James Cameron lleva mucho tiempo viviendo en Pandora.
Pero 13 años después de la primera Avatar y cinco años después de iniciar la producción de su secuela, El camino del agua, ya se puede ver en todo el mundo la esperada continuación de la película más taquillera de todos los tiempos. El día después del estreno de El camino del agua en Londres, Cameron (de vuelta en la Tierra) reconoce haber perdido la práctica con el alboroto de un estreno con alfombra roja, y describe la experiencia de tener por fin la película en todo el mundo como “surrealista”.
“Trabajas en estas películas como en una burbuja. Creas este mundo a tu alrededor con tus artistas, con tu reparto y demás”, dice. “Entonces un día te das cuenta: ‘Oh, mierda, vamos a tener que enseñar esto a la gente en algún momento’”.
Durante mucho tiempo, la secuela de Avatar fue el Esperando a Godot de las superproducciones: más teórica que real, con fechas de estreno que se iban alejando en el tiempo. Mientras tanto, un desfile interminable de artículos ponderaba el curioso lugar de la película en el mundo del espectáculo: un monstruo de la taquilla con escasa huella cultural, un fantasma de 3.000 millones de dólares.
Pero el primer vistazo a la secuela de Avatar de Cameron ha echado un jarro de agua fría sobre esa idea. ¿Es abrumadora reacción a la última obra de tres horas del director? Nunca apuestes contra James Cameron.
“Lo importante es que hay gente dispuesta a apostar por mí y por las ideas que me interesan y con las que quiero seguir adelante”, dice Cameron, hablando por videoconferencia. “Fue 20th Century Fox, Jim Gianopulos en concreto, quien dio el visto bueno para que esta película siguiera adelante. Luego fuimos adquiridos por Disney. Podría haber ido mal, pero no fue así. Lo que me dijeron en todo momento fue: ‘Queremos calidad. Queremos esta película. Queremos esta película para los cines. Queremos recordar a la gente lo que es la experiencia del cine en una sala”.
Con un presupuesto de más de 350 millones de dólares, una tercera película de Avatar ya rodada y dos más previstas, Walt Disney Co. está apostando fuerte por El camino del agua. Pero al margen de las bromas sobre gente azul o la fuente Papyrus, esta epopeya sobre el azul profundo del océano, el esplendor natural, el proteccionismo ecológico y la perseverancia familiar, vuelve a sorprender al público y, posiblemente, a recaudar miles de millones. Podría ser la empresa más ambiciosa de Cameron hasta la fecha, lo cual es mucho decir para el cineasta de 68 años, autor de Titanic, Terminator y Alien.
“No quiero hacer nada que no sean grande”, dice Cameron. “Tarde o temprano me voy a caer de culo. Pero si no estás preparado para caerte de culo, no estás haciendo nada interesante”.
Ya hemos pasado por esto. Después de sobrecostes y retrasos, Titanic fue descartada como un caso de estudio emblemático de los excesos de Hollywood. Pero luego recaudó 2.200 millones de dólares y ganó 11 Oscars. Tampoco todo el mundo estaba convencido de Avatar, que resucitó el 3-D tras décadas de letargo.
“Se suponía que Titanic era una gran bomba de humo”, dice Cameron. “Aquello fue un vuelco mucho mayor. Y tuvimos una reacción similar a menor escala con la primera Avatar. La gente veía el tráiler en una ventanita de su portátil y lo llamaba ‘Pitufos’, ‘cine de videojuegos’ y cosas así. Luego fueron a verla al cine y dijeron: ‘Espera, espera. Es bastante buena’”.
“Había un cauteloso escepticismo en torno a esta película”, añade, “como siempre debe haberlo con cualquier película nueva”.
La forma del agua, cuyo guion ha escrito el director junto a Rick Jaffa y Amanda Silver, tiene lugar una década después de los acontecimientos de la primera Avatar. Jake Sully (Sam Worthington), el marine paralítico que se enfundó un avatar en Pandora, está ahora totalmente inmerso en el remoto mundo de los Na’vi. Él y Neytiri (Zoe Saldaña) tienen tres hijos adolescentes. Cuando unos soldados humanos vienen a buscarle, Jake traslada a su familia a un clan de Na’vi que vive en armonía con el océano.
Las pruebas por las que pasa la familia resultan sorprendentemente desgarradoras en la que ya ha sido calificada como la película más emotiva de James Cameron. Esto puede deberse en parte a la experiencia del director como padre de cinco hijos en Nueva Zelanda, así como a su infancia en Ontario (Canadá) como hijo mayor de un ingeniero eléctrico.
“Recuerdo lo que fue para mí. He sido Lo-ak”, dice Cameron, refiriéndose al hijo mediano de Jake y Neytiri. “He sido el niño cuyo padre no lo entiende ni lo ve. No quiero menospreciar a mi padre. Fue un gran hombre de aquella época en el sentido de poner un techo sobre nuestras cabezas y salir a trabajar duro, ser el sostén de la familia. Pero no sabía qué hacer con un niño artista. No sabía qué hacer con un artista extravagante cuya cabeza estaba todo el tiempo en el espacio interestelar”.
El camino del agua, que se proyecta en 3-D y 48 fotogramas por segundo (el doble de lo habitual), también supone una nueva generación de avances tecnológicos. Aunque es poco probable que sea un hito como lo fue visualmente la primera, la mezcla de CGI y acción real, sobre la superficie y bajo el agua, hace que las vistas sean aún más sorprendentemente detalladas.
“Somos capaces de ofrecer una capacidad de fotorrealismo mucho mayor que antes”, afirma el productor Jon Landau. “Cuando hicimos la primera película, le decía a la gente: ‘Necesitamos que sea fotográfica’. Ahora, en esta película, tenemos tantos personajes de Avatar, Na’vi, en el mundo de acción real y tenemos tantos personajes de acción real en el mundo de Pandora, que necesitamos que sea fotorrealista. Es un nuevo estándar que tenemos que cumplir”.
Esto queda plasmado con gran belleza en las aguas de la película, donde abundan especies de flora y fauna de ciencia ficción que enriquecen un imaginario paraíso oceánico. Para Cameron, un ávido explorador de las profundidades marinas y cuya pasión por el mar casi supera su amor por el cine, El camino del agua es su gran oda al océano.
“También es una llamada de atención a la gente de todo el mundo para que protejan y sean guardianes de los océanos, de la naturaleza en general. De eso tratan las películas de Avatar”, dice Cameron. “En Nueva Zelanda, el pueblo maorí lo llama kaitiakitanga y significa, básicamente, custodio de la naturaleza. No creo que la mayoría de la gente de la llamada sociedad industrial occidental lo sienta así”.
“Obviamente, hay gente con conciencia, que es activista por el cambio climático y la preservación de la selva tropical, etcétera. Pero, por desgracia, no son mayoría en los puestos de poder. Así que creo que es justo decir que tenemos que cambiar la forma en que hacemos negocios o no vamos a tener estas cosas”, dice. “El océano de Pandora es probablemente muy parecido a como era el océano de la Tierra, al menos en cuanto a profusión”.
El camino del agua llega a los cines con expectativas de debutar con al menos 150 millones de dólares en su fin de semana de estreno en Estados Unidos. Y lo que es más importante, saciará la sed de los multicines que, tras algunos grandes éxitos en el verano boreal de 2022, han visto descender el número de estrenos -y de espectadores- hacia fin de año. Cuando estrenó la primera Avatar, el streaming era incipiente; Netflix acababa de entrar en el negocio de hacer películas. Ahora, en un panorama cinematográfico muy diferente, Cameron espera volver a mostrar al público todo el poder de una gran producción cinematográfica visionaria.
“He estado pensando mucho últimamente sobre lo que es el arte en su esencia. Y creo que los sueños tienen algo que ver”, afirma. “Hay como un motor de renderización o un motor narrativo que funciona en nuestras cabezas cada noche. Pone imágenes y escenarios juntos en una especie de secuencia. A veces, la mayoría de las veces, son completamente ilógicas. Pero tienen una especie de lógica momentánea. Siempre le digo a todo el mundo, esta es una película con montañas flotantes. No tiene que ser siempre lógica. Sólo tiene que tener esa lógica onírica”.
En el estreno de El camino del agua en Londres, a Cameron le llamó la atención que el público le pareciera diferente. Era un evento de etiqueta, inusual para él como director, pero no se trataba solo de eso.
“Miré al público y todo el mundo estaba tan guapo y ponía tanta energía en presentarse. Me di cuenta de que quizá habíamos vuelto”, dice Cameron. “Quizá el cine ha vuelto. Puede que haya gente a la que le importe el sueño del cine”.
Fuente: AP
Seguir leyendo