Aunque no es difícil que la turística e histórica Cartagena de Indias se vista de gala, en los últimos cuatro días ha sacado sus mejores vestidos para recibir, en los escenarios del Hay Festival, a cinco premios nobel y a grandes exponentes de la cultura global.
Ni Abdulrazak Gurnah ni Maria Ressa, nobeles de Literatura y de la Paz de 2021, respectivamente, habían pisado nunca esta ciudad caribeña. “Está muy lejos de Manila”, decía de forma obvia la periodista filipina, pero no duda en señalar similitudes entre su ciudad natal y la colombiana que la han hecho sentir como en casa.
Y eso es lo que ha evidenciado el Hay Festival, que la cultura, la literatura, el periodismo, la música o la ciencia, provenga de donde provenga, tiene vínculos comunes y nexos que la hacen global, y lo ha hecho en la edición en la que se hizo mayor de edad.
Una oda a la literatura
El jueves, la gran sorpresa de apertura la dio Joaquín Sabina, que a través de una pantalla inundó con su voz profunda -aunque entrecortada por la emoción- el Teatro Adolfo Mejía, donde su amigo, el director Fernando León de Aranoa, inauguraba el festival.
Y luego, tanto este espacio como el Centro de Convenciones, se fueron llenando de a poco hasta que el sábado, el día central, las filas de vestidos vaporosos y camisas de lino blanco se alargaron para copar la charla entre el tanzano Gurnah y uno de los máximos exponentes de la literatura colombiana actual, Juan Gabriel Vásquez.
Reflexiones sobre la literatura, sobre los problemas que atormentan a la sociedad, el medioambiente, las guerras o las migraciones han resonado en los escenarios del festival de la boca de escritores muy cercanos al país, como Laura Restrepo y Ricardo Silva, y también plumas ya familiarizadas con él como Leonardo Padura y Jon Lee Anderson.
“Zanzíbar (Tanzania) es una isla muy pequeña, pero lo maravilloso es que estas historias, que transcurren ahí, tienen sentido en otras partes del mundo también y me parece que eso es lo bello de la literatura”, celebraba Gurnah, a quien probablemente la mayoría de asistentes no conocieran hace dos años y que estos días ha sido la gran estrella del festival.
Con su figura larga, su templanza y una actitud más cercana al académico que es que a un autor de “bestsellers”, el tanzano se tomaba incómodo “selfies” con los asistentes y firmaba sus únicos tres libros (Paraíso, A orillas del mar y La vida, después) traducidos al español y que se han agotado en minutos en las librerías del festival.
Tal ha sido su fama que le robó el protagonismo a una súper estrella internacional de la talla de Juanes, quien el sábado por la noche presentó el libro sobre su vida que Diego Londoño publicó en agosto, cuando el intérprete de “La camisa negra” cumplió 50 años, y lo hizo ante un anfiteatro lleno a medias, donde no faltaron sus fans.
Un público extemporáneo
Con contenidos sobre feminismo, raza y diversidad y un plantel de invitados muy diverso, quizás lo más llamativo es el tipo de público que ha agrupado los cuatro días de festival, donde sobresalen las canas, la ropa clara y la piel blanca.
Y para muestra, lo que sucedió durante la charla magistral de Ressa, que hablando sobre los peligros de las redes sociales preguntó a la multitud: “¿Quién de aquí tiene Tik tok?” y apenas tres personas levantaron la mano en un público de más de un centenar de personas donde la media superaba probablemente los 50 años.
“Excelente, ha estado excelente”, comentaba una mujer que saludaba a unos conocidos en el “hall” del Centro de Convenciones después de salir de uno de los coloquios. “Todas las charlas son buenas, yo he disfrutado, es una delicia”, exclamaba mientras se congratulaba de verlos y les preguntaba sobre los próximos acontecimientos a los que iban a acudir.
A pesar de que el costo de los eventos no es excesivamente alto -35.000 pesos colombianos (unos 7,70 dólares) por charla- los pasajes de avión se han disparado en los últimos meses y el turismo ha hecho de Cartagena una de las ciudades más costosas del país, donde es difícil encontrar un hotel que no baje de 70 dólares la noche.
El festival intenta evitar esta elitización de la cultura, con entradas de cortesía para estudiantes y la edición de eventos paralelos en los barrios con el “Hay comunitario” y de actos para un público más juvenil con el “Hay joven”.
Reseñando que al final lo importante es conversar en torno a la cultura, disfrutar de la literatura y repensar, como propone el festival, nuevas maneras de vivir el mundo.
Fuente: EFE
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