Parecen dibujos hechos por un niño prolijo y detallista. Las pinturas “ingenuas” encuadradas dentro de lo que se ha llamado arte naíf son obra de personas que se dedican a pintar sin haber pasado por ninguna academia. Son los artistas espontáneos o, como se dice en algunos países, empíricos, que no ostentan conocimientos técnicos ni teóricos. Son autodidactas cuya relación con el concepto de arte es estrictamente personal.
La denominación naíf (del francés naïf, “ingenuo”) se aplica entonces a la producción de artistas outsiders, aficionados que se dedican a la pintura al margen de sus ocupaciones principales. Por caso, uno de los primeros representantes de esta corriente, el francés Henri Rousseau (1844-1910), era llamado “El Aduanero”, dado que se ganaba la vida como recaudador de impuestos sobre las mercancías que entraban en París.
Es preciso apuntar que el desarrollo de un estilo individual identificable y una expresividad poética son factores que distinguirán a un pintor naíf de otros pintores y escultores aficionados, y del artista autodidacta en general. Aunque también se lo llama arte ingenuo, esta ingenuidad no debe ser considerada de forma peyorativa, sino que está ligada a la búsqueda de la simplicidad para plasmar una visión del mundo sincera y exenta de artificios.
A golpe de vista, en estas pinturas se destacan los colores brillantes y contrastados y unas proporciones y perspectivas inusuales, con una cierta falta de lógica en la forma y el espacio. Los elementos se ubican en primer plano y los contornos están definidos con mucha precisión. La pintura no presenta claroscuros y es detallista y minuciosa.
Se considera que el primer registro del empleo de la palabra naíf para designar representaciones pictóricas “torpes” está en una línea del poema Au Cabaret-Vert, 5 heures du soir, del francés Arthur Rimbaud (“Je contemplai les sujets très naïfs / De la tapisserie”; “Contemplé los temas muy ingenuos del tapiz”). Es en Francia donde, hacia fines del siglo XIX, comienza a despertar un interés por pinturas con cierto lirismo y “frescura”, de la mano de artistas como Henri Rousseau. Le Douanier (el Aduanero) Rousseau, admirado y reconocido por otros artistas como Picasso, Kandinski o Gauguin, y cuyas obras hoy se exhiben en la Galería Nacional de Londres y en el Museo MOMA de Nueva York, es considerado el creador del arte naíf. Sus telas muestran escenas apacibles, sin tensiones, problemas, ni violencia.
Es también en Francia donde se organizó la primera exposición de arte naíf, en 1928 en París. Los participantes fueron el mismo Rousseau, André Bauchant, Camille Bombois, Séraphine Louis y Louis Vivin, conocidos colectivamente como “los pintores del Sagrado Corazón”.
Poco tiempo después, a principios de la década de 1930, el arte naíf se populariza en Croacia, donde encuentra un terreno fértil entre los campesinos pobres. Antes que artistas, estos campesinos eran primero trabajadores de la tierra y de los campos, o pescadores o plomeros o carpinteros. Pintaban por pura vocación, sin conocimientos de perspectiva ni de anatomía o historia del arte, retratando la vida en el campo de una manera poética, romántica.
Estas primeras camadas de pintores no tenían acceso a los lienzos, por eso comenzaron a experimentar con diferentes materiales. Intentaron primero pintar sobre madera, pero pronto la descartaron: absorbía demasiada pintura y eso salía caro. Decidieron que el vidrio funcionaba mejor, así que desarrollaron una complicadísima técnica para poder pintar sobre él. Al revés que la pintura sobre un lienzo, la pintura sobre vidrio se comenzaba a partir de los detalles, y se pintaba no encima del vidrio sino en su reverso, así que la imagen se iba trazando al revés, como vista en el reflejo de un espejo. Los cuadros se componían de capas sobre capas, y se dejaban secar al sol.
Si bien en un principio el arte naíf se vinculó en Croacia con las obras de los campesinos y trabajadores, con el transcurso del tiempo algunos de ellos consiguieron cierto éxito y se convirtieron en artistas profesionales. A comienzos de la década de 1930, el pintor croata Krsto Hegedusic (1901-1975) regresó de sus estudios en París y fundó la Escuela de Hlebine en el pueblo del mismo nombre. Allí, reunió a un puñado de artistas autodidactas y les brindó la oportunidad de desarrollarse como pintores. Entre ellos estaban Ivan Generalić (1914-1992), uno de los más aclamados por todo el mundo, Franjo Mraz (1910-1981) y Mirko Virius (1889-1943).
Durante la década de 1930, predominan los temas sociales y un tratamiento realista de las escenas rurales. Las obras posteriores muestran un paisaje más idealizado que debe más a la imaginación que a la observación. Sin embargo, el arte naíf no sólo refleja aspectos positivos de la vida, y también se pueden encontrar temas oscuros y trágicos dentro del género. La obra de la segunda generación de artistas de la Escuela de Hlebine, como Ivan Večenaj y Mijo Kovačić, data de los años 50 y 60, e incluye figuras burlescas y grotescas, así como obras inspiradas en temas bíblicos, con un fuerte uso del color. El pintor Ivan Lacković, conocido por sus escenas crepusculares y sus característicos y melancólicos paisajes alargados, está considerado uno de los dibujantes más brillantes y notables del arte naíf.
Un indicio de la importancia que adquiere en Croacia esta corriente artística es que la ciudad de Zagreb, capital de ese país, alberga el museo dedicado al arte naíf más antiguo del mundo. El 1 de noviembre de 1952 fue fundado como Galería de Arte Campesino. En 1956 pasó a llamarse Galería de Arte Primitivo y formaba parte de las Galerías Municipales de Zagreb (hoy Museo de Arte Contemporáneo de Zagreb). Desde 1994, de acuerdo con una decisión del Parlamento croata, su nombre oficial es el de Museo Croata de Arte Naíf.
El Museo Croata de Arte Naíf se encuentra en el barrio histórico de Gradec, a un lado del funicular que lleva a la base de la torre Lotrscak. Es un pequeño museo que guarda más de 1.850 obras de arte entre cuadros, esculturas, dibujos y artes gráficas. Hay trabajos de más de quince clásicos del arte naíf croata de la célebre Escuela de Hlebine y otros autores independientes. En la sala principal del museo se destacan las obras más tempranas, de principio de los años treinta, de Iván Generalić, que enfatizan la problemática social (La requisición, 1934), así como las obras de realismo poético, donde se acentúa el ambiente romántico del paisaje rural (Vacas en el bosque, 1938, Segadores, 1939). Junto a esas obras está también el autorretrato que pintó en la década de 1970, con un enfoque más moderno.
El célebre Ivan Generalić fue uno de los primeros pintores naíf de Croacia en desarrollar un estilo creativo distintivo y alcanzar un alto nivel profesional en su arte. Asimismo, las esculturas en piedra de Lavoslav Torti, y las de madera de Petar Smajić son los primeros ejemplos de escultura naíf croata.
La obra de Emerik Feješ (1904-1969) es un ejemplo del naíf urbano, con temas exclusivamente de escenas urbanas y arquitectura caracterizados por la composición geométrica y el uso vivo y expresivo del color. Matija Skurjeni (1898-1990), otro distinguido artista, creó obras de fantasía con paisajes líricos con poderosas distorsiones.
En la actualidad, un grupo de campesinos aficionados a la pintura producen cada año, en el norte de Croacia, huevos de Pascua gigantes, de más de dos metros de altura, decorados con escenas de arte naif de la vida rural de la zona.
Los pintores, todos autodidactas, exponen sus obras cada Semana Santa en la plaza central de Koprivnica, a unos 100 kilómetros de Zagreb. “Lo hacemos por pura diversión. Para nosotros es un placer”, asegura uno de los cinco pintores que en la aldea de Molve pintaron los huevos gigantes, en un testimonio recogido por la agencia EFE en 2018. “Siempre se trata de una obra colectiva, conjunta. Cuatro o cinco pintores amigos solemos pintar un huevo gigantesco, cada uno una escena, una parte”, añade.
Los huevos muestran imágenes de la vida rural de esta región, situada cerca de la frontera con Hungría en el valle del río Drava, e incluyen escenas de las casas típicas, de las faenas cotidianas de los campesinos locales, las iglesias y los molinos fluviales.
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