“Exactamente cinco semanas después del golpe militar, quienes escuchaban las radios locales de la región comenzaron a vislumbrar lo que significaba vivir bajo la dictadura militar. Muchos quedaron paralizados al escuchar la voz grave de los locutores leyendo con extremo cuidado un comunicado oficial de la Jefatura de Plaza, el mismo que el teniente Juan Emilio Cheyre le ordena al diario El Día publicar en su primera página a la mañana siguiente: ‘Se informa a la ciudadanía que hoy 16 de octubre de 1973 a las 16:00 horas fueron ejecutadas las siguientes personas conforme a lo dispuesto por los Tribunales Militares en tiempos de Guerra’.”
Así da comienzo uno de los últimos capítulos del libro Batuta rebelde, de la periodista Patricia Politzer (Lumen/Santiago de Chile) y que reconstruye la vida y la tragedia de uno de los quince asesinados aquel día: el director de orquesta chileno Jorge Peña Hen. Nacido en 1928, a sus cuarenta y cinco años Peña gozaba ya de gran prestigio en todo el país y particularmente en La Serena, la región que lo vio nacer y donde desarrolló sus innovadoras iniciativas musicales destinadas a niños y jóvenes de sectores populares.
¿La acusación? “El miércoles 12 de setiembre, en una reunión de jefes de servicio de la zona, el comandante del regimiento Arica y representante de la Junta Militar, el coronel Ariosto Lopostol, había dicho: ‘En la Escuela de Música hay un tal Peña que guarda metralletas en los estuches de los instrumentos’” (p.252). Peña era Peña Hen, y la Escuela de Música era el ámbito desde cual el director –para esa altura comprometido abiertamente con el gobierno de Salvador Allende, pero luego de haber reclutado profesores de las más diversas ideologías siempre que antepusieran su condición docente y musical– había llevado adelante la inclusión social de amplias cantidades de niños y jóvenes de los estratos sociales más pobres a través de su participación en orquestas. Pero hubo más: la autora –que de modo dinámico viaja del pasado al presente y viceversa en la historia del Chile contemporáneo– reconstruye el modo en que el régimen militar acusó a Peña de integrar el Plan Z (supuestamente destinado a eliminar adversarios de la Unidad Popular) así como la confirmación, ya en tiempos democráticos, de que ese plan “jamás existió y que se trató de una operación ideada por la Armada de Chile para imponer la lógica de la guerra interna”.
A medida que va intercalando episodios de la vida privada con los de la vida público-musical de Peña, Politzer reconstruye el trabajo cotidiano que a lo largo de los años el director fue llevando a cabo, convencido, como lo estuvo hasta el final, de que la música era la llave para la transformación y el despliegue de la vida de niños y jóvenes chilenos pero también de todo el mundo. Dentro de esta perspectiva, la autora ilumina lo poco que se conoce incluso acerca de la influencia que sus iniciativas contribuyeron a dar forma al más famoso sistema de orquestas juveniles de Venezuela promovido por José Antonio Abreu y que entre sus hijos más destacados tiene a Gustavo Dudamel, hoy una de las más importantes batutas del mundo.
Ahora bien, en esa urdimbre de vida privada y vida pública que va llevando adelante la autora a través de las páginas de su documentada investigación, las desavenencias en la primera combinaron infidelidades cometidas por el músico con su esposa y pianista Nella Camarda –que llevaron a su separación definitiva– con profundas disidencias políticas en las respectivas familias de origen del matrimonio: la de él, socialista; la de ella, migrantes italianos que vivieron con tristeza la muerte del Duce y con alegría la caída de Allende. Sin embargo, la profunda desilusión amorosa jamás curada de la viuda –que Politzer testimonia reproduciendo extensas cartas personales– y aún las diferencias en los respectivos modos de ver el mundo, no terminaron por ocultar el reconocimiento del lugar de excluyente privilegio que la música ocupó en la trayectoria violentamente truncada de Peña.
Una vida y una muerte llena de música
La reconstrucción del derrotero vital de Peña parece dar cuenta de una parábola al servicio de la música y, en especial, de la música en relación con la calidad de vida de los individuos. En uno de los extremos de esa parábola biográfica, está la creación de la Sociedad Juan Sebastián Bach en su pueblo en 1950, y estrechamente ligado a ese hecho formal, el estrictamente musical: la organización de un festival y la interpretación del Magnificat del compositor alemán. La determinación y fuerza de voluntad de un Peña de veintidós años para lograrlo implicó movilizar todas las fuerzas disponibles en la comunidad y el evento, que sorprendió a todos, llegó a contar con una enorme repercusión de público y hasta con la asistencia del presidente de la República, Gabriel González Videla.
“La Serena se llenó de músicos. Todo era Bach. Se planificaron cinco conciertos radiales y cinco conciertos en vivo, que culminaron el viernes 28 de julio en el Teatro Nacional” (p. 34). En el decurso de aquella parábola está la consolidación de la Escuela de Música y sus numerosos conciertos con orquestas integradas por niños y jóvenes, la gran mayoría pertenecientes a los sectores de menores recursos. Sobre el final de ese recorrido y en las horribles condiciones de cautiverio que los militares le impusieron luego de ser detenido, Peña se aferraba a la música para aferrarse a la vida hasta pocas horas antes de su asesinato: “Al volver a la cárcel, [el diputado democristiano Eduardo Sepúlveda] descubrió a Peña Hen como uno de sus compañeros del Colectivo 5. Nunca olvidó cómo el maestro dibujaba las notas con un fósforo quemado, porque no les permitían tener ni lápiz ni papel. ‘Estoy tratando de ganarle al tiempo’, le explicó, entonando sus apuntes”.
Luego de esos compases que podrían ser los de su propio Réquiem, la brutal violencia autoritaria terminó llevándose la vida de Peña y su cuerpo arrojado a una fosa común. Sin embargo, sería de la mano de la resurrección democrática chilena que su obra y la proyección de su compromiso social volverían, de alguna manera, a subir al podio.
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