El escenario en silencio de un teatro tiene aptitudes mágicas porque, de un momento a otro, pasará de monumento a artefacto cuyo motor arranca mediante la unión del artista con el público para provocar las más diversas emociones y elucubraciones. El escenario del teatro Ópera, en la avenida Corrientes, no está vacío. Hay los así llamados instrumentos informales que serán tocados por los Les Luthiers, el mítico grupo humorístico actoral y musical que, luego de 55 años de carrera que supo incorporar su inteligencia e ingenio al imaginario popular argentino, decidió que brindaría su último espectáculo. Que este jueves 12 de enero estrenaría para su público su último show.
Al escenario se integran, no podía ser de otro modo, vestidos de smoking y moño negro, los fundadores Jorge Maronna y Carlos López Puccio y los miembros más nuevos Horacio “Tato” Turano, Roberto Antier, Martín O’Connor y Tomás Mayer Wolf que fueron reemplazando a los más antiguos por retiro, como Carlos Nuñez Cortes, o muerte, como Marcos Mundstock o Daniel Rabinovich, que siguen formando parte del espíritu del grupo. Conversarán con Infobae Cultura sobre este adiós y la intensa relación con el público que a partir de este jueves se podrá comprobar una vez más cuando suba el telon para que empiece Más tropiezos de Mastropiero.
—El anuncio de que este sera el último espectáculo de Les Luthiers causó gran conmoción. Si vieron Esperando la carroza, está todo el mundo diciendo: “Pour qoui?, Pour quoi?”. En su breve comunicado plantearon que la cuestión etárea de los más grandes los hizo pensar en concluir el proyecto. ¿Hay alguno más?
— Carlos López Puccio: Creo que esa es la razón más valedera. Estamos grandes, sobre todo Jorge y yo, y nos viene rondando la idea desde hace un tiempo. Les Luthiers es una empresa. Grande, complicada, necesita una infraestructura que necesita estar funcionando todo el tiempo porque nosotros no somos una banda de rock que hace grandes estadios, tenemos una necesidad teatral y para eso hace falta viajar, tener mucha producción, tener una logística importante y no somos 100, somos 20. Es agotador sostener ese estrés. Entonces venimos barajando esta sensación de “ya estamos grandecitos”.
—Seguro, además la impronta física de los espectáculos. Recuerdo que en el último López Puccio salía saltando como un teenager.
—C.L.P.: Y lo estuve haciendo hasta hace poco en España.
—A la vez que es una creación intelectual. Con los nuevos instrumentos, los nuevos guiones. ¿Puede pasar de tener temor a que tal vez no salga como siempre?
—C.L.P.: -El temor grande fue crear este espectáculo nuevo. Digamos, por lo menos en el corazoncito tenía que estar a la altura de los buenos espectáculos de Les Luthiers, que tiene muchos años de prestigio, digamos, y hacer algo nuevo es un tremendo desafío, es muy angustiante la parte esa. Es muy placentero poder llegar a presentarlo y encima si tenés éxito, como nos pasó, pero también es desgastante. Tenés que estar a la altura del pasado.
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—Es que es un pasado de 55 años que no sólo se manifiesta exitoso, se ha introducido en el imaginario social, en el corazón popular de los argentinos. Y de buena parte de Latinoamérica y de Europa, probablemente. En fin, es medio impensable un final. ¿Cómo Les Luthiers se extenderá?
—Jorge Maronna: Bueno, este espectáculo es nuevo como seguramente novedoso. Y después queda nuestro legado en discos, videos. Es mucho material toda nuestra historia.
—Tomás Mayer Wolf: Además es lo que decía Carlos. Ellos empezaron como estudiantes hace 55 años, no lo puede hacer cualquiera. Al principio se movían ellos los micrófonos y después fueron incorporando técnicos y así hoy es la empresa que es, por toda la trayectoria y los 55 años y no es algo que se puede hacer solamente interpretando un material.
—Es un legado y es muy fuerte, tiene una narrativa propia con Johann Sebastian Mastropiero, es más que la marca Les Luthiers. ¿Piensan que quizás por eso no hubo, no digamos imitadores, sino seguidores suyos que hayan logrado esa unión con el público? Y que quizás al no estar Les Luthiers en forma de espectáculo, ¿puedan desarrollarse como parte de ese legado?
—C.L.P.: Siempre pudieron hacerlo. Si no lo hicieron no fue porque estuviéramos obstruyendo una salida.
—Martín O’Connor: Yo creo que más que nada es porque esto es básicamente humor, pero tiene un componente muy importante de música, y hasta con virtuosismo en algunos casos, que no sé si es tan fácil…
—C.L.P.: No es fácil.
—M.O.: Claro, por eso no hay algo parecido siquiera.
—También está la creación de los instrumentos que son una marca suya.
—Roberto Antier: Es una pata más del espectáculo y la gente siempre asiste a ver varias patas. Hablo como el espectador que fui durante treinta y cinco años. La elegancia de la puesta en escena. El sincronismo, la perfección de que todo funciona de una manera tan ensayada y tan prolija. Entonces ves el instrumento informal, ves el juego de palabras que no puedo creer con que se le ocurrió ese remate, ves cómo cantan, esto es una agrupación que nació en un coro. Ves las partes actorales. Bueno, es mucho juntar todo eso porque sí.
—C.L.P.: No es que un grupo de jóvenes se reúne y lo consigue, hay que recorrer un camino e ir montando para terminar. Este espectáculo que vamos a estrenar se fue probando de a pedacitos. Muchas cosas se fueron probando a lo largo de todo 2022. Y eso un grupo de jóvenes no lo puede hacer, tenés que tener una maquinaria que te ponga la luz, el sonido. Se fue construyendo con el tiempo esa posibilidad.
—Horacio Turano: Viste que en redes sociales pueden aparecer grupos de tres mujeres que tocan cuerdas, que hacen gags humorísticos buenísimos, pero no tienen lo actoral. Finalmente está solo lo actoral, o solo lo musical.
—Martín O’Connor: Además, cada uno de nosotros toca varios instrumentos. Entonces hay personas que tocan el piano, luego los instrumentos informales.
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—¿Ustedes idean los instrumentos o alguien del equipo?
—C.L.P.: Les Luthiers tiene un luthier desde siempre, que en la actualidad es Hugo Domínguez que trae proyectos y se los aprobamos o rechazamos en función de desde cómo suena, a si son útiles y ese tipo de cosas.
—J.M.: Pero cada uno lleva un desarrollo en la práctica, claro, más allá del plano y la idea empieza con una pequeña parte de prueba. Ese instrumento tuvo varias, todos ellos han tenido varias etapas de prueba, de un “no me gusta” y de agregar tal cosa, quitarle tal otra. Pero hasta que quede más cuerpo sobre la misma idea hace falta un continuum que no lo puede tener un grupo de jóvenes. Es como dice Jorge: se probó, se probó en espectáculos con público, cosa que tampoco la podés probar sin un público genuino. Podés probar un chiste pero que la gente no se ríe, no sabés cómo sentirte. Nosotros tenemos la posibilidad esa porque venimos funcionando hace muchos años, la posibilidad de probar los chistes con la gente que viene a reírse de otras cosas, en realidad, pero vos le pones el chiste o la escena y no saben que es nueva y eso realmente es una maquinaria difícil de parar.
—Una cosa muy linda es ver en sus espectáculos a una madre y un hijo que van a ver ambos el show y cantan los dos las canciones.
—H.T.: Nos ha pasado mucho en escenas fijas que teníamos y luego al costado nuestro, por ejemplo con Roberto o con Marcos también pasaba en Radio Tertulia, cuando quedábamos en penumbras y el reflejo de la luz nos permitía ver la platea completa. Entonces mirábamos si alguno estaba durmiendo, que bueno también ha pasado, y hemos visto dos y tres generaciones juntas riéndose a carcajadas y lo fabuloso es que quizás los tres no se reían de lo mismo. Es un humor de diferentes capas, un humor muy elaborado para el que es muy leído; el humor más plano: y el humor básico, un chiste fácil que se ríe el nene por ahí de una payasada que hacemos. Esas tres capas en un mismo chiste hablan de un trabajo muy ingenioso.
—R.A.: Nosotros entendemos que hay un gran corpus del espectáculo que lo tiene que entender todo el mundo. Después hay una capa para algunos y… Árbol, rama y hojita, ¿no? Hojitas hay pocas, pero están quienes también se ríen. Y sobre las generaciones me ha pasado mucho de que alguien me dijo que venía a ver el espectáculo con su hijo como su padre lo había llevado a él.
—M.O.: Agrego una chiquita que nos pasó hace poco en La Coruña. Una vendedora de un local muy importante vino y nos contó: “Yo la primera vez que vi a Les Luthiers fue en la panza de mi mamá. Hoy, vine con mi hijo en mi panza”.
—Muy lindo. Bueno, habría que preguntarle al niño. (Risas)
—C.L.P.: -¡Los odio! (Risas)
—Respecto de las capas, el origen de Les Luthiers tiene lugar en la música culta, si se la quiere llamar así, pero su desarrollo sin perder ese origen lo volvió realmente popular.
—R.A.: Un viejo malentendido dio lugar a que se piense que Les Luthiers, al hacer humor inteligente, estaba dirigido a un público intelectual, para universitarios y que tuvieran un doctorado, pero la inteligencia está en cómo diseñaron el chiste. Es accesible para todo el mundo porque si no no se harían los teatros multitudinarios que se hacen con Les Luthiers. Es como el humor de Chaplin o de los Hermanos Marx, que esperás que el remate venga de un lado y llega desde el otro.
—J.M.: Por ahí muchas veces hemos preferido decir ingenioso para que no suene a elitista o pedante.
—¿No pensaron tal vez en la posibilidad de hacer más espectáculos, en forma de especiales, que sean distribuidos por esas plataformas grandes de streaming, que permita pensar que esta no es una despedida definitiva?
—R.A.: ¿Por streaming?
—C.L.P. Es buena, eh.
—Estaría bueno. Y después les paso el CBU. (Risas)
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