Aprender de memoria un cuento, un poema, una novela o todos los libros de la historia de la humanidad es algo que aparece de forma recurrente en distintas formas de narrar en la historia. Siempre sucede frente a un temor que acecha, como una forma imposible, por lo infinita, de evitar la oscuridad y las fogatas autoritarias. Estas historias son una intersección recurrente entre deseos individuales y necesidades colectivas. Esa voluntad, que es íntima, busca, de una u otra manera, que el texto perdure. Que circule de modo universal más allá de su soporte original, y que sea transportado en una trasmisión oral de generación en generación.
By heart (que se traduce como “de memoria”), obra de Tiago Rodrigues que abre la edición 2023 del Festival Internacional de Buenos Aires (FIBA), propone volver a esta historia, con una puesta sencilla escénicamente pero que explota lo esencial de la teatralidad. Ese hombre que cuenta una historia íntima y familiar se transforma, gracias a ese especial encuentro de espacio, voz y palabra, en alguien capaz de poner en diálogo la voluntad individual con el proyecto colectivo. “Mi abuela quería, con el tiempo que tenía aún y con la visión que huía, aprender de memoria un libro para que pudiera leer mentalmente cuando no tuviera ya la capacidad de ver. Y me pidió que escogiera un libro para que pudiera aprender de memoria. Ese gesto, esa decisión terrible, pero muy bella, de elegir un libro para que tu abuela pueda guardarlo el resto de su vida en su memoria, me hizo pensar en el teatro, que era ya mi profesión”, le cuenta Rodrigues a Infobae Cultura en la previa del estreno.
En el escenario, con el público sumado como actor, Rodrigues hacer brillar poéticamente, y de manera conmovedora, esa necesidad tan humana de convocar a la memoria. Para quienes vimos la obra, la referencia insoslayable es la novela Farenheit 451 de Rad Bradbury.
Lo particular del trabajo de Tiago Rodrigues, creador y conductor de este viaje por las palabras y por las voces, parte de esa historia familiar y se proyecta para construir una memoria propia de manera colectiva. La memoria es el antídoto contra el fascismo, los autoritarismos y los sistemas de control. Lo hace desde el corazón, sumando la voz de muchas y muchos que no tienen protagonismo. Por eso convoca a diez personas voluntarias a que se sumen a las diez sillas vacías que componen la escena inicial. Para que el proceso de construcción de la memoria sea colectivo, consciente y múltiple en las voces.
Después de casi una década desde su estreno, pandemia mediante, By heart llega a Buenos Aires con un importante reconocimiento en muchos escenarios del mundo, incluidos varios de los más importantes festivales escénicos de América Latina. La obra, lejos de haber perdido vigencia, parece ganar sentido ante el avance de los sectores de extrema derecha, movimientos políticos que reivindican las formas autoritarias, la represión y el retorno a prácticas discriminatorias.
“La creación de By heart parte de un episodio real de resistencia de mi abuela. No es una resistencia política, a través de la totalitarismo: el totalitarismo biológico, la edad, la muerte; el hecho de que cuando uno es mayor siente que el tiempo se va, que tiene menos tiempo. Eso me hizo pensar en la trasmisión a través la literatura, pero también a través del cuento, la historia entre generaciones. Me hizo pensar, seguramente, en el gesto de aprender de memoria para preservar los libros que son interdictos en un régimen totalitario, en una dictadura. El hecho de guardar en la memoria lo que no puede ser dicho en la calle, y que un día podrá ser dicho de nuevo, porque lo guardamos”.
Esa sencillez de la puesta en escena no es casual, como tampoco es un mero gesto de especulación la invitación al público a sumarse a la escena. La intención es compartir el proceso de memorizar y guardar un texto en la memoria, como guardianes imaginarios de la palabra, tal vez la forma más imbatible de la resistencia.
“Entonces”, agrega Rodrigues, “By heart mezcla esos fenómenos de resistencia y de transmisión, que surgió porque mi abuela un día me ha pedido ‘dame un libro que pueda aprender de memoria’. y de aprender de memoria. No es una obra tesis para comprender el mundo, pero como todas las historias, a veces la motivación del narrador es muy sencilla, y es la mirada del público, la escucha, como la mirada de un lector, lo que la transforma en algo más complejo, más universal. Recuerdo lo que decía en este sentido Gabriel García Márquez. Era algo así: ‘Yo cuento una pequeña historia de mi pueblo en Colombia que pienso que nadie va a comprender, y cuando la cuento así, muy local, muy específica, muy íntima para mí, muy personal, es cuando me doy cuenta de que puede ser universal, para a los otros que la miran’. Lo que me interesa con mi obra es compartir algo que al inicio yo pensaba nadie iba a comprenderlo, pero tenía la urgencia de compartir. Y diez años después, casi 400 representaciones después, aún tengo la urgencia vital de compartirlo con gente que no conozco, como el público de Buenos Aires”.
Federico Irazábal, director artístico del FIBA, propuso a Rodrigues traer la obra a Buenos Aires luego de verla en Montevideo. Irazabal no duda en considerar que, por la relación con la literatura y por la presencia de la memoria como elemento central de la resistencia popular, es especialmente interesante presentarla aquí. En aquel momento, cuando comenzaron las conversaciones para sumar la presencia de By heart al Festival, el actor, dramaturgo y director portugués comenzaba a ser uno de los personajes relevantes de la escena europea, aun siendo muy joven.
Además de haber confirmado su talento y su ductilidad, ha montado clásicos de Shakespeare y Chejov; ha dirigido ópera, y conmueve con su nuevo espectáculo, Caterina y la belleza de matar fascistas, donde tensiona la relación entre los procesos democráticos y los nuevos movimientos de corte autoritario en Europa. En septiembre de 2022 fue designado como nuevo director del Festival de Aviñón, tal vez el más influyente del mundo en las artes escénicas, tanto por su formato original como por su voluntad de producir un encuentro entre las vanguardias y los públicos en general. “Con el tiempo descubrí que el ejercicio de la dirección artística de un festival es más un trabajo de paciencia que de concentrar la capacidad de selección estética. Que Tiago llegué a Buenos Aires siendo el director del Festival de Aviñón, después de varios años de intentarlo, es la frutilla del postre que mereció el esfuerzo y la espera”, comenta Irazábal a Infobae Cultura.
El festival francés tiene 75 años, fue creado en 1947, y tiene muchas particularidades, entre ellas la ocupación de la ciudad como espacio para la presencia de las artes. Lo que implica la participación de casi todos los habitantes, de una u otra manera, y la de abrir espacios y proponer actividades no convencionales. Por otra parte, al hacerse en una pequeña ciudad en el sur de Francia, también representa una manera de descentralizar territorialmente la presencia de la cultura.
Asumir la dirección artística del Festival de Aviñón implica no solo un desafío, sino un deseo potente para Rodrigues. “Cuando escribí mi candidatura para la dirección no era una candidatura, era una carta de amor de dieciocho páginas a un festival que ha cambiado mi vida de espectador y de artista”, define. “La manera que comprendo la dirección es de intentar de colocar al servicio del festival mi creatividad, mi fuerza de trabajo, mi pasión. Yo soy apasionado de ese festival”.
Una de las claves con la que enfrenta el nuevo desafío es el respeto por la historia. “Mi llegada a la dirección la comprendo como un músico puede comprender una partitura. Está escrita la composición, el código genético de Aviñón existe porque tiene esa historia. Pertenece al público y a los artistas que construyeron esa historia. Entonces a mí me cabe interpretar la partitura. Quizá algunas notas las voy a tocar un poco más fuerte, otras notas un poco más rápido, pero la partitura está escrita antes de mi llegada”.
Para Rodrigues esa partitura incluye tres uniones, o matrimonios, complejos que son el centro del espíritu del Festival. “Primero tenemos el matrimonio entre exigencia, innovación, experimentación, excelencia, calidad, complejidad de las obras, y el acceso fácil de la más amplia y más diversa cantidad de espectadores. Es la utopía de teatro popular que convierte en fácil el acceso a lo que es complejo. Esa complejidad la necesitamos en nuestro mundo en 2023, porque es un mundo complejo que merece narrativas complejas, que no simplifiquen demasiado el mundo y el arte, algo que el teatro hace con mucha maestría. Debemos convertir esa complejidad en algo lúdico, en placer, en fiesta. A mí me parece que ligar esa complejidad a un acceso fácil para todas y para todos, de modo que quien está en la sala pueda acceder a la complejidad. Eso me apasiona y me parece que está en el cromosoma de Aviñón”.
El segundo maridaje que propone para su gestión, que tendrá la primera edición en el mes de julio de este año, está íntimamente ligado con By heart y la memoria. “Otro matrimonio improbable es entre el pasado y el futuro. La ciudad en sí misma es un lugar patrimonial con mucha historia, presente en monumentos históricos también. Cuando vemos una obra en el Patio de Honor del Palacio de los Papas, estamos viendo una obra en un lugar marcado por siglos de historia, historia de Europa, por supuesto, pero también de casi ochenta años de historia del teatro. Es el sitio donde han habitado los papas, pero también donde Romeo Castellucci presentó Inferno. Entonces, esa idea de que en este sitio está el patrimonio de la humanidad, pero también el patrimonio de los artistas, hace que tengamos el deber de continuar inventando ese patrimonio futuro. Lo que experimentamos hoy, con riesgo, en Aviñón como en FIBA y como en muchos festivales de creación, implica que quizá no todos los espectáculos son obras maestras, pero sabemos que en esta búsqueda, estamos creando el patrimonio de futuro. Nadie podría hablar hoy de Inferno de Castellucci en el Palacio de los Papas si un día no hubiera habido una directora o un director que hubiera dicho ‘Bueno, vamos a tomar el riesgo con Romeo y hacer esa obra un poco loca, muy difícil, que quizá puede un día ser recordada u olvidada’. Ese gesto de urgencia creativa es lo que nos garantiza un patrimonio para las próximas generaciones. Entonces, a nosotros en Aviñón, ese matrimonio entre pasado, patrimonio, memoria y futuro, nos parece muy importante. Lo que proponemos es que inventemos los laboratorios de búsqueda y de experimentación del futuro dentro del lugar de la memoria”.
Finalmente el último matrimonio improbable tiene que ver con lo que ocurre en Aviñón cada mes de julio desde 1947. “Es una pequeña ciudad del sur de Francia, con su identidad, con sus diversidades, con sus ideas, con su historia, ese mes entra en un paréntesis encantado. Entonces, en julio, no es francesa, es políglota, es mundial, es global. Allí está Buenos Aires o Reikiavik, tanto como París. Allí además creamos un paréntesis donde vamos a compartir, a vivir juntos, a hacer la fiesta, a ilusionarnos, a debatir para no batirnos, con pasión, con convicciones, pero buscando la energía y la creatividad que puede alimentar el resto del año hasta que el julio próximo nos encontremos de nuevo en Aviñón, esa ciudad de mundo”.
En una grata presentación que se hizo en la embajada de Francia en Buenos Aires, sobre Tiago Rodrigues como director del Festival, se anunció que en 2024 el invitado especial será el idioma español. Allí expresó varias ideas sobre la importancia de los puentes entre culturas y de los festivales –y la palabra– como dispositivos para construirlos, y asumió para sí, e invitó a los presentes, a vivir en las fronteras como lugar de encuentro y donde en muchos casos se disuelven las identidades. Es por eso que ante la pregunta sobre cómo sería la relación de Aviñón con la escena argentina y latinoamericana, prefirió dejar constancia de cierta incomodidad con las generalizaciones sobre estéticas regionales o nacionales. “Yo creo que, en tanto artista portugués que nació en Lisboa, puedo tener más afinidad o proximidad estética y política con un artista de Beirut o de Buenos Aires, y me quedo por las ciudades que empiezan con B, que con un artista que habita en mi barrio. Me parece que en la creación artística, sobre todo en el siglo XXI, con una movilidad tan acelerada, tanto acceso a información, a la posibilidad de dialogar, de conocer a la persona que está del otro lado del mundo, se convierte muy difícil un análisis generalista”.
Sin embargo, aceptó el desafío de destacar algunas de las claves con las que mira la escena de este lado del mundo, aunque aclarando que lo hace desde lo que pudo conocer desde Europa, porque es la primera vez que visita nuestro país. “Lo que siempre me impresionó en el teatro argentino, quizá porque nunca he visitado la Argentina antes, son los autores. Hay una gran fuerza en la escritura dramática. Desde muy joven, por ejemplo, sigo el trabajo de Lola Arias, porque se presentó muchas veces en Portugal. Es alguien que admiro muchísimo, pero también otros artistas, como Mariano Pensotti o Federico León. Pero los conocemos un poco más en Europa porque se presentaron más veces allí, y se convierte un poco en vitrina, en imagen de lo que pensamos que sea ese teatro de un país que nunca es el teatro de ese país. Pero tengo esa impresión de un teatro argentino muy fuerte en el texto, muy fuerte en los actores, con una mirada, con una pasión muy, muy, fuerte por el teatro y también con una sofisticación de una experimentación muy interesante”.
También aportó una mirada sobre el teatro latinoamericano, que vinculó con algo que pasa en Europa, y que pudimos presenciar el año pasado en el Festival Mirada, cuando el teatro portugués, como invitado especial, llevó la memoria y el pasado colonial a la escena. “Me parece que hoy en América Latina, y no es un fenómeno solamente de las artes performativas, es muy importante las formas representación como tema, como cuerpo, como arte y artistas de los pueblos originarios, me parece que ahí radica una de las cuestiones muy fuertes para todo el sistema, sea teatral o cultural en general, de estos países. Mirar de frente a estas cuestiones, que son problemáticas o complejas y dialogar y enfrentarlas, positivamente, para pensarlas. De la misma manera que para muchos países europeos una de las grandes cuestiones en las artes performativas, como en la cultura en general, es cómo pensar hoy el pasado colonial, incluso aún en muchos casos neocolonial, de los países europeos hacia países de otros continentes. Me parece que así podemos identificar algunas cuestiones evitando generalizar, porque en Buenos Aires mi alma gemela existe, y seguramente es más próxima a mí que a otro artista porteño”.
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