Fui, vi y escribí: Primero hay que saber sufrir

El éxito genera excitación y desborde y arranca expectativas desmesuradas. Pero ¿qué hay detrás? Este artículo reproduce el newsletter de Cultura: lecturas, cine, teatro, arte, música e historias que despiertan entusiasmo y, por qué no, fascinación o perplejidad

La maravillosa foto de la izquierda es de Vanessa Schwemmler. A la derecha, la famosa pintura "La libertad guía al pueblo", del francés Eugene Delacroix. La idea de unirlas fue de Fabio Wasserman, su cuenta en TW: @fwasserm

Hola, ahí.

Durante el fin de semana —no hace falta explicar el contexto— me dieron ganas de escribir sobre el éxito y el sufrimiento, pero la verdad es que ante el entusiasmo que no cesa y la cantidad de imágenes y textos sobre el triunfo argentino en el Mundial de Qatar no me quedó tiempo para reflexionar a fondo sobre el tema ni para leer en profundidad lo que escribieron otros que sí lo hicieron.

Y es que en estos días solo tuve tiempo para sufrir y para disfrutar del éxito de la selección. Seguramente como vos.

Algunas frases

“Primero hay que saber sufrir” (Homero Expósito).

“Muchas veces el fracaso es parte del camino” (Lionel Messi).

”Supimos sufrir cuando tuvimos que sufrir” (Lionel Messi).

”No, el éxito no se lo deseo a nadie. Le sucede a uno lo que a los alpinistas, que se matan por llegar a la cumbre y cuando llegan, ¿qué hacen? Bajar, o tratar de bajar discretamente, con la mayor dignidad posible” (Gabriel García Márquez).

”Nacimos para sufrir, vamos a sufrir siempre, pero vale la pena” (Rodrigo De Paul).

”No dejes que el éxito se te suba a la cabeza, y no dejes que el fracaso te llegue al corazón” (Michael Jordan).

”El éxito es ir de fracaso en fracaso sin perder el entusiasmo” (Winston Churchill).

”Me acuerdo de que un día estábamos embolsando el carbón con mi papá, y hacía mucho frío y llovía. Estábamos abajo del techo de chapa. Era durísimo estar ahí. Después de un rato, yo me iba al colegio, que estaba más calentito. Pero mi papá se quedaba embolsando ahí todo el día, sin pausa. Porque si no lograba vender el carbón ese día, nosotros no teníamos nada para comer, así de simple. Y yo pensaba, y de verdad lo creía: Va a llegar un momento en que todo cambie para bien” (Ángel Di María).

”No te lo puedo explicar porque no vas a entender”. (Fernando Romero/ La Mosca/ El pueblo argentino).

..........................................................................

Una de las imágenes felices en el estadio Lusail de Qatar, cuando Argentina se consagró campeón del Mundial de Fútbol 2022 (REUTERS/Kai Pfaffenbach)

Todos tenemos nuestras escenas favoritas grabadas a fuego en la memoria familiar. Nos vimos padecer y llorar, gritar como animales; nos encontramos manteniendo cábalas insólitas -aún siendo los seres más racionales del mundo- o leyendo desenfrenadamente notas de brujas argentinas hasta el fin y en el momento en el que llegamos a destino, cuando llegó ese final soñado por décadas, nos abrazamos envueltos en felicidad, con la satisfacción por la Copa y por haber dejado atrás la maldición del fracaso.

Fueron y aún son días para estar en comunidad, juntos en la esperanza y en la consagración. Juntos para bombardearnos con stickers de Argentina y el Mundial, para devorarnos las historias de vida de los jugadores héroes, para revolear banderas y para salir a la calle de a millones y dar vuelta la imagen del diciembre trágico del 2001. Juntos también en la ilusión celeste y blanca de pensar un reencuentro con amigos y familiares luego de años de divisiones.

Momentos de ausencia

El entusiasmo arranca expectativas desmesuradas, que van más allá de la tercera Copa y que impide que haya espacio para uno mismo y para parar la bocha porque es un momento en el que todo es con todos. El éxito genera excitación y desborde.

"Llanto verde" es el último libro de Macelo Cohen, fue publicado por Sigilo.

”No tengo fobia a la tecnología, soy un hombre que vive en esta época. A lo que me resisto es a que el mundo de los dispositivos y de la aceleración permanente se permita la ocupación total de mi tiempo. Lo que se produce con esa brutal tiranía de los dispositivos y de dar cuenta permanente de lo que uno hace sin prudencia, es la participación en una conversación tan multitudinaria que es un ruido. Si esas obligaciones ocupan totalmente mi tiempo, impiden algo que es sumamente necesario: la ausencia. La ausencia para tomar conciencia de algo que debemos saber: que somos un precipitado de las experiencias que hemos tenido con los demás, pero que el curso profundo y real de nuestra vida es para nosotros solos. Si uno no tiene momentos de ausencia no lo puede hacer, y tampoco masticar lo que le está pasando. Cuando no podemos estar solos y súbitamente lo estamos viene el miedo, y el miedo es el mayor estimulante de la neurosis, de la violencia, de los disparates. Incluso el sueño está a punto de ser invadido. Hay gente que se levanta varias veces por noche a chequear sus mails. Y atacar el sueño es aniquilar la imaginación”.

Esa declaración le pertenece a Marcelo Cohen, uno de los más grandes y discretos escritores y también uno de los más celebrados traductores argentinos, quien murió el sábado a los 71 años, en la previa de la gran final. La recordó Claribel Terre en su cuenta de Facebook y agregó que es un extracto de una entrevista que le hicieron a Marcelo en el diario La Voz.

La muerte de Marcelo Cohen es una pérdida irreparable para la literatura argentina y para los lectores que disfrutaban de la literatura en otras lenguas traducidas por él. (Foto: Alejandra López)

”Todo le interesaba y, a través suyo, a nosotros: la literatura, la música, el cine y las series, la ciencia, la política. (...) Su aportación a la literatura fantástica también se puede resumir en la convergencia: creó un mundo en el que convivían de un modo fascinante la ciencia ficción con la filosofía, la experimentación poética con el psicoanálisis. El topónimo escogido lo decía todo: Delta es tanto una desembocadura como una letra griega y un símbolo matemático; y la clave de todo Panorama se encuentra en el punto de observación”, escribió Jorge Carrión, jugando con la idea que llevó a Cohen —creador y director junto a Graciela Speranza de la revista Otra Parte— a crear Delta Panorámico, la región imaginaria de sus relatos, su zona, su utopía.

La excitación por el triunfo —una descarga emocional largamente esperada en un año durísimo y en un país desacostumbrado a las buenas noticias— nos aleja de esos “momentos de ausencia” de los que hablaba Marcelo, espacios propios y personales para pensar y para crear, pero también para recordar y recordarnos quiénes somos, de dónde venimos, hacia dónde queremos ir.

Pensaba en la necesidad profunda de esos momentos para uno mismo mientras leía uno de los cuentos de un gran libro que se llama La casa en llamas, publicado por Chai. Su autora es la estadounidense Ann Beattie (1947), admirada por figuras literarias enormes como Lorrie Moore y Margaret Atwood y traducida en esta oportunidad por Virginia Higa (autora de una novela maravillosamente divertida y nostálgica que se llama Los sorrentinos).

"La casa en llamas". de Ann Beettie, hermoso libro de cuentos publicado por Chai.

Se trata de una antología compuesta por trece cuentos de Beattie que van desde 1979 a 2006 y los relatos pertenecen a esa tradición bien norteamericana de bucear en los vínculos y en la que cada relato breve consigue dejar como efecto de lectura el impacto y el volumen de una novela, en parte por la riqueza de los personajes y también por los diálogos y las tramas principales y secundarias que Beattie va desplegando de manera magistral.

Los textos más antiguos me hicieron pensar en esto que mencionaba Cohen en relación a la tecnología y los dispositivos: el tiempo del que disponen los personajes de Beattie para el encuentro, para la conversación y hasta para la búsqueda del tiempo propio —como el cuento “Martes por la noche”— resulta tan ajeno a este presente nuestro que por momentos se asemeja a una distopía.

¿Cómo era la vida sin celular? ¿Qué y cuánto nos perdíamos de lo verdaderamente importante, en tanto humanos? ¿Habrá valido la pena perder espacios de conexión con nosotros mismos y también con los otros?

¿Será tarde cuando llegue el momento de advertir que la vida está en otra parte?

¿Tiene sentido seguir pensando en esto cuando ya no existe manera de salir del mundo que con tanto entusiasmo nos construimos?

Las formas del duelo

Existe un consenso acerca de que el duelo tiene un tiempo marco de un año y es razonable, si lo pensás: la vida te pone a prueba con el primer cumple de tu muerto querido, tu primer cumpleaños sin él o sin ella; la primera Navidad. El comienzo de un nuevo año sin su presencia. O, como en mi caso, la esperada tercera Copa del Mundo sin tu papá, futbolero tenaz a quien en sus últimas semanas de vida, mientras se apagaba, buscabas entretener con videos de River, su club del corazón.

"Duelo de mujer joven", de George Clausen.

Las fechas son hitos que se convierten en obstáculos a superar para volver plenamente a la vida ya sin ellos. Es raro, pero es. Sobrevivir a tus muertos es, también, una forma del éxito luego del dolor.

Por estos días volví a soñar con mi mamá, que murió en 2005. Hacía rato que no me pasaba y no me sorprendió que sucediera luego de volver a leer (ahora en papel porque se consigue en Argentina) Una mujer, uno de los mejores libros de la flamante Nobel francesa Annie Ernaux.

”Mi madre murió el lunes 7 de abril en la residencia de ancianos del hospital de Pontoise, donde la había ingresado dos años antes. El enfermero dijo por teléfono: ‘Su madre se ha apagado esta mañana, después de desayunar’. Eran más o menos las diez”.En su libro (publicado por Cabaret Voltaire), Ernaux recorre en detalle la muerte de su madre, ocurrida en 1986, la enfermedad que la alejó antes del mundo al destruir sus recuerdos y su capacidad intelectual y también procura hacer el relato de toda su vida, de la vida de esa mujer marcada por la guerra como toda su generación, que buscó siempre superar la pobreza de su origen y lo precario de su formación y sus modales.

En el relato de Ernaux hay un yo, hay un nosotras y hay, también, un nosotros, los lectores, que inevitablemente ingresamos en el relato con nuestros matices.

”Lo que espero escribir de manera más justa se sitúa sin duda en la intersección de lo familiar y lo social, del mito y la historia”, escribe Arnaux en lo que es una suerte de manifiesto de su proyecto literario. “Esto no es una biografía, ni una novela, naturalmente, quizá algo entre la literatura, la sociología y la historia”, dirá después.

"Una mujer", de Annie Ernaux, publicada por Cabaret Voltaire.

“Ahora que mi madre ha muerto, no querría enterarme de nada más que lo que sabía cuando estaba viva”, escribe. Frente a mí, unas cartas que encontré recientemente, cartas que mi mamá le mandaba a mi papá mientras eran novios y ella se iba de vacaciones a Entre Ríos, a visitar a su abuela paterna o del verano en que fue como líder de un grupo de chicos a una colonia en Chapadmalal.

Siempre pienso en esa época de mis viejos como si fueran personajes de una novela de Philip Roth, de Némesis, por ejemplo, la última de sus narraciones, aunque en esta novela el líder comunitario judío que tiene a su cargo un grupo de una colonia de verano en la que estalla la polio es Bucky Cantor y no Marcia, su novia hija de médico que lo insta a salirse de la epidemia e ir a su encuentro.

Soñé con mi mamá, era un sueño realista, ella era ella. Estaba acá, conmigo. Ernaux narra los momentos en que a la vez que tiene conciencia de la muerte de su madre, furtivamente, dice, espera verla bajar la escalera. “Esa sensación, en la que la presencia ilusoria de mi madre es más fuerte que su ausencia real es, sin duda, la primera forma del olvido”, escribe. E inscribe.

Cartas que mi mamá le mandaba a mi papá mientras eran novios y ella se iba de vacaciones a Entre Ríos

Ahora que lo pienso, Una mujer, de Ernaux, podría leerse en paralelo con Patrimonio, de Philip Roth, una obra maravillosa en la cual el norteamericano recupera la vida de su padre a partir de su muerte. Ambos textos son literatura de duelo de calidad superior.

No puedo más de obvia con mis gustos literarios, lo sé.

Comida apestosa y deliciosa

Sigo recibiendo mensajes como respuestas a este newsletter, que hoy llega al envío número 20; algunos hacen comentarios a mis textos, otros son verdaderos textos en sí mismos que me dan ganas de compartir, así que acá transcribo fragmentos de dos de ellos, vinculados al tema de la comida y sus olores. (En Instagram, en el posteo que hice de la nota publicada en Infobae, me recordaron los efectos de la trufa blanca y el queso reblochon, que —según Adriana— “apesta pero su sabor embriaga”).

Una imagen del durian, un fruto exótico y apestoso pero exquisito, según cuentan quienes lo probaron.

”El chucrut me genera automático rechazo, al igual que el bacalao. En menor medida detesto la intensidad del ajo en la bagna cauda, pero ahí juega lo afectivo y el recuerdo de una niñez muy feliz con la presencia de mi familia grande (materna) reunida en torno del ritual de una pailera de cobre y que tenía a mi abuelo piamontés (hombre que se dedicó a la producción de conservas) como protagonista excluyente” (Miguel).

”Con respecto a la comida, por mi profesión y vericuetos de la vida, me encontré un día formando parte de una minúscula ong (la podes chusmear en Instagram, Ladakh Medical Aid Society). Ahí, en Ladakh, un territorio entre China y Pakistán, la comida es ‘fuerte’. Y ese adjetivo a vos ya te dio una imagen, que es errada. Fuerte para ellos significa robusta, resistente, duradera. Y para nosotros... indigesta. Comés y es tan tosco el pancito de harina de centeno que tu estómago está ocho horas intentando digerir… ergo, por ocho horas no tenés hambre. Se acompaña con bolitas de tsampa, harina de centeno tostada y unida con agua, té de manteca o leche. Así, engrudo. El té de manteca es té negro con manteca rancia y sal rosada. Lo rancio queda en tus dientes por horas… Pero, sin dudas, mi favorito inmundo amado es el famoso durian. El rey de las frutas. Una suerte de flan frutal con cebolla, riachuelo de los 80, flatulencia canina y sudor. Y sin embargo es riquísimo” (Marcos).

Apenas una notita

Y siguen también los aleteos de mariposa por el nuevo orden de mi biblioteca. Hace unos días mi amiga Fernanda pasó a buscar una caja con varios títulos que preparé para ella: libros que tenía repetidos, otros que leí y pienso que ella podría disfrutar y yo posiblemente no vuelva a leerlos ni a necesitarlos, otros más específicos que me enviaron alguna vez y seguramente ella les sacará provecho más que yo, y así. La cuestión es que se fue con sus libros y un rato después me manda un mensaje por Whatsapp con una fotito. Dice que la tira de papel cayó seguro de alguno de los libros, mientras los ordenaba.

Importante: La tesorería atenderá únicamente hasta el 11/01/91 en el horario de 10 a 14.-

La nota es cortísima, está escrita a máquina y dice mucho. Dice, por ejemplo, que por entonces no todo el mundo tenía una computadora cerca. Que tal vez fue una empleada la que redactó el texto que a continuación copió varias veces hasta el final de la hoja y que luego fotocopió para recién cortar las notitas que nos iba dando a los padres. Y dice que posiblemente la puse adentro del libro que estaba leyendo en el mismo momento que me la dieron y que siguió ahí durante todo este tiempo, hasta que se cayó en la casa de Fer.

Nota albergada en un libro por décadas. Parece que no dice nada importante, pero no es así.

Por la fecha (me lo habrán dado a fines de 1990), puede ser de algún club o colonia a la que iba mi hijo (entonces tenía uno solo) en los veranos. Pero lo que esa nota dice, sobre todo, es que pasó muchísimo tiempo, que es casi hablar de otra vida y confirma que una tira de papel te puede poner melancólica hasta las lágrimas, como si en lugar de ver una serie de palabras en esa notita hubieras visto una foto: la de tu hijo cuando tenía 4 recién cumplidos y vos te ocupabas a full de él mientras tramitabas a las patadas ese estado del ánimo que te deja por un tiempo entre paréntesis del resto del mundo, esa nebulosa que se llama separación.

...........................................................................

Una prueba más del ingenio popular en las redes estos días: la selección reproduce un movimiento de un cuadro de Matisse.

En esta semana intensa me despido deseando que pases una hermosa Nochebuena y una feliz Navidad. Que puedas disfrutar con los tuyos o pasarlo a solas, pero habiendo elegido cualquiera de las opciones. Espero, sobre todo, que sean días de amor y reflexión que te permitan prepararte para llegar a un nuevo año con ilusiones y deseos.

Te recuerdo mi correo: es hpomeraniec@infobae.com. Me demoro (son muchos quienes escriben), pero respondo siempre. Muchas felicidades y hasta la próxima.

*Para suscribirte a “Fui, vi y escribí” y a otros newsletters de Infobae, tenés que entrar acá.

Seguir leyendo: