrar. Después, cada uno escribió su monólogo y luego fuimos rellenando el resto juntos y siempre charlando todo con Juan. Porque esta obra es un diálogo entre lenguajes también, lenguaje teatral, cinematográfico, judicial, literario y entre el francés y el castellano. La parte de la audiencia es una audiencia real, no la escribimos nosotros, simplemente la fui editando para que no quedara muy larga porque la verdadera audiencia duró horas. Juan trabajó toda la parte audiovisual. La obra siempre se va reescribiendo y adaptando a cada función, según el lugar donde nos toca presentarla y también según el avance de los juicios y el contexto. Las causas avanzan y hay que contar eso también. El contexto cambia, también. Ahora el contexto que elegimos es la película de Mitre porque nos parece que dialoga muy bien con nuestra obra y porque están los Oscar a la vuelta, pero es circunstancial. Siempre pensamos la obra como una cosa que evoluciona, que está en movimiento, que se tiene que actualizar porque los juicios y el contexto cambian.
Te puede interesar: Félix Bruzzone: “No existe la familia nuclear típica”
-FB: La escritura original es como comenta Monica. Esa fue la base y después, como con toda puesta escénica, se va trabajando en los ensayos y, en nuestro caso, función tras función. La adaptamos al espacio y al tiempo siempre que el espacio y el tiempo lo requieran. Y como tiene una base didáctica bastante fuerte (aunque siempre es una didáctica disparatada), es para todo público. No hace falta saber casi nada de este mundo de los juicios de lesa humanidad porque la obra te cuenta muchísimo de eso con ese procedimiento didáctico medio corrido de lugar.
-Desde que arrancaron hubo interrupciones diversas, no se manejan con temporadas tradicionales como otras obras. ¿Piensan que eso los perjudica o que, por el contrario, les da una dinámica singular?
-MZ: Nuestro plan era hacer temporadas cortas en Defensores de Bravard, hicimos en 2018 y 2019 y queríamos seguir en 2020 pero la pandemia no lo permitió. Ni bien pudimos volver, lo hicimos el año pasado. Por otro lado, como es una obra móvil (para decirlo de alguna manera) nos interesa trasladarla a los lugares donde nos invitan. Por eso, además de las temporadas en Bravard hicimos funciones en la Universidad de Hurlingham, en el Museo Genaro Pérez de Córdoba, en el CELS, en la Biblioteca Nacional.
-FB: Sí, como dice Monica. Tiene el recorrido que tienen muchas obras. Algunas fechas acá, otras allá. Al ser una puesta más bien performática, tiene esa impronta más de apariciones sorpresivas que de continuidad estable.
Nuestra idea desde el principio fue salir de la endogamia (Monica Zwaig)
-¿Cuál es el público al que está destinada la obra? ¿La pensaron para ampliar audiencias, les interesa eso?
-MZ: Nuestra idea desde el principio fue salir de la endogamia. Es traer Comodoro Py a la gente que no puede ir o que no quiere ir. Traer los juicios de lesa humanidad a la gente que nunca iría. Arrancó todo con esa pregunta: ¿por qué la gente no va a los juicios de lesa humanidad? En general, la obra atraviesa esta pregunta: ¿quienes son los espectadores de las audiencias? ¿qué van a hacer las generaciones futuras que no vivieron eso con las miles de horas de videos de las audiencias, alguién va a mirarlos algún día?
-FB: Esto que dice Monica es así, seguro. Hay algo ahí de querer transmitir eso que no está en la agenda de nadie excepto cuando algún cambio en esta dinámica de juzgar al terrorismo de Estado puede traerle un voto más a alguien. Y también está la idea de poner en tensión la imagen más pública que hay de esos procesos judiciales con lo que en realidad uno ve y siente y piensa cuando entra a una audiencia. Hay testimonios desgarradores y hay otros llenos de gracia, humor, teatralidad. Hay referencias obvias y otras totalmente insólitas que van agregando capas de sentido (o sinsentido) y de realidad (o irrealidad) a lo que pasa y a lo que pasó. Un poco en esa bisagra construimos la obra.
*Cuarto intermedio: Funciones el 11 y 18 de marzo a las 17. Teatro Picadero, Enrique Santos Discépolo 1857, CABA. Las funciones contarán con la participación de integrantes del elenco de Argentina 1985 y habrá otras sorpresas. Entradas directamente en el teatro o a través de este sitio.
Seguir leyendo: