Las vacaciones, para quienes nos gusta leer, son un paraíso y más aún lo eran durante la infancia, porque significaba la posibilidad (casi) infinita de destinar el tiempo para devorar y devorar libros. Por eso este listado de Infobae Cultura, que recomienda novedades y no tanto, con la emoción, el humor y la atemporalidad como nexos.
En varios de los libros, sus protagonistas están de vacaciones, con sus abuelos o abuelas, hay mascotas, hay aventuras, hay aire libre. Hay libros álbum, acercamientos a la novela gráfica, pero todos tienen como conector el tiempo libre, sin tiempo, lo que permite que sean leídos por las infancias, pero retomados en cualquier momento de la vida. Porque, finalmente, ¿quién dijo que los libros para chicos no pueden ser leídos por los grandes? (Pero esa es otra historia…)
Fuera de pista (Adriana Hidalgo-pípala), de Maylis de Kerangal y Tom Haugomat
Maylis de Kerangal (Reparar a los vivos) y Tom Haugomat (A través) proponen un viaje a través de un paisaje nevado. Con las ilustraciones tan reconocibles de Haugomat, en dos colores que por entramado forman varios tonos más, Maylis de Kerangal construye, una vez más, una profunda historia que va directo al corazón.
Pudiendo ser incluida dentro de las novelas de iniciación, Fuera de pista guarda mucho más que las varias historias que ilustración y textos expresan. Solo es cuestión de intentar descifrarlas.
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Cómo llegar a la luna (Lecturita), de Nicolás Schuff y Ana Sender
En una paleta de colores que remiten a la noche –aun cuando es de día–, Cómo llegar a la luna narra la aventura de Emilio y su abuelo para “llegar a la luna” durante unas vacaciones.
Pero, como suele suceder, muchas veces lo importante es el recorrido más que el destino.
Lo sorprendente es cómo se resuelve la llegada a la luna. Otro libro para emocionarse y que subraya de una manera muy bonita la relación entre abuelos y nietos.
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Nunca vi una bruja (Periplo), de Luciana De Luca y Francisco Cunha
Otra historia con abuelos, pero, esta vez, con una abuela muy especial y una nieta muy charlatana que la describe con humor, a la vez que se preocupa porque nunca vio una bruja.
Un libro álbum que invita a reírse del concepto de bruja, y cuyo cierre tiene un test para responder, en plan satírico, si los lectores conocen algún personaje que responda a esa definición…
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Argentina natural (AZ), de Octavio Pintos
¿Quién dijo que la ciencia es aburrida? ¿Quién dijo que aprender y sumar conocimiento solo es potestad de la escuela? De un tiempo a esta parte se han editado libros informativos que rompen con los modelos tradicionales de “libros de texto” asociados a lo didáctico y escolar.
Así sucede con Argentina natural, una propuesta hipertextual en la que se abre la posibilidad de conocer el país, sus regiones, sus parques nacionales, cómo visitarlos, cómo cuidarlos, quiénes fueron los precursores en el cuidado de la naturaleza, entre un extenso índice.
En una edición muy cuidada, tanto niños, niñas y sus familias recorrerán el país de norte a sur y de este a oeste, saciando la curiosidad de todos con datos que más de uno desconocía.
El complot de Las Flores (loqueleo), de Andrea Ferrari e ilustrado por Raquel Cané
Una novela y dos historias. Como superpuestas, en una misma línea temporal –la crisis de 2001– y en un mismo pueblo (ficticio) de la Patagonia –Las Flores–, se entraman ambas. Por una parte, la mudanza de Mara y su familia a ese pueblo, desde Buenos Aires, por el nuevo trabajo de su papá. Por la otra, la situación que atraviesa Las Flores a causa de la coyuntura social y económica que se vive a nivel nacional.
Basada en hechos reales –Andrea Ferrari se documentó sobre la existencia de poblados que durante la crisis peligraron su existencia–, El complot de Las Flores es una novela que recupera el ritmo de los pueblos pequeños, su vida calma y los detalles cotidianos que se esconden cuando se baja la marcha y se sabe observar todo en perspectiva.
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Orquesta de animales (Abran cancha), de Luciana Murzi y Mariela Califano
Un colorido libro acordeón que puede leerse ad infinitum es una retahíla colorida para los más chicos, pero que va a fascinar a los más grandes, por sus ilustraciones y personajes.
Animales de todos los tamaños, y hasta un extraterrestre, se animan a tocar juntos, y muy felices, instrumentos en un día pleno de sol.
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Un día… (Limonero), de Guillaume Guéraud y Sébastien Mourrain
Si existieran los libros de protesta, Un día… sería una muestra de ello. Con iguales dosis de ternura y humor, este libro es un reflejo de los enojos y quejas que teníamos en la infancia ante las normas, los buenos hábitos y consejos que, más tarde o más temprano, valoraremos.
Un día… reivindica los ideales de la infancia y las certezas de la adultez. Es un libro para volver, cada tanto, descubrir detalles en las ilustraciones y detenerse en las palabras, para encontrarse con que nada de lo que esperábamos era ni tan malo ni tan ideal.
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A los perros buenos no les pasan cosas malas (Baobab), de Elvira Sastre e ilustrado por Ayesha L. Rubio
Es innegable que Elvira Sastre es poeta, y para quienes alguna vez la oímos recitar, podemos fácilmente imaginar este cuento leído por ella.
También es posible imaginar que Tango, el perro de la protagonista de este cuento fue su Tango de la infancia y que esa niña es la Elvira niña.
Este cuento habla de la amistad, de las mascotas que cambian su estatuto por el de familia, y a la vez, de una manera profunda y dulce, nombra a la muerte.
Un libro sin edad.
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