Ciencia ficción en Argentina hoy, el estado de las cosas

Katherina Orlowski, Pablo Rodrigues, Federico Reggiani y Darío Lavia, activos editores locales, detallan placeres y pesares del oficio, describen la actualidad del género y cuenta cómo hacen para surfear las olas de una crisis permanente

Katherina Orlowski, Pablo Rodrigues, Federico Reggiani y Darío Lavia cuentan cómo es editar ciencia ficción hoy en la Argentina

En Argentina, la historia de las revistas de ciencia ficción nacionales y su impacto ha sido estudiada minuciosamente por el investigador, docente y escritor Carlos Abraham. En Las revistas argentinas de ciencia ficción (2013, reeditado y ampliado en 2022) y Las historietas argentinas de ciencia ficción (2020), Abraham recorre página por página las publicaciones del género, que tiene ilustres ejemplares en Más allá, Minotauro, o El Péndulo. La actualidad de la literatura de ciencia ficción en el país es auspiciosa, aunque no lo parezca a simple vista. Publicaciones recientes de editoriales como Ayarmanot, Ediciones Ignotas, Indómita Luz y Borde perdido (Córdoba), con la edición de la novela con tema ufológico Antena, de Francisco Marzioni, dan cuenta de la buena salud del género, que se gana un lugar en medio de los contratiempos generales para publicar. En cuanto a las revistas de ciencia ficción, podemos mencionar a Sensacional, “la revista sensacionalista de fantasía científica”, que tiene como línea editorial el estilo de los pulps norteamericanos de la primera mitad del siglo XX.

Existe toda una tradición de editar ciencia ficción a como dé lugar: en dictadura, en democracia, en momentos de crisis económica, en momentos de mayor bonanza… Tal vez la ciencia ficción sí sea una literatura de escape, un punto de fuga válido para una realidad que nos ha bombardeado desde que tenemos uso de razón… Y ha dejado un polvo radiactivo que todavía produce malestares. Pero basta de metáforas, vayamos al testimonio de las fuentes.

Infobae Cultura entrevistó a algunos responsables de publicaciones vinculadas con la ciencia ficción: Katherina Orlowski y Pablo Rodrigues, pilotos de la nave Chirimbolito, Federico Reggiani, a cargo de Libros del Cosmonauta, y Darío Lavia, editor de Cineficción.

La editorial Chirimbolito está comandada por Katherina Orlowski y Pablo Rodrigues

Chirimbolito grupal

Con una fortísima impronta pulp-retro del período de oro de las publicaciones de ciencia ficción (en Estados Unidos solamente, entre 1896 y 1959 se editaron infinidad de títulos, con una tirada de 1.000.000 de ejemplares en el pico de popularidad, la mayoría de ellas con frecuencia semanal, quincenal o mensual), Chirimbolito es el proyecto colectivo y pasional de un grupo de jóvenes aficionados por la ciencia ficción, que se traduce en un producto sólido, con una estética lograda.

Katherina Orlowski, “el álter ego oficial de Chirimbolito”–nom de plume con el que escribe– comenta que nació en Argentina y estudió Letras, “como todo el resto del equipo menos los ilustradores”. El nombre con el que publica pareciera ocultar algo, lo cual puede señalar un desinterés por la fama o el reconocimiento masivo. Orlowski bromea: “Yo, personalmente, me mantengo en el anonimato, situación que ha dado para todo tipo de teorías conspirativas, como que soy un extraterrestre, una inteligencia artificial o un sujeto de poco estado físico frente a una 486″, pero sí existe, y su producción literaria, de fanzines y libros (relatos y novelas) es copiosa, incesante.

Por su parte, Pablo Rodrigues es el editor de Chirimbolito, lo que implica “recibir los textos y hacer los comentarios pertinentes a la autora; enviarlos a la correctora; decidir con los ilustradores cuál sería la mejor tapa; diseñar el libro en su totalidad, e imprimirlo, encuadernarlo y venderlo. Excepto escribir y corregir, hago todo lo demás. Como, por ejemplo, contar quiénes son las otras personas que trabajan en Chirimbolito”. Como si se tratara de una corporación misteriosa de dudosas intenciones, en Chirimbolito no parece haber roles adjudicables a cada uno de los miembros.

"La ciencia ficción es extraña, y, como todo género, casi imposible de definir", dice Orlowski

Completan el equipo Sol Portaluppi, lexicógrafa que trabaja en la Academia Argentina de Letras y es la correctora de todo lo que publican, los ilustradores, Gabriela Barretto, profesora en Artes Visuales y tatuadora; Javier Olazábal, ilustrador, y Robert Gaughran, ilustrador y bombero, el único extranjero –estadounidense– del grupo.

Orlowski comenta que su afición por la ciencia ficción comenzó en su infancia. “Mis padres eran lectores asiduos de diversos géneros, entre ellos la ciencia ficción. Aunque quizás mi primer acercamiento no fuera la lectura, sino la admiración que sentía por unas revistas alemanas de mi papá que se llamaban Utopia. No sabía qué decían, más lo que él me podía contar; pero las ilustraciones con humanos y robots batallando marcaron mi imaginación a fuego. Más tarde, cuando me cansé de leer a Stephen King (o, mejor dicho, cuando ya no tenía más que leer de él), regresé sobre esas primeras revistas y otros libros en español de ciencia ficción, y fue un camino de ida”. Por otro lado, Rodrigues señala: “Del resto del equipo, creo que solo yo soy asiduo de la ciencia ficción. No obstante, me inclino más por el cómic y el cine que por la literatura. Sí, he leído a todos los clásicos (y a otros no tan clásicos), pero prefiero una buena película”.

Consultada por el significado de la ciencia ficción, Orlowski opina que “es extraña, y, como todo género, casi imposible de definir. Me gusta pensarla como todo aquello que una editorial etiqueta como ciencia ficción. En cualquier caso, es lo que me gusta y me apasiona, y lo que escribo siguiendo dos simples premisas: que las historias no caduquen y que, a la vez, generen ese sentimiento de extrañeza que las hace tan apasionantes. Lo primero es porque no quiero sacar un relato que al mes quede viejo porque se inventó una pantalla holográfica, y lo segundo, obviamente, es porque el lector debe maravillarse con lo que tiene en sus manos”, y concluye que “para escribir lo mismo que escribió otro, ni me molesto”.

“Katherina (Orlowski) es una máquina imparable de escribir", señala su compañero Pablo Rodrigues

Orlowski quiso dedicar sus esfuerzos a escribir historias de terror, pero un día, recuerda, “hace ya como cinco o seis años”, se le ocurrieron “un par de historias de ciencia ficción, al típico estilo Bradbury, que, luego de escribirlas y de dárselas para leer a otras personas, tuvieron una excelente recepción. Eso me entusiasmó y trabajé un poco más el género, hasta que creí que podría publicar algo sin que me lo tiraran por la cabeza. Lo hablé con Pablo, el editor (que conocí jugando al League of Legends), y surgió la idea de llevarlo a la realidad. Juntos, investigamos las posibilidades de que una editorial del país nos acoja, pero nos dimos cuenta de que eran cero. Si queríamos editar, tendríamos que hacerlo nosotros mismos. Por eso, antes de tirarnos a la pileta, imprimimos unos fanzines y los regalamos en librerías de Buenos Aires y a gente por la calle. El público las recibió con los brazos abiertos y, en un raid de locura sin parangón, compramos las máquinas para poder producir todo nosotros. De repente, el garaje de Pablo se llenó de impresoras, hendidoras, abrochadoras de revistas, encuadernadoras de libros, laminadoras… ¡Y acá estamos!”

Respecto de las contrariedades y las alegrías de editar ciencia ficción en el país, Orlowski responde: “Argentina, ¡país de oportunidades! El mercado editorial en Argentina va en contra de nuevos escritores de ciencia ficción, o de terror o de cualquier cosa. Simplemente, no está abierto a innovar excepto que seas influencer o algo por el estilo. Afortunadamente, nuestros lectores piensan de otro modo y leen cualquier cosa que publicamos. ¡Somos muy afortunados! Porque eso hace posible seguir adelante”. Rodrigues señala que Chirimbolito se las ha ingeniado para publicar con cierta regularidad gracias a que “Katherina es una máquina imparable de escribir. La verdad es que se nos hace complicado a los demás mantenerle el ritmo, porque ella escribe, escribe y escribe. ¡Imposible publicarlo todo! De hecho, las historias que salen hoy tienen un atraso de como dos años desde que ella las escribió. Obviamente, tratamos de mantener una línea y un criterio de publicaciones para que no se transforme todo en un cocoliche”. También es un factor determinante que tengan sus propias máquinas.

¿Quiénes son los lectores de Chirimbolito? Orlowski señala que tienen “para todos los gustos. El primero, obvio, es el típico fanático de la ciencia ficción clásica, uno que no se pierde un solo número de Unknown Science Stories. Pero también hay personas que encontraron en los relatos una buena forma de entretenerse y de pasar el rato, o de salir de un bloqueo lector. Hay seguidores que empezaron a leer ciencia ficción conmigo. Las novelas de Creepy Cosmos, por otro lado, las lee un público principalmente juvenil, aunque también hay adultos que las siguen. Suelo incluir referencias de los Simpsons y de la cultura popular, y la gente se divierte con eso. No obstante, ya sea una serie u otra, trato de no ser pretensiosa. Lo odio. Tampoco va conmigo eso de crear finales que necesitan de cinco lecturas para entenderse, y evito el lenguaje coloquial o soez. La literatura es arte, pero también hay que venderla, y, en esa línea, trato de crear textos amenos y aptos para todo público. Por ejemplo, en Creepy Cosmos nadie muere. A lo sumo, se transforma en zombi”.

"Criaturas de fuego", de Olaf Stapledon, editado por Libros del Cosmonauta

Historietas, traducciones y ficciones al por mayor, en formato bolsilibro

Infobae Cultura también habló con Federico Reggiani, multiinstrumentista-capitán en Ediciones del Cosmonauta, proyecto editorial independiente con base en La Plata. Reggiani, quien además es bibliotecario, guionista de historietas y pintor aficionado, comenta que su iniciación a la ciencia ficción sucedió cuando empezó a leer “libros que no eran ‘infantiles’, aunque cuando yo era chico (hace demasiado tiempo) los libros infantiles eran Verne, Salgari, Stevenson. Nunca lo viví como una lectura ‘de masas’, al contrario. Ahora que lo pienso, es raro, pero lo viví como un ingreso a la ‘alta literatura’. Supongo que tiene que ver con que mis lecturas eran casi exclusivamente la colección Minotauro y El Péndulo. Y por un tiempo, leí todo como si fuera ciencia ficción o a lo sumo alguna rama del fantástico (Borges, García Márquez, cualquier cosa). Me llevó bastante llegar a entender que una novela podía ser buena aunque no hubiera cosas raras”.

Reggiani opina que lo que más le gusta de la ciencia ficción es “la irresponsabilidad: para mí es la literatura en estado puro. No sé si a un purista de la ciencia ficción esto le caerá bien, pero a mí me gusta del género que casi no tiene reglas. No me interesa la previsión del futuro, ni la rigurosidad tecnológica: no me interesa demasiado entender el presente, o hacer filosofía: me interesa la imaginación desatada y las frases hermosas. Y en la ciencia ficción, si uno usa la escenografía o la utilería, puede escribir cualquier cosa. Pero a la vez, no es la libertad vacía de la fantasía pura o de algún vanguardismo. Me gusta que haya algún anclaje en la realidad (porque puedo poner una nave que usa un “motor extrasolar de cationes” que vaya uno a saber qué es, pero no una nave que se convierte mágicamente en pájaro) y a la vez una plena libertad imaginativa”.

"Una historia de la edad de piedra", de HG Wells, editado por Libros del Cosmonauta

El caballito de batalla de Libros del Cosmonauta, que acaba de incorporar a la editorial una novela del uruguayo Ramiro Sanchiz, es un éxito de ventas que estuvo algo olvidado en el ámbito nacional: R.U.R (Robots Universales Rossum), del checo Karel Čapek, obra teatral que puso en el léxico mundial la palabra “robot”.

Sobre las dificultades que encuentra para publicar, Reggiani comenta que “son las del mundo editorial en general. Costos disparados, dificultades para distribuir. Pero no puedo quejarme mucho: en estos dos años hemos editado 14 libros, tenemos mil proyectos. Y no siento mayor problema con editar género (eso puede ser porque salgo poco, claro). Al contrario: nos facilita definir el catálogo. Y la alegría máxima de editar libros que me parecen hermosos, en contenido y en forma. Ahí corro con la ventaja de ser amigo de un diseñador e ilustrador superlativo, Eduardo Karakachoff, que le dio a los libros (y en especial a la colección Astronave, de narrativa) una identidad perfecta. Así que cada libro nuevo es una alegría en sí”. Con la publicación de obras de H.G. Wells (Una historia de la edad de piedra) y Olaf Stapledon (Criaturas de fuego), Libros del Cosmonauta llena el vacío que en otras latitudes cubre el mundo académico: la traducción y divulgación de obras clásicas del género.

"R.U.R (Robots Universales Rossum), del checo Karel Čapek, editado por Libros del Cosmonauta

Cine y ciencia ficción, en una constelación de tinta y papel

Darío Lavia es editor responsable de Cineficción y webmaster de Cinefania.com. En ambos roles ha logrado publicar un buen número de textos dedicados al género fantástico y a la ciencia ficción, especialmente en el cine, aunque hay páginas dedicadas a las series, los cómics y la literatura. Su trabajo hemerográfico es notable, y responde al interés (que debería producir imitadores, especialmente entre los investigadores universitarios) por preservar el archivo periodístico nacional.

La historia de las publicaciones que Lavia ha pergeñado a lo largo de los años es extensa. “En 2009, luego de 10 años de andadura con la web Cinefanía decidí ofrecer un libro de regalo para los lectores, que en aquella época eran virtuales pues provenían de diversas partes del mundo. Así que armé una compilación de artículos vinculados con el cine fantástico en formato PDF y lo ofrecí en descarga gratuita. Adicionalmente, con el objeto de obsequiarlo a los colaboradores, imprimí un número pequeño de ejemplares que en aquel inicio iban anillados.

Las novelas de Creepy Cosmos son leídas principalmente por público juvenil

Esa publicación se llamó Libro de oro de Cinefanía. Con el correr de los años la cosa fue mejorando hasta animarme a editar el primer libro de oro directamente en formato físico, que fue el libro de oro de “Monstruos”', que representa su best-seller, al ir por la cuarta edición. Lavia comenta: “Animado por amigos como Juan Moyano, Christian Vallini Lawson y Mariano Buscaglia, lanzamos la revista Cineficción en 2014 de la que ya van 13 números publicados. Manteniendo la publicación de los anuarios y la revista, surgió la posibilidad de una publicación diferente, más pequeña que los libros de oro pero sobre temas específicos, sin sarasa, pues hoy en día la gente tiene mucha menos paciencia y tiempo libre ya que su atención está casi monopolizada por sus propias notificaciones, así nacieron los breviarios de Cinefanía, del que ya hemos publicado diez volúmenes, siempre con las portadas confeccionadas por la excepcional artista plástica Gabriela Rodas”.

A propósito de los pros y los contras de editar publicaciones relacionadas con el cine fantástico y de ciencia ficción, Lavia sostiene que “uno de los estímulos más grandes es el desdén de la mayoría de los medios masivos, instituciones culturales y festivales internacionales vinculados al género cinematográfico. Este silencio es una especie de amansadora, su propósito es desanimar al arribista o al novatín pero, a la vez, también crea una especie de desafío por sacar adelante el proyecto contra viento y marea, y creo que venimos respondiendo con brío pues entre libros, breviarios y revistas, llevamos más de 5.000 páginas a las bibliotecas de los coleccionistas y amantes del cine de América, Europa y Asia.

Las alegrías también provienen de programas como TN Tecno, Cultura Pop, Un mundo feliz, El pacto Copérnico o el festival “Buenos Aires Rojo Sangre”, que nos dan espacio para darnos a conocer y eso permite que la gente se entere de que existimos. Pero estas son excepciones que surgen por afecto y amistad, la realidad es que nuestras publicaciones no interesan al público masivo, entonces las instituciones que podrían dar una mano hacen bien en no involucrarse. ¡Pues hay que tener en mente que la meta es hacer que las publicaciones lleguen a los lectores y no que se pierdan en intermediarios que no pueden distinguir a H.G. Wells de Orson Welles!”.

La editorial Chirimbolito está comandada por Katherina Orlowski y Pablo Rodrigues

Lavia recuerda que se inició en la ciencia ficción gracias a El profesor chiflado (1963), con Jerry Lewis, y continuó “viendo una y cada una de las películas que daban por televisión y, más tarde, por el cable, recortando artículos de los diarios en pos de ampliar la poca información que se contaba por entonces acerca del cine y, en especial, del cine fantástico”. Lavia fue tomando nota de cada película que veía, para poder recordarlas más adelante, y así fue armando un archivo personal, que fue engrosando con recortes de los avisos de estrenos en la sección Espectáculos de los diarios porteños. Luego, “en plan de ‘recuperador urbano’”, comenta Lavia, fue “relojeando las esquinas donde gente arrojaba desperdicios en busca de secciones de Espectáculos y cualquier otro material bibliográfico vinculado con el universo de la ciencia ficción y lo fantástico que, por alguna razón que no he logrado hasta ahora deducir, a veces solían ser descartados como basura”. Su cirujeo revisteril ha dado frutos, sin duda alguna.

La ciencia ficción, para Lavia, tiene un valor de universalidad. Para él, significa “un género trasversal que cruza todas las disciplinas artísticas y que nos involucra a través de la imaginación, del invitarnos, empujarnos a pensar qué pasaría si, y de ahí en más, cualquier hipótesis fantástica que cobre viso de realidad, bajo una lógica interna rigurosa como ecuación matemática”. En cuanto a la actualidad y al impacto subjetivo que se le puede atribuir al género, el editor señala que en los años del confinamiento por COVID-19, “el haber visto y leído ciencia ficción me fue muy útil, porque ese cine y literatura me familiarizó con la idea de aislamiento obligado, de enrarecimiento de lo doméstico y de la inminencia del diario aplazamiento de lo inevitable”.

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