Ofrenda al Sol, la primera muestra individual de la joven artista salteña Florencia Sadir se presenta en el Museo Moderno de Buenos Aires a través de una serie de esculturas que ponen el acento en los saberes ancestrales, en los trabajos y la forma de vida de las comunidades de los Valles Calchaquíes de Salta pero a través de una resignificación propia.
Objetos artesanales que antiguamente servían para la construcción, la conservación de alimentos, el abrigo o traslado de agua son tomados como inspiración para crear obras que permiten imaginar nuevas formas, nuevos sentidos, desde esas materialidades. El objetivo no pasa por mostrar la función de los objetos que representa sino crear texturas y patrones de forma sintética y conceptual. Abrir el juego de la mirada a nuevos símbolos que permitan la coexistencia de la naturaleza y sus ciclos dentro del mundo contemporáneo.
Sadir (1991) es oriunda de Cafayate, y aunque su carrera artística la llevó a explorar nuevos territorios (fue seleccionada por el Programa de Artistas de la Universidad Torcuato Di Tella y participó en la Trienal de Aichi, Japón, entre otros) la artista nunca abandonó su Salta natal. Actualmente vive en San Carlos, el pueblo más antiguo de la provincia, creado a finales del Siglo XVI y cuna de artesanos que trabajan aún hoy con tecnologías ancestrales para transformar elementos de la naturaleza en adobe, alfarería o tierra fértil. En sus producciones, la artista trabaja en conjunto con su comunidad, a quien hace parte de su obra. Ofrenda al Sol cuenta con la curaduría de Alejandra Aguado y Clarisa Appendino.
—¿Qué es “Ofrenda al sol”?
—Es mi último proyecto instalativo compuesto por nueve esculturas de cerámica negra, hierro y acero inoxidable sobre una extensión de carbón vegetal. Podría decir que la génesis de este trabajo es una obra anterior donde construí pequeñas cuentas de cerámica negra para enhebrarlas en alambres y formar con ellas, dibujos de perímetros de ollas utilitarias, tanto precolombinas como contemporáneas. Armé solo el contorno, donde ya no contienen nada en su interior. Es a partir de esa obra que empecé a pensar en fragmentos de asas de piezas utilitarias. Y así fueron surgiendo esta serie de formas escultóricas.
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—¿Cuál es el vínculo de la obra con la naturaleza?
—Las obras fueron imaginadas y producidas en San Carlos, Salta, el pueblo donde vivo en el Valle Calchaquí. Creo que el vínculo con la naturaleza está en mi, día a día. Practico tareas de cuidado de la tierra sembrando algunas plantas comestibles y criando apenas tres gallinas ponedoras. Pero más allá de eso, en este pueblo pequeño, la práctica de la cerámica y la cestería está muy presente. Aquí viven y trabajan muchos artesanos. También se producen ladrillos, tejuelas y baldosas de barro. Se lucha por el agua sana desde hace varios años. Ese es el contexto que me rodea al momento de imaginar. Existe un profundo interés en mí por detenerme a observar, y de alguna manera, señalar formas de trabajo y vida que están atravesados por tecnologías ancestrales, que se practican a otro ritmo, tal vez más lento y en consonancia con los ciclos de la naturaleza.
—¿Cómo fue el proceso creativo de la obra?
—Todo el trabajo fue realizado en varias fases. La confección de las esferas las realicé con Mabel López, maestra ceramista, amiga y coplera, junto a su familia Walter Aguirre y Eliana Aguirre. En la horneada se sumó el artesano René Condorí de Cafayate, que con su gran conocimiento del fuego pudimos lograr piezas fuertes. En la parte de herrería Martin Cardozo, gran herrero cafayateño, y en el diseño de las esculturas y la instalación Ignacio Carón, arquitecto que me acompaña en la realización de mis proyectos. En esta muestra aparecen el barro y el carbón pero también otros materiales más industriales, que intentan generar una contraposición.
—¿Cómo se logra pasar de los objetos artesanales a la concreción de una obra tan conceptual y sintética?
—Aparece la síntesis en mi trabajo desde la utilización de los materiales, la repetición de una forma. Pienso mucho en el arte abstracto y en la abstracción de piezas precolombinas como también en los dibujos que forman la división de territorios que podemos ver en mapas o desde un avión, desde una vista solar.
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—¿Ya habías expuesto en Buenos Aires?
—Desde 2019, fui trabajando en diferentes proyectos con el Museo Moderno, como el Premio Azcuy - 1ra edición. En 2020 y 2021 tuve el honor de trabajar junto a Alejandra Aguado en la exposición Adentro no hay más que una Morada exponiendo junto a artistas de todo el país y luego muy felizmente mi obra pasó a formar parte del patrimonio del Museo. En el 2021, Victoria Noorthoon me recomendó como artista para participar de la Aichi Triennale 2022, dirigida por Mami Kataoka. Es allí cuando me seleccionaron y comencé a pensar esta obra para desarrollarla en Tokoname, Aichi, Japón. Finalmente participé pero con otro proyecto también en relación a la cerámica y con colaboraciones que enriquecieron profundamente mi práctica. Fue un largo proceso que pude materializar gracias al apoyo del Moderno y en el que participaron varias personas muy especiales para mi, desarrollando diferentes partes del proyecto. Ofrenda al Sol es mi primera muestra individual.
—¿Qué planes tenés a futuro en tu trabajo artístico?
—En estos momentos estoy trabajando en mi taller y en la cortada de ladrillos en San Carlos, Salta, para próximas obras. Por lo pronto, el próximo año estaré participando de la residencia FAARA de la Fundación Ama Amoedo en José Ignacio, Uruguay.
*La muestra permanecerá abierta hasta marzo de 2023 en el Museo Moderno de Buenos Aires (San Juan 350, CABA).
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