Javier Ruibal, el secreto mejor guardado de la música popular española

Considerado un “músico de músicos”, el cantautor de Cádiz es uno de los ahijados favoritos de Joaquín Sabina y Joan Manuel Serrat. “No me gusta largar consignas, pero si uno predica con la actitud y la solidaridad eso se nota enseguida y el público se hace amigo”, afirma

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Javier Ruibal tiene 13 discos publicados. El primero, "Duna", es de 1983
Javier Ruibal tiene 13 discos publicados. El primero, "Duna", es de 1983

“Me gusta el Ruibal y el pie que calza, me gusta cómo injerta las bulerías añadiéndole este poco de aquello y este poquito de esto que las hace inolvidables y novedosas. Me gusta verlo venir sonriendo con los piños descarados al sol a buscar el lugar que le corresponde sin empujar y sin pedir permiso”. Así hablaba Joan Manuel Serrat del gaditano Javier Ruibal, uno de los secretos mejores guardados de la música española, que hace convivir en su guitarra la bossa de Jobim, el bombo en negra de Bob Dylan y las corcheas flamencas de Paco de Lucía.

Con más de cuarenta años en el escenario y una docena de álbumes, está considerado como el “músico de músicos”. A lo largo de su trayectoria ha tenido amistades con Serrat y Paco de Lucía, pero también con Joaquín Sabina, Pablo Milanés, Kiko Veneno y tantos otros. En la Argentina, sus canciones se han hecho conocidas por las interpretaciones de Jorge Drexler (“La playa de la mulata”), Juan Carlos Baglietto (“A esta hora de los besos”) y Juan Quintero (“Para llevarte a vivir”), entre otros.

Desde hace varias semanas se encuentra presentando su nuevo trabajo en una gira por América latina que se inició en Buenos Aires en el Centro Cultural Kirchner y lo llevó luego por Chile y Colombia, y ahora regresa a la Argentina para cerrar este domingo en Bebop Club de Palermo.

El tono íntimo y conversador de las canciones es un fiel reflejo de lo que es como entrevistado: un tipo conversador y afable, que parece buscar siempre un chispazo de ternura con cada respuesta. Antes de presentarse en Bebop Club, Ruibal habló con Infobae Cultura de sus herencias, las amistades que supo hacer y también de cómo su música se enmarca en la gran tradición de los juglares.

Javier Ruibal y Miguel Poveda cantan "Toito Cái lo traigo andao" en el programa "Caminos del flamenco" de Televisión Española.

“Nuestro oficio”, dice, “siempre tiene algo de testimonial, algo que se supo o que se aprendió, algo que ocurrió en otro lugar y que nosotros, suponiendo que yo sea un reencarnado de esos bardos y juglares, lo contábamos en otro. Siempre añadiendo un poco de poesía, porque el contador de cuentos tiene también que embaucar para que la palabra penetre más profundamente. Yo me considero orgullosamente heredero de esa tradición y creo haber hecho el esfuerzo como para merecerlo”.

Hablamos de dos palabras esdrújulas, como la estética y la poética, yo le voy a sumar otras dos: la ética y la política. ¿En esa tradición de bardos y juglares son todas palabras indivisibles?

—Nosotros pertenecemos un poco a la Sociología. Somos testigos de lo que nos pasa en el entorno y allá lejos. No quiero decir que uno vaya a proporcionar orientaciones a través de las canciones para que quien las escuche diga “Este es el pensamiento que debo aplicar”. No es eso. Pero sugerimos. A veces un axioma bien construido deja una reflexión en quien oye, sin que eso le quite el contacto con lo luminoso de la canción. Pero sí, está bien, heredamos eso y yo lo aplico. No me gusta largar consignas, pero si uno predica con la actitud, la solidaridad eso se nota enseguida y el público se hace amigo.

Alguna vez dijiste que el disco que te cambió la vida fue A hard’s day night, pero también Paco de Lucía. ¿Cómo se logra una música en la que convivan los Beatles y Paco de Lucía, Serrat y Kiko Veneno?

—Puede ser que esté relacionado con mantener al chico curioso y esponjoso que fui y absorbía cada cosa como un acontecimiento importante. La aparición de los Beatles me despertó el gusto por la guitarra. Me ocurre que a los 9 descubro a los Beatles, a los 11 a Hendrix y a los 13 a Clapton y Led Zeppelin. Y, de pronto, a los 17 aparecen Paco de Lucía y Camarón de la Isla. ¡Ellos eran mis paisanos, de la misma provincia! Camarón nació a 11 km de mi casa; Paco, a 110. Fue un mazazo tremendo que me hizo tomar conciencia. Hasta ese momento yo venía haciendo canciones un poco abiertas, tocaba algo de Dylan y los Beatles, y de pronto me di del privilegio que me daban Paco y Camarón. Fue tan impactante que yo siempre quise que mi guitarra resonara aunque sea un cachito a la de Paco de Lucía y a esa identidad flamenca. Fue una transformación. Y también la música brasileña me influenció mucho. Igual, me estoy enredando mucho.

Pero está bien, estás hablando de tus herencias.

—¡Es que es un privilegio! Yo busqué mantener despierto al niño que todavía se cree capaz de ser como McCartney, Hendrix o Paco de Lucía y Serrat. Y hay un momento en que te das cuenta de que todo ese panorama de figuras excepcionales te da una lección: míralos, no los adores obnubilado, sino procura que levanten una ceja y se fijen en lo que tú haces. Si haces una música capaz de suscitar —como fue en mi caso—la complicidad de Paco de Lucía y Serrat, has ganado algo.

Estabas en gira cuando murió Pablo Milanés, que también fue un amigo tuyo. ¿Cómo es tu recuerdo de él?

—Tuvimos una amistad intermitente porque no vivíamos cerca, pero fue muy bonita y muy entrañable. Y, además, muy estimulante porque primero fue ídolo y después buen amigo. Mostraba mucho entusiasmo por lo que uno hace. Me lo decía con mucha vehemencia. Ha sido una pena que se haya marchado un tipo tan luminoso en todos los sentidos: por su manera de cantar y componer, y por su lucidez a la hora de enfocar las cosas de la vida. Habló con total sinceridad hasta el último momento.

¿Cuántos amigos hiciste en la música?

—Prácticamente la mayoría de mis amigos los he hecho en la música. Tengo amigos de 45, 50 años, cuando era un chaval y son del grupito con el que tocábamos casi sin saber afinar. Todos los demás amigos me los ha dado la música. Es un privilegio este oficio que abre antes al público a un abrazo que a un análisis armónico o poético de lo que estás proponiéndole. En este oficio llegas y alguien te espera para abrazarte, llevarte a comer rico y luego aplaudirte. Qué más se puede pedir.

Javier Ruibal obtuvo el premio a la mejor canción original en los Goya de 2020 por su canción "Intemperie" (Foto: REUTERS/Jon Nazca)
Javier Ruibal obtuvo el premio a la mejor canción original en los Goya de 2020 por su canción "Intemperie" (Foto: REUTERS/Jon Nazca)

¿Serrat fue tu padrino en los inicios?

—Primeramente, fue Sabina. Nos conocimos en un concierto, le mandé una casete y él habló con José Luis de Carlos, que le había producido uno de sus primeros discos y estaba interesado porque también hacía cosas con el flamenco. La portada de mi primer disco, Duna, es una foto en su casa. Pero luego, Serrat también se hizo amigo y cómplice. Supongo que alguna manera a los dos les toqué una fibra. En el concierto en Chile, el Nano vino a estar con nosotros. Nos hicimos amigos porque él decidió ser mi amigo. Yo deseaba serlo, pero fue él quien abrió los brazos.

A punto de regresar a la Argentina, ¿cómo es tu relación con el rock nacional?

—Viene desde el año 76, cuando vivía Barcelona, y era el momento más crudo de la dictadura argentina por lo que vinieron muchos cantores. También de Uruguay, Chile, de Bolivia y Brasil. En esos años yo tuve la suerte de escuchar a Spinetta y a Serú Girán y a muchos otros. No los escuchaba por la radio: mis amigos venían cantando esas canciones y escuchando esos discos. Es curioso que el rockero latinoamericano es muy cantor. Y esa dualidad les da una personalidad muy diferente a los artistas argentinos. El flash gordo fue y lo sigue siendo Spinetta. Es un lugar aparte por su musicalidad, por sus propuestas surrealistas en las letras, por su vinculación con el rock más sofisticado. Si fue popular, no fue porque lo buscara con uñas y dientes, sino porque él proponía y los buscadores íbamos dando con él. No quiero decir que Charly no tuviera la gracia y el ímpetu. Pero Spinetta es, para mi gusto, el más sutil.

* Javier Ruibal se presenta este domingo 11 a las 20 hs. en Bebop Club, Uriarte 1658, C. A. B. A.

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