La poeta, artista visual y activista Cecilia Vicuña (Santiago, 1948) era una veinteañera que vivía en Londres cuando el 11 de septiembre de 1973 las tropas del general Augusto Pinochet bombardearon La Moneda, sede del Gobierno chileno. Esa noche, mientras “el mundo se le venía abajo”, “vio una imagen” y cogió los pinceles.
El resultado fue La muerte de Salvador Allende, una obra que se expondrá por primera vez en Chile a partir de mayo en el Museo Nacional de Bellas Artes como parte de una retrospectiva individual de la artista, durante décadas “marginada” y hoy devenida en una estrella mundial.
“Es una obra en la que Chile se transforma en un desierto. Eso es lo que vi, que el golpe iba a traer la desertificación de Chile y, fíjate, es lo que está pasando”, explicó Vicuña en una videoconferencia desde Nueva York, donde reside.
“Vi también una gran gota de sangre que iba cayendo al abismo, al mar”, apuntó la polifacética artista, quien la semana pasada fue elegida para ingresar en la Academia de las Artes y las Letras de Estados Unidos.
“Idolatría del dinero”
Casi cincuenta años después del golpe, Vicuña cree que Chile no se ha recuperado de las consecuencias de un régimen que “arrasó” con la cultura y la convirtió “en una especie de idolatría del dinero y el lucro, que continúa hasta hoy”.
“Lo ves en los museos chilenos, que mantienen una lucha indescriptible para sobrevivir, igual que los artistas. Antes del golpe, un poeta era más importante que un presidente”, subrayó la artista, cuya obra está marcada por su devoción por la naturaleza y la defensa de las mujeres.
Para Vicuña, Chile tuvo la “gran” oportunidad de liberarse de los amarres de la dictadura y de cambiar su Constitución actual -de corte neoliberal y en vigor desde entonces-, pero rechazó mayoritariamente en septiembre una propuesta más progresista de nueva Carta Magna “en un nuevo acto de autoviolencia”.
La artista, considerada una de las pioneras del arte conceptual en Chile y cuyo arte multidimensional abarca desde pinturas al óleo, textiles, vídeos, performances y poemas, vivió el resultado del referéndum “como un segundo golpe militar”, perpetrado por “la ultra derecha a través de una campaña de desinformación y bots”.
“Lo que hay que preguntarse es por qué esa voluntad del pueblo chileno de ser engañado”, agregó.
“Artista marginada”
El 2022 fue un año lleno de éxitos para Vicuña: expuso en el Museo Guggenheim de Nueva York y en la Tate Modern de Londres, fue elegida entre las cien figuras más poderosas del arte contemporáneo por la revista ArtReview y se convirtió en la primera latinoamericana en recibir el León de Oro a la Trayectoria en la Bienal de Venecia.
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El 2023 también ha empezado por todo lo alto, aunque la artista sigue sorprendiéndose de este “éxito tan repentino” y recuerda con frecuencia que en el pasado llegó a destruir algunas de sus obras porque se pensaba que no tenían valor.
“Fui marginada totalmente tanto del arte como de la literatura latinoamericana hasta hace muy poco. Fíjate, por ejemplo, que la exposición que voy a tener ahora en el Bellas Artes es mi primera muestra individual en un museo chileno desde el año 71″, aseguró.
Sus monumentales “quipus” (sistema de registro y contabilidad de los incas a través de cuerdas de fibra) son cotizados en todo el mundo y se enmarcan dentro de un arte que ella define como “precario” porque “lo precario es lo que muere y, por lo tanto, su belleza está en su muerte”.
“La muerte es regeneración. Creo que mi arte y mi poesía se ocupan de esa transición, de ese instante de absoluta belleza que es la transformación”, explicó.
Creadora del concepto “palabrarmas” (nacido de la combinación entre palabras y armas), Vicuña no se siente una “adelantada a su tiempo”, pero lo cierto es que muy tempranamente advirtió el desastre ecológico y empezó a hablar de feminismo e indigenismo cuando apenas nadie lo hacía.
“El hecho de que una obra no sea escuchada -concluyó- no habla necesariamente de la obra, sino más que nada de la sociedad, de lo que está dispuesta a ver, leer, considerar”.
Fuente: EFE
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