“Snuff”, una novela sobre un inquietante registro audiovisual de asesinatos reales

El autor relata la génesis de su obra, un thriller que arranca con la intención de filmar un documental sobre una película de culto (que da título al libro). Un matrimonio estadounidense radicado en Tigre a inicios de los años setenta, hace el resto

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La novela "Snuff" de Airel
La novela "Snuff" de Airel Pukacz bucea en material documental sobre el thriller de culto que da nombre al libro

No recuerdo con exactitud cómo llegó a mí, en 2008, un DVD copiado con la película Tesis de Alejandro Amenábar, ni por qué me decidí a verla, lo que sí me quedó grabado fue la trama, que giraba alrededor del mundo de las películas snuff: el registro audiovisual de asesinatos reales para su distribución comercial clandestina.

En ese entonces cursaba un terciario en periodismo y tenía acceso al gran archivo de la escuela donde estudiaba, lo que me llevó a querer investigar más en profundidad sobre aquellas películas que se habían convertido en un mito urbano, nadie podía asegurar que existiesen o siquiera haber visto alguna, pero tampoco nadie podía ratificar que una red underground donde circulara este tipo de material fuese una mera fantasía.

Rápidamente llegué a uno de los datos más conocidos dentro de ese universo, el de una película titulada como el género, que había sido filmada en Argentina por una pareja estadounidense conformada por Roberta y Michael Findlay, en la que supuestamente se mostraba un asesinato real. Originalmente fue estrenada bajo el título de Slaughter y había sido filmada en Tigre con un presupuesto diminuto, con elenco y crew argentino pero sin sonido: los diálogos fueron grabados en inglés en Estados Unidos.

La trama era muy confusa, incluía una pandilla de motociclistas, productores de cine y una familia de nazis vendedores de armas: un fracaso absoluto y olvidable. Pero cinco años después, Allan Shackleton de la distribuidora Monarch de Nueva York desempolvó las latas originales e hizo que el director Simon Nuchtern rodara una escena a modo de epílogo que resignificaba toda la película y rompía la cuarta pared. Así Slaughter se convertía en Snuff: Nuchtern registra el fin de un rodaje en un set de filmación, lo que da a entender que todo lo visto anteriormente era una ficción.

En ese descanso de fin de rodaje, el director comienza a insistir a la actriz de filmar una escena sexual, ante su negativa comienza a golpearla y torturarla. Con ayuda de su equipo técnico comienzan a atarla y a filmar cómo la torturan hasta que la actriz muere. El supuesto director grita con los órganos de la mujer en sus manos; en off se escucha al camarógrafo advirtiendo que se está quedando sin metraje pero que logró filmar el asesinato. La escena termina de golpe y sin créditos, como si se tratara de verdadero found footage o material encontrado.

Snuff fue reestrenada en Nueva York y otras ciudades estadounidenses, explotada comercialmente como “una película que sólo pudo ser filmada en Sudamérica, donde la vida no vale nada”. Todos los grupos posibles fueron en contra de una película en la que se mostraba un crimen, un asesinato verdadero: desde movimientos feministas a ultracatólicos. El problema era que muchos hablaban pero pocos habían visto el metraje, hasta que un fiscal determinó que era ridículo censurar una película de tan bajo presupuesto, la muerte era exageradamente barata y falsa. Sin embargo el revuelo generado a su alrededor hizo que Snuff se convirtiera en un éxito de culto.

Desde ese entonces hasta la actualidad el snuff ha sido utilizado como herramienta argumental de infinidad de películas: desde la infame Holocausto Caníbal (1980) de Ruggero Deodato, Hardcore (1979) de Paul Schrader, 52 Pick-Up (1986) de John Frankenheimer y 8 milímetros (1999) de Joel Schumacher, son algunos de los ejemplos más famosos, pero también hubo registros que intentaron hacerse pasar por verdadero snuff, como la morbosa Guinea Pig de Satoru Ogura (1985)

Mi novela Snuff, publicada recientemente por la editorial La Conjura, recupera las memorias de Brenda cuando era estudiante de cine documental. El trabajo de la protagonista no se centra solamente en sus recuerdos, sino que va al hueso al recuperar fotocopias con la bibliografía, recortes de prensa de la película Snuff, hojas con anotaciones de su cuaderno de cursada y la desgrabación de distintas clases de Sergio Propotka, docente especializado en géneros marginales del cine. Brenda logra contar y acomodar cronológicamente el intento del grupo de estudiantes por llevar a cabo un documental sobre la filmación de Slaughter en Tigre.

Afiche de la película "Snuff"
Afiche de la película "Snuff"

Brenda hace un intento de recorrido cronológico por la cursada de aquella materia tan particular, de la relación de los compañeros, los egos y celos pero también del interés individual de cada uno por estar cursando aquel seminario tan específico y morboso, el de los géneros marginales.

Sergio Propotka, el docente, tuvo una carrera intensa pero escurridiza, en la que hizo radio, revistas y hasta ciclos de cine pero siempre sin llegar al reconocimiento que creía merecer. Con su grupo de estudiantes halla la oportunidad de dirigir un documental que a sus alumnos les funcione de tesis grupal y a él como obra decisiva sobre una película rodada en su propio país pero que no ha llegado a la mirada y oídos de los grandes públicos. Muy rápidamente el rodaje y la hermandad entre alumnos y profesor se resquebraja, lo que deja un clima paranoico en el que cada uno tira para su lado.

Mi intención con Snuff era lograr una novela que no fuese solamente narrada por su protagonista o personajes, sino que contara con material no narrativo que sirviera para sugerir ideas y hacer avanzar la trama de un modo ajeno a lo literario. Es entonces que el supuesto material encontrado, como fotocopias, hojas de carpeta, mails y sobre todo las desgrabaciones de las clases, me permitieron jugar con esa necesidad y voluntad fragmentaria.

Ariel Pukacz acaba de publicar
Ariel Pukacz acaba de publicar la novela "Snuff" por el sello La Conjura

Para la escritura de Snuff, antes de escribir la primera línea ficcional hice un trabajo de investigación para sumergirme nuevamente en el tema, ya que desde mi interés inicial habían pasado casi quince años. Miré todas las películas que pude, desde las más famosas a las más salvajes, y también me detuve en la lectura de libros especializados en el tema, ya fuera sobre el snuff o sobre el found footage en el cine (todo esto figura en el libro en las fotocopias de filmografía y bibliografía). Luego estuvo la necesidad de ver qué recorte de todo lo investigado era parte del material de archivo, cuál era explicado por el docente en las clases desgrabadas y cuánto utilizaba su protagonista, Brenda, en su propia escritura.

Una parte importante del libro corrió por parte de la propia editorial, que desde el diseño hizo que la novela funcione de la forma en la que queríamos, integrando el material de archivo de la manera más orgánica y “real” posible. Los textos de la bibliografía podrían haber estado escritos sobre la página pero se tomó la decisión de falsear viejas hojas arrugadas y envejecidas, para darle a todo ese contenido el aspecto de verdadero material documental. Mientras que la portada recrea las viejas cajas de VHS vírgenes y en las retiraciones de tapa encontramos artículos de prensa verdaderos, que dan la idea de que descansan dentro de la caja. A todo esto se suma un prólogo del gran Leo Oyola, uno de los primeros lectores de la novela donde pregunta: ¿Es sólo una novela?

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