El Festival de Berlín regresa a su normalidad con fuerte carga política y gran presencia latinoamericana

La 73ª edición de la Berlinale comenzó con discurso del presidente de Ucrania y siguió con muestras de solidaridad hacia los cineastas iraníes perseguidos. Películas de México, Chile, Argentina y Brasil se reparten en las distintas secciones

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La directora del Festival Mariette Rissenbeek y la actriz Kristen Stewart, miembro del jurado, resaltan en la demostración de solidaridad con los cineastas iraníes perseguidos por el gobierno de su país (Foto: REUTERS/Nadja Wohlleben)
La directora del Festival Mariette Rissenbeek y la actriz Kristen Stewart, miembro del jurado, resaltan en la demostración de solidaridad con los cineastas iraníes perseguidos por el gobierno de su país (Foto: REUTERS/Nadja Wohlleben)

Después de tres años de complicaciones, trabas y problemas, el Festival de cine de Berlín volvió a ser algo más o menos parecido a lo que era antes de la pandemia. En función de sus fechas, de las distintas olas de contagios y de las diferentes políticas nacionales ligadas al COVID-19, cada festival grande tuvo una relación distinta con aquello que se convirtió oficialmente en pandemia en marzo de 2020. Cannes se suspendió en 2020, se hizo tarde y a media máquina en 2021 y volvió a la normalidad en 2022. Venecia, por la época veraniega en la que transcurre, jamás se suspendió y, con las precauciones del caso, se siguió haciendo. Berlín la tuvo más difícil.

La edición 2020 fue en febrero de ese año y aquí ya existía el temor por un virus que estaba empezando a aparecer en las noticias. Ese año, el festival se alcanzó a realizar, pero en 2021 pasó a la virtualidad (Cannes y Venecia rechazaron de plano tener una versión online). En 2022 estaba por volver a la normalidad, pero la ola de Omicron obligó a dar marcha atrás y hacer una edición breve y “minimalista”. Ahora, a tres años de aquella edición en la que se hablaba de un virus raro chino que estaba golpeando duro en Italia, Berlinale ha vuelto a ser lo que era. O, al menos, eso se espera.

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Sean Penn en la conferencia de prensa sobre su documental "Superpower", el sábado 18 en Berlín (REUTERS/Nadja Wohlleben)
Sean Penn en la conferencia de prensa sobre su documental "Superpower", el sábado 18 en Berlín (REUTERS/Nadja Wohlleben)

Hay cosas que han cambiado en los festivales y que quizás ya no vuelvan a ser como antes. Si bien ya no hay testeos obligatorios –en 2022 sí lo había–, se ven muchísimas personas en las salas con mascarillas. Las entradas hay que sacarlas online, con nombre, apellido y asiento numerado, abandonando ese criterio más laxo que solía haber antes de estos controles. Y quizás lo más duro de todo es que se nota menos gente y hay un espíritu menos positivo. Los festivales de cine siempre han tenido un costado social importante –fiestas, eventos, celebraciones, cenas, bares llenos, etcétera– y eso, si bien no ha desaparecido del todo, no tiene las mismas dimensiones de otras épocas. Y en Alemania eso se siente más que en países ahora más laxos con el tema sanitario como pueden ser Italia, Francia y España. Si antes la idea de “festival” y “fiesta” parecían directamente relacionadas, hoy queda claro que son dos cosas distintas.

Trailer de El eco, de Tatiana Huezo

Esta edición 73 presenta una importante selección latinoamericana, aunque solo una película –la mexicana Tótem, de Lila Avilés– está en la competencia oficial. Sin embargo, títulos de ese país, de Chile, Brasil, Argentina y otros se reparten en las distintas secciones de este gigantesco evento que por diez días parece tomar media ciudad. El sábado tuvo lugar el estreno mundial de El eco, documental de Tatiana Huezo, la directora de Noches de fuego, que compite acá en la sección Encounters. Se trata de un cálido retrato de las vidas de los habitantes de un pueblo mexicano, lidiando principalmente con la transmisión de conocimientos y los cambios culturales que, de a poco, van llegando a esas zonas rurales de hábitos más tradicionales.

En lo que respecta al cine argentino ya tuvo su estreno mundial Arturo a los 30, de Martín Shanly, una alocada y neurótica comedia sobre un joven que atraviesa una difícil etapa en su vida y en cómo todo se le complica aún más en medio de la boda de su mejor amiga. Presentada y aplaudida el mes pasado en el Festival de Sundance, La memoria infinita, de la chilena Maité Alberdi (El topo) es un emotivo documental que se centra en un reconocido periodista chileno, Augusto Góngora, que sufre Alzheimer, y en Paulina Urrutia, su esposa, actriz y ex Ministra de Cultura de ese país, que lo acompaña y lucha en la batalla contra la enfermedad.

Trailer Arturo a los 30, de Martín Shanly

La competencia internacional comenzó sin grandes sorpresas pero tampoco decepciones. Es un año sin nombres demasiado célebres –más allá de unas pocas excepciones– pero con algunos cineastas en crecimiento de los que se esperan grandes cosas. El realizador holandés radicado en Australia Rolf de Heer presentó The Survival of Kindness, una brutal película casi sin diálogos acerca de una mujer negra que es dejada encerrada en una jaula en medio del desierto en un futuro apocalíptico. Tras liberarse de esa prisión imposible, la mujer recorrerá escenarios de destrucción cuyo origen no se explica pero en los que aparecen como temas las pandemias, el calentamiento global y el racismo. No es una película demasiado sutil, pero sí un poderoso llamado de atención a un futuro más posible de lo que parece a primera vista.

Trailer de The Survival of Kindness, de Rolf de Heer

Algún día nos lo contaremos todo, una de las películas alemanas que ya se presentaron, es la adaptación al cine de la novela homónima de Daniela Krien en la que confluyen dos temas: los cambios que la reunificación alemana de 1989 generó en las vidas de los habitantes de la ex Alemania Oriental y, en medio de eso, un tórrido affaire amoroso entre una chica de 19 años que vive con la familia de su novio y un hombre mayor con el que tiene una intensa serie de encuentros sexuales que luego se convierten en una relación romántica. Más cerca del espíritu del melodrama clásico que de la película sociopolítica, el film de Emily Atef es por momentos fascinante pero pierde puntos al dejar de lado casi todo aquello que podía haber transformado a la historia en algo más que un típico relato hot de un romance prohibido.

Blackberry, del estadounidense Matt Johnston (The Dirties) cuenta de un modo original, apostando a la comedia, la historia acerca del ascenso y caída de la empresa que iba a revolucionar el mercado de los teléfonos celulares y luego cayó ante la aparición del iPhone y de sus propios y groseros errores empresariales. Y de las películas presentadas hasta el momento la mejor ha sido The Shadowless Tower (La torre sin sombra), del realizador chino Zhang Lu, un drama centrado en la vida de un crítico de restaurantes, su relación con la fotógrafa que lo acompaña en sus tareas y de la que se enamora, y en cómo ambos colaboran en la búsqueda de un misterioso personaje del pasado familiar al que el protagonista no se atreve a confrontar. A lo largo de 145 densos minutos, pero con mucho humor, inteligencia y agudas observaciones sobre los secretos de una familia y el temor de hacerse cargo de ellos, Zhang hace un magnífico retrato de una masculinidad en crisis y de un país que teme, también, lidiar con algunos asuntos complejos de su pasado.

Kristen Stewart, miembro del jurado y estrella del festival, el sábado en Berlín (Foto: REUTERS/Nadja Wohlleben)
Kristen Stewart, miembro del jurado y estrella del festival, el sábado en Berlín (Foto: REUTERS/Nadja Wohlleben)

El jurado presidido nada menos que por la actriz Kristen Stewart –que es el centro aquí de todos los flashes, junto a Sean Penn que trajo a Berlín un documental centrado en el presidente ucraniano Volodímir Zelensky– tiene por ahora una tarea más que difícil que afrontar. Pero esto recién comienza y todavía queda mucho por recorrer y muchas películas para ver. El camino de “regreso a la normalidad” de los festivales de cine, eso sí, tomará bastante más tiempo del que muchos imaginaban.

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