Hijo de pintores ingleses nacido en Roma, John William Waterhouse (1849-1917) comenzó su carrera artística en Londres con grandes lienzos que reflejan el amor por su lugar de nacimiento. Temas y paisajes italianos, como también escenas de la mitología de la antigua Grecia, fueron el contenido de sus primeros trabajos. Más tarde, la influencia del neoclasicismo victoriano se enriquecería con la adopción del estilo y la temática de la hermandad prerrafaelita, un movimiento pictórico-literario que rechazaba el arte académico predominante en la Inglaterra del siglo XIX y promulgaba el regreso al detallismo minucioso y al color de los primitivos italianos y flamencos, anteriores a Rafael. En su última etapa, su arte se vio influido por el impresionismo francés.
Aunque fue un artista que gozó de popularidad durante su época, su fama decayó durante el siglo XX, hasta que se lo comenzó a rescatar en las últimas décadas. Muchos de sus cuadros están basados en creaciones célebres de figuras como Homero, Ovidio, Shakespeare, Alfred Tennyson o John Keats. Las obras de estos autores inspiraron sus representaciones de mujeres de la mitología grecorromana y de la leyenda artúrica. Waterhouse pintó más de doscientos cuadros de inspiración literaria y la femme fatale aparece en ellas como uno de sus temas predominantes. Aunque modeladas bajo una mirada victoriana, estas heroínas pueden ser interpretadas hoy bajo otra luz.
Circe ofreciendo la copa a Odiseo representa una conocida escena de la Odisea. Como sabemos, en su largo regreso de la guerra de Troya, Ulises (el nombre latino de Odiseo) visita la isla de Eea donde vive Circe, una bella hechicera que envenena a la mayoría de su tripulación y los convierte en cerdos. Antes de que Ulises llegue al palacio de Circe para intentar rescatar a su tropa, Hermes, el dios mensajero enviado por Atenea, lo frena y le indica cómo derrotar a Circe para liberar a sus camaradas del embrujo. Hermes le proporciona a Ulises la hierba que lo protegerá de la magia de Circe y también le dice que debe desenvainar su espada y actuar como si fuera a atacarla, aunque le aconseja precaución. Ulises finalmente logra resistirse a los efectos malignos de la poción de Circe y devuelve a sus marineros a la forma humana.
En la epopeya de Homero, Ulises toma el control y domina a Circe, sin embargo en la representación de este episodio Waterhouse concentra la atención en el poder de la seductora bruja, que amenaza al visitante con un brebaje en la mano y levantando su varita mágica. Ulises solo es entrevisto a través del reflejo en el espejo circular que hay detrás de ella, como dudando de coger su espada. Circe, en cambio, sentada en un trono ornamentado con leones rugientes en cada brazo, está segura de sí misma y muestra toda su sensualidad. Está rodeada de flores púrpuras, el color de la realeza, ya que se cree una reina. Los animales retratados en el cuadro representan a otros mortales que cayeron en el hechizo de Circe, entre ellos un sapo y un roedor.
Circe era famosa por sus vastos conocimientos sobre pociones y hierbas. Uno de sus epítetos homéricos es polypharmakos, que en griego significa “conocedora de muchas drogas o amuletos”. Su fuerte era crear elixires transformadores a partir de flores y hierbas, y el arte de curar o hechizar con hierbas ha sido una de las principales funciones de las brujas a lo largo de la historia. La idea de la desnudez en los rituales es también algo que muchas brujas abrazan, como expresión abierta de nuestro poder natural. A pesar de que Waterhouse era un devoto creyente, le fascinaba el ocultismo y los rituales mágicos. Los milagros, la magia y la capacidad de profetizar son motivos habituales en su obra, como lo ejemplifica Consultando al oráculo, de 1884.
El pintor también representó a Circe en más de una ocasión. Su cuadro Circe invidiosa, de 1892, retoma otra historia compilada en las Metamorfosis de Ovidio, en la que la hechicera se enamora del dios del mar Glauco, que prefiere a la ninfa Escila antes que a ella. En venganza, Circe envenena el agua donde se baña su rival y la convierte en un terrible monstruo. Esta figura mitológica regresa luego por tercera vez en La hechicera, de 1911. Incluso La dama de Shalott, uno de los cuadros más famosos de Waterhouse, está investida de un aire similar. La mujer de la leyenda artúrica, como Circe, vive confinada en una fortaleza aislada en medio de una isla.
Waterhouse expuso Circe ofreciendo la copa a Odiseo por primera vez en la New Gallery de Londres, fundada en 1888. En ese mismo lugar expusieron sus obras muchos de los artistas más conocidos de la época, entre ellos algunos prerrafaelitas como Edward Burne-Jones, Lawrence Alma-Tadema, William Holman Hunt, George Frederic Watts y Lord Leighton. Aunque este estilo ya había pasado de moda en el panorama artístico británico cuando Waterhouse pintó el cuadro, se transmitió a través suyo hacia otros pintores posteriores como Frank Dicksee y Herber James Draper.
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