Cada fin de año sirve para realizar exámenes de conciencia, lo que estuvo bien, lo que estuvo mal, lo que estuvo masomenos pero tiene otra oportunidad. Suena a ir al confesionario donde el cura aguardaba (para quienes alguna vez fuimos católicos) que le contáramos con lujo de detalles nuestros pecados. Situación horrenda, si las hay. Sin embargo me ha llegado de buena fuente que, a algunas personas, les gusta. Hay de todo en las viñas del señor. O de listas. Las mejores “elija a su propio gusto” de 2022. Que siempre están buenas para ordenar el ser, por ejemplo, ¿no les gusta saber cuáles fueron los temas que más escucharon en Spotify? A veces el algoritmo brinda sorpresas.
Traemos una propuesta indecente. ¿Qué tan ostentoso fue el año que se va? Lo fue, y bastante.
Para estas fiestas se puede ver en Netflix Smiley, protagonizada por Carlos Cuevas, el chico lindo de la catalana Merlí. Una más de Año Nuevo, Reyes y Navidad, pero claro, con el aditamento de un melodramático romance imposible entre un joven gay de gimnasio y un arquitecto cinéfilo de poco músculo. Rodeados de una fauna en un bar con show drag y amigas lésbicas probando cositas para darle alegría a su pareja. Muy linda y fácil de ver, os aseguro, dirían por allá.
Miren si no la serie británica Heartstopper que no sólo conquistó la simpatía del público adolescente de Netflix, sino que lo logró hacer con toda la esfera etárea. La ficción da cuenta del enamoramiento del adolescente Charlie Spring de su compañero de clase, el rugbier Nick Nelson. Dos chicos en sus quince o dieciséis años que se enamoran como en las comedias románticas de Nora Ephron pero que no saben cómo hacer para ostentar su amor, sin ponerse en riesgo. Es una serie muy emotiva porque –dos mil años, dos décadas y dos años mediante– esto puede ser posible sin que sean condenados como, en la misma Britannia, el grandísimo Oscar Wilde o el matemático Alan Touring, quienes osaron a decir nombre del amor que no osa a decir su nombre.
Antes habíamos podido gozar al ritmo de los duelos de Pose, que en sus tres temporadas mostró a la escena under neoyorquina atravesada por mujeres trans, principalmente, y hombres gays, como su compañía, en el dedicado mundo de ser quien se elige ser. ¿Ostentaban las chicas de Pose? ¡Pero cómo no! Eran pura ostentación, mientras el SIDA se llevaba a sus amigas y amigos y mientras luchaban porque el Estado estadounidense reconociese que una condición de salud no era un mal de dios y que el Estado debía, entonces, brindar la atención sanitaria, medicamentos e investigación que se requiriera. La serie lanzó al estrellato total a Billy Porter quien, además de todo, deslumbró la gala de la entrega de los Oscar 2019 cuando desfiló por la alfombra roja con un ostentoso vestido de cola adherido a un sobrio saco de smoking. En la gala del museo Metropolitano de Nueva York, el famoso Met, redobló la apuesta ingresando en un trono egipcio sostenido por cuatro hombres en ropa interior dorada que Cleopatra hubiera envidiado. Bien por él, Billy.
Algo así como en Pose pasaba también en Netflix con It’s a sin, situada en la Gran Bretaña de los años ochenta. Un grupo de jóvenes veinteañeros que decidían vivir la vida, intentar llevar a cabo sus carreras artísticas y tener mucho, mucho sexo. Todo hubiera sido ideal pero nada se sabía del SIDA, del HIV y del efecto protector del preservativo. Veánla, es una hermosa miniserie.
¿Y acá? Kinky boots fue un éxito a sala llena en la calle Corriente (acaba de estrenar nuevo elenco con Fede Bal a la cabeza en Villa Carlos Paz). Un musical más drag no se puede concebir sin hacer estallar de felicidad el alma humana. A fines de 2021 El siglo de oro trans fue una experiencia teatral alucinante que contó con un elenco de chicas trans interpretando la obra Don Gil de las Calzas Verdes, de Tirso de Molina. Una comedia de enredos y más enredos en esta versión maravillosa.
Debe haber mucho más.
Esto en Qatar, espacio geográfico que fue suelo de toda nuestra felicidad colectiva por el Mundial, no sucede. La homosexualidad está “prohibida”. Pero Mauricio Macri no pareció preocuparse por el tema, sino por su ostentación. En el programa Sólo una vuelta más, el periodista Osvaldo Bazán le dijo a Macri: “Si voy a Qatar, voy a tener un problema, porque soy gay y no hay diversidad sexual en Qatar. Usted dijo que durante todo ese mes la pasaron bien, fueron todos libres. ¿No cree que los líderes mundiales deberían hacer algo para que en todo el mundo podamos ser libres?”
Macri respondió:
—Qatar va en una evolución muy rápida. Y quiero decirte, y vos lo sabés (a Bazán), hay altísima homosexualidad en Qatar. Viven allí, yo he estado con varios, no tenemos ningún problema. No se hace OSTENTACIÓN, no se hace un tema, pero ellos viven con total tranquilidad, nadie tiene ningún conflicto.
Lo de Macri es tremendo, teniendo en cuenta que ni siquiera se dejó ingresar a los estados a periodistas acreditados con insignias o remeras con los colores del arcoíris, símbolo de la comunidad LGTB+. No se sabe si elige la orilla de la ignorancia o la del cinismo, siendo funcionario de la FIFA, en cuyos subsuelos se decidió que Qatar fuera la sede del Mundial 2022, suena al cinismo propio de una clase social que piensa: “Puedo decir y hacer lo que se me cante, total no pasa nada”.
Un poco más triste es el papel de Osvaldo Bazán –no ya el periodista, sino el activista que alguna vez encabezó las marchas del orgullo LGTB conduciendo su acto de cierre y que alguna vez escribió una Historia de la homosexualidad en la Argentina– y la pregunta papanatas que le realizó al ex presidente. Luego asintió, no repreguntó. El periodismo militante, el macrista en este caso, suele ser así.
Debemos ostentar, tanto por obligación cívica de ser reconocidos como sujetos tanto como por pura diversión y felicidad. La palabra “gay” tiene una etimología inglesa que incluye “alegre” en su significado. Frente a tanta travesti asesinada cada año y frente a esos 40 años que tienen como expectativa de vida, hay que ostentar con mucha pluma y brillantina. Los chicos de hoy ostentan glitter en sus fiestas, las chicas salen de la mano dondequiera, de dónde está este señor que sugiere no ostentar. Lo contrario de “ostentar” es “ocultar, esconder, moderarse y contenerse”. Hay que ser coherentes con los nombres, ser alegres, ser gay, mostrarnos todos siempre y apuntar a no justificar Qatar (o Rusia, con sus leyes anti homosexuales) sino combatir esa justificación. Será un paso apenas en el gran combate por ganar el cielo por asalto que nos espera a todos, pero valdrá la pena en toda la extensión.
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