El escritor peruano Gustavo Rodríguez se consagró este jueves Premio Alfaguara de Novela 2023 con un texto titulado 100 cuyes, que llegará a las librerías el próximo 23 de marzo. En una transmisión en vivo, se llevó a cabo la conferencia de prensa entre el jurado y el ganador. En ese diálogo, abierto a la prensa y con micrófono abierto, el publicista devenido en escritor habló del humor, la vejez, la muerte y la literatura, entre varios temas, cuyos destacados Infobae Cultura comparte a continuación.
Acerca del tono de una novela, y de la suya en particular, dijo: “Yo creo que una novela puede caerse por distintos factores, por el lenguaje, personajes, historia, ciertas incoherencias, pero el tono finalmente es lo que hace que esa novela tenga el factor X, y a lo que sí estuve atento fue al tono de la novela. Era consciente también a que no quería que terminara siendo muy cursi, porque al hablar de ancianos solos que tienen sus recuerdos, hablar de la muerte, hablar de la despedida puede ser melodramático. Entonces creo yo que el uso del humor negro, en mi caso, ayudó a contrarrestar la cursilería”.
Acerca del dolor y la muerte (en esta novela), expresó: “Hay dos dimensiones para responder esa pregunta, la primera que es un poco más amplia tiene que ver con el kilómetro que llevamos andado en nuestras vidas. Si ya has pasado los 50 años uno ya va calculando lo que se le viene, ve que sus mentores están falleciendo o languidecen, muchos están solos. Entonces yo creo que genera una atmósfera cuando hablas de la vida en general. Lo segundo tiene que ver con que últimamente la muerte ha rondado mi casa, mi entorno cercano, la muerte de mi suegro específicamente fue un trance, que a mí me sirvió para gatillar y para llevarme a materializar todos estos pensamientos que venía teniendo. Mi suegro fue una persona muy digna, y creo que el querer aspirar a esa dignidad en los últimos días fue la que me llevó a tratar de ficcionalizar esta historia”.
Ante la consulta de la presidenta del jurado, Claudia Piñeiro, acerca de si había existido una intención acerca de resaltar la memoria –tan importante para Latinoamérica y España–, que ellos habían reconocido en la novela, él confesó: “Yo creo que surge sin querer, pero es como cuando a un tenista le sale, entre comillas, un buen saque. No es que sea sin querer, uno viene practicando y practicando y practicando, y con los insumos que le da la vida, para mí la memoria es el principal insumo de todo narrador, de todo escritor, o sea, es la materia prima de la cual extraemos estímulos, temas. Y en efecto, o sea, si hago un rastreo de todas mis novelas, los personajes siempre recuerdan y reflexionan sobre lo que recuerdan. Y si no lo hacen ellos, es el narrador el que reflexiona sobre lo que recuerdan sus personajes. Entonces, definitivamente, Claudia, sí, la memoria es como el hidrógeno en mi atmósfera literaria”.
Ante la pregunta sobre el humor, el que maneja con soltura, señaló: “Una de las cosas que me ha preocupado a lo largo de los años, y personalmente cuando alaban mis novelas o cuando alguien ha alabado mi novela es cuando me han dicho ‘Me he divertido mucho con tu novela’, yo no sé en qué momento se dictaminó que la cultura tiene que ser aburrida, pero eso me hacía entrar en conflicto, porque cuando alguien me dice ‘me he divertido mucho con tu novela’ (a pesar de que el tema a tratar es violentísimo, o sea, en madrugada se habla de violaciones, vejaciones), me queda como un sabor amargo. Sin embargo, creo que yo soy así, o sea los tipos tímidos como yo, que no son ni muy atléticos ni muy guapos, tienen que usar distintas estrategias para sobrevivir, y en mi caso el humor fue una salida para ello. Entonces creo que cuando me vuelco en mi literatura, pues esa faceta me sale muy naturalmente. Lo que he tenido que pulir a lo largo de mi vida es diferenciar la humorada del humor, es decir, probablemente en mis primeros escritos les saliera la ocurrencia más que el humor soterrado. Con la experiencia, uno aprende a manejar el humor de esa forma, pero con los años también se vuelve más seguro de sí mismo, y ahora tengo que confesar que últimamente ya no me quita mucho el sueño que alguien diga ‘me ha divertido tu novela’, pues está bien, más cuando me enteré de que un día alguien encontró a Stendhal muriéndose de risa en la calle leyendo algo y era el Quijote”.
Ante la consulta sobre la música, presente en otras novelas del autor, expresó: “Yo tiendo a ser un escritor que se alimenta también de la música, la música no podía estar ausente en el caso de Cien cuyes, pero la música no es tan protagonista, pero sí se deja oír. Esta vez se trata del jazz. Yo creo que el ritmo de esta novela, si hablamos de la música, tiene que ver con el jazz que me puse a escuchar mientras la iba escribiendo, porque eso sí hice esta vez, a diferencia de mis otras novelas. Es la primera vez que escribo una novela con audífonos y música en las orejas”.
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