Mientras todo un pueblo sigue los movimientos de la selección de Scaloni en el Mundial de Qatar, la Casa del Bicentenario inauguró la semana pasada Figuritas. Apariciones futboleras en el arte argentino, una muestra que explora las relaciones entre las artes visuales y el fútbol en la obra de más de cuarenta artistas. Pinturas, fotografías, instalaciones, esculturas, site specific y videos manifiestan las contradicciones del deporte más popular y a la vez demuestran un interés compartido por estos dos ámbitos, donde las imágenes operan siempre en disputa.
La apertura de la exhibición coincidió también con el segundo aniversario de la muerte de Maradona, que marcó a posteriori las reuniones de Jesu Antuña, Marcos Kramer y Joaquín Barrera –amigos del arte y curadores de esta muestra– para pensar la presencia de esta pasión de multitudes en el arte argentino contemporáneo. “Nos sorprendía no encontrar en ese terreno obras referidas al fútbol y lo sorprendente fue después darnos cuenta de que efectivamente existían”, le dice Kramer a Infobae Cultura. Algunos de estos artistas se han dedicado con atención al universo de la redonda, aunque en la mayoría ese interés aparece tangencialmente, ya sea por la atracción de sus objetos y colores, por la fuerza de sus historias o por la manera en que el fútbol condensa la trama social de una época.
La muestra establece un corte temporal desde los noventa hasta la actualidad, y la sorpresa para cualquiera que la visite es la relativa ausencia del astro futbolístico, que asoma en solo dos de los 44 artistas. “Aunque somos los tres muy maradonianos, tomamos la decisión de hacerlo aparecer por ausencia. En el medio de tantas disputas por su imagen nos pareció bueno darle un descanso a todo lo que significó Maradona desde que éramos chicos. Desde ese lugar es que le rendimos homenaje”, explica Antuña.
La aparición espectral del Diez se materializa con dos grandes hitos de su carrera futbolística. Mariana Tellería alteró en video las imágenes del segundo gol a Inglaterra del Mundial 86, borrando las siluetas de los jugadores del campo de juego. De la grabación original permanece, además del balón y el verde césped, el relato de Víctor Hugo Morales y las letras sobreimpresas del artillero. “Es una imagen hiperdecodificable, uno puede recrear los movimientos de Maradona siguiendo solamente la pelota, sin embargo se vuelve terrorífico el momento en que la cámara va a buscarlo en el festejo del gol y no está”, observa Kramer.
La artista rosarina, que participó de la anterior edición de la Bienal de Venecia, había pensado editar el partido completo, pero el proyecto se interrumpió con el deceso del astro. “Hay algo epifánico en esta obra, porque a ella le envían la edición del video un día antes de la muerte de Maradona. Amaneció con esa noticia y con este video recién llegado a su casilla de mail”, señala Kramer. Para Antuña, había una cuestión espectral en la figura de Maradona previa a su fallecimiento que hoy se evidencia en las muchas imágenes donde se cree ver su rostro. También epifánica y en el límite del borramiento es The hand of god, una fotografía del inglés Robert Davies exhibida a un costado.
El rango de emociones que moviliza el fútbol se despliega en el primer sector de la muestra. Allí se puede apreciar el impacto del juego más allá de los noventa minutos, su capacidad para afectar vidas alejadas muchas veces de los grandes estadios y los grandes relatos de este deporte. “Donde más aparece el fútbol en el arte es en esta búsqueda por lo popular, ya sea desde una dimensión trágica o desde la alegría máxima”, comenta Kramer. Como ejemplo de lo primero, el curador señala las pelotas acuchilladas de Diego Figueroa y La piedad –del mismo autor–, una versión degradada y vernácula de la escultura renacentista de Miguel Ángel. En el otro extremo destaca Superheterodyne Spica (Un sentimiento), políptico de cuatro piezas de Patricio Larrambebere donde la pasión se exacerba con el relato radial.
Las canchas multipropósito de clubes de barrio y plazas públicas, con sus superficies marcadas por la abstracción de líneas y colores, son leídas como formas artísticas en obras de Julián Medina y Mimí Laquidara. Las aulas escolares son otros ámbitos de integración social donde asoman las tempranas ilusiones que despierta el fútbol. La pelota se cuela en las imágenes patrias que dibuja Virginia Buitrón en hojas de cuaderno y es motor de la imaginación adolescente en otro dibujo de Guillermo Iuso, que recrea con lápices una vista áerea del estadio Monumental. También desde arriba y con ángulo más crítico, Marta Minujín se proyecta sobre la cancha de Núñez dándose un baño de espuma, en un cuadro realizado en la antesala del Mundial 78.
Obras como la de Minujín se corren un poco del eje temporal de la muestra pero sirven para articular el conjunto, advierte Jesu Antuña. También aparecen una acuarela de Guillermo Roux pintada en 1986, Futbolistas, y un cuadro emblemático del maestro rosarino Julio Vanzo, de 1954, en el que se aprecian las figuras de dos jugadores disputándose la pelota en el clásico de esa ciudad. La pieza titulada Fútbol, que prestó el Museo Castagnino+Macro, introduce el segundo sector de la muestra, dedicado a los aspectos más físicos del deporte y la potencia expresiva de los cuerpos –reales o espectrales– ante la mirada pública.
Una videoperformance de Hernán Kacew abstrae la pelota para mostrar la cercanía entre la danza y el calentamiento previo al juego. “Hay un gesto inverso al que hace Tellería, acá vemos solamente los movimientos corporales sin objetivo”, dice Antuña. “Tiene que ver con la idea del futbolista no solo como deportista sino también como artista. En el caso de Maradona eso se pone en evidencia cuando uno ve sus acrobacias o esas entradas en calor que parecen vincular al fútbol con la danza”, agrega el curador. Unas acuarelas de Sebastian Gordin confeccionan un muestrario de posturas corporales típicas de este deporte, además de jugar con diferentes variantes de su apellido según las nacionalidades mundialistas.
“El cuerpo del futbolista, sobre todo el contemporáneo, suele asociarse con una idea de lo sano, lo bello o lo perfecto. En estas obras hay un carácter más grotesco, que se aleja de ese concepto. Son cuerpos monstruosos, como en la obra de Trinidad Metz Brea (La gran lesbiana), que además vincula el fútbol con el mundo femenino”, dice Marcos Kramer. La preminencia masculina en el fútbol también aparece cuestionada en las pelotas sexuadas de Nicola Costantino y los botines apretados de Carlos Herrera, que sugieren un clima más que acalorado en los vestuarios.
Un tríptico en tamaño mural de Martín Kazanietz, artista que pinta paredes muy cerca de la Bombonera, señala con tonos bernianos la herencia de una tradición ligada al fútbol. La pieza fue encargada especialmente para la muestra, al igual que una copia de Club Atlético Nueva Chicago, una de las grandes obras de Antonio Berni de la década de los 30, que salió directamente de su taller hacia el MoMA de Nueva York y no volvió a exhibirse. Laura Ojeda Bär, que presentó recientemente en la Galería Moria sus copias en miniatura de grandes artistas, se apropió del cuadro a gran escala.
“Es una imagen muy local, que por supuesto era imposible traer desde Nueva York. Pero nos divirtió este gesto decolonial de encargarle a una artista joven una instalación pictórica que la tomara como base”, le dice Kramer a Infobae Cultura. “Es una obra en la que Berni deconstruye un montón de las tradiciones artísticas que aprendió en Europa y se incluye dentro del universo de trabajos como Manifestación y Desocupados. El Estado nacional debería repatriarla”, agrega el curador.
Justo enfrente, una instalación de Marcia Schvartz titulada Boquita, el origen del mal abre el sector sobre los años 90, con sus vínculos entre la fama, la política y el fútbol. La artista, que presentó una versión de la obra en 2019, durante el gobierno de Macri, imagina el mundo referencial de un barrabrava y sus motivaciones, a través de diferentes objetos que denotan los turbios lazos entre el poder y las tribunas. “La mirada de Marcia es tan brumosa como certera. Veo una excelente definición de cómo los universos populares del fútbol se pueden usar como trampolín para la política”, dice Kramer.
La celebridad asociada al fútbol muestra sus distintas caras en un conjunto heterogéneo de obras, donde conviven los retratos que hizo Kuropatwa de Pata Villanueva con las tapas de El Gráfico vueltas autorreferenciales por Sebastián Gordin, o la idolatría de raigambre popular que encarna René Houseman en otro cuadro de Larrambebere. “El arte y el fútbol compartían en los 90 una inyección vital de grandes capitales y una forma de circulación de las imágenes más veloz”, afirma Kramer. La incidencia de los grandes medios y la tecnología puede verse en un video de la colombiana Adriana Martínez Barón, que repara en los gestos tan actuales y forzados que hacen los jugadores para esquivar las cámaras.
La vuelta olímpica por la exposición no puede completarse sin copa y bandera. Dani Bassos entrega su versión pop de la famosa Orejona europea con madera, bronce, fórmica y soga de barco. Las banderas cuelgan por dentro y por fuera: sobre la calle, Constanza Chiappini desplegó una gigante bandera celeste con leyenda futbolera, y en el final del recorrido luce una gran tela de Sergio Avello, un artista que ha trabajado con la abstracción geométrica durante toda su vida. “Es de un grado de abstracción bancar los colores, es algo casi espiritual. Uno banca camisetas y colores, nada más”, dice Antuña.
*Figuritas. Apariciones futboleras en el arte argentino se puede visitar de martes a domingos de 15 a 20 h, hasta el 26 de febrero de 2023 en el segundo piso de la Casa del Bicentenario (Riobamba 985, CABA).
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