Manuel Abramovich: “La película es reflejo de una especie de vacío existencial que todos sentimos”

El estreno de “Pornomelancolía”, docuficción sobre un “sex influencer”, presenta una buena oportunidad para dialogar con su director (argentino radicado en México) sobre su manera de hacer cine. “Hago lo que hago para explorar la incomodidad propia”, dice desafiante

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Manuel Abramovich, director de "Pornomelancolía", que se estrena esta semana en Argentina
Manuel Abramovich, director de "Pornomelancolía", que se estrena esta semana en Argentina

Manuel Abramovich está acostumbrado a lidiar con las controversias pero esta no se la esperaba. Su manera de hacer películas, de entender el cine, es fascinante para el espectador pero quizás sea un tanto más compleja a la hora de los rodajes. El director de Solar, Soldado y el premiado corto La reina, entre otros, acostumbra a trabajar en una zona que se ha dado por denominar “híbrida”, que bascula entre el documental y la ficción, trabajando con personas reales y haciéndolos recrear para la cámara hechos de su vida e inventar otros. La cámara de Abramovich, por lo general, los observa hacer sus cosas sin entrometerse, casi como un espía en sus vidas, dándole a los hechos características de ficción. Luego, a partir de todo ese material, el realizador argentino edita sus películas, construye una narración, arma un drama que se presenta con la forma de un documental.

¿Dónde está, entonces, la potencial controversia? Digamos que a algunos de los personajes o instituciones retratadas puede no gustarle lo que ven en el producto final, decir que no tiene mucho que ver con lo que se filmó, con lo que se habló, con el “espíritu de la propuesta”. Si bien este es un potencial conflicto en cualquier tipo de realización documental ya que el control del producto final no está en manos de las personas filmadas sino de quien las filma, es raro que suceda en las películas de Abramovich, ya que no se siente en ellas ninguna intención por dejar “mal parados” a sus personajes. No hay en ellas atisbo alguno de burla, crueldad o maltrato. Al contrario, se los suele mostrar de una manera digna, generosa, generalmente víctima de las circunstancias o del mundo que los rodea. Si alguien puede “quejarse” no son los protagonistas sino quienes los ponen en las complicadas situaciones que les toca vivir.

En Pornomelancolía, justo antes de su estreno mundial en el Festival de San Sebastián (en donde ganó el premio a la mejor fotografía), Lalo Santos, su protagonista, un famoso “sex influencer” (sic) mexicano, hizo público su fastidio con la película, declaró sentirse algo así como estafado, asegurando que lo que se ve allí tiene poco que ver con lo que se habló, con lo que él es o hace. Y decidió no acompañar el estreno mundial. Tratándose de una película que coquetea con la ficción, es probable que haya en ella elementos no del todo “documentales”, pero lo raro de esa crítica pública que ensombreció el paso del film por el festival es que nada de lo que se ve aquí hace quedar mal al protagonista. Habiendo visto cientos de documentales que sí hacen eso –directores que filman a personas para luego mostrarlas poco menos que como idiotas– no me da la sensación que Pornomelancolía caiga en eso. Casi al contrario: muestra el trabajo de Lalo en el cine porno gay, en sus redes sociales y en sus actividades públicas y privadas de una manera humana, comprensiva y amable.

Clip de la película "Pornomelancolía", dirigida por Manuel Abramovich

“Yo pasé mucho tiempo al principio del proyecto hablando con él acerca del proceso –explica Abramovich en un elegante hotel de San Sebastián, poco después de la presentación mundial del film en el festival–. Hablamos de la construcción de la película, que no iba a ser un documental sobre su vida, que hay cosas que son suyas y otras de ficción, y que la película terminada sería difícil de definir. Tuvimos muchas charlas acerca de cómo hacerla. Por eso mi tristeza de no poder compartir con él este momento, incluyendo poder debatir las cosas que él quiera debatir.”

Entiendo que tu manera de hacer cine es un tanto particular y quizás, para la gente que trabaja en tus películas y no es experta en el tema, al ver el resultado final, la experiencia pueda ser rara. Es distinto a lo que pasa con un actor que sabe que es parte de un proceso que finalmente no controla…

—Trabajar con personas en un proyecto así es algo que conlleva sus riesgos, sí, pero todo el tiempo lo hicimos desde la colaboración y la confianza, chequeando cómo él estaba, hablando para dónde iba la película, qué cosas quería filmar y qué no. Paramos escenas cuando él nos pedía. No hubiéramos podido estar cuatro años haciéndola de no haber existido esa confianza.

En esta mezcla de realidad y ficción que es Pornomelancolía Lalo es un joven de Oaxaca que trabaja en una fábrica, operando máquinas, y en paralelo se fotografía y filma desnudo o semidesnudo, subiendo esas imágenes y videos a sus redes sociales, parte de la vida virtual de un “influencer del sexo”, alguien que se gana la vida también en plataformas en las que se paga por acceder a ese tipo de materiales.

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"Pornomelancolía" tiene como protagonista a Lalo Santos, un famoso “sex influencer” (sic) mexicano
"Pornomelancolía" tiene como protagonista a Lalo Santos, un famoso “sex influencer” (sic) mexicano

A la vez, Lalo actúa en películas porno para el mercado gay y aquí se lo ve en una filmación de una curiosa y simpática película centrada en la Revolución Mexicana, en la que Pancho Villa y Emiliano Zapata pasan más tiempo teniendo sexo entre ellos que luchando por la justicia social. Pero Abramovich está igual o más interesado en retratar la vida personal de Lalo: sus momentos de soledad, de dudas con respecto a lo que hace, su relación con el HIV y sus conversaciones con sus compañeros de rodaje con los que comparte experiencias y sensaciones. Más allá de sus planos fijos y clínicos –o quizás gracias a ellos–, hay una sensación de verdad e intimidad que transmite la película, ficcional o no, que es muy humana y se siente honesta. De ahí, asegura el director, surge el desconcierto.

“Fueron tres rodajes”, explica Abramovich. Dos de ellos en 2019 y uno más, en enero de 2021. “En el medio pasó la pandemia, que fue algo muy complicado para todo el mundo. Lalo fue muy generoso con la película, confió en mí y el equipo, nos abrió las puertas de su vida y estaba muy metido creativamente en el proyecto. Quizás la pausa de la pandemia complicó un poco todo. Para alguien que no es actor, poner en escena elementos de su propia vida y todo lo que puede generar saber que la película se va a ver en todo el mundo, genera un montón de miedos y cosas contradictorias. Me pone triste que no esté acompañando la película porque estábamos preparando un espacio de acompañamiento y contención, entendiendo esto también como parte del proceso y para poder discutir juntos las cosas que hubiera que discutir.”

Manuel Abramovich recibió el Oso de Plata por su corto "Blue boy" en el Festival de Berlín, en 2019 (Foto: REUTERS/Hannibal Hanschke)
Manuel Abramovich recibió el Oso de Plata por su corto "Blue boy" en el Festival de Berlín, en 2019 (Foto: REUTERS/Hannibal Hanschke)

Es un buen tema lo que pasa entre un director y una persona/actor en un proceso de filmación de este tipo. Sería interesante poder debatir esa situación, que tiene sus complejidades.

—Mis películas hablan de eso, sé que es un lugar delicado. No puedo dejar de pensar que, por más que sea un lugar de colaboración, la cámara implica una relación de poder. Por eso en todas mis películas cuestiono mucho la idea de dirigir, o aparece el cine dentro del cine. Me interesa criticar el lugar del director, la tensión que genera ese poder, incluso muchas veces expongo esas relaciones como una autocrítica. Son preguntas que yo me hago todo el tiempo: “¿desde qué lugar dirijo a otra persona?” Es muy loco porque hablamos de todos estos temas y tratamos de transformarlos en situaciones que hoy son parte de la película. Hay una escena en la película porno en la que el director lo presiona para seguir y seguir teniendo sexo más fuerte y él se empodera y dice ‘no, éste es mi límite’, se va del rodaje y empieza a producir su propio porno autogestionado, se vuelve su propio jefe. Pensamos en esas escenas juntos para hablar de todos esos temas sobre los que él quiere hablar, por eso todo esto me resulta desconcertante.

Después de esta experiencia, ¿sentís que querés seguir trabajando en estos formatos, con personas reales y un límite difuso entre lo que es documental y lo que no? O pensás, ¿por qué no hago una ficción, no sé, con Mercedes Morán y listo?

—No, eso creo que no. A mí lo cómodo no me interesa. Hago lo que hago para explorar la incomodidad propia. Y también siento que el mundo es incómodo entonces es como que no tendría sentido hacer otra cosa. El cine es una plataforma para poder construir voces incómodas, disidentes, no representadas. Sigo apostando por eso. Me hago preguntas todo el tiempo y lo que está pasando ahora lo tomo como una oportunidad para pensar las colaboraciones con otros. Me pregunto qué cuidados extra se pueden tener en proyectos así. Por más que nosotros creíamos haberlos tenido, quizás haya otras cosas que se puedan hacer. Para mí hacer películas es un aprendizaje constante.

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Lalo Santos, protagonista de "Pornomelancolía", es un famoso “sex influencer” mexicano
Lalo Santos, protagonista de "Pornomelancolía", es un famoso “sex influencer” mexicano

A Lalo lo conociste vía internet. ¿Por qué te interesó hacer una película con él y sobre él?

—Empezó desde un lugar personal, el de tratar de entender esta idea de personaje que estaba muy presente en mí, esa masculinidad como un guion que nunca me había cuestionado. Quería cuestionar cómo seguir viviendo desde un lugar de crisis personal. Llegué a Lalo desde la empatía y admiración porque él podía poner en palabras y en escena un montón de las preguntas que yo me hacía. Me interesaba cómo usaba no solo su cuerpo y su sexualidad sino también sus emociones y sus ideas. Él es alguien que expresa todo de una manera pública y directa. Y yo tenía mucho que aprender de él, porque a mí siempre me costó mucho exponerme. Empecé a entender que mis películas tenían que ver con eso también, con la mirada de los otros.

Entonces llegué a Lalo desde un lugar de mucha admiración por cómo él dirigía su propia vida y por cómo jugaba con esa idea de macho para capitalizarla de un modo erótico en el contexto de una sociedad mexicana bastante homofóbica donde una forma de sobrevivir como hombre gay es ser un supermacho. Salvando las distancias, algo con lo que yo también empaticé bastante es con cómo, a pesar de ser gay, siempre me escondí un poco detrás de esa masculinidad. Teníamos un montón de puntos en común. Y él es una persona brillante que siempre fue muy consciente de sí mismo y de todas las cosas que lo atravesaban. Había un cruce muy interesante con las cosas que yo venía investigando y lo que él ya estaba poniendo en escena.

"Pornomelancolía" fue premiada en el Festival de San Sebastián por "mejor fotografía"
"Pornomelancolía" fue premiada en el Festival de San Sebastián por "mejor fotografía"

Muchas de las mejores escenas de la película, para mí, están en el rodaje de ese porno gay sobre la Revolución Mexicana. Me gusta mucho cómo de golpe tu película se transforma en un detrás de escena de otra filmación y cómo va revelando la intimidad y las conversaciones de todos los actores que trabajan en ella. ¿Querés contar cómo fue ese proceso?

—Eran dos películas paralelas ocurriendo al mismo tiempo: la mía y la película porno de la Revolución Mexicana que existe realmente y que está editando el director, que siempre trabaja con temáticas mexicanas reinterpretando la historia, la cultura y la identidad nacional a través del porno gay. Por momentos eran dos rodajes independientes, y por momentos colaborábamos. Pero no era un backstage, sino que armábamos esas conversaciones entre el elenco a partir de disparadores, temas que son importantes para los que están en el porno gay, como el HIV. Definíamos el encuadre y ellos se ponían a hablar con naturalidad de cosas que mucha gente, por tabú o ignorancia, no sabe, como por ejemplo que alguien que tiene HIV y está en tratamiento no contagia. Sabíamos que queríamos una escena sobre eso. Yo les planteaba un interrogante. Por ejemplo, tener sexo sin protección. Y ellos hablaban horas y luego en el montaje elegíamos un fragmento, todo en el contexto de intimidad y comunidad que había en el rodaje. También hubo tensiones y tuvimos que parar el rodaje en un montón de escenas.

Quizás lo que pasó es como la diferencia entre decir algo en la intimidad que te propone el rodaje en medio de esa confianza y luego, al verlo, pensar: “¿qué hice? ¿Por qué dije eso? No debería haberlo dicho…”

—Para mí todo pasa por la confianza. No sé, yo ahora te estoy contando cosas a vos con un nivel de apertura que quizás con otra persona no tendría y después, cuando las vea publicadas, piense: “no debería haber dicho eso”. Eso para mí es como un pacto de confianza. Supongo que vos también trabajás con situaciones así, con que la otra persona confíe en vos y se abra, y yo quizás ahora estoy hablando de cosas que con otra persona no hablaría. Y tal vez lo que pasó con Lalo tenga que ver con eso. Pero no es lo mismo haber estado cuatro años debatiendo sobre todo lo que se iba a hacer que encontrarse media hora y después arrepentirme de algo que dije. Igual es una pregunta válida: ¿qué pasa si alguien estuvo trabajando en un proyecto durante años cambia de percepción de repente? Yo espero que en la película se vea reflejada la mirada amorosa y de cuidado que tuvimos al hacerla, que se sienta todo el amor y la admiración que yo tengo hacia él, incluso ahora. Yo creo que la película es amorosa, compleja y política. Yo hago películas para hablar de estas cosas. Pueden ser incómodas pero es lo que quiero hacer.

Es que, más allá del tema de la pornografía, es interesante en la película explorar las diferencias entre la personalidad pública que se presenta en las redes sociales y la privada, que a veces son muy diferentes. Y la película habla de eso también, que es un gran tema y algo que afecta a todos.

—La película para mí es como un reflejo de esta época y de una especie de vacío existencial que todos sentimos. Por eso para mí no es una película sobre pornografía ni un documental sobre Lalo Santos sino una película sobre una sensación universal. Yo creo que después de la pandemia quedamos todos un poco quebrados. Es como una sensación de sinsentido que, me animo a decir, sentimos un poco todos, un vacío existencial de tratar de salvar la soledad que tenemos con un par de likes. Y ahí para mí está el punto interesante. Todos vivimos un poco buscando ser validados y queridos por otros.

* Pornomelancolía se proyecta en Cine Gaumont y Cinépolis Recoleta de Buenos Aires, El Cairo de Rosario, América de Santa Fe, Espacio Incaa Cine Teatro Avenida de Bolivar y Espacio Incaa Cine y Teatro de General Pico.

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