Qué no se ha dicho sobre Federico Manuel Peralta Ramos (FMPR), uno de los hombres extraordinarios del mundo del arte argentino, a la vez que un OVNI inclasificable. Su persistencia en ubicar su geografía estética en los márgenes (a la vez que brindar unas coordenadas físicas en el radio del Florida Garden, el Di Tella, las galerías de arte alrededor) producía una marca reconocible en Peralta Ramos. De esas cualidades inimitables se ocupa El coso, documental de Néstor Frenkel que se estrena este jueves y que revisita al hombre y al artista a través de numerosos testimonios y material de archivo, a la vez que brinda pinceladas sobre una época.
El artista Pedro Roth recuerda su relación de amistad con Peralta Ramos sin dejar de trabajar en sus dibujos mientras la cámara lo filma. Roth, que formó parte del círculo más cercano a FMPR, relata con sus memorias aquellos tiempos, los años sesenta, cuando al pasar introduce al bar Barbudos y la Galería del Este, “hoy soy una lágrima”, dice sobre ese periodo prolífico para el arte nacional.
Como en una correlación de personajes y lugares que giran alrededor de FPMR (y alrededor de los cuales él giraba), Mario Salcedo, dueño del bar Barbudos, donde señala que Borges desayunaba café doble con una medialuna de grasa mientras los rockeros volvían de girar. FMPR cantaba entonces.
La actividad principal de Peralta Ramos es la performance y bien se podría decir que vivía en estado de performance y la conversación misma era un arte para FMPR y sus extravagantes juegos de palabras eran trasladados, también, al papel, como “ahí me gustá acá” o ese hallazgo de “Misterio de Economía” en relación a la cartera de los problemas económicos de la nación.
Los poemas de FMPR escritos en servilletas, libretas, cuadernos y cualquier hoja disponible son ahora mismo restaurados, como muestra el documental, para su preservación para el presente y el futuro. De ese modo, si la performatividad de FMPR en la conversación (o en su vida llevada al estado de arte, en última instancia) llega a la actualidad como anécdota, el rastro de sus registros escritos quedan.
Como quedan sus intervenciones en el programa de Tato Bores que permitieron que la patafísica y el absurdo llegaran al prime time de la TV de los años ochenta. Las imágenes televisivas continúan teniendo una potencia extraña y cómica, tal vez incomprensible, pero llenas de energía artística.
El documental no deja de mencionar el famoso episodio de la beca Guggenheim, apoyo monetario en dólares que entregaba la institución estadounidense sobre la base de un proyecto presentado de construir un barco a vela. Federico en realidad organizó con el dinero una cena para veinticinco amigos en el hotel Alvear para luego invitarlos a la boite África. El intercambio posterior de reclamos de la rendición de cuentas de la beca por parte de la institución y su detallado registro de lo gastado en la fastuosa cena conforman una obra de arte en sí.
El coso funciona como una exploración de la vida y obra de Federico Peralta Ramos en especial para quienes no hayan conocido de su arte y, entre testimonios de los amigos que lo conocieron y su hermano Diego, permite también mostrar a ese personaje pop televisivo, un precursor del humor más extraño e inteligente de estos tiempos.
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