El verano atrae al verano. Evoca imágenes que o bien hacen pensar, o bien imaginar, en vacaciones, en agua, en alegría o en disfrute. Elegir la obra de arte para esta sección se acerca un poco a la misma idea –de hecho, así surgió la idea en el momento de su creación–, de allí su nombre, “belleza”. Tiene que ver con la concepción sensible de la estética, la del goce, la del disfrute.
Será por ello que entre los requisitos que se impuso quien estas líneas está escribiendo se incluye, además, la posibilidad de acercar al público lector de Infobae arte no solo de artistas reconocidos, sino obras tal vez menos conocidas, pero igual de bellas.
Conversación en la cubierta de un barco, de Lynn Bostick, cumple varios de los requisitos imaginarios y autoimpuestos: poco se sabe de la obra y de su autora, pero transmite alegría, regocijo y verano. Subir a un barco, habitarlo, comer y beber en él, pasar la noche sobre el río, el arroyo o el mar transmite una sensación altamente placentera. Y lo mismo sucede al ver esta pintura.
Sus protagonistas, un hombre y una mujer, se encuentran en la cubierta de un barco, que bien podría ser un crucero, mientras el viento los despeina. Se los ve relajados, no tanto como el mar, que hace olas al fondo, en un azul apenas más oscuro que el cielo. ¿La hora de la escena? Por lo luminoso, hace suponer que se trata del mediodía.
Las pocas pinturas de Bostick a las que se puede acceder generan alegría, entusiasmo y vitalidad. Así debe de haber vivido. Nació en Valparaíso, Chile, el 15 de julio de 1939 y murió en Estados Unidos, donde vivió toda su vida, el 17 de abril de 2021, a los 82 años. En su obituario fue definida como “única. Independiente. Leal. Interesante. Muy leída. Con capacidad para hablar de cualquier cosa con cualquiera [...] Con sed de conocimiento. Orgullosa. Profundamente comprometida con sus principios”.
Lynn Bostick no solo estuvo detrás de los cuadros, sino delante de las obras, ya que, además, se desempeñó como modelo. En el otoño de 1962, partió de Kentucky hasta la escuela de posgrado de la Universidad de Stanford, ya que le habían concedido una plaza como profesora ayudante en el Departamento de Arte. Ir hacia allí fue su salida de Lexington, Kentucky, donde había cursado el bachillerato y se había licenciado en Bellas Artes por la Universidad de Kentucky.
Al llegar a California, se enamoró de su nuevo destino. Se convirtió en su verdadero hogar. La geografía y la costa, así como la ciudad de San Francisco, le recordaban a su lugar de nacimiento. Después de Stanford, se trasladó a Berkeley, a la Universidad de California, con la intención de obtener la credencial como profesora. Sin embargo descubrió que la enseñanza no era lo suyo, y se abrió el camino hacia otras actividades artísticas, entre las que destacan el arte y el modelaje.
Como modelo, pudo viajar por toda la costa y por toda la zona de la bahía. Las aventuras y la amplia educación que recibió durante este tiempo le proporcionaron los conocimientos que ansiaba y la libertad para crecer.
Como sucede con algunos artistas, que descollan con unas pocas obras pero quedan para siempre, Lynn dejó algunas piezas tangibles y significativas, tanto como pintora como modelo, que siguen a la vista de todos: dos, en el MET, y una estatua de bronce de ella, frente al Herberger Theater Center, de Phoenix, Arizona, Danza, del artista John Waddell, como modelo.
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