Cristina Mucci y su libro sobre Silvina Bullrich, Beatriz Guido y Marta Lynch: “Quise saber por qué a estas escritoras no se las nombraba”

La periodista y escritora habla sobre “Las olvidadas”, un volumen que reúne las biografías que escribió 20 años atrás y el que ofrece grandes testimonios y anécdotas espectaculares y poco conocidas de tres autoras argentinas que fueron celebridades de su tiempo

Guardar
Escrito en un tono amable
Escrito en un tono amable y que hace de la divulgación un valor, el libro de Mucci está lleno de historias muy bien documentadas.

Abogada, escritora y periodista, Cristina Mucci es, sobre todo y para todos, la familiar conductora de Los siete locos, el premiado ciclo que desde hace 35 años promueve la literatura argentina desde la pantalla de la televisión pública.

Mucci es autora de Voces de la cultura argentina, Pensar la Argentina y Leopoldo Lugones. Los escritores y el poder. Con muy buen tino, Penguin Random House acaba de publicar bajo el sello Sudamericana Las olvidadas, un volumen que reúne tres biografías escritas por Cristina entre el año 2000 y el 2003 y que fueron originalmente publicadas por editorial Norma. Se trata de La gran burguesa, sobre la vida de Silvina Bullrich; Divina Beatrice, la historia de vida de Beatriz Guido y La señora Lynch, un retrato de Marta Lynch.

Las olvidadas es un libro fundamental para conocer en detalle las vidas y las obras de estas tres escritoras hoy prácticamente condenadas al olvido, pero que fueron pioneras, polémicas y cautivantes durante los 60 y los 70 y conocieron el éxito y la fama como pocos autores lo han hecho, pero también para entender cómo funcionaba la industria editorial en ese tiempo, cuando todavía Argentina lideraba el sector en lengua española.

Escrito en un tono amable y que hace de la divulgación un valor, el libro de Mucci está lleno de historias muy bien documentadas, testimonios de fuentes inobjetables y anécdotas espectaculares de grandes celebridades de nuestra literatura, algunas de ellas muy poco conocidas.

La charla tuvo lugar semanas atrás y puede escucharse en este link.

Las tres biografías reunidas ahora
Las tres biografías reunidas ahora por Sudamericana fueron publicadas originalmente a comienzos de los años 2000. Las fotos de tapa de las autoras son de Sara Facio.

— Estas biografías aparecieron a comienzos de los años 2000. ¿Qué leíste de tu trabajo cuando volviste a entrar en estas obras para la reedición? Pienso sobre todo en cómo cambió la mirada sobre la mujer y sobre las escritoras mujeres, ¿no?

— Totalmente. Y siempre me llamaba la atención que empezaron a reivindicar a tantas figuras, ¿no?, a tantas escritoras. Y a recordarlas, y de estas tres no se hablaba. Me preguntaba qué es lo que pasaba porque muchas escritoras mucho menos populares y conocidas que ellas volvieron al ruedo, se reeditaron, se comentaron, y de ellas tres no se hablaba. Eso fue lo que más me impactó. Y me dije: ¿a ver qué pasa acá? Quise saber por qué a estas tres escritoras no se las nombraba.

— Veinte años después de que salieron las biografías que escribiste hay una mirada sobre las mujeres y sobre la literatura que escriben las mujeres en la que se trata de pensar que ya no hay diferencias con la literatura escrita por hombres. Y en el caso de Bullrich, Guido y Lynch es como si hubiese una especie de castigo por el éxito que tuvieron en su momento. ¿Lo sentís así?

— Y, puede ser. Puede ser que haya sido eso también. Tuvieron un éxito descomunal, no se volvió a repetir algo igual. Silvina Bullrich es la autora argentina que más vendió en la historia. O sea, te puede gustar o no; yo creo que era una muy buena escritora, lo que le pasó fue que tuvo tanto éxito, fue tan descomunal, 150.000 ejemplares, que empezaron a pedirle más y más libros, y empezó a sacar uno por año y bajó muchísimo la calidad. Ella misma se quejaba de esto, se autoincriminaba. Decía que el mercado la había sacado de su ruta, por decirlo de alguna manera. Empezó a escribir libros apurados, mal hechos. Daba para mucho más. Si uno lee Los burgueses -que ojalá se reedite pronto- es un libro precioso, realmente. Y no es el único: Un momento muy largo, Los salvadores de la patria, inclusive, Mañana digo basta, Los pasajeros del jardín. Son libros realmente muy buenos, muy bien hechos. Después, bueno, toda la última parte…, en realidad las tres decayeron en los últimos años. Los finales no fueron tan felices.

Silvina Bullrich fue la escritora
Silvina Bullrich fue la escritora argentina que más vendió en la historia. (Wikipedia)

— Comparten mucho, incluso un destino final. Compartieron lo que era en ese momento estar en el ojo de las lectoras, supongo que en su mayoría mujeres aunque había hombres y había algunos intelectuales como Arturo Jauretche que estaba particularmente enceguecido contra Beatriz Guido (risas). Eran polémicas pero, sin embargo, eran muy diferentes en relación a lo que tiene que ver con la política y con el reconocimiento de los pares. De las tres, Beatriz Guido parece haber sido la más reconocida, ¿no?

— Sin lugar a dudas. Tal vez es la más compleja; la que tiene una literatura más compleja de las tres. También es la más querida. A mí me impresionó porque releyendo los libros para la nueva publicación, la cantidad de gente que testimonió para esas biografías y que ya murió es impresionante, ¿no? Entonces una va viendo los testimonios y Beatriz Guido era muy querida. Silvina Bullrich no, para nada. Y Marta era la más controvertida pero sobre todo por sus vaivenes políticos, pienso. No se los perdonaron y con justas razones porque no podés pasar alegremente de Frondizi al charter para ir a buscar a Perón y después apoyar a Massera. Tenía una obsesión por figurar, por estar en primer plano.

— Y por el poder. Casi un personaje literario ella misma, ¿no?

— Sin dudas. Se merecería una novela o una película. Qué sé yo, es una vida tremenda la suya, las complejidades que tenía. Hablábamos de las mujeres, recién. Vos pensá además todo el tema de las cirugías plásticas, llegaron a deformarle la cara. Yo la recuerdo; la vi en los últimos años y era una máscara, una cosa que no se podía creer. En una época en la que las cirugías no eran tan comunes… El terror que le tenía al envejecimiento, a perder el atractivo. Era una mujer muy sensual, tuvo muchos amantes, muchas parejas. Bueno, perder todo eso le parecía insoportable. Tenía 60 años cuando se mató. Uno lo ve ahora y dice “qué joven, por Dios”.

Marta Lynch se suicidó a
Marta Lynch se suicidó a los 60 años. Fue una personalidad compleja, participó de diversos momentos políticos muy contradictorios entre sí.

— Como lector, se agradece mucho el modo en que abordás las historias de vida porque, por un lado, entrás en la obra sin afán académico pero haciendo reseñas, que es algo que hiciste durante muchos años en medios gráficos y que seguís haciendo en tu programa. Esta idea de contar de qué se trata el libro, el modo en que está escrito, lo que hay en términos de innovación, todo eso aparece, pero al mismo tiempo hay mucho de las vidas más íntimas y aparecen textos de las propias autoras. Me gustaría que me cuentes qué te proponías hacer en términos de género biográfico cuando armaste estas historias por primera vez.

— Yo empecé con Marta Lynch, fue el primer libro que hice. Y mi plan no era hacer las biografías de las otras autoras. Como ese libro funcionó bien y gustó en la editorial Norma, que lo publicaba en esa época, me pidieron hacer las otras dos autoras. Yo al principio decía “no sé si quiero seguir escribiendo sobre autoras mujeres” pero después entré a investigar y me entusiasmé porque había muchísimo material también ahí. Cuando empecé con Marta Lynch me interesaba fundamentalmente tratar todos estos temas de los que estamos hablando. Me interesaba hablar de los escritores de esa época, porque no eran solo ellas tres, había una industria editorial pujante en el país, no nos olvidemos.

— Claro.

— Era la primera de habla hispana. Y en ese contexto estaba Borges, estaba Bioy, estaba Manucho Mujica Láinez, Ernesto Sabato ni hablemos. O sea, no eran las únicas. Pero ellas aparecían por todos lados. Eran figuras populares, conocidas, la gente las paraba por la calle. Hoy no pasa con ningún escritor una cosa así, ¿no? Me interesaba eso, ver qué habíamos perdido, cómo había empezado esta decadencia. Y también ver, en el caso concreto de Marta, todas estas contradicciones políticas, el tema del envejecimiento, el tema de la mujer y tantos otros. Y después, trabajando, me di cuenta de que la cosa era más compleja todavía porque me encontré con mucha gente que no quería hablar, por ejemplo, de Marta Lynch. Hace 20 años, no ahora. Y yo me preguntaba por qué resultaba un tema tan molesto. O gente que hablaba y me decía “pero no me nombres, no quiero salir diciendo esto”. Había gente que con la mejor buena voluntad me decía “Cristina, es muy pronto, no se puede todavía hacer este libro”. Y más me metía en el tema y más me intrigaba, ¿me entendés? Me intrigaba saber qué era lo que aún no estaba resuelto. Me costó mucho entrevistar a la familia porque no sabían si participar o no, fue complicado, y la hija de Marta me dijo “Si mamá no se hubiera matado, le esperaban grandes cosas. Con Menem ella se hubiera enganchado, se hubieran llevado muy bien. Ahí tenía otra oportunidad”. ¿Te das cuenta? Todo eso pasa después de la muerte de Marta. Que en ese momento, cuando ella se mata, a comienzos del alfonsinismo, se estaba apostando a una ética, a una coherencia ideológica, que después se pierde en los 90. La hija, por ahí sin darse cuenta, se estaba refiriendo a eso. A mí todo eso me atrajo mucho. Los otros dos personajes son más sencillos de abordar, pienso. Beatriz Guido era profundamente gorila, profundamente antiperonista, y ahí se mantuvo toda la vida. Después apoyó a Alfonsín los últimos años, pero apoyó el golpe del 55. Y bueno, El incendio y las vísperas es eso, ¿no?

La escritora Beatriz Guido, pareja
La escritora Beatriz Guido, pareja del cineasta Leopoldo Torre Nilsson (The Grosby Group)

— Sí claro, es eso.

— Fue un libro con una repercusión enorme. Hasta Perón salió a hablar de El incendio y las vísperas. Y Jauretche ni hablemos.

Te puede interesar: Beatriz Guido, la escritora olvidada que se obsesionó con la historia de la patria

— Tenía una obsesión con Beatriz Guido (risas).

— Y ella decía “qué suerte, cada vez que dice algo Jauretche vendo 40.000 ejemplares más (risas)”. Pero le dolía, no le gustaba que hablaran de ella así. Porque le decía tilinga, le decía “medio pelo”. Era agresivo, también.

"Los burgueses", de Silvina Bullrich.
"Los burgueses", de Silvina Bullrich.

— En cambio Silvina estaba más alejada de cualquier manifestación o participación política, porque, por ejemplo, Beatriz Guido fue responsable de Cultura en la embajada de España durante el gobierno de Alfonsín. Marta Lynch estuvo primero con Frondizi y después estuvo en el charter famoso que buscó a Perón y, mas tarde tuvo esos acercamientos de diverso tipo con Massera. Pero el caso de Bullrich, es otra cosa, ¿no?

— Bullrich es otra cosa. Yo creo que responde cabalmente a su clase social: critica esa clase pero está adentro. Es la oligarquía ganadera, ella misma lo decía. Y se mueve con esos parámetros. Pero tampoco se metió nunca demasiado en política. Criticaba, porque vos lees Los salvadores de la patria y es una crítica muy fuerte. Ese libro salió en la época de Illia. Bueno, uno lo va viendo con perspectiva histórica porque las tres, de alguna manera, intervenían.

— Bueno, y básicamente tenía que ver con que, como mencionabas recién, tenían una participación importante en la discusión pública porque eran convocadas para opinar sobre todo.

— Todo el tiempo. Neustadt las llevaba. Neustadt tenía el rating más alto y las llevaba todo el tiempo. Porque él mismo decía que rendían, que daban bien en cámara, que eran polémicas, que eran atractivas. Y bueno, se llegó a cada cosa cuando salió en su programa Silvina Bullrich. Hablaba de Borges con Neustadt y fue terrible. Terrible. No sé si recordás eso.

"La caída", de Beatriz Guido.
"La caída", de Beatriz Guido.

— Sí, recuerdo perfectamente, habló de la sexualidad de Borges.

— Se metió con la sexualidad del pobre Borges, eso lo cuenta Bioy en sus memorias. Lo cuenta bien, no se priva de contarlo. Bueno, yo creo que Silvina estaba desbocada en esos años. Pero las tres se mandaron cosas así. Les daban tanto espacio que se engolosinaban un poco con eso.

— Si uno lo piensa un poco, ni ahora… Imaginate que invitás a alguien a tu programa y de pronto te habla de la eyaculación precoz de Borges: enloquecerías.

— Pero qué te parece. No me gustaría nada que me pasara eso. Me parece un horror. La verdad que no. Porque yo no estoy buscando ese tipo de declaraciones

— Claro. Pero Neustadt, sí.

— Neustadt lo debe haber buscado pero además no debe haber podido creer lo que estaba pasando.

— Era mucho más de lo que buscaba (risas).

— Superó ampliamente. Siempre hacían eso, era un paso más. Pero eso fue terrible, imaginate pobre Borges, en un programa masivo como era ése, ¿no? Por esas cosas no era un personaje querido Silvina Bullrich. No la querían, los escritores no la querían. A Marta hay muchos que sí la querían y todas sus contradicciones dolían pero la terminaban perdonando. Cuando saca su último libro, que es precioso, un libro de cuentos que se llama No te duermas, no me dejes -yo me acuerdo porque estuve ahí- lo saca el año que se mató, 85. O el año anterior, por ahí. Y hubo una presentación en Sudamericana y estaba todo el mundo festejándola. O sea, mantuvo ese lugar protagónico siempre. Lo que pasa es que quería más, quería más, quería más. Ella se quiso meter con los grupos que apoyaron a Alfonsín en Cultura y ahí no la dejaron entrar. Era muy reciente lo de Massera. Fue muy fuerte, fue tremendo.

— Es muy linda la tapa de Las olvidadas, con fotos muy hermosas de estas autoras y un título que juega con la idea del olvido porque las letras se van perdiendo…

— Son de Sara Facio las fotos, son fabulosas.

— Extraordinarias, sí. Hablábamos antes del final de ellas, un final que las reunió porque sus restos están en el mismo lugar.

— Ah, sí, en el Jardín de Paz están las tres. Por causas diferentes. Marta, que estaba planeando su suicidio hacía rato, hablaba de este tema y durante mucho tiempo le había pedido a su marido que le comprara una parcela en el Jardín de Paz. O sea, hasta eso organizó. Beatriz Guido terminó en el Jardín de Paz porque en ese momento había un enfrentamiento con los hijos de Torre Nilsson, su marido, que estaba enterrado en el Cementerio Británico, y en lugar de enterrarla ahí, terminó también en el Jardín de Paz. Y a Silvina Bullrich, que murió en Ginebra, la trajeron y la enterraron en el mismo cementerio, así que están las tres ahí. Es bastante impresionante, las une también la muerte.

"La señora Ordoñez", de Marta
"La señora Ordoñez", de Marta Lynch.

— Es fuerte porque, además, si empezamos a hacer un juego de vínculos, Silvina murió en Ginebra, igual que Borges. Podemos ver en tu libro los vínculos que todas tuvieron de una u otra manera con los escritores y escritoras de la época. Como señalabas antes, era un universo riquísimo.

— Impresionante. Porque pensá además la cantidad, incluso de mujeres. ¿Y quién se acuerda hoy de María Angélica Bosco, por ejemplo? Eran todas de la misma generación. A Elvira Orphée ahora se la recuerda un poco más, pero también…

— Ahora está volviendo la literatura de Elvira Orphée, exactamente, lo mencionaba Hernán Ronsino en una entrevista reciente.

— Bueno, yo me alegro un montón. O Sara Gallardo, que ahora se la recuerda mucho pero estuvo muy olvidada mucho tiempo y en esa época también circulaba su literatura. Lo que pasa es que estas mujeres eclipsaban a todas las demás por la cantidad de prensa que tenían, por la presencia, por todo esto que ya sabemos. Beatriz Guido, además, casada con Leopoldo Torre Nilsson participaba en sus películas, que filmaba muchos libros de Beatriz. O sea, eso la potenció mucho, también.

— Claro. Bueno, las relaciones amorosas de las tres mujeres aparecen en tus biografías. Me gustaría saber cómo sentís que pensaste en su momento el tema de su intimidad porque leo un tratamiento muy delicado. Marcando las contradicciones, señalando la cuestión privada que, de algún modo, influía en las obras de ellas pero, al mismo tiempo, con una mirada, casi te diría, piadosa.

— A mí me cuesta mucho porque yo nunca me meto con la vida privada de nadie en el trabajo. Pero en este caso era fundamental porque está tan entrelazada con la obra… Silvina Bullrich es autorreferencial todo el tiempo. Ella contaba todo. En sus memorias está todo contado, es muy impresionante. Yo no invento nada ni pongo nada que ella no haya dicho. Y en el caso de Marta, por ejemplo, gente muy cercana a ella como Félix Luna o Alberto Girri, me contaban que ella se paseaba con sus amantes abiertamente, no era algo que ocultara. En cuanto al caso Massera, que se discute si fue amante o no fue, pero ella, como me dijo Jorge Laforgue, me acuerdo, ella fomentaba que se hablara de esto. Ella daba a entender cosas, ¿me entendés? No lo ocultaba para nada. Hay un tema que me parece que es muy importante y es que ninguna de las tres pudo casarse con el hombre que amó. Ninguna.

— Así es.

— Y eso es muy fuerte. Porque no había divorcio, entonces. Entonces Marta conoce a Juan Manuel Lynch, su marido y padre de sus hijos, cuando lo va a ver como abogado para que le haga la separación de un matrimonio anterior y él también estaba casado y deja a la mujer y se va con Marta. Beatriz Guido conoce a Torre Nilsson y estaba casada, también. Se casaban muy jóvenes las mujeres en esa época. Y entonces ellas dos, Marta y Beatriz Guido, ocultaban a esos primeros maridos, les parecía una vergüenza. Y aunque eran mujeres de avanzada, con esto no lo eran. No decían que no estaban casadas legalmente con sus maridos. Eso lo vivían mal.

— No hablaban de los primeros matrimonios.

— Los negaban. Silvina Bullrich, que también tiene un matrimonio con quien es el padre de su hijo, se casa joven, se enamora después de Marcelo Dupont y se va a vivir con él pero además se queja porque no se puede casar. Porque no la dejan entrar al club. Porque la madre no los recibe en la casa. Se queja, saca artículos, lo escribe en los libros. O sea, sale al frente con este tema. Por eso yo digo que es una precursora en muchos aspectos. Era la más feminista de las tres, sin dudas.

Mucci: "Cualquier libro de ellas
Mucci: "Cualquier libro de ellas que salía vendía 40 o 50.000 ejemplares, para arrancar".

— La más liberal.

— Pero absolutamente. Escribe que se tiene que ganar la vida, que tiene que mantener a su hijo. Como cuenta todo, yo creo que abrió caminos en ese sentido. Las otras dos en eso se quedaban más, les daba más miedo meterse ahí. Silvina Bullrich se metía a fondo, no le importaba para nada. Y te digo que es la más grande. O sea, sufrió muchas cosas por esto, por no poder casarse con Dupont. Y se fue a vivir con él sin ningún problema .

— Ahora, cuando hablábamos de la literatura y decíamos que Beatriz Guido había sido la más reconocida por los pares también podríamos decir que era la más imaginativa, que incluso los que la conocieron bien y la querían mucho todo el tiempo pensaban en que muchas de las cosas que decía no eran ciertas, ¿no?

— Es que no lo eran: Beatriz era muy fantasiosa. Ella decía que la vida había que adornarla para que fuera más interesante. Entonces, podía decir cualquier cosa. Sí, no tenía ningún problema en ese sentido. Era una persona muy imaginativa y vivía en ese mundo de imaginación.

— Además tenía esa pareja con Torre Nilsson en la que eran tal para cual para vivir en esa fantasía. Por ejemplo, cuando había dinero, lo dilapidaban, y cuando no había, salían a buscar más.

— Sí, no tenían ningún problema. Pasaban de un Mercedes Benz a volver en colectivo. Torre Nilsson era muy jugador, iba al hipódromo. Mirá, me acuerdo muy bien de esto, el libro de Beatriz Guido lo escribí en plena crisis de 2001. Era diciembre de 2001 y yo estaba escribiendo. Era todo un desastre, estábamos tan mal. Y yo a la noche me metía acá, me acuerdo -(N. de la R: Mucci habla desde su casa)- y me iba con ellos al Festival de Cannes y a toda la fantasía que hacían juntos. Yo no me olvido. Son muy queribles, construyeron un mundo juntos, eran tal para cual. Además, se potenciaron cada uno en la obra del otro. Manuel Antín, gente de la época, amigos, me decían que ninguno de los dos hubiera llegado a lo que llegó sin el otro.

Los restos de Beatriz Guido,
Los restos de Beatriz Guido, Silvina Bullrich y Marta Lynch descansan en el mismo espacio: el Jardín de Paz.

— Ahora, vos que conoces tan bien la obra de las tres, ¿sentís que dejaron herederos en relación a sus narrativas? No digo necesariamente que se trate de mujeres. ¿Encontrás algún linaje o sentís que esa literatura que hacían ellas está fechada?

— Debe haber habido. Es difícil la pregunta que me hacés, es complicado. Por ejemplo, Jorge Asís decía: “Yo aprendí a escribir con Marta”. O sea, es esa literatura, como Flores robadas en los jardines de Quilmes, que podemos decir costumbrista, realista. Y les pegaban por eso también, decían que no había experimentación ni búsqueda en el lenguaje. Sabían narrar, eran grandes narradoras las tres. De alguna manera yo pienso que tienen que haber dejado marca en muchos escritores. Algunas veces, leyendo algunos libros de autoras argentinas encontré cosas que me llamaron la atención y me dije: “esto viene de ahí”. Pero nadie llegó a tener la difusión que tuvieron ellas. Pero eso lo relaciono también con la época. Cualquier libro de ellas que salía vendía 40 o 50.000 ejemplares, para arrancar.

Te puede interesar: Marta Lynch: el suicidio de la escritora que no soportó envejecer

— Completamente demencial. Ahora, otra cosa que aparece bastante en tus biografías tienen que ver con que eran tiempos pre Google y en los cuales la mentira tal vez tardaba en descubrirse. Pero algunas cometieron trampitas que, en realidad, podrían ser plagio, ¿no?

— Eso le pasó a Beatriz Guido. Le pasó una vez con un cuento. Un cuento que se publicó, me estoy tratando de acordar. “El hombre de la camisa de Félix” creo que se llamaba, que salió algún lector y dijo “pero esto es igual a uno de Carson McCullers” y bueno, se armó un revuelo. Eso salió en Primera Plana. Paco Urondo escribió una nota. Las hacían pelota en la prensa gráfica.

— Sí, que incluso después dijeron que era una traducción libre autorizada por la autora.

— Cualquier cosa, sí. Por eso, se sentían tan poderosas que no tenían mucho límite.

— Siempre me pregunto qué te pasa luego de escuchar hace tantos años a tantos autores hablando de su obra, de su trabajo, de sus procedimientos. ¿Qué te sigue entusiasmando y sorprendiendo para seguir en ese lugar tan central para el movimiento de la literatura argentina?

— Por suerte, siempre aparece algo, algún libro que a una la sorprende, la atrapa: te dan ganas de seguir porque te está planteando algo diferente. No pasa todos los días, lo sabemos bien, pero por suerte un par de veces por año pasa. Yo creo que la literatura argentina tiene mucho vigor y mucha variedad y hay una subjetividad también que hace que a uno le entusiasme más un autor que otro. Pero hay muchos muy buenos. Cada vez que saca un libro Guillermo Martínez, me sorprende con algo. El que sacó este año, el último, me gustó mucho porque agrega algo nuevo. Martín Kohan todo el tiempo está sorprendiendo. Qué sé yo, por nombrar, hay muchísimos más. Mariana Enríquez, ni hablemos. Qué sé yo, me pasa eso. Y supongo que a vos también. Por suerte, ¿no? Nuestra literatura está viva, pasan cosas.

Mucci: "Hay que leer a
Mucci: "Hay que leer a fondo cada libro porque me parece que lo más sencillo y lo que veo que pasa mucho es que los miran así un poco la contratapa y salen a entrevistar". (https://www.cristinamucci.com.ar/)

— ¿Y cómo hacés, cómo te organizás para leer?

— Se hace lo que se puede. A vos también te debe pasar, hay días que, ay, tengo que leer tres libros para dentro de una semana y claro, te abruma. Pero es un trabajo y hay que seguir y hay que leer y no aflojar. Porque hay que leer en serio, hay que leer a fondo cada libro porque me parece que lo más sencillo y lo que veo que pasa mucho es que los miran así un poco la contratapa y salen a entrevistar. Hay que mantener la tradición de leer los libros, por favor. Y como te digo, es un trabajo. Hay días en que uno está más contento y hay días que no. La cantidad de libros que se publican es impresionante además. Se publican muchísimos libros.

— Muchísimos: hablar de eso da para otra nota. Te hago la última pregunta. Tu programa se llama Los siete locos. Me gustaría que me recuerdes cómo surgió el nombre y qué te pasa con Roberto Arlt, puntualmente.

— Bueno, el programa se llama Los siete locos porque el primer ciclo que hice, que fue en el año 87 lo hice con Tomás Eloy Martínez. Con él lo empezamos.

— Recuerdo, sí.

— Y cuando empezamos a ver qué nombre le poníamos Tomás dijo: Los siete locos. Y yo no estaba muy segura, primero porque era un nombre registrado entonces digo: esto puede traer problemas. Después estaban los herederos. Viste, yo soy abogada, entonces siempre se me ocurren esas cosas. Y Tomás insistía. Yo les preguntaba a los amigos, a los escritores, las opciones que teníamos y todos me decían no, es buenísimo Los siete locos. Bueno, y por eso se llamó así y se siguió llamando siempre así. Y el tema de los herederos siempre existió, pero finalmente ellos autorizaron que yo usara el nombre, no hubo nunca más ningún problema. Ahora, inclusive, ya es de dominio público porque ya pasaron 70 años de la muerte de Arlt.

Y con respecto a Arlt, es un autor que a mí me entusiasma mucho. Yo no sé si hubiera puesto yo sola el nombre de Arlt al programa. No lo sé. Se podría haber llamado, no sé, Los conjurados (N. de la R: Título de un libro de poemas de Jorge Luis Borges) ¿no es cierto?

Una foto del comienzo del
Una foto del comienzo del ciclo "Los siete locos", cuando Cristina Mucci conducía con Tomás Eloy Martínez. Entre los asistentes, es posible ver los rostros de grandes nombres de la literatura argentina, entre autores y editores.

— Claro.

— O de tantas otras maneras. Pero se dio así y a mí lo que me impresiona es que pasó por todas las vicisitudes: 35 años tiene el programa y siempre se sostuvo. Como que había algo más allá de mí, había algo que lo protegía. Y debe ser el espíritu de Arlt también y de los siete locos. Las cosas son por algo.

— Sí, igual me permito disentir ya que no creo que sea, como decís, más allá de vos. Los lectores y los autores te debemos (y te agradecemos) mucho, muchísimo.

— Pero, gracias... Vos sabés muy bien que luchamos por esto y no somos tantos. Que todo va en contra, todo va como para que una se dedique a otra cosa.

— Y una resiste.

— Y, porque nos gusta.

Seguir leyendo:

Guardar