El 1 de octubre de 2014 ocurrió un hecho inesperado. Ante muy pocas personas que habían asistido a la inauguración de Red House, la sala de conciertos del empresario Jorge “Corcho” Rodríguez, apareció sobre el escenario Manal, el trío fundacional del rock argentino integrado por Javier Martínez, Claudio Gabis y Alejandro Medina. Fue su primer y único show en más de tres décadas, pergeñado totalmente en secreto, y que el resto de los mortales pudo vivenciar gracias a su posterior edición en CD y DVD. El periodista Claudio Kleiman estuvo allí y ocho años más tarde reconstruye en su libro La historia de una reunión secreta cómo se gestó el regreso fugaz más improbable del rock nacional.
—¿Cómo surgió la idea de hacer un libro sobre un acontecimiento tan puntual como fue la vuelta íntima y sorpresiva de Manal en 2014?
—El origen del libro surge en 2017, cuando se edita el CD y el DVD del show, Vivo En Red House. “Corcho” Rodríguez, que había sido el productor y mecenas de la reunión, me pidió que escribiera unas liner notes para el interior disco. Aprovechando que los tres miembros del grupo estaban entusiasmados con el lanzamiento y con un show que se iba a hacer en el Gran Rex que al final se canceló, los entrevisté para recabar algunas frases para citar dentro del texto que iba a hacer. También sumé testimonios de Corcho y de Adrián Taverna, que fue la quinta pata de este proyecto porque fue quien grabó y se ocupó del sonido tanto en los ensayos como en el show y que luego se ocupó de mezclar el disco en los estudios Electric Lady, que fundó Jimi Hendrix en Nueva York poco antes de su muerte.
Yo soy amigo de los tres integrantes de Manal, así que conmigo se abrieron y al final las entrevistas fueron tan ricas que superaron largamente la idea inicial de extraer algunos fragmentos. Entonces, sin saber muy bien para qué, me puse a armar lo que terminó siendo el cuerpo principal del libro, que es el relato coral de lo que fue la reunión. Ya había salido un libro en formato coffee table book con las fotos del show a cargo de Néstor Díaz –que fue el único fotógrafo habilitado en el evento–, así que cuando le mostré el material a Corcho me dijo que le interesaba para una segunda publicación que quería incluir en lo que iba a ser una edición especial para coleccionistas del álbum, en la que además del libro de Díaz quería sumar objetos para fanáticos, como muñequitos, y una segunda película con los ensayos, todo incluido en una caja que replicaría un anvil, que son los estuches que se usan para guardar los instrumentos. Esa idea quedó en el camino, al igual que la reunión de 2017, así que lo único que salió en aquel momento fue el CD y el DVD del concierto con un breve texto de mi autoría.
Todo lo que había armado quedó guardado en un cajón y durante la pandemia, que uno tenía más tiempo para pensar, me di cuenta de que los años que habían transcurrido no solo no lo habían desactualizado, sino que le agregaban valor a todo lo que se contaba ahí. Me puse en contacto con Miguel Dente de ediciones Disconario, que se entusiasmó con la idea de sumar la reunión de Manal a la colección que tiene sobre acontecimientos puntuales que se llama “Dicho Y Hecho”. Al texto central con los testimonios, que básicamente quedó como lo había armado inicialmente, le agregué una crónica del show y un prólogo donde cuento la historia del grupo hasta ese punto, un poco para que si lo lee alguien más joven o del exterior tenga una idea de qué fue Manal y por qué fue tan importante.
Sumó muchísimo que el prólogo lo haya hecho Gustavo “Chizzo” Nápoli, líder de La Renga, primero porque fue el único músico invitado a tocar con ellos durante la reunión y segundo porque su banda abrió la música del trío a otras generaciones que quizás no lo conocían. Estoy muy agradecido porque él no está en ningún lado. No da notas y no aparece en ningún libro salvo en uno de poesía que él escribió. Yo sabía que no se iba a poner a escribir, así que me invitó a comer un asado a su quinta y charlamos. Su testimonio me parece muy valioso porque cuenta unas anécdotas divinas, como que en su adolescencia, cuando empezó a hacer música, en Mataderos lo llamaban “Manal” porque cantaba sus temas imitando a Javier Martínez. Para él, tocar con ellos fue un sueño cumplido.
—Vos fuiste uno de los privilegiados que presenciaron ese concierto. ¿Estabas al tanto de la reunión?
—No solo fue un show para muy pocos, sino que la prensa tenía prohibido el acceso. Era tan limitado que creo que los Manal podían invitar tres personas cada uno. Yo tengo una gran amistad con los tres, pero más que nada con Claudio Gabis, que me invitó como amigo, no como periodista. Ellos no podían revelar nada, así que me llamó para invitarme a algo que, me decía, me iba a interesar. Me explicó que era en Red House, que estaba en Florida, que para mí es un poco lejos, por lo que le gruñí un poco. Del otro lado del teléfono su mujer, Sonia, me dijo que si faltaba me iba a arrepentir toda la vida. Acepté porque me dio la sensación de que era algo importante y fue increíble. Allá había un telón –Javier es fanático de los telones–, se abrió y apareció Manal tocando “Informe de un día”, que era el tema con el que ellos empezaban sus recitales allá en los 70. Fue alucinante lo que sonó y con los años lo fui valorando aún más.
—En varios pasajes del libro se destaca la complejidad de la música de Manal, que no era una simple banda de blues.
—La palabra “blues” es una simplificación en el caso de Manal. Está bien que ellos inventaron el blues en castellano como género, pero su propuesta lo excedía largamente. Javier Martínez afirma que estaba la idea específica de evitar el blues de Chicago de doce compases, el estilo convencional, e incluso él mismo dice que es un formato que en otro momento de su carrera utilizó, como en su canción “Corrientes”, pero que con Manal estaba la intención de no aplicarlo. En su primer álbum, Manal, el de la portada de la bomba, hay siete temas y ninguno es un blues clásico. Lo más parecido es “Todo el día me pregunto”, que en realidad no tiene la estructura estándar de doce compases. “Avellaneda Blues” se puede tocar como un blues corriente, pero el original tiene variaciones armónicas distintas. Corcho me contó que cuando lo tocaban en las zapadas que hacían en Red House, Pappo sugería hacerlo como un blues cuadrado porque la versión de Manal es un quilombo porque tiene un montón de acordes.
Gabis explica que el campo de Manal era toda la música negra y eso implica no solo el blues sino el soul, el góspel, el R&B, la música psicodélica derivada del blues que se hacía en ese momento tanto en Inglaterra como en los Estados Unidos y también la música negra rioplatense, que es un ingrediente propio de ellos. Javier me contó que su papá era uruguayo y que el riff de “No Pibe” está en clave de candombe, así que su música tenía una riqueza impresionante.
Por pedido de Corcho, para la reunión tuvieron que sacar las versiones originales. Ellos siguieron tocando los temas de Manal, pero cada uno como mejor le parecía, entonces cuando se pusieron a escuchar los discos que habían hecho hacía tantos años se asombraron por la cantidad de arreglos, acordes de paso y transiciones que había. Me pareció una buena decisión porque cuando se produce la reunión de un grupo que dejó su marca uno quiere escuchar sus canciones como eran, no versiones aggiornadas.
Cuando se juntaron entre 1980 y 1981, que grabaron el álbum Reunión y salieron los discos en vivo Manal en Obras –que a ellos no les gusta porque no los autorizaron y porque están mal grabados–, todavía estaba el auge de la música de fusión de jazz rock y los tres estaban un poco influenciados por todo eso. Esta reunión en cambio recupera el repertorio del primer Manal, pero con todo el peso de las décadas que habían transcurrido con su propio desarrollo como músicos y como personas. El paralelo más cercano que se me ocurre es la reunión de Cream de 2005, una banda que los influenció mucho. De hecho, el primer nombre de Manal fue Ricota, que era como un chiste relacionado con Cream. Vos escuchas ese regreso de Cream y suenan de otra manera, con otra densidad.
Tanto Manal como Almendra y Los Gatos, que son las bandas sobre las que se construyó todo el rock nacional que vino después, en realidad tuvieron una duración muy limitada. Para Gabis, el primer año y medio del grupo, antes de tener éxito, fue el momento en el que estuvieron más unidos y su etapa más creativa. El primer LP y sus primeros simples son la joya de la corona de su discografía.
—¿Al final, parecía tan loca la idea de “Corcho” Rodríguez de reunir a Manal?
—Las reuniones se hacen para lucrar. Al margen de que hay algunas que han sido exitosas artísticamente, siempre han sido un negocio. Sin embargo, la de Manal debe ser más atípica, no solo del rock nacional, sino del mundo entero. Haberla hecho a puertas cerradas, secreta y para unos pocos invitados que ni siquiera sabían con qué se iban a encontrar es algo absolutamente único. De hecho, ellos lo aceptaron porque fue de esa manera y es increíble porque se engancha perfectamente con la historia del trío, que es un tanto misteriosa, porque ellos no hacían concesiones, eran muy firmes con lo suyo.
Corcho, lo dice en el libro, tiene la teoría de que cuando estos artistas son tratados como se merecen respetan lo que se pactó. Hay mucho empresario chanta en el rock nacional que ha estafado a los músicos, pero a ellos les ofrecieron unas condiciones muy buenas, no solo desde lo económico sino también desde lo artístico. Tuvieron la libertad de elegir con qué equipo querían tocar, dónde se querían alojar, qué querían comer… recibieron un trato que nunca tuvieron en toda su trayectoria. Ellos pagaron el precio de los pioneros. El rock nacional de los 60 y 70 era un negocio muy chico, así que ninguno de los artistas de esa época disfrutó de unas condiciones que tuvieran relación con la marca cultural que dejaron. La plata grande en el rock entra recién con Soda Stereo, a mediados de los 80.
—Jorge Rodríguez además tuvo la difícil tarea de disipar las tensiones entre ellos…
—Había que tener cuidado. La situación de equilibrio era muy delicada y se podía romper con cualquier cosa. Siempre el mayor conflicto fue entre Gabis y Martínez, mientras que Medina hacía un poco de componedor, pero la relación entre ellos es muy variable y eso no significa que siempre haya sido así. A veces se han peleado Alejandro y Javier o se dieron distintas combinaciones. Los tríos son complicados porque cuando hay más gente siempre alguno hace de colchón en las relaciones interpersonales. En muchas duplas creativas del rock, empezando por John Lennon y Paul McCartney, esa tensión durante un tiempo produce resultados creativos impresionantes.
—Más allá de lo que dice la historia, ¿qué significa Manal para vos?
—Para mí es una banda importantísima, un grupo mágico. Inventaron un género y compusieron grandes canciones. Dejaron la vara muy alta para todos los que humildemente quisimos continuar con esa senda del rock y el blues en castellano, tanto desde el aspecto lírico –Javier muchas veces fue comparado con Enrique Santos Discépolo—, como en el musical, con toda su sofisticación. Por algo sus temas continúan sonando y se siguen tocando y versionando, incluso en clave de tango. Su repertorio es indestructible, hoy escuchás ese primer álbum a más de 50 años de haberse grabado y te rompe la cabeza. Manal, Almendra y Los Gatos son grupos contemporáneos, todos muy distintos entre sí, pero la magia y la creatividad que tenían reflejan el zeitgeist de esos años, algo irrepetible que tuvieron los 60 de la mano de The Beatles, que eran los que iban adelante llevando el estandarte y que generaron cosas increíbles en todo el mundo. Ellos en pocos años de actividad volcaron una cantidad alucinante de referencias culturales y musicales, estilos e inspiraciones literarias que abrieron las puertas a los que vinieron después. En la Argentina, los rockeros de la época eran tipos de mucha cultura con los que uno se podía reunir y hablar durante horas de los temas más diversos, desde historia del mundo hasta cine, literatura y pintura.
—En retrospectiva, da la sensación de que a diferencia de lo que pasó con las otras bandas fundadoras del rock argentino, en especial de Almendra, la influencia de Manal se fue diluyendo con el tiempo. ¿Creés que tu libro ayuda a revalorizar su legado?
—Espero que sirva para eso porque La historia de una reunión secreta es uno de los primeros libros sobre el trío en la bibliografía del rock nacional, así que viene a llenar un vacío. Quienes escriben la historia del rock han seguido diversas líneas de interpretación. La dominante le da un valor muy alto a la armonía. Es la línea del Flaco Spinetta y Litto Nebbia, continuada entre otros por Fito Páez. Pero hay otra que empieza justamente en Manal y que a partir de eso devienen desde Vox Dei hasta Los Redondos. Es el ala más dura del rock, que incluye a Almafuerte, Hermética, La Renga, todo el rock barrial, Divididos, Las Pelotas. Calamaro tiene un pie en cada lado, es conciliador.
—En tu opinión ¿Cómo está hoy el rock argentino?
—Hay montones de cosas interesantes que se están produciendo, pero como el rock ya no ocupa un lugar en el mainstream hay que buscarlas todo el tiempo en los márgenes, como pasaba al principio. Se está produciendo un montón de música, lo que pasa es que los grandes medios te pudren la cabeza cada vez más con basura porque lo que hay hoy es una música de muy baja calidad.
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