Hay opiniones que se convierten en una carta de presentación de contundente veracidad. Como la de Nicholas Payton, el trompetista ganador de un premio Grammy y con más de 20 discos como líder. “El toque de Anthony Wonsey en el piano es insuperable” dijo, tras decenas de shows y grabaciones compartidas.
Algunos años después, el pianista nacido en Chicago en 1972, guarda aquellas palabras como un recuerdo orgulloso. Pero hoy el aval no es otro que su propia música, forjada en años de escenario y grabaciones junto a Wallace Roney, Chico Freeman, Roy Hargrove, Antonio Hart, Kenny Garrett, Nneena Freelon y hasta el mismisimo Elvin Jones, parte sustancial del histórico cuarteto de John Coltrane.
Con esa historia a cuestas y con nueva música, Wonsey regresa a Buenos Aires, para presentarse este viernes y sábado en Bebop (donde ya tocó en marzo de 2022). Y lo hará al frente de un trío de excelencia, que completan el bajista Lonnie Plaxico (quien acompañó a Chet Baker, Art Blakey y Cassandra Wilson entre otros), y el baterista Carmen Intorre, por años sideman de Pat Martino. Como invitado se alineará junto a ellos el trompetista Mariano Loiácono, una de las figuras centrales de la escena local.
En diálogo con Infobae Cultura desde Nueva York. Wonsey destaca la singularidad de los shows que presentará en Buenos Aires con este trío que, según confiesa, armó en base a un deseo personal: “Yo quería tocar con Lonnie”, dice sin disimulos.
—¿Hubo alguna razón especial para este deseo, más allá de los indudables pergaminos de Plaxico?
—Para mí el músico más importante de una banda es el bajista. He tenido la oportunidad de tocar con grandes bajistas como Christian McBride, Dave Williams, Charnett Moffet, Milt Hinton. Y entonces aprendí que con un buen bajista puedo tocar lo que se me viene a la cabeza. Por eso quería tocar con Lonnie. Porque él tiene un bagaje musical muy grande. Creció en los 70s y ha tocado mucha música. No solo jazz, también Rhythm and Blues, soul, lo que le pidas. Cuando yo comienzo a tocar un tema de R&B, Lonnie se los sabe todos. Si dudas que es uno de los más grandes bajistas de los últimos 40 años y por todo eso yo quería tocar con él y armé este trio con esa idea.
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—Trío al que también se suma Carmen Intorre en batería. ¿Qué nos puede decir de él?
—Para mí Carmen es uno de los mejores bateristas de la escena de Nueva York. No toca desde las notas. Toca desde la cultura afroamericana. Lo conocí cuando yo estaba en el grupo de Nicholas Payton. Él estaba en la secundaria y nos iba a ver en los shows. Luego nos quedábamos hablando de música. De músicos blancos y músicos negros. Por eso entendió desde muy joven que el jazz es una forma de arte que tiene su origen en el África negra. Que la puede tocar cualquiera en cualquier parte del mundo. Pero para eso tiene que meterse en la cultura afroamericana. Tiene que saber sobre eso. Yo estuve viviendo en Japón y me podía comunicar con la gente todos los días. Pero nunca alcancé el grado de intimidad que tienen entre ellos. Porque no pude conocer en profundidad su cultura. Esto es igual.
—¿La enseñanza del jazz en escuelas y universidades favorece esa cercanía que usted plantea?
—Es que eso es algo que no se estudia en los libros ¿sabes? Te cuento algo. Yo tengo una amiga argentina que toca el piano. Ella no es profesional, pero sabe tocar. Un día me enseñó algunos temas de música argentina. Y yo me senté al piano para hacerlos. El ritmo me resultaba fácil y conocía los acordes. Pero ella todo el tiempo me decía: “Eso no es así. Eso no está bien. No te sale”. Y si bien yo toco mejor que ella, nunca alcancé esa cercanía que pedía la música y que ella sí tenía. ¿Por qué? Porque me estaba metiendo en una cultura que no era la mía y no había tenido tiempo suficiente para conocerla como debía. Eso lo vemos con muchos europeos que vienen a tocar acá. Gente que solo ha estudiado de los libros. Conocen las notas y quieren tocar el ritmo. Pero no suenan a nada.
—De todas maneras, es innegable que hay músicos de jazz europeos muy buenos…
—Yo he tocado con músicos de todas partes del mundo. Muy buenos músicos. Pero los que realmente tocan bien jazz son muy pocos. Porque muchas veces pasa que, aunque les guste la música negra, no les gusta la gente negra. No respetan a la gente negra. Y eso se advierte en su música.
—¿Y cómo ubica en ese análisis a Mariano Loiácono, con quien va a estar tocando en Bebop?
—Cuando escucho a Mariano me doy cuenta de inmediato que le gusta la cultura negra y la respeta. Me alcanzan las primeras cuatro o cinco notas para darme cuenta quien ama y respeta la música y la cultura negra o quien viene más desde el lado europeo.
—Usted nació en Chicago, una ciudad importante en la historia del género con figuras icónicas, desde King Oliver o Bix Beiderbecke hasta el Art Ensamble of Chicago. ¿Esa singularidad sigue vigente en la actualidad?
—Sigue teniendo esa escena importante de la que hablas, pero ahora más basada en el blues, que siempre fue la parte más fuerte de la ciudad. De ese blues, de músicos como Muddy Waters, se nutrieron en los años 60 los grupos ingleses, como los Rolling Stones o músicos como Eric Clapton, Mick Jagger y muchos otros. Claro que, como dices, Chicago tenía su voz dentro del jazz. Pero eso también estaba en otras ciudades. Si ibas a San Francisco escuchabas a Chet Baker o Harold Land. La gente allí estaba tranquila, de vacaciones y la música sonaba relajada. En Detroit, con las montañas y las industrias, suena de otra manera. Y en Nueva York la gente toca rápido y quiere demostrar cuánto toca. Por eso, la escena cambió. Como cambió en todo el mundo.
—Suele decir que los maestros, como Elvin Jones, no solo le enseñaron música, sino también le dieron lecciones de vida. En tal sentido ¿cuál es su postura frente a las nuevas generaciones?
—Yo también intento pasar la antorcha, como lo han hecho conmigo. De eso se trata. Ese es el mensaje de Dios. En cuanto a Elvin, él era un maestro en todo sentido. Una noche, en uno de mis primeros toques con la Elvin Jones Machine, me acerqué a su camarín y le pregunté si le parecía bien como estaba tocando. Yo era muy joven y vanidoso y esperaba que Elvin me felicitara y me dijera que yo era increíble. Me miró y me dijo: “Esta música se trata de honestidad. Nadie mejor que tú mismo para saber qué tienes que tocar y si lo estás haciendo bien”. Fue toda una lección.
—Hablando de pase de antorchas. El crítico norteamericano Nate Chinen dice que es imposible pronosticar el futuro del jazz. ¿Qué piensa de eso?
—El jazz va a progresar cuando se muera gente como Nate Chinen. El único momento bueno de los críticos es cuando se mueren. Viven diciendo estupideces de la gente negra y de la música negra. Gente estúpida que cree saber de música y opina sin sentido, en vez de sentarse, escuchar y escribir sobre lo que escuchan. De lo que sienten cuando escuchan.
—Su último disco, Lorrain´s Lullaby (La canción de cuna de Lorrain), fue producido en 2021 durante la pandemia. ¿Cómo fue trabajar bajo esas condiciones tan limitadas?
—Fue muy extraño. Fue la última situación en la que hubiera pensado para grabar un disco. Nadie estaba trabajando. No fue nada sencillo, sin dudas.
—Hay una cita allí que me llamó la atención y me gustaría saber por qué la incluyó: “Se necesita un pueblo para criar un niño”.
—Yo soy el resultado de algunas cosas. Primero que todo de Alá. Luego de mi comunidad. Porque para criar un niño no alcanza solo con la madre y el padre. Se necesita de toda la comunidad. Yo tuve mucha ayuda de mi gente cuando era niño. Y en la canción de cuna de Lorraine estoy agradeciendo a todas las personas del pueblo que continúan criando ese niño. Pero hoy todo el mundo es tan egoísta que solo piensa en sí mismo o en sus más cercanos. Y sin embargo el Covid nos vino a mostrar que todos necesitamos de todos. También nos mostró que lo que sentíamos como normal o natural, no lo era tanto. Yo tocaba en los locales agradables, con buen ambiente, buena temperatura. Las mejores condiciones. Y cuando llegó la pandemia fui a tocar a las plazas y los parques. Con mucho frio y otras condiciones. Entonces aquello que me había sido tan natural, ya no lo era. Y yo regresé de aquello más agradecido a la vida.
* VSP Trio en Bebop. (Anthony Wonsey, piano. Lonnie Plaxico, contrabajo. Carmen Intorre, batería. Músico invitado: Mariano Loiácono, trompeta.) Viernes 17 y sábado 18. Primera función 20 h. Segunda función 22.45 h. Uriarte 1658. Palermo. CABA. Entradas en www.bebopclub.com.ar
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