En el mundo capitalista, la genialidad puede acabar reducida a un suvenir. Un ejemplo es el pintor Pablo Picasso, que, a cincuenta años de su muerte, enriquece todo lo que su nombre toca, según Rogelio López Cuenca, este año Premio Nacional de Artes Plásticas. “Se le está sometiendo a una hiperexplotación que está nublando su complejidad”, sostuvo en una entrevista en Roma.
“Respecto a la figura de Picasso, a mí me interesa muchísimo más en cuanto a marca, porque es una marca que, aplicada a cualquier producto, multiplica su capital simbólico. Un capital simbólico que se traduce en capital económico inmediatamente. Hay perfumes, coches... cualquier cosa que se llame Picasso multiplica su valor en el imaginario de los consumidores”, sostiene el artista malagueño.
López Cuenca (Nerja, 1959) ha regresado a la Academia de España en Roma, en la que se formó como residente en 1995, para presentar el libro sobre su primera retrospectiva en Italia, A quel paese, en el marco de la preparación del 150 aniversario de esta institución.
Su obra está marcada por un relevante componente crítico y poético sobre el mundo que pisa, ahondando de forma recurrente en cuestiones como la memoria histórica, la espectacularización de la cultura o la reconversión de las ciudades en verdaderos hormigueros turísticos.
El artista habló en una de las antiguas estancias de la academia, con vistas a babor al templete de Bramante y a estribor a una ciudad, Roma, que cada día amanece poblada por hordas de turistas, también hoy pese a la fría lluvia que hoy empapa.
El filólogo desentraña un mundo devorado por la “masificación del fenómeno turístico”, que vacía ciudades, “deporta” a sus habitantes y explota insaciablemente su patrimonio.
“Cuando hablamos de turismo, que es una variación específica de la cultura consumista, en ese sentido no deberíamos criticar el turismo sino esa sobredimensión del turismo: no todo puede ser turismo, se ha convertido en una especie de monocultivo de las ciudades”, avisa.
Él mismo vive en Málaga (sur) y ha asistido al éxodo de sus vecinos a sus periferias, abandonando un centro histórico reducido a una “depósito de la identidad colectiva”.
El problema es que la voracidad del sistema ha hecho que la forma de viajar sea más superficial, que se acuda a un museo de paseo, por ejemplo: “Eso produce una simplificación, un empobrecimiento del conocimiento y de la cultura”, asegura.
“Es una situación completamente insostenible, pero el capital es incapaz (...) de moderarse sino que tiene una actitud extractivista, como cuando se descubre una mina y se explota hasta que se agota la última pepita de oro”, refiere.
Este fenómeno, a su parecer, tiene bastante que ver con una fecha importante para España y Francia, el cincuenta aniversario de la muerte del maestro Pablo Picasso, que se conmemorará por todo lo alto en 2023. Y naturalmente, nadie quiere perderse la efeméride.
López Cuenca se interesa especialmente en la dimensión de “marca” del inventor del cubismo y por eso prepara un proyecto de “relectura crítica de su fenómeno” en distintos museos españoles, aunque por el momento prefiere no dar más detalles.
Por ello le ha dedicado varias instalaciones a lo largo de su carrera, como The prodigal son (2019) en Museo Picasso de Barcelona, mostrando al pintor como un “caganer” que defeca oro.
A su parecer, en los tiempos que corren, este malagueño universal es víctima de “una hiperexplotación que está nublando su complejidad”, hasta el punto de que numerosas ciudades españolas se han erigido como sedes para su conmemoración.
“Hay una pugna de ciudades por ser picassianas”, sostiene. Málaga, obviamente, se presenta como su cuna de nacimiento, La Coruña acogió su infancia, Cataluña su juventud y Horta de San Juan apareció en sus lienzos, por no hablar de una Francia que lo considera propio.
Por eso cree que se “ha divinizado la marca” del maestro. En este sentido, López Cuenca pone como ejemplo el libro Éxito y fracaso de Picasso (1990) escrito por el crítico John Berger, que en su última edición pasó a titularse Fama y soledad de Picasso (2013).
“Esto a pesar de que paradójicamente ‘fracaso’ y ‘Picasso’ riman, pero parece que en el imaginario no son términos compatibles”, explica.
El uso manido del maestro cubista revela otra particularidad: que la historia del arte construida con base en grandes genios no es útil porque eclipsa el contexto que los envolvió.
“Desde mi punto de vista, y gracias al discurso crítico feminista respecto a la historia del arte, se está poniendo en cuestión de una manera ya ineludible esta historia del arte construida a base de grandes genios y grandes obras, estos hitos que en realidad están ocultando la complejidad de los procesos”, asegura.
López Cuenca cree que la mejor manera de celebrar al genio sería “abordándolo en toda su complejidad”, estudiando el fenómeno comercial que supuso, pero también analizando la “complejidad y contradicciones de su propia vida personal y militancia política”.
Fuente: EFE
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