Todo lo que pasó antes de que llegara el premio Bologna Ragazzi: una entrevista con Yael Frankel

La ilustradora argentina conversó con Infobae Cultura sobre el premio, sus procesos de trabajo, sus libros, sus personajes y su pasión por la lectura. “Me parece que todo lo feo tiene una belleza tremenda”, aseguró

"Todo lo que pasó antes de que llegaras", el libro de Yael Frankel que fue premiado en la Feria Internacional del Libro Infantil de Bologna

A Yael Frankel le dicen Yalu. Nació en Buenos Aires en 1967. Ilustra y escribe libros. Su libro Todo lo que pasó antes de que llegaras acaba de ganar el premio al mejor libro de ficción en la Feria Internacional del Libro Infantil de Bologna (Italia) elegido entre 2349 títulos. El año pasado obtuvo una mención especial en el mismo certamen por el libro ¿Quién tiene un bosque? (Claraboya ediciones, 2021).

En 2015 publicó Un hueco (Calibroscopio, 2015) que fue uno de sus primerísimos libros como autora integral. Las ilustraciones de su libro El ascensor (Limonero, 2019), ganaron el primer premio en el Festival de Literatura para niños de Sharjah. Ha publicado libros, además de Argentina, en Italia, China, Francia, España, Corea del Sur, Colombia y Chile.

Yael es una lectora voraz, ama viajar y leer y no le gusta cocinar. Le encanta escuchar podcast y suele compartir en las redes sus libros favoritos y algunas canciones dibujadas. Diseñadora gráfica de profesión, cuenta que empezó a ilustrar de grande, formándose con ilustradores con los que fue gestionándose talleres porque le gustaban mucho. Como diseñadora, se dedicó a diseñar packaging de juegos para niños, hasta que dijo basta, ya que le empezó a molestar que sus dibujos estuvieran inmóviles en un paquete. “Quiero que tengan movimiento, que cuenten historias.” Así fue que llegó a los libros álbum. El primero que publicó fue en Italia y se llamó Niente di niente (Kite, 2014). Muchos libros y muchos premios pasaron entre su primer libro publicado en Argentina (Una siesta antes de comer, La Bohemia, 2014) y el Premio Bologna-Ragazzi 2023.

Yael tiene una risa contagiosa y el humor, la ironía, la síntesis y la poesía son parte esencial en su obra.

Yael Frankel

La cita es por zoom. Recibe a Infobae Cultura en su estudio, que tiene una ventana por la que entra mucha luz y, a un costado, una mesa llena de lápices, pinceles, marcadores, papeles, cuadernos y libros.

Todo lo que pasó… está dedicado a “todos aquellos que cuando llegamos tarde al cine, nos cuentan cómo empezó la película” y es una suerte de diario ilustrado para el hermanito que está por llegar. Tal como señala el dictamen del premio, el libro cuenta una historia particular que se convierte en universal.

–¿Cómo recibiste la noticia del premio?

–La noticia me la dio Manu (Manuel Rud, editor de Limonero). Yo estaba yendo para el estudio, escuchando uno de mis podcasts favoritos que es Vidas Prestadas, de Hinde (Hinde Pomeraniec), o sea, estaba re distraída, pero al tener el volumen alto escuché que entró un mensaje, entonces saqué el celular, que en general no lo saco en la calle, era Manu, que escribió mi nombre con muchas “u”, a mí todo el mundo me dice Yalu, y eso era todo. Entonces yo le contesté: Manuuuuuuu. Y él tardó mucho en responder: “seguro que ya sabes”. Y yo: ¿seguro que ya sé qué cosa?, “seguro que ya sabes lo de Bologna”, así que fue con mucho misterio. Y ahí me mandó una captura de pantalla del premiazo, así, terrible. Se me dibujó una sonrisa gigante en medio de la calle, pero también me puse a llorar. Mucha emoción, porque sé lo que implica un premio en ese lugar y en ese país y en esa feria, obviamente. No lo esperaba para nada, ni siquiera sabía cuándo el jurado lo iba a dar a conocer, o sea, no estaba muy a la expectativa, estaba más bien, mucho más a la expectativa de otro concurso que amo, que se hace una vez cada dos años: es el de la isla de Nami en Corea. El año que yo lo gané (El ascensor, Limonero, 2019) estábamos en pandemia, entonces no pude viajar y el premio de Nami es principalmente el viaje y me dan unas ganas tremendas de ganarlo otra vez, así que como que estaba mucho más pendiente de ese que del de Bologna. Fue completamente inesperado. Muchísima alegría.

–Hablas de que en general en cada uno de tus libros el proceso es distinto, ¿cómo surgió la idea de Todo lo que pasó antes de que llegaras?

–Este libro empezó muy concretamente con un personaje, a veces me pasa eso, estar dibujando porque sí y descubrir a un personaje que me gusta mucho, entonces como que le quiero como sacar el jugo y digo, bueno, ¿qué puede estar haciendo?, ¿qué le puede picar a este personaje? Era el protagonista, que es un nene que tiene un montón de pelo. No quería meterme por lo obvio, si tiene mucho pelo, entonces va a ir a la peluquería o como tiene mucho pelo, se lo van a querer cortar. Empecé a pensar alguna historia. Lo primero que dibujé lo hice con papel carbónico. Para probar porque me fascina probar cosas nuevas y ver qué sale. Tengo como la rara ocurrencia de que si voy a usar marcadores nuevos seguro va a salir más lindo lo que haga.

–Como con el cuaderno nuevo…

–¡Exacto! la letra te sale más linda seguro. Bueno, con los materiales me pasa eso. Salió este personajito, empecé a dibujar y de pronto estaba rodeado de peces. Con una pecera que se había roto.

Entonces, cuando rompí la pecera, que se le habían ido los peces al carajo, dije: tal vez éste sea como un guachito hermano mayor que pueda joder a su hermanito menor. Fueron dos o tres ilustraciones pensando en una línea de tiempo. Lo primero que les mostré a Limonero fueron esas páginas y ellos casi te diría que compraron una idea, porque no había nada más. Les conté de la línea de tiempo, a Lu le encantó y enseguida me contestó que fuéramos para adelante. Con el libro El ascensor (Limonero, 2019) también fue un poco así el proceso, como que me dejan hacer (risas). Entonces con Todo lo que pasó… yo seguí.

–¿Cómo fue el recorrido para llegar al libro publicado?

–Mi primera idea era hacer un leporello (un leporello es un libro que tiene forma de acordeón) como algo infinito, entonces así podíamos hacer una línea de tiempo enorme, donde el nenito este iba nacer, a existir, a crecer, a tener un hermanito... Pero en un momento Lu (Lulu Kirschenbaum, editora de Limonero) y Manu me dijeron genial, pero leporello no, porque nos parece, por experiencia, que termina destruyéndose en las manos de los pibes. Pensémoslo como libro álbum. Entonces tuve que abandonar la idea de la línea de tiempo, porque al dar vuelta a la página se perdía.

–La línea quedó en las guardas…

–Claro, quedó en la guarda gracias a una idea de Sonia Basch, que era la directora de arte de la editorial, que es una genia y me dijo que se le había ocurrido que dejemos la línea de tiempo solo para las guardas. Así que fue resetear la cabeza para pensar en algo que no fuera completamente lineal y que igual se tratara de un hermano mayor que le quiere contar algo al hermano menor. Como cuando el personaje le dice “Puedo ir a la escuela caminando, a veces con papá y a veces con mamá. A vos no sé quién te va a llevar.” Algo de eso, como diciendo un poquito de miedo vas a tener antes de venir acá, no te la vas a llevar así de arriba.

La línea de tiempo que atraviesa el libro

–Mirá… Yo ya tengo muchas cosas resueltas…

–Claro. No va a ser gratuito. Yo soy la cuarta hermana, así que tengo también experiencia de hermana menor y de las guacheces de los hermanos mayores. Como que ellos se ganaron todo solo por llegar antes. Ya de adultos, con nuestros padres muy grandes me contaron un montón de cosas que yo no sabía para nada, cosas que habían pasado en mi casa, donde vivíamos los seis, pero que yo nunca me había enterado.

–Ahí está lo de la película empezada de la dedicatoria…

–Exacto, exacto, como cosas que pasaron cuando yo no existía, pero que pasaron en esta casa adonde yo también llegué y con esos padres que compartí con mis hermanos, así que me parece como muy alucinante eso.

–Volviendo a la línea de tiempo que aparece en las guardas… hay algo clave ahí, son parte importante de la historia, ¿no?

–Total. Te diría que creo que es la primera vez que hago una guarda con tanto significado. En general las guardas, por lo menos que yo recuerde, son más bien decorativas y alguna que otra tiene algún datito ínfimo. Ahora me acuerdo que en Te busco (Periplo, 2021), hay una mamá con una nena que se esconde en el cajón y al final en la guarda aparece todo lo que encontró en el cajón, pero en este libro me parece que quedó como un principio y un final importantes, a nivel guarda quiero decir. Porque es antes y después del hermanito, además. Hay un solo dato, muy tierno, que se ve en la guarda final. Que para el hermano mayor es importante y es que durmieron juntos. La idea de los datos también fue de la editorial, porque la guarda venía como con muchos datos divertidos por llamarlos de alguna manera, sin ubicarlos en el tiempo hasta que a ellos se les ocurrió ¿Qué pasa si la guarda final ponemos datos del hermanito que ya nació?

–Me quedé pensando en esto que me decías de tus hermanos mayores, ¿el libro es en cierta medida autobiográfico?

–No, no, todo inventado, totalmente inventado, menos las guardas. En las guardas todos los datos tienen que ver con mis hijos, sus fechas de cumpleaños, o como cuando dice: “Aprendí a sumar. Es fácil. Por ejemplo: 3+4= 7″. Mi hijo es matemático, entonces quería que esté; después hay otro que habla de un amigo que vino a dormir y lloró, que tiene que ver con mi hija cuando era chiquita. Pero en el cuento no, no hay datos autobiográficos, para nada, nunca tuve perro, tampoco.

–¿Cómo fue el trabajo plástico en este libro?

–Necesitaba en principio imitar el trazo de un nene, lo que es dificilísimo, porque el libro es una especie de diario ilustrado y escrito por este nene protagonista. Él lo está ilustrando y lo está escribiendo para su hermanito, entonces yo tenía que imitar no solamente la voz narrativa de un nene chiquito, sino también el trazo. Y el papel carbónico me vino espectacular porque cuando dibujas sobre carbónico no ves nada de lo que está quedando. Así que cuando levantaba el carbónico para ver, salía muy desprolijo. A mí me encanta esa línea desprolija. Una amiga me dijo, yo no sé si existe la palabra, “vos sos re feista” Y sí, me encantan las cosas feas, amo cocinar feo (risas). Me parece que todo lo feo tiene una belleza tremenda. Por eso el papel carbónico me vino de lujo para que la línea no sea perfecta. No puse el papel blanco sobre el carbónico y otra vez papel, porque iba a saber a dónde iba. Dibujé sobre papel negro con birome negra, sin tener la menor idea de cómo quedaría el trazo.

–Como misterioso el resultado, ¿no? Me hace pensar en el proceso de revelar rollos de fotos…

¡Total! Porque cuando levantas el carbónico no sabes qué estará allí. Bueno y pasaron cosas re lindas, la verdad. Yo estoy contentísima con cómo quedó.

–¿Cómo fue la búsqueda de la voz del protagonista? Un poco me llevó a la niña de Contame más (SM, 2017)

–No lo había pensado, sí, puede ser. Si bien la voz de esa nena es mucho más acotada, más tímida. Uno de mis objetivos con este nene era que casi no respirara al hablar. Me gustan mucho esos nenes que largan todo sin respirar, casi como que después se acuerdan de que tenían que respirar, que tomar aire para seguir hablando. Así que ahí hubo mucho ida y vuelta con la editorial que al principio quería mucha puntuación y yo no. Me lo re perdonaron igual (risas). Lu me decía: “déjanos poner un punto en algún lado, te lo pido por favor, nos hace falta un punto”. Y ahí yo dije, ok, un punto está bien, pero más no. Y cuando lo leía con mi voz interna siempre era como muy bestial.

–Como una catarata, ¿no?

–Total. Un vómito del nene. Y no sé, no, no me costó mucho encontrarla. Me parece que hay una voz mía ahí dando vueltas, que también habla así y me habla así a mí. Por todo lo que yo no hablo, porque yo soy súper súper callada. Y bueno, no esto que te decía, la exposición no me gusta, no me gusta hablar, o sea, te juro por mi vida, prefiero estar callada, entonces la bomba va por dentro, y a veces sale por algún lado.

–Todo lo que pasó parece ser también un libro sobre el tiempo que pasa… hay nieve, hay calor…

–Esto fue una propuesta también de la editorial cuando ya casi teníamos más o menos el libro armado. A ellos les pareció crucial el personaje de Ernesto, que es el perro, que era un personaje más. Ellos me dijeron: “levantemos a Ernesto, que es demasiado importante y no aparece”, y ahí fue cuando Ernesto vino a estructurar un poco más el libro y entonces se me ocurrió que podíamos hacer algo parecido a las cuatro estaciones a medida que pasaba el tiempo. Quedamos en que iban a ser páginas que iban a bajar un poco de tanto alboroto, porque hay mucho bochinche y cosas que pasan en casi todas las páginas y éstas iban a funcionar como para darle una pausa.

–Y le dan ritmo también…

–Exacto. Incluso para el que lee, que también como que te quedas sin aire.

–Como el protagonista

–Sí, porque no había muchas pausas, porque casi no hay comas ni puntos, entonces tenían algunas páginas para tranquilizar la cosa. Y en esas páginas Ernesto dice algo, como que, aunque haga frío a él, nunca a nadie le dice que se tiene que abrigar.

–El libro tiene también algunas acotaciones que arman distintas capas de lectura

Si son acotaciones chiquititas, como anotaciones al margen que aparecen en algunas páginas. Fueron finalmente ordenadas, como que al principio estaban mezcladas con parte del texto del nene.

–¿Pensás en algún lector en particular cuando escribís?

Mira alguna vez me lo preguntaron y dije que no, casi me tiran como con cacerolas por la cabeza, pero la verdad verdadera es que no. Para nada. Sé que suena re tonto, cursi y bizarro decir que es para mi niña interior, pero la verdad es que me parece que me compenetro un montón, no sé si es con la niña interior mía. Pero con algo que me lleva hacia donde yo quiero ir, algo así como eso que me dirige sin necesidad de que yo tenga que visualizar los destinatarios.

–Como que la decisión de para quién es el libro es posterior, es de la editorial

–¡Si! Muchas veces me llega como una sorpresa. Ah, guau, acá lo vas a poner, mira que loco, nunca se me hubiera ocurrido, pero bueno, yo no controlo eso.

–Hablando de las editoriales, este es el segundo libro que hacés con Limonero. ¿Cómo es el trabajo conjunto?

–Nos llevamos genial laburando juntos. Todo lo que pasó… es el segundo libro y ya casi estamos terminando el tercero con un cuento de Alejandra Kamiya.

–¡Qué hermoso! ¿Y qué se puede contar sobre ese proyecto?

Es un cuento que se llamaba Bañar un elefante y cuando finalmente decidimos con Limonero que lo íbamos a hacer juntos, entre todos cambiamos el título y quedó De un gris antiguo, que es una partecita del libro donde la nena que va con el elefante a bañarlo, dice que la piel de elefante es de un gris muy antiguo, ella lo está describiendo en ese momento y finalmente quedó ese título.

–Qué lindo título…

–Re, y jugado también porque ya sabemos todo lo que pasa con los títulos y los personajes y los valores y los sentimientos y bueno…

–Sí, de todo lo que se le pide a la literatura para las infancias… ¿no?

Sí. A mí me genera mucha bronca, a veces como que me encabronó. Pienso: hacé si querés libros de autoayuda, de valores y sentimientos y dánoslos a los adultos, que de última vamos a saber qué hacer, vamos a elegir o no, pero es tan adoctrinador a veces. Como los “libros para”, que están tan de moda, que se usan tanto. Me pasó mil veces de estar en una librería y que entren adultos a preguntar si tenés un libro para esto o aquello. Bueno, a veces yo me meto, no porque piense que voy a salvar al universo, sino porque me encanta recomendar y voy como muy segura, me divierte estar recomendando cosas que conozco y que sé que son espectaculares. Yo sé que hay público para todo y que todo el mundo tiene derecho a elegir lo que se le cante. Pero en la medida en que yo pueda mínimamente aportar un granito, por lo menos para ser honesta conmigo, lo hago. Después cada cual decide, claro.

"Tener que ilustrar textos de otros es algo que me hace sufrir. Me siento muy encorsetada", dice la autora

–Volviendo a tu proceso de trabajo, y pensando en el nuevo libro que se viene, ¿cómo es tu proceso de trabajo cuando te convocan para ilustrar un texto de otra persona?

–En general no aceptó porque vuelvo a sufrir. Soy muy sufriente (risas) y tener que ilustrar textos de otros es algo que me hace sufrir. Me siento muy encorsetada, casi como que estoy temblando cuando hago un trazo y digo, no puede ser si se supone que yo lo tengo que disfrutar, entonces la mayoría digo que no.

–¿Y cómo fue con el libro que estás haciendo con Alejandra Kamiya?

Yo la fui a escuchar a ella en Eterna cadencia, que estuvo contando de su libro nuevo que sale este año. Como soy requete tímida, ella terminó de hablar y yo me fui, jamás me voy a acercar ni a pedirle un autógrafo mucho menos. Pero le mandé un mensajito a Lala (la periodista cultural Lala Toutonian) diciéndole que estuvo espectacular, que la amo Ale Kamiya y que me encantó la entrevista. Y le conté que en pandemia muchos ilustradores nos juntamos a ilustrar nuestras lecturas y que yo justo había ilustrado un cuento de Kamiya que se llama “Desayuno perfecto”. Y se lo mandé a Lala. Y ella se lo mandó a Ale Kamiya, que le encantó y le pidió mi teléfono. Y me llamó y me dijo que se quería encontrar conmigo para mostrarme un cuento. Y bueno, el cuento era una belleza total y a mí me pareció que iba para Limonero. Y firmamos contrato.

–¡Qué gran encuentro!

¡Sí! Yo había hecho 5 o 6 dibujos y con eso fui a Limonero y cuando firmamos contrato, Manu me mandó un mensaje diciéndome: “bueno, todos esos 5 o 6 dibujos tiralos porque vamos a empezar de vuelta” Y yo ya estaba toda transpirada, pensando qué voy a hacer de mi vida. Pero fue la mejor decisión del mundo haber tirado esa tanda de dibujos. Es un lujo tremendo tenerlos como editores, me dieron vuelta los tres libros que hice con ellos de una manera increíble.

–Para terminar… vos decís que te convertiste en lectora de grande. ¿Algún libro que te haya marcado en este último tiempo? ¿Algo que estés leyendo ahora?

–Miles, o sea, yo nunca termino un libro sin tener en mi casa tres o cuatro que me estén esperando para seleccionar. Soy muy loca y obsesiva con eso porque es como que no quiero terminar de leer nunca. Entonces necesito tener algo que me está esperando y saber que no me voy a angustiar cuando terminé un libro porque me quedo en la nada. Me fascina leer y leo un montón. Uno de mis favoritos es En la tierra somos fugazmente grandiosos (Anagrama, 2020) que es una joya. Otro que me pareció también alucinante se llama Tienes que mirar (Impedimenta, 2021). Como leo mucho, también leo muchas cosas malas. Y creo que voy haciéndome buena lectora a medida que voy leyendo más y más.

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