Lila Avilés y Tatiana Huezo: las mujeres del cine mexicano en Berlín

Dos films se destacan en este importantísimo encuentro de cine mundial. En la competencia oficial está “Tótem”, de Lila Avilés y “El eco”, de Tatiana Huezo

Guardar
Trailer de El eco, de Tatiana Huezo

Desde Berlín - El cine mexicano tiene una importante presencia este año en la Berlinale, con varias películas en sus distintas secciones. Entre todas ellas se destacan dos que participan en las principales competencias que tiene el festival. En la oficial está Tótem, película de ficción de la directora de La camarista, Lila Avilés. Y en la competencia Encounters participa El eco, de Tatiana Huezo, la realizadora de Noche de fuego. Las dos cineastas están, además, entre las más destacadas no solo de ese país sino de toda América Latina. Y su presencia aquí es también un amplio espaldarazo para el cine de este continente hecho por mujeres.

Son dos películas muy distintas entre sí. Tótem es un drama con apuntes de comedia que transcurre a lo largo de un día en el que se prepara y desarrolla la fiesta de cumpleaños de Tona, un joven treintañero que tiene un cáncer terminal. La película está contada desde el punto de vista de Sol, su pequeña hija de siete años, que observa toda esa jornada de nervios y celebración con miedo, tristeza y dolor. Es un extraordinario cuento coral acerca de esa forma tan mexicana de tratar el tema de la muerte de un modo festivo y plagado de amor y afecto.

Te puede interesar: Cuatro grandes filmes que se presentaron en el Festival de Berlín

Lila Aviles y Naima Senties
Lila Aviles y Naima Senties en la presentación de 'Totem' en Berlín (Crédito: REUTERS/Michele Tantussi)

El eco marca el regreso al documental de la directora de Noche de fuego. Aquí Huezo y su equipo se instalan en un pequeño pueblo del interior mexicano para retratar las vidas de unas familias campesinas, centrándose principalmente en el esforzado trabajo de las mujeres de la comunidad y en la relación entre madres e hijas con el trasfondo del patriarcado que se hace sentir en cada situación. Se trata de un relato sencillo y honesto que pone el eje también en el traspaso de conocimiento y en la importancia de la educación para combatir y resistir a las amenazas de violencia.

“Fue un trabajo muy difícil, muy complicado, pero a la vez muy feliz”, dice, entre risueña y emocionada Avilés, cuya anterior película, La camarista, había sido su carta de presentación en el mundo de los festivales internacionales. Es que Tótem fue filmada en pandemia, prácticamente en una sola locación, y con un amplísimo elenco, cada uno con un rol importante dentro de una historia coral. “Yo cargo con esta historia desde hace ya mucho tiempo y sabía que era una película compleja en términos de casting –dice–. Fue un trabajo difícil pero muy bonito también el de adaptar el guión a los actores, a las características de las niñas. Y cuando llegó Naima (Senties, que interpreta a Sol) me impresionó mucho. Ella tenía algo muy amoroso y eso era ideal para la película porque Tótem trata del amor. Y encontrar a esa niña fue un tesoro. Ella nunca había actuado antes pero conectamos enseguida, conversábamos mucho y ella entendió muy bien lo que le pasaba a su personaje.”

Avilés se asume como “una persona muy caótica” y asegura que en el rodaje “fue súper importante poder parar y meditar 20 minutos por día. Después de comer yo me tengo que ir encerrar ese tiempo y la verdad que fue precioso. Yo nunca he regrabado nada. Me preparo bien y lo que hay es lo que es. Siento que mi trabajo es como el de una gimnasta. Te preparas y luego sales al terreno. Con Naima hablamos de lo que le pasaba al personaje y lo entendió perfectamente. Tiene esa capacidad de que puede cambiar mucho, pasar de estar muy feliz a irse a las aguas de la melancolía. Todo el equipo la adoraba y para ella, en tiempos de Covid en el que no iba a la escuela, también fue muy importante estar ahí”.

La directora salvadoreña nacionalizada mexicana,
La directora salvadoreña nacionalizada mexicana, Tatiana Huezo (Crédito: EFE/Iván Villanueva)

La película de Avilés ha sido recibida aquí con extraordinarias críticas y muchos medios la dan ya como una de las posibles candidatas a ganar alguno de los premios principales de la competencia oficial. A la directora le preocupa menos eso que la experiencia de poder compartir estos momentos con su equipo y con la pequeña Naima, que está en Berlín. “Tótem es una película sobre el amor. Yo soy entusiasta de la yoga y mi maestro siempre me dice: “acciona, no pienses”. Y nosotros pensamos mucho, todo el tiempo pensamos. Es un ejercicio humano, pero a veces solo hay que hacer. Y creo que eso es algo muy lindo del cine. Es cierto que es complejo y que se necesita toda una estructura, no es como el trabajo de un pintor. Pero luego, una vez que tienes eso, ya solo es hacer y luego pulir y seguir puliendo”

Por su parte, el trabajo de Huezo como documentalista fue más largo y requirió otro tipo de procedimientos. “Esta película nació antes de Noche de fuego –cuenta–. Yo venía de estar 15 años trabajando con esta herida que atraviesa México que es la de la violencia, con historias de vida tan rotas y tan brutales. En este tiempo fui madre de una niña que crece y eso influyó primero en Noche de fuego, que es una historia de infancia, y luego en El eco. Quería capturar esos momentos se te escapan como agua entre los dedos, esa primera vez de los niños. Explorar esa mirada infantil, los primeros momentos que te perturban, las cosas que se te quedan clavadas. Quería alejarme un poco de ese contexto violento para poder mirar la vida y seguir contando México desde otro lugar.”

El eco marca el regreso
El eco marca el regreso al documental de la directora Tatiana Huezo

Fue así que Huezo decidió, cuenta, “buscar en escuelas rurales, en el mundo campesino. Ahí podía estar la magia que estaba persiguiendo. Es un mundo amenazado por depredadores y proyectos extractivos. Y también por un ahogo económico importante que, sumado a las sequías provocadas por el cambio climático, provoca la migración y la fragmentación de las familias.” La realizadora, que antes de su paso a la ficción había hecho los premiados documentales El lugar más pequeño y Tempestad, sintió que quería volver al género que la vio nacer. “Pasamos cuatro años conociendo a las familias del pueblo, trabajando con ellos y ganándonos su confianza. Y de a poco empezamos a filmar –explica–. Me interesaba contar el aprendizaje de los niños, en la escuela, con sus padres, con sus hermanos. Me importaba hablar de esa herencia de padres a hijos con respecto a la Tierra. Es una sociedad muy patriarcal en cuanto a los roles definidos previamente –un hombre no levanta un plato de la mesa, por ejemplo–, pero a la vez los hombres no están presentes todo el tiempo y las que se hacen cargo del día a día, de la siembra, la cosecha y la crianza de los hijos son las mujeres”.

Con dos mujeres como sus más destacadas representantes y temáticas que, por una vez, le escapan a hablar de ciertos tópicos muy “festivaleros” como la violencia y el narco, México muestra aquí otra faceta de su cine, una que quizás no tiene quizás la repercusión internacional que merece. Un cine sensible, humanista, que prioriza las relaciones afectivas y las acciones solidarias aún en medio de una situación social que a veces puede ser difícil y hasta agobiante.

Seguir leyendo

Guardar