Pelé: la primera superestrella mundial que puso pasión y una sonrisa al fútbol

El tricampeón brasileño abrió una senda goleadora que lo distinguía de los demás jugadores de su entorno. Por su habilidad, aún hoy disputa el título de Mejor Jugador de Todos los Tiempos. Su manera de jugar lo hacen inolvidable incluso para aquellos poco interesados en el fútbol

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Pelé es alzado en hombros
Pelé es alzado en hombros tras conquistar con Brasil el Mundial de 1970 en el Estadio Azteca de Ciudad de México, el 21 de junio, venciendo a Italia (AP Foto, archivo)

Edson Arantes do Nascimento, Pelé, será recordado como la primera superestrella mundial del fútbol y como símbolo de un deporte que jugó con pasión, gusto y una sonrisa. De hecho, contribuyó a forjar una imagen del juego que aún hoy mucha gente sigue anhelando.

Pelé no era solo un gran jugador y un maravilloso embajador del deporte favorito del mundo; era un ícono cultural. De hecho, sigue siendo el rostro de una pureza en el fútbol que existía mucho antes de que el gran dinero y la geopolítica global se infiltraran en el juego.

Es testimonio de su leyenda que todo el mundo, desde el ganador de la Copa Mundial de 1966, el inglés Sir Bobby Charlton, y la actual superestrella Kylian Mbappé hasta Luiz Inácio Lula da Silva –flamante nuevo presidente de Brasil– y el ex presidente de Estados Unidos Barack Obama le han rendido tributo.

Los inicios en el Santos

Pelé nació como Edson Arantes do Nascimento en el estado brasileño de São Paulo en 1940. Sus primeros años fueron como los de muchos futbolistas que le precedieron e innumerables que le siguieron y se inspiraron en él: nacido en la pobreza, introducido en el juego por un familiar, obsesionado más tarde por un deporte que le enseñó la vida y le dio oportunidades.

Primero fue el fútbol juvenil, en 1953, cuando fichó por el Bauru, su club local. Pero fue su primer club profesional, el Santos, el que impulsó a Pelé hacia el estrellato. Tras mudarse allí en 1956, jugó 636 partidos y marcó 618 goles antes de marcharse en 1974. Pelé no sólo era el corazón palpitante del equipo, sino también un inmenso leal a un solo club.

Pelé ingresó al Santos con
Pelé ingresó al Santos con 17 años. Vistió la misma camiseta hasta 1974 (Action Images vía Reuters/File Photo)

Mucho antes de las hazañas de Cristiano Ronaldo o Erling Haaland, Pelé abrió una senda goleadora que lo distinguía de los demás jugadores de su entorno. De igual modo, hizo gala de una habilidad que aún hoy hace que algunos observadores del deporte rey sitúen al brasileño por delante de otros aspirantes al título de Mejor Jugador de Todos los Tiempos: Lionel Messi y Diego Maradona.

Un año después de fichar por el Santos, Pelé debutó con Brasil, tres meses antes de cumplir los 17 años. En aquel partido contra Argentina marcó un gol, y 65 años después sigue siendo el goleador más joven de la historia de la selección brasileña.

Un año después, en 1958, este joven jugador ayudó a su selección a ganar la Copa del Mundo en Suecia. Luego, de nuevo en 1962, en la Copa Mundial de Chile, y una vez más en el torneo de 1970 en México.

Pelé jugó 92 partidos con Brasil y marcó 77 goles. En comparación, el inglés Harry Kane ha marcado 53 goles en 80 partidos. Además de sus logros con la selección nacional, con su club Pelé ganó seis títulos de la liga brasileña y dos campeonatos sudamericanos.

Los años americanos

Más tarde, en 1975, salió de su semirretiro para jugar en el New York Cosmos de la North American Soccer League. Para entonces, Pelé rondaba los 30 años, pero aun así consiguió marcar 37 goles en 64 partidos. Algunos creen que fue su breve paso por Estados Unidos lo que despertó el interés del país por el fútbol.

Tras su retirada, Pelé fue venerado, adorado y siguió siendo influyente. Se convirtió en Jugador del Siglo XX de la FIFA, galardón que compartió con Maradona. En 2014, recibió el primer Balón de Oro de la FIFA, e incluso Nelson Mandela habló de su aprecio por el brasileño al entregarle un Premio Laureus a la Trayectoria, en 2000.

Pelé saluda al público antes
Pelé saluda al público antes de un partido de La Liga española en el Estadio Santiago Bernabéu de Madrid, el 16 de enero de 2005 (AP Foto/Jasper Juinen, archivo)

El talento de Pelé nunca ha estado bajo sospecha. Sin embargo, fue fortuito que jugara en un momento en que el fútbol estaba saliendo de las sombras proyectadas por el conflicto mundial, cuando el mundo necesitaba símbolos de esperanza y héroes deportivos.

El brasileño fue capaz de servir a este propósito, aunque lo hizo durante un período en el que la televisión –primero en blanco y negro, luego en color– llevó el fútbol directamente a las salas de estar de la gente. En aquella época, Pelé era Messi, Ronaldo y Mbappé en uno, y esta nueva tecnología lo hizo consumible en todo el mundo.

Inevitablemente, a lo largo de su vida, Pelé tuvo problemas: sus actividades comerciales se vieron a veces envueltas en la polémica; en un momento dado fue tachado de antagonista de izquierdas del gobierno brasileño, y más tarde fue descrito como demasiado conservador en sus opiniones sobre la dictadura brasileña. Tuvo numerosos hijos –algunos fruto de aventuras amorosas– y uno de ellos, Edinho, fue enviado a prisión por blanquear dinero procedente del tráfico de drogas.

Sin embargo, el recuerdo perdurable es el de un hombre que jugaba al fútbol de una forma a la que muchos de nosotros, tanto aficionados como profesionales, hemos aspirado. Pelé no sólo era hábil, sino que también alegró a innumerables personas de todo el mundo durante décadas. Para todos nosotros, incluso para los que solo tienen un mínimo interés por el fútbol, nunca lo olvidaremos.

*Simon Chadwick es profesor de Deporte y Economía Geopolítica en SKEMA Business School.

Publicado originalmente en The Conversation.

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