Ezequiel Bajder: “Falta un plan estratégico para el libro, algo que trascienda los gobiernos”

Escritor (su novela más reciente, “La lengua de las abejas”) y también director del sello Vestales, integra la Cámara Argentina del Libro. Desde esas posiciones, opina: “la verdadera discusión debe ser por el rol del Estado dentro del mercado editorial”

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La última novela de Ezequiel
La última novela de Ezequiel Bajder, “La lengua de las abejas”, mezcla el trabajo en la colmena con una guerrilla alemana de los 70 (Foto: Gustavo Gavotti)

Hubo un campamento escolar —participaban varios colegios de San Martín, año 1991 o 1992— donde Ezequiel Bajder le encontró una utilidad a la literatura. A las ocho de la mañana sonaba un silbato penetrante, insistente, y los chicos tenían que levantarse y presentarse frente a los profesores. Los días eran largos, llenos de actividades; por eso comenzaban temprano, bien temprano. “Yo odiaba eso. Creo que todos lo odiábamos, pero yo lo odiaba más”, dice ahora. Entonces desarrolló una técnica: se levantaba un rato antes, se iba a un árbol cercano, apoyaba la espada en la corteza y se ponía a leer. “Cuando tocaban el silbato y yo me acercaba a las carpas, las caras de esos tipos se enrarecían, no sabían qué mierda hacer conmigo, porque leer estaba bien pero no en ese momento. Creo que eso era ser lector en ese entonces: te miraban como preguntándote: ‘¿no serás un inadaptado vos?’”

Ezequiel Bajder es una pieza rara en eso que llamamos escena literaria. Un dado con varias caras. Una cara es la de escritor experimental. A su último libro, La lengua de las abejas, la palabra “extraño” no le hace justicia. Es, podría decirse, un experimento con el lenguaje y la escritura política. ¿Se puede hablar de la revolución y usar, además, un lenguaje revolucionario? Editado por el sello Cienvolando a fines de 2022, el libro construye un universo que se disuelve sin desaparecer. Una agrupación armada en la Alemania de 1970, el trabajo minucioso de las abejas en la colmena, un rey vengativo, una bolsa que revela fragmentos de la ciudad. Todo se une, se desgarra y se vuelve a unir. Hay una crítica a la descripción como método narrativo y un elogio a la deriva como posibilidad infinita. ¿Qué clase de libro es La lengua de las abejas? En la contratapa, Fernando Garriga dice: “es una novela, sí, pero, a la vez, es todas las novelas”.

Pero empecemos por otra de las caras del dado, la del editor comercial. Ezequiel Bajder dirige, junto a su esposa, Mercedes Pérez, Vestales, un sello que publica terror, fantasy, policial, ciencia ficción, pero que le dedica especial atención a la literatura histórico-romántica, un género muy en boga en los últimos años que logró cierta masividad entre esos lectores apasionados que no tienen relación alguna con la academia ni la crítica literaria y que se mueven por el placer de leer una buena historia. Un género dentro de lo que podríamos llamar la cultura de masas. “Vestales nació en 2007. Estábamos medio jugando, haciendo pruebas y en 2007 nos pusimos las pilas y nos dedicamos a eso. No teníamos una experiencia previa. Simplemente surgió la idea. Mercedes había trabajado en gráfica, yo había estudiado Letras, y nos pareció que podíamos juntar ambas experiencias. En realidad, al principio quisimos hacer libros sobre teoría de Artes Visuales”, dice.

“La lengua de las abejas”
“La lengua de las abejas” es la tercera novela de Ezequiel Bajder. La publicó hace unos meses el sello Cienvolando

Un día, en el medio de esa búsqueda, encontraron un pasillo por el cual pasar. “Mercedes trajo la idea de hacer los libros que tenía su abuela en su casa, libros para un público más amplio, un público que no lee como con un programa de lectura, que es lo que me pasa a mí, que vengo de Letras y busco leer tal cosa porque quiero ver tal otra. Entonces empezamos a buscar una estética que distinguiera los libros. Y en un momento encontramos un montón de grupos de lectura que estaban buscando una producción de novelas históricas. Les mostramos y nos dijeron: ‘no, están haciendo todo mal’. Y ahí empezamos a trabajar y empezamos a entender un poco cómo era el mercado. Nos llevó unos cinco o seis años empezar a pararnos hasta que logramos hacerlo rentable y que nos diera para vivir”, agrega este escritor y editor, con los codos apoyados sobre la mesa cuadrada y plastificada de un bar típico.

“En general, el consumo masivo tiene una estructura narrativa que todos conocemos”, y pone de ejemplo Bridgerton, una serie popular en Netflix que se basó en las novelas de Julia Quinn. “Me acuerdo que en ese momento leímos un montón del género. Lo que está bueno de esta literatura es que, al menos en mi caso, no es necesariamente lo que me gusta consumir, entonces te da una distancia para abordarla. Creo que es un gesto de cierta generosidad, por decirlo de algún modo. Está muy bien el editor que dice ‘yo edito lo que a mí me gusta’. Nosotros pensamos que nuestro ego, nuestro yo, no es tan importante. Y así los textos aparecieron solos, porque encontramos autores que estaban escribiendo de una manera medio oculta. Más o menos fue contemporáneo al boom de Florencia Bonelli. Muchos autores que hoy publican en Random empezaron con nosotros, y al revés también. Una apuesta fue trabajar con textos en castellano”.

Este escritor experimental y editor
Este escritor experimental y editor comercial dirige el sello Vestales y forma parte de la Cámara Argentina del Libro (Foto: Gustavo Gavotti)

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Como autor, Bajder publicó Inventario del robo, en 2009, su acercamiento a la literatura del yo, y La gala, en 2015, su acercamiento al policial. Pero, ¿a qué género se acerca La lengua de las abejas? “La empecé a escribir en marzo de 2020. Teníamos todavía muy cercana la experiencia del macrismo, con cosas como meter en cana a Milagro Sala. ‘La ley somos nosotros y vamos a decir quién va en cana’. Entonces me encontré con la historia de la RAF, que le habían construido una cárcel para ellos, algo muy loco. ‘De acá no salís más’. Y son guerrilleros, son los años setenta, tenían vínculos con los Tupamaros. Lo que no me interesaba era escribir directamente sobre eso, no quería que todo sea tan claramente referenciando. En general, los libros de género tienen una normalización, ciertas reglas, ciertas herramientas, y el autor se entrega a eso y es como llevado por una corriente. Está muy bien, pero yo quería hacer otra cosa”, explica.

En el prólogo, el “pretexto”, se lee: “la única forma en que entiendo la literatura: con el paso lateral del cangrejo”. También habla de Roland Barthes y de la descripción “como una garantía (burguesa) de la estabilidad de sentido de lo narrado”. Ahora, entre mozos que van y vienen, Bajder dice: “La literatura que a mí me interesa producir es una literatura de, no sé si experimento, pero sí desde otro lugar que no sea lo normativizado. Yo no quería hablar sobre política, sino que la política estuviera presente. Me refiero a hacer un objeto de la acción política. Se podría hacer una novela distinta: podría empezar contando, no sé, la marcha donde se conocen los militantes alemanes, una tarde calurosa en Berlín, que había muchos manifestantes. Eso es lo que quería evitarme, ese engorro de la descripción, de lo que todos esperamos de un texto: que ella tenía una blusa azul, que él tenía un pantalón negro, evitarme todo ese tipo de cosas”.

RAF significa Rote Armee Fraktion, que en castellano se traduce como Fracción del Ejército Rojo. De metodología foquista, operó entre 1970 y 1998, y causó una gran repercusión en el año 1977 cuando secuestró a Hanns Martin Schleyer, un ex-nazi y oficial de las SS, que en ese momento era el presidente de la Asociación Alemana de Industriales. Los manifiestos que entonces publicaba la organización no tenían mayúsculas. Esa forma adoptó Bajder en su novela, que comienza con una frase que va y que viene, que empieza y que vuelve a empezar: “una cárcel hecha solo para ellos”. Un punto de partida narrativo y un punto de llegada para la RAF, porque efectivamente el Estado construyó una prisión que no sólo los encerraría; luego aparecerían muertos. Se lee también: “la política, la acción política, también puede llevarse y traerse, contactarse, dar mensajes, escribir cartas de amor”.

Para Ezequiel Bajder, “falta un
Para Ezequiel Bajder, “falta un plan estratégico para el libro, algo que trascienda gobiernos” (Foto: Gustavo Gavotti)

Mientras las abejas trabajan, la RAF se defiende en un juicio que ya los ha declarado culpables. Mientras la narración avanza, Bajder va abriendo puertas de un edificio que ya no es recto, firme, predecible, sino un túnel surrealista donde los guerrilleros liban y los insectos batallan y la literatura adopta una forma extraña, la del sueño, la del trance, la de la deriva, y lo interesante, acá está lo interesante: jamás pierde lucidez. Por momentos, el lector es un miembro de la RAF y se ve diciendo que “tirar una piedra es un hecho punible, tirar mil piedras es una acción política; incendiar un auto es un hecho punible, incendiar cien autos es una acción política”, o que “los jueces, que creen que nuestra lírica está compuesta de secuestros y bombas, de robos a bancos, de irrupciones, no han podido entender a donde vamos”, o que “cargar un fusil, poner una bomba, son solo la superficie”.

La lengua de las abejas surgió en un taller con Hugo Correa Luna, fallecido en 2020, a meses de comenzada la pandemia. “Cuando murió Hugo quedamos huérfanos, de algún modo. Entonces con Fernando (Garriga) y Adriana (Chiattone) empezamos un taller juntos, una especie de tertulia. Nos seguimos juntando por zoom, porque yo vivo en San Martín, Fernando viven Ezeiza y Adriana en Open Door. En uno de esos encuentros surgió la posibilidad de publicar la novela en el sello de Adriana: Cienvolando. Le estoy muy agradecido”, cuenta sobre el devenir de La lengua de las abejas, un objeto raro, al que asegura no verlo “muy concursable” ni fácil de ubicar en cualquier sello. “Cuando escribo me interesa escribir, quiero decir: me interesa la experiencia de escribir. Si ese disfrute de la escritura aparece, quizás también se pueda transmitir a la experiencia de lectura, pero no lo tomo como una prioridad”.

Su próxima novela, anticipa, es sobre Lev Davídovich Bronstein, más conocido como Trotsky. Lleva escrito, dice, un 30%; todavía le falta mucho, pero la idea está, o se está desarrollando mientras la escribe. “Estuve leyendo libros sobre Trotsky y uno fue el de Padura, El hombre que amaba a los perros, y me aburría tanto porque es eso: ‘Mercader se levantó una mañana...’ Hay una cosa muy linda de Mayakovski, que yo siempre traigo a colación: dos días antes de suicidarse, al tipo lo aprietan y le dicen que no hace un arte revolucionario porque el arte de él no se entiende. Es decir, si no se entiende no es un arte revolucionario. Yo me preguntaba cómo hablar de la guerrilla, de la revolución, sin que el texto sea burgués. Y me hago cargo de eso, soy burgués, pero quería que el texto tenga la forma esa de la guerrilla: entrar, salir, mostrar un poco eso”.

 (Foto: Gustavo Gavotti)
(Foto: Gustavo Gavotti)

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El primer recuerdo de editor no es suyo. Su madre le contó de un dibujo que hizo a los cinco o seis años. Es él mismo en un escritorio. Arriba dice: editor. “No sé qué es, no me acuerdo, pero se ve que la idea estaba”. A los siete u ocho años ya leía policiales: “Me gustaba el policial de misterio, el policial blanco, cuando todo cerraba, cuando todo se resolvía”. En la escuela fue el gran acercamiento a la literatura. Una profesora daba un taller literario y ahí, dice, empezó a leer “muy excesivamente”: Vallejo, Borges, Marechal. A los 15 años ya estaba decidido, iba a estudiar Letras. ¿Por qué? “No tengo idea. Supongo que porque quería seguir leyendo”. Hace ya quince años que forma parte de la Cámara Argentina del Libro. “Yo venía de otra experiencia de trabajo y la cámara en ese sector no era muy proactivo. Y empezamos a hacer un montón de cosas. Yo me acerqué para tratar de formar parte del consejo y bueno, laburando, se fueron dando las cosas”.

Con su sello Vestales, pero también con el gran entramado de editoriales que fortifican la escena literaria, Bajder se rehúsa a usar la palabra “independiente” porque, dice, “¿en qué sentido seríamos independientes para editar? Además, los textos se mueven, por lo general, dentro del sistema capitalista”. Prefiere el término PYME. Nunca escapa a la idea de editor comercial ni a la idea de empresa: habla con palabras y también con números. “Estos últimos dos años lo que se nota es un faltante de papel. A mí el tema de que las pasteras usan el papel para embalaje no me cierra. La explicación del faltante es que esas empresas pueden seguir subiendo el precio al infinito y eso le deja ganar plata. Ahí lo que necesitás es una regulación estatal un poco más firme. Y no solo en el ámbito del papel, en cualquier ámbito: es la discusión por el rol del Estado dentro del mercado”, sostiene.

Semanas atrás, la Cámara Argentina del Libro publicó dos gráficos. El primero fue sobre el costo de producción del libro. Hubo críticas en redes sociales de parte de los autores. Se preguntaban por qué el autor no estaba incluido. La respuesta estaba en que las regalías que cobran los autores forman parte, no del costo del libro, sino del precio. Aunque también hay otro ítem que es el adelanto. “El autor no forma parte del costo de producción del libro”, explica Bajder: “Es un tema de contabilidad. Cuando le das un anticipo a un autor, después esperás recuperarlo, entonces ese anticipo pasa a ser un activo. Es como que los editores tenemos un derecho de cobro sobre los anticipos, que no es que el autor nos va a pagar, sino que, a medida que se van vendiendo libros, le debemos al autor un porcentaje que se pactó. El anticipo va a pérdida cuando vos no recuperás esa plata; eso puede pasar. Es complejo”.

 (Foto: Gustavo Gavotti)
(Foto: Gustavo Gavotti)

“En este momento inflacionario vamos todos a pérdida, porque vos anticipás y el nominal lo vas a recuperar enseguida, porque el libro va a salir seis meses después, entonces el precio de las regalías es mucho mayor a lo que calculaste de anticipo. En el costo financiero deberías incluirlo. Es un poco más complejo, pero en términos técnicos es: yo tengo este derecho para descontar del autor; a un proveedor le anticipé plata y a medida que se va produciendo el gasto de esa plata la voy recuperando. Mientras tanto es un activo, no un costo. Hay una contabilidad fina que no da para un gráfico en Instagram. Y que los autores digan que se sienten ninguneados, a mí eso me dolió porque en vez de preguntar eligieron esa posición”, dice en alusión al comunicado de la Unión de Escritoras y Escritores horas después de la publicación del gráfico. “Como dice [Nicolás] Mavrakis, la víctima es el insumo básico del neoliberalismo, y ellos eligieron ese lugar”.

Bajder asegura que “hoy los únicos actores beneficiados son las pasteras. En general lo digo: los beneficiados hoy son los grandes industriales, que están hiperconcentrados. Supongo que pasa lo mismo con la leche en el supermercado. Yo para la Feria tengo para producir catorce novedades. No sé si las voy a poder producir. Una posibilidad es hacer impresión baja demanda. Los presento en la Feria, los vendo, no me quedó nada. En cambio, si yo hago 2 mil ejemplares, con lo que vendo en la Feria, calculo que serán 300, 350 de cada uno, con mucha suerte, con mucho viento a favor, ahí pagué la imprenta y me quedaron 1500 libros que los voy vendiendo en el año. Producir bajo demanda es más caro y lo que vas a ganar es más chiquito. Yo no veo el negocio ahí. Lo veo para otro tipo de proyectos, otro tipo de mercados, como libros universitarios”.

“Y con las nuevas tecnologías... todo bien, pero están Apple y está Amazon, y te pagan lo que ellos quieren. Vendés afuera, es en euros, sirve, pero el porcentaje es chico, es un complemento. Ahora hay dos plataformas enormes y el precio te lo pueden bajar porque no hay ley de PVP en el e-book. En Españ tienen 4% de IVA. Amazon no lo paga porque dice: ‘yo estoy en Luxemburgo y acá no hay ese IVA’. ¡Andá a ganarle un juicio a Amazon!”, y luego alumbra su “costado utópico”: “Por ahí lo que puede funcionar es que se forme una asociación de editores para comprar papel. Y de ese modo conseguir también la autorización para importar”, y concluye con la sentencia de que “falta un plan estratégico para el libro, algo que trascienda gobiernos” porque “lo que en este momento tenemos es un desorden general en Argentina. Mi sensación es que los dueños del país lo manejan como quieren y no hay un gobierno que tenga las riendas”.

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