“¿Cuáles son las raíces que prenden,
qué ramas se extienden en estos pétreos escombros?
… sólo conoces un manojo de imágenes rotas
en las que el sol golpea”.
T. S. Eliot, La tierra baldía (1922)
¿Por qué estaciones de servicio abandonadas? Creemos que todo espacio ocupado, cuando es abandonado, deja sus fantasmas, y detrás de ellos hemos ido. Como los volátiles vapores de las naftas, las estaciones de servicio que fotografiamos aquí han caído en el desuso y la ruina, o han sido recicladas para otros rubros. En el centro de Lobos, por ejemplo, la playa de una estación de servicio se convirtió en carnicería. En Tandil otra estación se convirtió en un exitoso almacén, y aloja a una pizzería en el predio que solía recibir sedientos automóviles. Algunas proveen signos visibles del momento de la decadencia: los carteles anunciando irrisorios precios de combustibles o alimentos lo delatan.
Podemos citar como antecedentes de este trabajo Twentysix Abandoned Gasoline Stations (1974-1996, en dos etapas), del californiano Jeff Brouws, y Twenty-Four Former Filling Stations (2007), del inglés Frank Eye. Por otro lado, el estadounidense David Freund recorrió 47 estados de su país para su libro Gas Stop, proyecto que inició en 1978 y culminó en 1981. Allí documenta la variedad y la abundancia de historias que se pueden contar en las estaciones de servicio. Al igual que el motel y el diner, la estación de servicio es uno de los sitios icónicos de los Estados Unidos, país siempre en el camino. Hagamos un breve ejercicio contrafáctico: Argentina, con salida al Océano Pacífico, se convierte en Estados Unidos de Sudamérica y compite de igual a igual con la potencia del norte. Los despachos de nafta y los negocios que los acompañan también significan lo mismo. ¿O tal vez no es necesario imaginar ese destino paralelo?
Fotógrafos como Dorothea Lange y Walker Evans ya habían posado sus lentes en las estaciones de servicio como ícono fundamental del paisaje norteamericano. Tanto Lange como Evans estudiaron y documentaron las migraciones producidas por la Gran Depresión de los años 30; necesariamente, los vehículos que transportaban a los desafortunados migrantes requerían de combustible.
Ed Ruscha continuó con las estaciones de servicio en Twentysix Gasoline Stations (Veintiséis estaciones de servicio), publicado en 1963 y disponible para hojear en la página de la Galería Tate, que describe la obra como “un icónico libro de artista”. Comenta Ruscha que casi no hubo un proceso de selección involucrado en la producción de los libros, ningún intento por buscar las estaciones de servicio, los estacionamientos o las piscinas más “pintorescas”. “Tomé sesenta o setenta fotografías de estaciones de servicio entre este lugar [Los Ángeles] y la ciudad de Oklahoma…las estaciones más excéntricas fueron las primeras que descarté. No quería que diera la impresión de variedad… quería que el libro fuera áspero”, dice el fotógrafo.
Más estaciones de servicio y más edificios de departamentos aparecen en otro contexto, en el libro más famoso de Ruscha, Every Building on the Sunset Strip (Cada edificio en el Sunset Boulevard, 1966). Ruscha señala que comenzó a trabajar con fotos por “una combinación de deseos”. Uno era, antes que nada, hacer un libro. “Quería hacer un libro de cualquier tipo… una actitud sobre todas las cosas que se resume en esta frase que inventé para mí mismo, ‘veintiséis estaciones de servicio’… trabajé en mi mente con eso por bastante tiempo y ya sabía el título incluso antes de que existiera el libro. Y luego, paradójicamente, surgió la idea de fotografiar las estaciones de servicio, así que primero viene la idea—que tuve que trabajar luego. Iba palmo a palmo con lo que sentía respecto de viajar…” Ed Ruscha, Leave any Information at the Signal, Writings, Interviews, Bits, Pages (2002). En nuestro caso, hemos planteado una limitación geográfica para el siguiente ensayo. Tandil, a 400 kilómetros al sur de Buenos Aires, nos ofreció un buen número de estaciones de servicio abandonadas que, dispersas en el ejido urbano y semiurbano, se mimetizan con otros edificios, sin perspectivas de volver a la actividad. La región también ostenta unos cuantos espacios en el mismo estado: de ahí que nos hallamos extendido a localidades como Gardey, Benito Juárez, Ayacucho y Rauch.
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Elegimos contar en textos e imágenes el deterioro de un tipo de comercio, fundamental para el transporte, la comunicación y la vida humana en general. En algunos textos hablaremos específicamente sobre estaciones de servicio, mientras que otros pretenden ofrecer una reflexión sobre el petróleo, las rutas y los automóviles. También entendemos que a todo auge le sigue su caída. Sucedió con el Imperio Romano, sucederá con las petroleras y aun con Elon Musk.
Por último, nos hemos planteado algunas preguntas, en tiempos donde vacas muertas son vacas sagradas: ¿Qué pasa con las estaciones de servicio abandonadas? ¿Se vuelven páramos inhabitables? ¿Se convierten en espacios comerciales? ¿Hay alguna estética que las agrupe? Este trabajo es un intento de responderlas.
El grafiti suele ser asociado con la decadencia y la destrucción. Como hongos, surgen en sitios derruidos o en desuso, aunque se han popularizado de una manera espantosa en los últimos años. En las maravillosas distopías de invasiones alienígenas V: Invasión extraterrestre y Sobreviven (John Carpenter, 1988) las pintadas con aerosol hablan lo que no se puede decir en voz alta. En otros casos solo sirven como demarcación de territorio y testimonio fugaz de la existencia del firmante.
En los años 90, tiempos convulsos, conocí a J., un metalero. Por la prohibición de vender alcohol en la madrugada que regía entonces, frente a esa injusta sequía, J. compró kerosene en esta estación de servicio y lo bebió como un elixir. Después de todo, es jugo de dinosaurios refinado.
“…el corazón de la empresa está en los lugares de operación donde las inclemencias del tiempo dejan huellas diarias y donde la lejanía de la familia refuerza el compromiso y esfuerzo para ser mejor cada día. Les doy gracias a todos por ese compromiso y los invito a compartir el nuevo deafío (sic) de hacer de YPF una compañía de energía con sentido nacional, profesional, integrada, competitiva, global, comprometida con la seguridad y el cuidado del medio ambiente. En definitiva, que sea un orgullo para todos los argentinos”. Miguel Galuccio, Historia y futuro de YPF. Poesía emotiva del hidrocarburo. En los últimos meses se discutió la posibilidad de instalar plataformas para la extracción de petróleo en la costa bonaerense. La pesca y el turismo—dos de las actividades fundamentales para ciudades como Mar del Plata—bien podrían entonar su réquiem, de prevalecer la visión empresarial.
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“Los no lugares son tanto las instalaciones necesarias para la circulación acelerada de personas y bienes (…) como los medios de transporte mismos o los grandes centros comerciales, o también los campos de tránsito prolongado donde se estacionan los refugiados del planeta”, señala Marc Augé en Los “no lugares” (1992). Cuando se acaben las reservas de petróleo y las refinerías cesen su humeante actividad, habrá que pensar también en los otros refugiados del planeta, con quienes compartimos agua, aire y territorio: los animales.
Un cortometraje documental estadounidense de 1957, Service Station, con música alegre declaraba que había una estación de servicio en cada barrio. “Como hoy hay tantos autos, las estaciones de servicio son muuuy importantes”, destaca el narrador. En los tiempos del Ford A, las estaciones no tenían muchos servicios, solo vendían nafta, cargándola en una jarra y con un embudo. En los cincuenta, dice el locutor, a los encargados de las estaciones se los llamaba “dealers”, la misma palabra que se usa para los vendedores de estupefacientes.
Dos películas de ciencia ficción han usado estaciones de servicio como locaciones: Terminator 2 (1991, el mismo año de la Guerra del Golfo) y El planeta de los simios: confrontación (2014). En la primera, Sarah Connor, su hijo John—el salvador de la humanidad—y el ciborg del futuro devenido en protector pasan la noche en una estación abandonada, donde reparan/curan al ser mitad máquina/mitad humano. En la segunda, un grupo de humanos, luego de restaurar una represa, comprueba que ha regresado la energía eléctrica, indispensable para la vida moderna.
“…la automovilización se convierte en un soporte esencial del individualismo moderno y el automóvil es su exponente material máximo: un objeto de culto. Es lo más sagrado de la modernidad, afirma Peter Sloterdijk, al punto que resulta imposible concebir lo moderno sin pensar el movimiento. Esa máquina numinosa sería el núcleo de una ‘religión cinética universal’ y el ‘sacramento rodante’ que unifica cuerpo y velocidad”, señala Guillermo Giucci en La vida cultural del automóvil (2007). Las estaciones de servicio abandonadas, entonces, serían los restos de templos dedicados al servicio de una religión cuyo sacramento se ofrece en mangueras.
A pocos metros de una de las canteras—otro de los símbolos del progreso y de la destrucción del ambiente—más trabajadas de Tandil encontramos este paraíso de nafta y Diesel reconvertido en hotel.
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Cuando éramos niños, uno de los juguetes más deseados era una estación de servicio en escala. Podríamos lavar los autos, cargarles nafta, chequear la presión de las ruedas, medir el agua y el aceite… la preparación para la vida comercial adulta en un paquete lúdico. Décadas atrás, André Citroën había declarado que las primeras palabras que debía aprender a decir un niño eran “mami, papi y Citroën”. Aprendimos sobre YPF, Shell, Esso o Isaura, jugando.
El sitio derutasydestinos.com contabiliza 2312 estaciones de servicio para la provincia de Buenos Aires, que es casi tan grande como Alemania, país que ostenta el número de 14.449 despachos. La primera estación de servicio abrió en una farmacia de la ciudad alemana de Wiesloch, en donde Bertha Benz llenó el tanque del primer auto que existió, luego de un viaje de Mannheim a Pforzheim. Esto fue en 1888. Desde entonces, las farmacéuticas y las petroleras no han parado de generar adictos.
ahí
desde ese -tu punto en eterno movimiento
observarás – con cierta ansiedad
el horizonte
la elipsis del sol en su caída
cuyo significado –sancionado culturalmente
será recordado cuando ella te acaricie la nuca
y vos ------------------------soltás una mano del volante
para acariciarle la pierna
ella te dirá que tiene hambre
y vos pensás en hacer una parada
en la próxima estación de servicio
donde protegidos -por el mismo
/aire acondicionado
y los mismos aromas -y la misma decoración
consumirán rápidamente la misma comida -que se sirve
en todos los restaurantes-
de todas las estaciones de servicio
del mundo
Esteban Moore, Paisajes”
En la esquina de Garibaldi y Colón funcionó una de las hamburgueserías más transitadas de Tandil. Siempre existió el rumor de que McDonald’s se instalaría en la ciudad, pero como eso nunca sucedió, en nuestra adolescencia debimos conformarnos con las AM-PM. Para muchos, fueron sitio de las primeras incursiones en el mundo de los adultos—la noche, tener unos pesos para gastar, encontrarse con amigos, ver a la chica que te gustaba... Hoy solo queda allí una especie de hotel para autos, colectivos y camiones.
Y si las gasolineras románticas fuesen cimientos abandonados/
estaciones de servicio en decadencia/no/ o surtidores vaciados/tampoco
tan solo restos/restos de una civilización perdida/
llevando en el útero barco intergalácticos/varados de un mar negro/
no
tan Purgatorio/no por favor
más allá de Lovecraft o Cardenal/nunca
pero sí portadoras de un sueño a descifrar en la imagen
No Románticas no por el deterioro/
& los poetas que/alguna vez/
No los que cargaron combustible a su voz/
No Románticas por el corazón helado de cuarzo
No por la nieve/más bien por los viajeros que las olvidan/
No mientras siguen ahí sin que nadie/les preste atención
No/por favor
Julián Axat, “Diálogo con Alberto Szpungberg sobre una gasolinera encontrada en el cometa 67/p”, en Cuando las gasolineras sean ruinas románticas (2019).
*Fotos de Agustín Abad, Mauricio Gutiérrez y Matías Carnevale
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