La vida modo festival es una mezcla de horarios cruzados, de correr de un lado a otro de la ciudad para llegar a tiempo a las funciones, barritas de cereal en el subte para no ver espectáculos con el estómago vacío (algo nunca recomendable porque durante la obra solo sentimos el hambre), acostumbrarse a escuchar otros idiomas durante las representaciones, filas de gente en las puertas de los teatros y, sobre todo, la presencia de un público joven no tan habitual por fuera de estos contextos.
¿Cuál es la razón de este movimiento? La noción misma del festival implica una programación en simultáneo, varias sedes, traslado de muchas personas. Sucede algo parecido en el mundo del cine, cuando llegan las fechas del Bafici, de la danza cuando se hace Ciudanza, y hasta con la literatura, cuando se organiza el Filba. En el caso de las artes escénicas (el conjunto de artes que se desarrollan en vivo y en el presente) no es la excepción. Por estos días, el FIBA (Festival Internacional de Buenos Aires) presenta 17 obras internacionales, 26 proyectos transnacionales que cruzan a artistas locales con referentes de otras latitudes y 59 espectáculos nacionales. Durante los diez días del festival, hay más de 1500 artistas en escena en más de 300 eventos entre funciones y actividades. Y también la diversidad de propuestas pueden dejar a su público entre la fascinación, el asombro y el rechazo. Es parte de la experiencia ver obras que sorprenden por sus búsquedas, planteos y estéticas y otras que pueden generar confusión y apatía. Aquí un recorrido por algo de lo que viene pasando en este festival que nació en 1997 como un espacio de exposición de las expresiones más importantes del arte escénico contemporáneo.
By Heart
Esta obra fue la apertura del FIBA. Se trata de una pieza creada, actuada y dirigida por el director portugués Tiago Rodrigues, cuyo reconocimiento mundial lo llevó a convertirse este año en el director de uno de los festivales más reconocidos: el Festival d’Avignon, en Francia.
En una pieza que se funda en el poder del acontecimiento en vivo y el trabajo con el público, Tiago Rodrigues arma en escena un experimento teatral: pide a diez espectadores que se suban al escenario porque serán parte fundamental de la obra. Aclara que no se van a sentir incómodos, pero que tendrán que aprender un poema de memoria. Y así, en las diez sillas ubicadas en el escenario, la gente empieza a participar, bajo la dirección de este artista que construyó una historia tan potente y sensible, que maneja con habilidad la interacción con el público y que sabe cautivar con su humor y un lenguaje delicado, que durante dos horas de representación logra que la atención esté totalmente tomada.
La historia de By Heart parte de una obsesión del autor: una entrevista que vio en internet al filósofo George Steiner en un reconocido programa llamado De la belleza y el consuelo. Allí, Steiner hablaba del valor de la memoria y planteaba que una persona es lo que recuerda y que aquello que se encuentra en la memoria no se puede destruir. Por ejemplo, un poema. Además, decía que la mejor manera de aprenderse un poema es “de corazón”, es decir, no apelando a recursos mnemotécnicos, sino aprenderlo porque se lo ama. De esa historia, la obra pasará por un momento biodramático, ya que Rodrigues recordará la vida de su abuela, cocinera y lectora compulsiva, pasará por otros pensadores que investigaron el valor del lenguaje, citará libros clásicos, se detendrá en el célebre Fahrenheit 451, de Ray Bradbury (un relato de un futuro en el cual los bomberos queman los libros y una comunidad se organiza para aprenderlos de memoria) hasta llegar al gran desafío de espectáculo y que mantiene la tensión todo el tiempo: lograr que los diez espectadores seleccionados puedan aprender el Soneto 30 de Shakespeare, compuesto por 14 versos. El mismo que memorizó la abuela de Rodrigues antes de quedar ciega y ya no poder volver a leer.
La propuesta de Rodrigues incluye de tal manera al público que logra crear un momento de unión colectiva, de un lado y del otro, interesados en que la palabra perdure, siendo capturados por el valor del lenguaje y por el hecho de que aquello que alojamos en nuestra mente, y se lo transmitimos a otros, ya nunca podrá ser arrebatado y que, como dice él: “Si hay un sustituto para el amor, ese sustituto es la memoria”.
Dinamarca
Esta obra se llama Dinamarca pero llegó desde Brasil, con el colectivo de artistas del grupo Magiluth. El espectáculo toma la ya famosísima historia de Hamlet para trasladar algunos diálogos y momentos memorables del texto de Shakespeare a una reunión de amigos, que representan a una aristocracia hipócrita y voraz. Con una estética pop, que crece en volumen de música, efectos de sonidos y caos, los cinco intérpretes bailan, se desbordan, tiran copas y objetos, hasta mostrar una mirada grotesca sobre quiénes son y quiénes dicen ser. Lo más interesantes de esta obra fue el trabajo de interacción que hacen con el público, a quienes le ofrecen de beber, los invitan a la fiesta, los hacen bailar el vals, les hablan y comentan de manera permanente en un intento de hacerlos formar parte de todo lo que acontece en el espacio escénico. Estos artistas brasileños, con más de 15 años de trabajo como compañía teatral, plantean un teatro político que desde el entretenimiento y el concepto de fiesta, se refiere a una clase social de Brasil que apoya políticas de ultraderecha, sin importarle que con base en sus acciones y planteos, disfrutan de un tipo de vida que se construye sobre una gran masa de personas marginadas de los derechos humanos más elementales. Entre la locura y el caos, los artistas comienzan a mostrar su planteo político y la humillación implícita, de la cual no se salva nadie durante la representación.
Hamlet
Otra de las propuestas internacionales de este FIBA 2023 no le escapa al texto más importante de la literatura dramática occidental. Claro que con 400 años de historia, ya muy pocos quieren hacer Hamlet de una manera clásica. Esta propuesta llegó desde Suiza y utiliza el texto de Shakespeare para repensar la identidad, el engaño y la realidad. El director suizo-francés-ucraniano Boris Nikitin fusiona una actuación de electro-pop con la performance documental experimental, en un juego que pone en jaque la mirada, la imaginación y la voluntad. Su versión de Hamlet es una mezcla de performance documental y teatro musical punk queer, en el cual la intérprete y música electrónica Julia Meding asume el papel de un Hamlet contemporáneo que se rebela contra la realidad. En muchos casos, lo que se cuenta en escena es la propia biografía del autor, el texto tiene pasajes muy potentes, incluso un análisis de Hamlet desde la salud mental, con el cual traza un paralelismo con las enfermedades mentales actuales y hasta lo documenta con imágenes en un asilo de ancianos. El espectáculo es provocador, pero su exceso de discursividad, el abuso de la cámara en vivo, el relato y la falta de acciones lo vuelven monótono, con lo cual suelta a una gran parte de la audiencia. De todas formas, Nikitin, el director, es un especialista en el trabajo con el teatro documental y la investigación en los límites de la teatralidad, con lo cual su experiencia se hace válida dentro de esta investigación.
Other Chinese
El gran punto fuerte de esta obra fue que trabajó con la comunidad china en Buenos Aires y permitió un enlace transnacional entre Argentina, la población china local y Nueva Zelanda, el país desde donde llega este espectáculo creado y dirigido por la artista Alice Canton. El proyecto que se estrenó en 2017 trabaja con intérpretes que no son actores pero que tienen en común su identidad china, se pregunta qué significa formar parte de la comunidad con mayor migración en todo el mundo, qué tienen en común y cuáles son las diferencias. A modo de clase de teatro, la pieza propone ejercicios para conocerse, para discutir y plantear debates. El problema fue que en los nueve días que la artista tuvo para armar la pieza en Buenos Aires generó un work in progress muy amateur del cual fue imposible generar una dramaturgia y dirección que pueda mostrar la potencia que tiene esta propuesta y que en la práctica no logró visibilizarse.
Hay más FIBA hasta el domingo 5 de marzo, es un tiempo para maratonear y encontrarse con experiencias que piden cuerpo y presencia, debatir, disfrutar, confrontar, pero sin dudas, volver a encontrarse con la vitalidad única que tiene el arte en vivo y con el gran valor de que las entradas son gratuitas. Es importante recordar que la reserva previa es online y que deberá hacerse en la página buenosaires.gob.ar/fiba dos días antes de cada espectáculo, desde las 14. Un consejo: sincronizar alarmas en el celular.
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