Michael Sarian: “Si Canadá hubiese ganado el Mundial no hubiera llorado como lo hice con la Argentina”

El músico de jazz canadiense, que pasó su infancia en la Argentina y hoy vive en Nueva York, acaba de lanzar “Living at the End of the World”. En diálogo con Infobae Cultura, asegura: “Tengo un choclo de identidades que voy a tener que ir a terapia para entender”

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Michael Sarian
Michael Sarian

“Tengo un choclo de identidades que voy a tener que ir a terapia para entender” dice entre risas Michael Sarian, el músico de ascendencia armenia nacido en Canadá, que pasó su infancia y su primera juventud en Buenos Aires y que desde hace más de una década vive y trabaja en Estados Unidos, donde acaba de editar su último registro discográfico: Living at the End of the World.

–¿Cómo te asumís íntimamente vos entre tanta diversidad?

–Yo me siento muy argentino. La calidez humana de Buenos Aires no se encuentra fácilmente en otras ciudades y por eso la mayoría de mis amigos son argentinos. Seguro que si Canadá hubiese ganado el Mundial no hubiera llorado como lo hice con la Argentina.

–¿Entonces dónde está ese “choclo” del que hablabas?

–Porque también me pasa que desde que llegué Nueva York me siento más parte de la comunidad armenia. Además, estoy colaborando con una ONG, la Unión General Armenia Benevolente, que tiene una sede en Buenos Aires. Y como mis viejos y mi hermano están desde hace unos años en Toronto, también siento que eso reforzó mis vínculos con Canadá. Pero ahora estoy en Nueva York, donde están mi música y mis proyectos. De alguna manera toda esa mezcla vive en mí tratando de no entrar en conflicto.

"La calidez humana de Buenos Aires no se encuentra fácilmente en otras ciudades y por eso la mayoría de mis amigos son argentinos", dice el músico
"La calidez humana de Buenos Aires no se encuentra fácilmente en otras ciudades y por eso la mayoría de mis amigos son argentinos", dice el músico

La vida de Sarian en Buenos Aires tuvo dos etapas bien definidas. La primera cuando apenas tenía un año de vida y sus padres –él rumano, ella canadiense– abandonaron Canadá para radicarse en la Argentina. De aquella ciudad de los principios de la democracia recuperada datan también los primeros pasos de Sarian en la música. Cuando de trompetista en bandas escolares pasó a tomar clases con maestros como Richard Nant y Juan Cruz de Urquiza. Luego vinieron los estudios en Estados Unidos, una fugaz estadía en Argentina y la radicación definitiva en Nueva York.

Integrado ya a la movida jazzera neoyorquina y con 10 discos a su nombre, Sarian llega ahora a las plataformas con Living at the End of the World, editado por el sello ears&eyes Records, un trabajo inspirado en Hard-Boiled Wonderland and the End of the World, la novela que Haruki Murakami publicó en 1985. El japonés, también él un apasionado hombre de jazz, sitúa uno sus personajes en un pueblo llamado El fin del mundo. La lectura de Sarian coincidió con el difícil tiempo de pandemia y su lección sobre la fugacidad de la vida.

–¿Qué fue lo que te inspiró de la novela de Murakami?

–En ese texto Murakami crea mundos dentro del mundo real. Y me pareció muy interesante ver como el protagonista vivía en dos de esos mundos a un mismo tiempo. Uno de ellos se llamaba El fin del Mundo. Pero no el fin en un sentido catastrófico, sino de contención. De cobijo. Sigo pensando que es una perspectiva del momento temporal muy interesante y eso definitivamente terminó influenciando mi trabajo”.

–¿Y en qué medida este nuevo trabajo se relaciona con tu disco anterior, el New Aurora que salió poco antes de la pandemia?

–Hay una continuidad del 100%. Yo cambié totalmente mi mirada estética o artística con New Aurora. Me embarqué en un nuevo plan musical. Más free, más abierto, más en tono con la música de artistas que admiro, como Kenny Wheeler, Enrico Rava o Tomas Sztanko. Creo que aquel disco fue el comienzo, como lo dice a partir de su mismo nombre.

Aquella admiración por Rava volvió a estar presente en esta última propuesta de Sarian. Ahora con “The Pilgrim”, segundo corte del nuevo disco, tema dedicado al trompetista italiano y cuyo título lo emparenta con The Pilgrim and The Stars, del registro que Enrico publicó en 1975 para el sello alemán ECM junto a John Abercrombie, Palle Danielsson y Jon Christensen.

Pero también las influencias y las inspiraciones tienen sus propios caminos y no siempre llegan desde donde se las espera. En 2018, Sarian actuó con su septeto en el BRIC JazzFest de Brooklyn la misma noche en que lo hacía la Meshell Ndegeocello, la cantante nacida en Berlín, pero que desarrolló su carrera en los Estados Unidos, donde es una de las abanderadas del movimiento Neo Soul. “Luego de aquella coincidencia pasé meses escuchando su álbum Weather del 2011. Principalmente la canción “Oysters”, dice. Años después Sarian decidió incluirla en este nuevo trabajo, envolviendo la melodía original en una sección abierta de improvisación.

–Entre uno y otro disco, sacaste dos EPs, Kurma y Makara, a dúo con el tecladista Olec Mun. Dos trabajos muy diferentes a todo lo tuyo, muy minimalistas…

–Sí, estos dos EPs fueron producto de la pandemia y con el mismo plan de trabajo: sintetizador y trompeta, con efectos. Olec es un amigo que conozco hace mucho y siempre tenemos ganas de hacer cosas juntos. En el 2020 estábamos encerrados, viendo que podíamos compartir a la distancia. Y entonces me mandó unos audios con teclados. Yo le sumé la trompeta intervenida con pedales, en lo que venía trabajando. Y nos gustó. Sentimos que era más que un proyecto entre amigos. Y así seguimos. Él me mandaba audios tocando los sintetizadores y yo le agregaba la trompeta sintetizada para sumar a la estética o con la acústica para agregar contraste. Y así fue que en 2021 sacamos Makara, un EP de cuatro temas en 2021 y luego Kurma, con dos, en el 2022.

"Living at the end of the world", el más reciente álbum de Michael Sarian
"Living at the end of the world", el más reciente álbum de Michael Sarian

–En tus últimas propuestas se reiteran también algunos nombres. El mismo ingeniero: Luis Bacqué. El mismo pianista: Santiago Leibson. Ambos argentinos radicados en Estados Unidos. ¿Por qué esa elección?

–Con Luis Bacqué vengo trabajando desde hace casi diez años. Mi primer disco, que es del 2014 ya lo grabó él. Además, hizo la mezcla y la masterización. Desde entonces seguimos trabajando juntos. Cada vez que tengo un proyecto artístico y musical recurro a Luis. No solo porque es un gran amigo, sino porque respeto enormemente su visión, todo lo que él aporta. Sé que él siempre va a hacer lo mejor para la música. De hecho, el contribuyó mucho para esta nueva mirada mía que te decía antes.

–¿Y con Santiago Leibson?

–Cuando comenzamos a trabajar en New Aurora con Luis y pensábamos a qué músicos podíamos convocar, los dos tuvimos a Santiago como primera elección para el piano. Es un pianista increíble. Pero además a mí me interesaba ver como él iba a sumar su personalidad al proyecto. Yo tiendo a aferrarme mucho a la melodía. A lo más a lo tradicional, por decirlo de alguna manera. Pero Santiago, que está muy metido en la vanguardia, se despega de eso y aporta lo suyo. Y a mí eso me abre la cabeza. Es como ver mi música a través de la mirada de él. Es increíble.

–¿Pero no se puede ser moderno y actual manteniendo la melodía? ¿Rava, Sztanko y Wheeler, los tres músicos que mencionabas, no son ejemplo de eso?

–Sin dudas. Al menos yo lo estoy intentando. Yo coincido con lo que decís de estos tres maestros. Principalmente Wheeler, un músico muy lirico. De todas maneras, el concepto de melodía es algo muy abstracto. Generalmente se asocia la melodía con lo que nos pasaba cuando íbamos a un show y salíamos silbando la canción que habíamos escuchado. Bueno, ese concepto de melodía no tiene por qué ser único. Porque además puede ser una trampa para el compositor. Hay que intentar alejarse de lo que uno siente como su zona de confort. En ese sentido Miles Davis sigue siendo un ejemplo. Hay que volver a Miles.

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