Martín Gremmelspacher entra y sale de reunión en reunión. En uno de esos impasse que se forman en el medio, atiende el teléfono. La palabra que usa para describir la situación de la industria editorial es: incertidumbre. “Esta incertidumbre no es de ahora, viene de larga data”, dice del otro lado del teléfono el presidente de la Cámara Argentina del Libro (CAL). No es una palabra nueva, hace ya varios años, tantos, incontables, que el mercado argentino del libro trastabilla. Los motivos son varios pero el primero, el gran descalibrador, es la inflación. La semana pasada, el Indec informó que el registro de diciembre del Índice de Precios al Consumidor fue de 5,1%. Eso da como resultado una inflación interanual del 94,8%. Un récord que golpea de lleno al sector del libro.
Pero la inflación no es la única variable que explica el problema. La primera particularidad de esta industria es su insumo básico: el papel. “Hace quince meses que hay desabastecimiento del papel. Es una locura el aumento del costo, muy lejos de la inflación“, asegura Gremmelspacher. Horas antes de esta breve conversación, la CAL publicó un comunicado titulado: “Peligra la producción editorial para la próxima Feria del Libro”. Ahí denuncian aumentos de papel obra, ahuesado y ecológico en torno al 150% y de papel ilustración del 300%. Entonces señala uno de los puntos nodales: “Hay una transferencia de muchos a unos pocos”. Quienes dirigen el mercado del papel tienen nombre: “Celulosa y Ledesma y algunos distribuidores. Es un oligopolio”, asegura.
“El problema está en la concentración: siempre existió, pero también fue empeorando. En otro momento había otra fábrica que dejó de producir, o decidió cambiar a papel kraft, que es papel de embalaje. Las empresas actuales llegaron a la ecuación económica ideal: producen poco y caro”, dice con un dejo de ironía. Según la CAL, el costo del libro se divide así: edición (5%), diseño (6%), encuadernación (15%), impresión (20%) y papel (54%).
La Feria del Libro es el centro del año editorial: los sellos ordenan su calendario en torno a este megaevento literario que en 2022, su gran vuelta a la presencialidad, asistieron 1.324.500 personas. “La Feria es como un cuello de botella: todos nos ponemos trabajar sobre reimpresiones y novedades para esa fecha. La producción empieza a ponerse en marcha en marzo para llegar a mayo y abril, los meses en que se hace la Feria. Ahí está el problema: se empieza a demandar papel que no hay en el mercado”, dice Gremmelspacher —quien además es director del sello Bonum—, y continúa: “Lo que seguro va a suceder es que las editoriales, al menos las pymes que están representados en la CAL, se van a ver perjudicadas: si no conseguís papel no podés editar”.
Al poco tiempo de que se publicó el comunicado de la CAL, la Fundación El Libro —los organizadores de la Feria del Libro— publicaron el suyo. En una especie de respuesta, aseguran que ya está “reservada en más de un 95% la oferta de stands”. En cuanto al encarecimiento del papel, la Fundación sentenció que si bien “es un problema recurrente en la historia económica de nuestro país”, “no afectará la vitalidad y pujanza de la Feria 2023”. Ahora, en diálogo con Infobae Cultura, Gremmelspacher aclara que “la feria en sí no peligra, lo que peligra es el contenido: la oferta que podemos llevar. Lo que peligra es la bibliodiversidad. Si el editor puede editar menos y sacar menos títulos significa que peligra en ese sentido”.
Mientras la industria editorial gira, trastabilla siempre a punto de caer, la respuesta del Estado no llega. “Tenemos diálogo con la Secretaria de Comercio, digamos que son empáticos, pero el resultado es que no hacen nada. Y no es la primera vez que no hacen nada. Desde la CAL creemos que un camino es que el Estado intervenga. El otro camino, en caso de que siga ausente, es hacer la denuncia en Defensoría de la Competencia. Lo que vivimos es Goliat contra David”, concluye.
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