Durante diez días las calles de la Ciudad de Buenos Aires se visten de poesía en cuatro sedes emblemáticas para la cultura –el Centro Cultural Kirchner, el Centro Cultural Borges, el Cabildo y la Casa Patria Grande– con diferentes visitas tanto nacionales como internacionales, con trayectorias y recorridos diferentes, desde ámbitos diferentes y con (¿tal vez?) una mirada diferente.
Infobae Cultura conversó con su directora, Gabriela Borrelli, con la escritora cordobesa María Teresa Andruetto –que este año oficiará de jurado del Premio Nacional de Poesía Storni– y con el poeta y director de cine César González. La riqueza de sus ópticas contribuyeron a trazar una suerte de mapa por el cual animarse a transitar tanto si se es habitué como si no.
Con el foco puesto en convidar y acercar propuestas sensiblemente variadas, que incluyen talleres, lecturas, performances, música, arte y charlas, a quienes quieran acercarse, de manera gratuita, Gabriela Borrelli subraya ese superpoder que podría conferir la poesía durante esta edición.
Lejos de creer que el momento actual se trate de una etapa de reflorecimiento de la poesía –”creo que es un momento en el que la poesía encuentra algún ánimo institucional y que puede mostrar lo que en otros años se mostraba en revistas, en talleres, en lecturas”–, la directora del Festival recuerda lo que había expresado el año pasado: “Creo que la poesía argentina no refloreció, sino que se muestra o puede encontrar otros caminos para hacerse más visible, pero siempre fue muy potente en la Argentina y en Latinoamérica en general. El año pasado yo lo dije, este es el momento que está viviendo la lengua”, afirma.
En consonancia, y teniendo en cuenta la visibilidad de la poesía incluso desde lugares impensados –performances, freestyle, rap y danza–, destierra la idea de que exista un público puntual y considera que ese sea, tal vez, otro prejuicio. “Creo reúne diferentes públicos: gente que se acerca a través de la música, la narrativa y el arte”.
Gabriela Borrelli considera que la poesía reúne diferentes públicos. “Este festival nos permitió, en su extensión territorial y también temporal, encontrar muchos ciclos de poesía que dialogan con diferentes artes y atraen a diferentes públicos. Y nos permitió, también, relacionarnos con la música, con la danza. Encontrar ahí ciertos aportes o cruces novedosos, ojalá sea también el inicio para que un no lector pueda acercarse”, dice.
Desde esos mismos cruces, asume, se eliminarán los prejuicios sobre el género. Porque quienes no estén familiarizados se acercarán desde otro lugar. Y por ellos convocaron “a diferentes curadores a hacer diferentes lecturas y que traigan diferentes estéticas”, informa.
“La poesía argentina son sus debates, sus cruces, sus estéticas”, explica Borrelli, y puntualiza que por ello la expectativa está centrada en que mucha gente se acerque a escuchar poesía, a comprar libros, a descubrir poetas de otras provincias, pero sobre todo “a descubrir un mundo muy diverso y muy grande, el de la poesía argentina”. Además, aspira a que se tiendan “puentes entre poetas de diferentes lugares y a que se encuentren diferentes libros”.
Es destacable que en un momento crítico del sector editorial, se invite a acercarse al espacio de feria editorial –todos proyectos independientes, pequeños y federales–, “porque participan editoriales de todas las provincias, y a veces los libros de poesía tienen circulación más regional, si se quiere [...] [y esto] va a permitir que el público que se acerque esos días a las ferias descubra libros de poesía que tal vez no están tan exhibidos en librerías. La feria, en ese sentido, también, es un gran disparador y convocante para tender lazos y puentes”. “Editoriales de poesía también siempre hubo muchas. Ahora tal vez están más fragmentadas, pero siempre fueron muy potentes y muy quijotescas en sus intenciones”, concluye sobre las ferias que estarán instaladas en las sedes del Centro Cultural Borges y del Centro Cultural Kirchner.
¿Con qué tiene que ver la poesía?
Por diferentes motivos, o tal vez no tanto, César González y María Teresa Andruetto se fueron vinculando con el género. Ambos fueron convocados por sus trayectorias y recorridos, transitados y atravesados por diferentes sucesos que los fueron moldeando, de una manera u otra, cerca de la poesía.
César González, que participará del encuentro ¿Qué poesía hay en las villas? –el martes 7 a las 20 en la Casa Patria Grande– en el que se cruzarán cuestiones como la vida, la villa, la resistencia, el rap y el freestyle, dialogó con Infobae Cultura sobre esos cruces.
“Ante todo, considero la poesía como un hecho bien terrestre”, explica. Y continúa: “Es un momento en el que hay una sobredosis de abstracción en el mundo literario y artístico en general, en el que se hace un culto absolutista a lo ficticio, onírico y a todo aquello que supuestamente sirva para fugarse, evadirse o negar la realidad”. Y plantea una hipótesis un tanto esperanzadora: “Hoy en día la poesía es el reino de lo inofensivo. Lo abstracto es la hegemonía actual. Por lo tanto, pretendo no pertenecer a esa hegemonía tan servil al estado horroroso del mundo. Que mi poesía no se aleje del dolor ni de la injusticia, sino más bien que entre de lleno y mire a los ojos a los problemas concretos, materiales y económicos, todo eso que ‘los grandes poetas’ y los especialistas desprecian y consideran no poético’”.
González le reconoce a la poesía valores políticos y sociales, y resalta las marcas que las diferencias sociales evidencian: “Entiendo que para quien no tiene ningún problema material la poesía solo sea un trampolín hacia las nubes, un divertido capricho o un simple desafío estético. En mi caso la poesía me sirve para devolverle a millones de seres humanos. [...] Cuando estaba preso mis poemas allá adentro eran más peligrosos que un habeas corpus o un escrito de mi defensor oficial. Incomodaba más con lo que escribía que haciendo un motín. Y eso era así porque justamente mis poemas no eran abstractos”.
“Esto no quiere decir que no tenga una preocupación técnica y estilística”, aclara. Y agrega que también disiente “con esta moda de que todo es poesía, de que una conversación de Whatsapp es poesía, de qué escribir como se habla es poesía, de que la prosa más banal y precaria sea poesía”. “Yo creo en la potencia revolucionaria de la poesía, tanto en aspectos formales como políticos. A través de mis poemas he podido vengarme de mis verdugos”.
Al igual que Borrelli, César González enfrenta los prejuicios que sobrevuelan sobre poemas y poetas, pero con la clara convicción de que existe un escrúpulo en torno a su escritura: “La sociedad considera incapacitados, en términos cognitivos, de escribir poesía a aquellos que nacieron bajo la estrella de la miseria. Yo nací y vivo en esas tinieblas, y mi trabajo desde hace quince años ha sido, sobre todo, intentar desmentir y reírme de esos prejuicios tan racistas, clasistas y segregadores”.
Por su parte, María Teresa Andruetto, quien en esta oportunidad participará como jurado del Premio Storni, expresa que su vínculo con la poesía “cambia de un momento a otro, de una época a otra, es como una tensión que va desde lo más íntimo hacia lo social”.
“Hay momentos en que la sensibilidad se repliega hacia lo más íntimo, generalmente por cosas que me pasan, por momentos de la vida por los que voy atravesando que me llevan más a la poesía”. Reconoce que pueden pasar “un par de años” sin que escriba un poema. Sin embargo, eso no la inquieta porque, citando a Eugenio Montale, confiesa: “Escribo cuando la poesía me visita. No me visita tan seguido ni todo el tiempo; me ha visitado más en momentos de duelo, en períodos de duelo, en momentos relacionados con sacudimientos emocionales, una resaca emocional muy poderosa que me ha llevado a zonas de mayor fragilidad”. Se considera una persona con mucha fortaleza para muchas cosas, dice, “y con una gran fragilidad para otras”, pero es ahí, cuando esas otras cosas que tienen que ver con lo más emotivo la “vuelven frágil”, es cuando se siente visitada por la poesía.
La relación que la liga al género es cercana: “Tengo un vínculo permanente y muy potente con la poesía como lectora. Soy una intensa lectora de poesía: me gusta buscar, me gusta descubrir, me gusta quedarme con poetas a los que les encuentro una voz singular; porque también muchas veces hay cosas que me resultan muy parecidas a otras, como que algo se mecaniza ahí ¿no? Pero como dice Montale, también, en ese maravilloso poema que se llama ‘Para un álbum’ –él lo dice acerca del amor, no de la poesía especialmente–: ‘no hay experiencia que capture el rayo, pero quien vio la luz nunca la olvida’. Leo muchos libros de poesía, que me llegan, que compro, que rastreo por las redes, etcétera. Y bueno, no sé decir qué o por qué, o sí, sospecho un poco, en algunos de ellos, veo la luz, y los releo y los releo”.
Una mirada poética
Tanto María Teresa Andruetto como César González adscriben a la idea de que existe una mirada poética de la vida. González la encuentra en los jóvenes, que “son poetas por sí mismos, porque viven poéticamente, que es lo más importante, encontrándole belleza a todo, manteniendo aún el asombro ante la vida en todo su esplendor. No hay mayor poesía que esa, aunque luego no la traduzcan en palabras escritas”. Y Andruetto coincide con esta última idea, ya que considera que excede la escritura: “Creo que hay una mirada poética de ver la vida y que no la tienen todas las personas ni la tienen todos los poetas. Hay personas que tienen una mirada poética de ver la vida y no escriben poesía necesariamente. Y hay poetas, que son grandes poetas, pero que no tienen esa mirada poética de ver la vida todo el tiempo”.
Para César González, por su parte, que los jóvenes no escriban poesía responde a la “culpa del miedo que introducen en ellos las instituciones, los poetas de las instituciones y los dueños de las palabras, que suelen ser también los dueños de las cosas”. Andruetto explica que siente que tiene una mirada poética solo cuando escribe poesía. “Yo me refiero solo a ese tiempo, a esas temporadas, a esas ráfagas en las que algo de lo más externo, algo de esa fortaleza que se resquebraja, se desmadra, se me expone en su fragilidad, y entonces aparece como incitadora, y también como reparadora, una mirada poética del mundo”.
Para cerrar, César González apunta contra las desigualdades sociales. “Es el caso de los escritores que poco hacen por popularizar el oficio, de los artistas que, como cualquiera sabe, casi todos pertenecen a la burguesía o son serviles inconscientemente a ella y que bloquean incesantemente el acceso de los medios de producción poéticos y artísticos a todos aquellos que no pertenecen a su misma clase. Digo esto porque los jóvenes de clase media para arriba no sienten tan lejana la posibilidad de ser poetas como sí lo siente un joven que habita en una villa o vive en la calle”.
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