Emiliano Brancciari se anima a “saltar sin la red de la banda” y se prueba como solista

El cantante y principal compositor de la popular banda uruguaya No Te Va Gustar, muestra en gira por Argentina las canciones de su primer disco “Cada Segundo Dura una Eternidad”

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Emiliano Brancciari inicia este fin de semana en Buenos Aires, una serie de recitales para presentar su primer disco solista "Cada segundo dura una eternidad" (Foto: Rafael Lejtreger)
Emiliano Brancciari inicia este fin de semana en Buenos Aires, una serie de recitales para presentar su primer disco solista "Cada segundo dura una eternidad" (Foto: Rafael Lejtreger)

Hay un regalo que le dio la música. El día que su abuelo se puso un traje para ir a escucharlo en la presentación del primer disco de No Te Va Gustar en la sala Zitarrosa. Es una de las fotografías preferidas de su álbum de recuerdos que tiene con la música. La otra es su madre enseñándole los primeros acordes y tocando en las fiestas familiares.

Emiliano Brancciari, hijo de madre uruguaya y padre argentino, nació en Munro en 1977 en un hogar de clase media. Pasó la infancia en Boulogne y en la adolescencia se mudó a Montevideo, donde se radicó definitivamente. En junio de 1994 creó junto a sus compañeros del Liceo 10, Mateo Moreno y Pablo Abdala, la banda No Te Va Gustar, el grupo con el que tiempo después iba a llenar estadios y girar por el continente. Temas de su autoría como “Clara”, entraron a todos los rincones del interior de Uruguay, y canciones como “Tan lejos”, “A las 9″, o “Al vacío”, se proyectaron fuera del país y devinieron en himnos generacionales. Cambió las reglas del rock uruguayo: logró vivir de la música en un país donde es muy difícil y el mercado es muy chico.

Pasaron casi tres décadas. De la banda inicial sólo queda Emiliano. En 2021, NTVG editó Luz, su décimo álbum, grabado con un estudio móvil en una estancia cerca del mar en José Ignacio, donde participaron como invitados Ricardo Mollo y Nicki Nicole. Emiliano siguió escribiendo y componiendo canciones. Durante la pandemia era lo único que podía hacer, además de estar refugiado con su hijo en su casa cerca de Piriápolis, según cuenta. De a poco se encontró que todo ese material nuevo podría ser el germen de un primer disco solista que bautizó Cada segundo dura una eternidad.

El disco fue grabado en Estados Unidos, producido por Héctor Castillo (el mismo de los últimos discos de NTVG, también trabajó con Gustavo Cerati y Natalia Lafourcade) con sesionistas de talla internacional. Fue la primera vez que no tenía a su lado a sus compañeros de banda. El resultado fueron doce canciones de una honestidad brutal. Despedidas en voz baja como Quise, Roma, o Un rato más. Cicatrices que dejan las relaciones en Insuperable, o esquirlas del dolor en De esos días. En ese tono confesional, a la manera de un diario íntimo, Emiliano, o Emi, como reza su debut, drena el lado oscuro y busca la redención en Fe en lo que yo quiera, la canción que abre el disco: “Hoy tengo claro hacia donde quiero avanzar/Tal vez fallé, pero al menos, lo intenté”.

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En su álbum solista Brancciari recorre géneros como el rock, el folk, el pop y hasta las baladas (Foto: Rafael Lejtreger)
En su álbum solista Brancciari recorre géneros como el rock, el folk, el pop y hasta las baladas (Foto: Rafael Lejtreger)

El 23 de febrero lo presentó en La Trastienda de Montevideo. Fue el regreso a los escenarios chicos y el comienzo de una gira que lo trae al país. Este sábado y domingo actuará en el Teatro Vorterix. La gira seguirá durante marzo en Junín (13), Rosario (14), Santa Fé (15), San Nicolás(16), y retomará en junio en Mendoza (8), San Luis (9), Córdoba (10) y Río Cuarto (11).

La mítica sala “Elefante Blanco” está en el barrio de Buceo en Montevideo. De afuera solo se ve una casa de dos plantas, un portón gris de rejas altas con un cartel de venta. Adentro una pequeña puerta lleva a un quincho con unas barras de madera. Otra pequeña puerta con una foto de Alfredo Zitarrosa da a la sala donde están todos los equipos. Allí Emiliano Brancciari repasa con su nueva banda formada por el baterista Pablo “Chamaco” Abdala (miembro original de NTVG), el bajista Enrique “Checo” Anselmi, los guitarristas Gonzalo Vivas y Lula Isnardi, y la tecladista Lucía Romero, los temas de Cada segundo dura una eternidad. Tocan y paran. Se detienen en pequeños detalles de los arreglos y arrancan de nuevo. Así una y otra vez hasta que el hombre queda satisfecho.

Emiliano dice que escribe como habla. Que es directo y va de frente. Que puede sonar como un tango. Que el sufrimiento es el néctar de sus canciones: sus versos a quemarropa son elegías al desamor y el desahogo.

“No quiero más verte pasar

solo me quiero sentar a esperar

Que saltes al vacío y no vuelvas nunca”

“Sé que te vas a las nueve

Sé que me muero a las diez”

“Estábamos los dos mirando el mar cuando la tarde moría

Como moría lo nuestro, juro que no lo sabía”

“No creí vernos caer, con tanta prisa.

No logramos renacer de las cenizas”.

Emiliano Brancciari debuta con un álbum muy personal en paralelo a No Te Va Gustar (Foto: Rafael Lejtreger)
Emiliano Brancciari debuta con un álbum muy personal en paralelo a No Te Va Gustar (Foto: Rafael Lejtreger)

Lleva puestos unos lentes oscuros, como aquella primera vez que subió a la Sala Zitarroza y le robó los lentes a un amigo porque no aguantaba la mirada de los otros. Ahora es igual. Esos lentes, que no se saca cuando está cantando, caminando por la calle, o ahora que está en la sala de ensayo, compartiendo música con sus nuevos compañeros de banda, lo protegen del mundo. Es una barrera invisible y extraña para pasar desapercibido, para mantener el perfil bajo, a pesar que está al frente de una de las bandas de rock uruguayo más convocantes de su país.

En cambio, en el arte de tapa de su disco solista, aparece a cara descubierta.

—¿Qué es lo que te trajo hasta acá en la música? Porque habrás visto pasar a mucha gente que se quedó en el camino

—Lo que me trajo hasta acá fue encontrar el camino, disfrutar de él, sentirme cómodo con la gente que lo recorro. El amor a la música, por supuesto. Las ganas de superación, no solo mías sino de todos los que están a mi alrededor, y obviamente la suerte, el cariño de la gente que retroalimenta la máquina continuamente.

—¿Por qué tardaste tanto tiempo en sacar un disco solista?

—Creo que todo lo que hice se fue dando de manera natural y ahora es el momento para hacerlo. Siempre tuve en la cabeza la duda sobre qué hacer con esas canciones que iban quedando afuera de la banda, por qué no se las mostraba directamente, o por qué la banda prescindía de ellas. Esa era una idea que tenía, pero al final este disco solista terminó siendo otra cosa: al final todas las canciones son nuevas. Fueron compuestas después que NTVG grabó Luz, en plena pandemia. Todavía faltaba un año para salir a tocar en vivo, entonces seguí componiendo pero ya sin la presión de hacerlo para la banda, sin eso en el horizonte. Se dio así, natural. Venía con el envión y decidí grabarlas con el apoyo de mis compañeros. Porque esto nace en un momento que la banda está plena, donde la energía es la mejor de todas. Tenemos un montón de proyectos y entonces es el momento, el más natural. Es ahora. No es que nace de un conflicto y que necesito otra cosa. Sí, me motivan otras cosas, pero no necesito dejar lo que me hace feliz, que es NTVG.

—¿Cuál es la fotografía del momento personal y artístico de este disco?

—Es un momento reflexivo, con los sentimientos a flor de piel porque la pandemia nos dio eso también. En mi caso me dio para pensar muchísimo. Por eso el disco se llama así, porque fue pensar, pensar, pensar... No saber qué iba a pasar con el trabajo, las relaciones, con todo. Fue mirar para adentro. Fue un período super reflexivo para mí, de intentar mejorar en ciertas cosas, evaluar lo que fue hasta ese momento.

—¿Lo viviste como una retrospectiva de vida?

—Un poco sí, ver que onda hasta acá y como sigo. Donde estoy parado. Tienen mucho de eso estas canciones. Tiene mucho de autoreferencial el disco.

—Podés ir más directo al hueso, te hacés cargo.

—Más allá que con No Te Va Gustar tengo temas muy personales, acá es todo el conjunto. Me representa claramente a mí. Hay una diferencia. La música es más despojada y creo que ayuda a eso, a hacerlo más personal también.

Para grabar su disco solista, Emiliano Brancciari trabajo con el reconocido productor venezolano Héctor Castillo (Foto: Rafael Lejtreger)
Para grabar su disco solista, Emiliano Brancciari trabajo con el reconocido productor venezolano Héctor Castillo (Foto: Rafael Lejtreger)

—Decías en una entrevista que para componer hay que sufrir ¿Seguís pensando lo mismo?

—Son el tipo de canciones que a mí me gustan. Es lo que disfruto de escuchar y es donde más cómodo me siento componiendo. No digo que otras formas sean válidas, pero a mí me emociona eso.

— Cartas de despedidas como Leonard Cohen, en un estilo confesional

—Sí, por supuesto, y más acá las encontrás en las letras del tango y la música mexicana. Hay un montón de exponentes que me emocionan desde ese lado, pero el tango acá representa bien eso.

—Hay una historia que va ligada a tu doble nacionalidad que ejerces ¿Se coló eso en tu identidad musical?

—Por supuesto. Tengo el folklore de ambos márgenes. La música urbana de cada lugar. El tango de Argentina y de acá el candombe y la murga. Obviamente, también, el rock de ambas márgenes que tienen pequeñas diferencias porque el rock en Uruguay esta más influenciado por Brasil. Todo eso es una mezcla que está dentro mío.

—Tenés una larga historia con el folklore, también.

—Sí, se escuchó siempre folklore en mi casa. Se hacían guitarreadas multitudinarias. Había un bombo legüero, que fue el primero al que me animé y disfruto muchísimo sobre todo de la zamba. Yupanqui me encanta. Se escuchaba un montón. Mi abuelo paterno lo escuchaba mucho.

—¿Es verdad que la parte musical te llegó por tu madre que fue la que te pasó los primeros acordes?

—Ella era la que tocaba en esas guitarreadas familiares y me enseñó los acordes y con esos acordes empecé a jugar. Me empecé a relacionar con otros amigos que tocaban. Ahí ya me pasé a la guitarra eléctrica en cuanto pude. Con el grupo de amigos que teníamos esas inquietudes, preferíamos quedarnos tocando que ir a bailar, por ejemplo. Así empezó todo.

Emiliano Brancciari junto a los otros integrantes de No Te Va Gustar, en un tramo de la gira 2022 de la banda
Emiliano Brancciari junto a los otros integrantes de No Te Va Gustar, en un tramo de la gira 2022 de la banda

—¿Este es un nuevo comienzo para vos?

—Es animarme a saltar sin la red de la banda, a tocar en lugares chicos que me pone más nervioso porque veo la expresión de la gente. Es mostrar otro repertorio porque no solo voy a tocar el disco sino canciones inéditas que tengo guardadas hace un montón. Entonces, es empezar de vuelta. Da un poco de nervios, de susto, pero ese es el desafío. Me divierte que eso pase, que a esta altura de mi vida vuelva a vivir ese nervio germinal.

—Estás acostumbrado a manejar multitudes con NTVG, suena raro que te genere nervios...

—Para mí es más fácil controlar la presión de un estadio con esa energía que te genera un millón de cosas. Me pone más nervioso tocar para menos gente.

—Háblame de la canción “De esos días” cuya frase dio título al disco

—Es una canción que fue escrita en plena pandemia y habla de esos días que estamos bajos de energía y la cabeza trabaja, trabaja, trabaja. Donde hay que dejarse caer y asumir ese bajón, no taparlo. A veces no nos sale. Tratamos de tapar y seguir adelante, pero creo que hay que vivirlo para poder atravesarlo y para poder después mirar para atrás y decir ya pasó.

—¿De ese día que la escribiste te acordás, te queda una fotografía de ese momento?

—Sí, este disco lo compuse todo en mi casa en Playa Hermosa, cerca de Piriápolis, que es donde transcurrió mi pandemia con mi hijo.

—¿Cómo es esto de crear canciones que vienen desde un lugar más íntimo y de cierta desnudez y que sea disco más autorreferencial?

—Siempre vino desde ahí. Desde que hago canciones siempre fue decir este es mi mundo. Mágicamente eso se abre y la gente empatiza no sé desde qué lugar, capaz que desde el lenguaje simple. Cuando estoy componiendo estoy pensando en mí, en lo que me genera a mí. Después de alguna manera por lo que ocurre con la química con mis compañeros, eso de repente abre una puerta y hay un montón de gente que se lo apropia, pero la verdad que no sé cómo se hace, no es algo que lo tengo claro.

—No hay un sistema para hacer canciones en tu caso.

—No, lo tengo.

"Para mí es más fácil controlar la presión de un estadio. Me pone más nervioso tocar para menos gente", dice Emiliano Brancciari (Foto: Mario Sar)
"Para mí es más fácil controlar la presión de un estadio. Me pone más nervioso tocar para menos gente", dice Emiliano Brancciari (Foto: Mario Sar)

—De golpe te sentás y sale letra y música.

—O no, puede ser que tarde un tiempo en redondear una idea y a veces sale rapidísimo. Es muy irregular.

—¿Cuando estás trabado, qué hacés?

—Lo dejo, no es el momento. Me pongo a hacer otra cosa. Y capaz retomo la misma idea más adelante, pero cuando se traba mejor dejarla ahí. Me ha pasado de cosas que no me convencen demasiado y sigo y sigo y sigo, y cuando termino es algo que no puedo desandar y me quedó algo forzado y que no me terminó gustando. A veces es mejor frenar a tiempo y agarrarlo cuando estés inspirado.

—¿Hay alguna de esas canciones que hayan sobrevivido a esa situación?

—Déjame pensar. De este disco que la dejé por un rato y después la retomé es “Un rato más”. Empecé con la letra y seguí con la música y no iba. La dejé un tiempito y después la retome y es una de las que más me gustan.

—Es otra carta de despedida, como un bolero.

—Sí, está buena para cerrar el disco.

—¿Qué pasa si este proyecto solista empieza a crecer?

—La prioridad la tiene NTVG y después en los huecos, va a depender de mi energía. Es otra cosa. Son dos mundos distintos.

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