Alice Canton es neozelandesa y tiene ascendencia china y europea. Es fundadora de White_mess (desorden caucásico), una estructura abierta y creativa que facilita la producción de proyectos y colaboraciones teatrales muy diversas. Other [Chinese], su espectáculo de teatro documental en vivo, examina la multiplicidad de la identidad china. El proyecto amplifica las voces de las comunidades de ese país en el mundo y revela lo que significa ser chino, aquí y ahora, entrecruzando aspectos de la identidad migrante. En el marco de FIBA, Canton produjo y presentó su obra en Buenos Aires, el pasado sábado y domingo.
Joicy Xu, coordinadora del proyecto en Argentina, reveló que “los desafíos específicos de Argentina tienen que ver con el idioma. En China, muchos de ellos estudian inglés en la escuela. Entonces, al mudarse a un país de habla inglesa, no están empezando desde cero. Mientras que el español es un idioma totalmente nuevo. Es posible que algunos de ellos también tengan menos sistemas de apoyo, porque está más lejos de su ciudad natal”.
En diálogo con Infobae Cultura, la creadora y directora de Other [Chinese] detalló las particularidades del proyecto, el proceso de preproducción que llevó a cabo en Buenos Aires, comparó las distintas reacciones que genera la obra en el mundo y reflexionó sobre su sentido de pertenencia con la patria de sus ancestros.
—Viniste con Other [Chinese] por el FIBA, en donde se cruzan espectáculos internacionales, transnacionales y nacionales. ¿Conocías algo del teatro argentino? ¿Viste algo, leíste algo?
—Me llama la atención que el teatro independiente porteño es muy fuerte, y que los artistas tienen una voz muy distinta. ¡No puedo creer cuántos teatros y espacios culturales hay en esta ciudad! Se siente como si la disciplina fuera muy diversa, y también en términos de qué voces están contando historias en este momento. Solo vi una función mientras estuve acá, una función coreográfica argentina-francesa, realmente interesante. Fue al aire libre, hubo proyecciones y baile. Siento que aquí hay una cultura teatral muy rica.
—¿Cómo es el teatro en Nueva Zelanda?
—Va de la mano con nosotros, tratando de descubrir quiénes somos como país. Entonces, muchas de las voces que están surgiendo tratan de desafiar quiénes somos, por qué somos quienes somos. Por supuesto, tenemos una sólida historia de teatro del estilo anglosajón, una especie de teatro tradicional, pero a la vez hay estilos más New Wave que resuenan mucho. El teatro allá es realmente fuerte, muy interdisciplinario, más que nada entre la danza, el teatro y el sonido. Y definitivamente también hay un fuerte cruce con la comunidad de artes visuales. Además de eso, hay algunas voces indígenas realmente interesantes.
—¿A que te referís con cultura indígena?
—Tuvimos una revitalización de la cultura indígena en Nueva Zelanda en los años 80. Ahora estamos viendo una segunda ola, que viene a través de los hijos de esa primera ola. Son todos hablantes indígenas nativos. Y eso se expresa a través de la cultura, tanto en el teatro, la música, la danza, ese tipo de cosas. Y mucho de eso se trata de una cultura de recuperación. Muchas universidades de Artes están haciendo que el idioma maorí sea complementario para sus profesores. Estamos viendo mucho teatro maorí, que se representa totalmente en una lengua indígena.
—En tus redes aparecés como White_mess ¿Cómo surgió ese seudónimo?
—Como artista, trabajo mucho con muchos artistas y colaboraciones diferentes. Entonces, White_Mess es mi práctica colectiva. Como artista, estoy interesada en el lugar que el ego de los artistas juega dentro del trabajo. Siempre es a menudo muy jerárquico, ¿no? Tenés un artista arriba y luego todos los demás abajo. Y, además, tener un seudónimo significa que puedo proteger mi propia identidad, supongo, como Alice.
—Tanto en Other [Chinese] como en otras de tus obras aparecen críticas sociales. ¿Considerás que tu teatro es político?
—Lo personal es político. No le tengo miedo a esta noción de ser político. Creo que en todo caso, cuando la gente piensa en política, creo que piensan en política con P mayúscula, y a mí lo que me interesa es la política con p minúscula: lo social dentro de lo político. Creo que las personas que tienen aversión al teatro político lo piensan institucional, o como una idea sistémica de lo político, o como una idea formal de la política. Yo estoy interesada en algo que es más invisible, y que no deja de ser político por eso. Expreso la política a través de lo que viven las personas, y a través de sus lugares y sus cosas. Entonces, si hacés un trabajo sobre identidad y venís de una comunidad que podría estar típicamente marginada, y tu trabajo se trata de la recuperación de la identidad, inevitablemente te volvés político, aunque estés hablando de quién sos y de qué hacés en el mundo. Así que a veces me pregunto si hay y si se percibe que es política, incluso si esa no fuera su intención. Si tomamos a Other [Chinese] como ejemplo, si yo lo presentara como teatro político creo que la gente pensaría que tiene una agenda política, de la política de la P mayúscula. En Other [Chinese] aparece la política en tanto que las personas puedan representarse a sí mismas en un espacio donde pueden contar su propia historia.
—Contame de Other [Chinese].
—Other [Chinese] es como un iceberg. La parte más visible del trabajo es este espectáculo, el documental en vivo, que es donde el público viene y experimenta estas historias que nos contó la comunidad. Pero en realidad es toda una activación para un grupo de comunidades que provienen de la diáspora china. La obra trata de provocar esta pregunta sobre la identidad en relación con la raza, la etnia y la cultura, sin tratar de llegar a una respuesta. Es todo un desafío investigar el entendimiento mutuo dentro de estas comunidades. Así que Other [Chinese] es solo un espacio para que lo averigüemos.
—¿Cómo hiciste acá en Buenos Aires? ¿Fuiste al Barrio Chino y convocaste gente para que participe?
—Sí, estuvimos acá durante las últimas dos semanas, entrevistando a personas de la comunidad para evaluar cómo hablarle a la comunidad, hacer que nos conozcan, y convocar a los que estén dispuestos a contar su historia y participar del espectáculo. Eso lo pueden hacer ya sea con una entrevista con nosotras, al estilo de una entrevista privada, o lo pueden hacer en un taller grupal, un taller privado, o incluso en la obra misma. Nosotras facilitamos la conversación, digamos. Después, la siguiente fase es el taller, que es una conversación grupal. Como estamos acá por un período de tiempo muy corto, decidimos organizar las entrevistas, y dejar a las funciones como espacios para que se reúnan y se conecten como grupo.
—¿Las entrevistas están en inglés, español o mandarín?
—Yo solo hablo inglés. Joicy Xu, la coordinadora del proyecto, habla mandarín, cantonés e inglés. Y luego tenemos una especie de enlace comunitario con Carlos Lin y Zhongbo Li Zhang, que hablan español y mandarín. Entonces, Joicy, en gran medida, lleva a cabo ese trabajo emocional de traducción para los hablantes de chino mandarín. Diría que en realidad una parte realmente crítica del trabajo es la noción de traducción. La pregunta sería: ¿qué se pierde en ese ida y vuelta? También está lo que se convierte en una nueva percepción, porque tenés que decir todo dos o tres veces, básicamente.
—¿Hiciste esta obra en otras partes del mundo?
—La presentamos en Nueva Zelanda. Hice talleres en Australia, pero sin ponerla en escena. Había organizado una gira internacional, y apareció la pandemia. Estamos volviendo al escenario después de tres años de talleres. La diferencia significativa entre lo que estamos haciendo acá y lo que hice hasta ahora es que es la primera vez que la obra no está dentro de una especie de colonia anglosajona, donde el inglés es el primer o segundo idioma de los participantes. Las entrevistas en Buenos Aires fueron en parte en inglés, español, mandarín, cantonés, otros cuatro idiomas. Me vi forzada a cambiar mi relación con el trabajo, porque no puedo conducir la conversación por mí misma. Es un gran desafío.
—¿Qué diferencias o similitudes notaste entre la comunidad china australiana, la argentina y la neozelandesa?
—Una similitud evidente es que existe una comprensión compartida de algunos valores, una alineación de experiencias que tienen que ver con encajar, con el tipo de familia que se forma. Por el otro lado, una diferencia es que la comunidad china de Buenos Aires viene en su mayoría de Fujian, una provincia al sur de China, así que muchos de nuestros participantes comparten una historia y pueden entenderse entre sí con mayor facilidad. En Nueva Zelanda y en Australia, las comunidades chinas provienen de varios lugares diferentes. Hay personas que incluso vienen de afuera de China, pero que todavía se identifican como chinos: pueden ser de Singapur, incluso de Taiwán, Hong Kong o Malasia. Además, en términos históricos la comunidad argentina tiene una ola de migración posterior. En Nueva Zelanda o en Australia, si bien existen esas mismas olas migratorias, la comunidad china es más antigua, y quizás porque es más antigua está más incluida en la sociedad. La comunidad aquí es muy diferente. Y realmente desafió mi propia visión del proyecto, porque surgieron ideas nuevas a partir de no estar familiarizada con el clima cultural argentino o latinoamericano. Tuve que aprender eso junto con aprender sobre la comunidad argentina.
—¿Qué desafíos enfrenta o enfrentó cada comunidad?
—Creo que en Nueva Zelanda, en Australia, en Estados Unidos y en el Reino Unido, hay familias de tres o cuatro generaciones nacidas ahí, y un desafío para ellos es reconectar con ser chinos. A partir de ahí, tenés una comprensión muy clara de quién es esta persona y cómo encaja dentro de la comunidad, el contexto en el que vive. Acá las personas tienen una comprensión muy sólida de su identidad china, porque son chinos. No hay ninguna duda de eso. El desafío entonces es que su identidad sea aceptada acá. Lo que siempre ha impulsado este trabajo es tratar de fomentar un sentido de conexión. Entonces, incluso en Nueva Zelanda, los chinos sienten que no siempre son aceptados, por lo que siempre son aceptados en las comunidades. Ayer hablamos con una persona que lleva veinticinco años acá, y trabaja en una lavandería. Llegó con 40 años, no hablaba nada de español, y ahora habla español lo suficientemente bien como para conversar con sus clientes. Pero, para poder aprender el idioma, tuvo que escribir palabras claves en post-its, y pegarlas en la pared y seguir repitiendo esas frases. Tenía algunas preguntas que le podían hacer, y señalaba las respuestas según qué post-it correspondiera. Y así fue como empezó a aprender español.
—¿Aparecen historias como esta en la obra?
—No siempre, no todo. Los participantes no quieren compartir todos sus traumas con el público. Particularmente, si alguien está diciendo algo que podría no ser muy agradable de escuchar, prefieren decirnos en privado y luego recortar de eso lo que pueden decir públicamente. Creo que también hay una cosa generacional: las personas mayores tienen menos ganas de hacer mucho ruido, y después está la gente más joven a la que sí le gusta eso, esa es su verdad, y quieren hablarlo y quieren hacerse cargo públicamente de lo que les sucede.
—Y una última pregunta, aprovechando que les preguntás esto a los participantes: ¿qué significa para vos ser china?
—Siento que realmente ha sido un desafío estar acá, justamente por esa pregunta. Me planteó una crisis personal, casi. Mi respuesta solía ser que hay un conjunto de valores que le atribuía a la cultura china, en torno a la familia, en torno a ser serviciales, a una visión colectiva del mundo. Me refiero, por ejemplo, a respetar y cuidar a los ancianos, a representar bien a tu familia, honrarla con las acciones que hacés y la forma en la que te presentás. Ahora que estoy acá, y escuché nuevos testimonios y nuevas historias, pienso que no sé si puedo atribuir eso a ser chino, o si es solo una forma en que mi madre me crió, o si me crió así porque era china, o si es porque me crió en Nueva Zelanda. Así que hoy no tengo una respuesta directa para eso.
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