En los últimos años, los aeropuertos se convirtieron en una especie de segundo hogar para Pablo Trapero. Más allá del parate pandémico, los trabajos como director de series internacionales del realizador de Mundo grúa, El bonaerense, Carancho y El clan –entre otros títulos que forman parte de su extensa y celebrada filmografía– lo han tenido viajando de Italia a México, de España a Marruecos y de Estados Unidos a Colombia en una constante y probablemente agotadora gira de trabajo. De todos esos, quizás el viaje más largo sea el que hizo aquel chico de San Justo que estudiaba en la Universidad del Cine a mediados de los 90 al tipo de 53 años, hoy ya con algunas canas, que reside principalmente en Barcelona y se ha convertido en el más internacional de los directores argentinos de su generación.
De paso por Buenos Aires por apenas una semana (“reuniones de trabajo”, dirá, dejando cierta intriga), Trapero acaba de estrenar mundialmente un nuevo trabajo suyo, el más ambicioso en términos de producción de toda su carrera. No se trata de una película, sino de los cuatro primeros episodios de Echo 3, una serie de AppleTV+ creada nada menos que por Mark Boal, el guionista y productor de Vivir al límite (por la que ganó dos premios Oscar) y La noche más oscura, ambas dirigidas por Kathryn Bigelow. Similar en estilo a esos films, Echo 3 es un thriller internacional centrado en una científica estadounidense que es secuestrada por un grupo armado en Colombia y dos agentes de las Fuerzas Especiales –su marido y su hermano– que viajan a ese país a rescatarla.
Protagonizada por Luke Evans (el actor galés de Robin Hood, Rápido y furioso, La Bella y la Bestia y la serie El alienista, entre otras), Michiel Huisman (intérprete holandés de series como Juego de tronos y La maldición de Hill House) y Jessica Ann Collins (Rubicón, La noche más oscura), la serie cuyos cuatros primeros episodios ya están disponibles en la plataforma de la compañía (Trapero dirigió dos más, que se verán en las próximas semanas) tiene todas las características de una superproducción hollywoodense, con escenas de acción, de suspenso, persecuciones y una cambiante trama política internacional que se enreda cada vez más. No es la primera vez que Trapero se mete en mundos así. Sus primeros pasos en el terreno de las series fueron los tres episodios que hizo de ZeroZeroZero, una también ambiciosa saga centrada en las conexiones internacionales del narcotráfico que está disponible en Amazon Prime.
En Echo 3 –que se basa en la novela israelí Cuando los héroes vuelan, ya adaptada al formato serial allí–, Trapero se hace cargo de un rol clave en el esquema de las series: es el director del primer episodio, el piloto, fundamental tanto para la producción como para los espectadores. “Es un desafío enorme –dice mientras bebe un café, de regreso al barrio de Chacarita–. El piloto es sobre lo que se monta la serie, la que le marca el estilo, el lenguaje, todo. Me sorprendió que me propusieran hacerlo en una serie de esta envergadura, porque hay gente con más experiencia. El piloto es muy traumático, se toman decisiones que van a tener repercusión mucho más adelante. Además, es el episodio más visto de todos. La cadena lo quiere analizar, el showrunner todavía no está seguro de nada, nadie sabe bien qué cosas funcionarán y qué no. Es muy distinto a hacer un episodio cuando todo eso ya está resuelto. Es muy divertido, pero es un proceso largo, caro e intenso. Perdí la cuenta de cuánto tiempo nos tomó filmarlo. Lo hicimos en Estados Unidos (en Atlanta) y en Colombia. Fueron muchos viajes, muchas pruebas”.
—¿Cómo llegaste al mundo de las series?
—Hace muchos años me habían propuesto cosas, pero en esos momentos no me sentía con ganas de hacerlas. Esta escala de series consume mucho tiempo. Estas dos me tomaron cuatro años, y yo venía de hacer una película cada dos. No me daba el tiempo físico, y las propuestas siempre me llegaban cuando estaba haciendo algo. Lo que me gusta de las series es poder explorar a fondo algo que yo hago en cine, que es seguir personajes, pero con más tiempo. En una película te queda mucho afuera porque te tiene que entrar todo en dos horas. Y en todas mis películas me queda la sensación de querer pasar más tiempo con los personajes. Cuando aparecieron estas series, con cosas más cinematográficas, empecé a ver que eran como películas largas. Entonces me proponen hacer ZeroZeroZero, que se basaba en una novela de Roberto Saviano y tenía a Stefano Sollima como showrunner (que hizo la serie Gomorra, basado en la novela del primero), alguien con mucha experiencia en cine. No era algo de TV tradicional, y me pareció una buena oportunidad para entrar a ese mundo.
—¿Tenés que engancharte con el tema para aceptar una propuesta de dirigir series?
—Sí, claro, porque después estás dos años con eso y si no tenés ganas de hacerlo es difícil ir al set todos los días. Son series muy caras en términos de producción y, como pasa en el cine, tenés que encontrar un balance entre la libertad para contar lo que querés y la responsabilidad que tenés con los recursos que te dieron. Un episodio de Zero… es más grande que El clan, y Echo 3 lo es todavía más. Y algo que también me gusta es que, si bien hay mucha responsabilidad propia, a la vez es una tarea colectiva. Todos son parte del proceso, y de hecho saben más que vos porque conocen el proyecto completo. En cine un director está solo. Por más que te rodees de gente cercana, colaboradores de toda la vida, en la toma de decisiones estás solo. Acá eso no pasa.
—¿Y no te jode tener que compartir esas decisiones?
—Si me pasara eso no las haría. Es como pretender jugar al tenis en una cancha de padel: en la de tenis se juega tenis. Me gusta aportar mi visión a un proceso colectivo y que parte de tu mirada se cristalice en algo que no nació en vos. Es una experiencia linda, además, para aprender cosas, meterme en mundos que no conozco. Una de las cosas que más me gusta de dirigir es eso. Si yo siento que no voy a poder contar nada que me interese o si no me creo lo que estoy contando, no entro. Algunos tienen oficio y pueden hacer un episodio suelto y salir. Yo no creo mucho en eso, aunque quizás lo haga porque a la vez te permite tener más experiencias. Sería ingenuo pensar que vas a hacer algunos episodios de una serie y cambiar sus reglas. Al revés: te llaman porque creen que tu manera de contar funciona con la propuesta general.
—Zero… era una serie más bien europea y Echo 3 tiene características más estadounidenses. Desde la producción, ¿cómo se diferencian?
—Son dos casos muy distintos. A Zero… entré con el proyecto ya armado para cerrarlo con los últimos tres episodios. De todos modos me involucré bastante. Echo 3 la monté más yo, estuve involucrado desde mucho antes. En ambos casos soy productor ejecutivo, pero es distinta la manera en la que eso se ejerce en una serie europea y en una gringa. Zero… es una serie más que nada italiana. Ahí es importante la figura de il regista (el director) y la dinámica es parecida a la nuestra. Echo 3 es más americana. El referente creativo es el showrunner, que es el que tiene todo en la cabeza. En Echo mi rol era, además, de director-productor, una especie de intermediario entre el showrunner y el resto de los directores. Yo recomendé a Claudia Llosa, la otra directora (ella hace tres episodios y Boal otros tres) y, al arrancar desde el principio, podía ofrecer una mirada sobre toda la serie. Boal es además el guionista, tiene la visión completa. En Estados Unidos, los directores entregan su corte y si te convocan a hacerle cambios o no es decisión de ellos, no están obligados a hacerlo. En este rol estás más cerca de esa toma de decisiones, colaborás con el elenco, ves los cortes. De todos modos la decisión final es de ellos.
—¿Cómo llega Mark Boal a vos?
—Hace muchos años me contactó para dirigir Triple frontera, un proyecto que dio muchas vueltas hasta que se filmó (para Netflix, con Ben Affleck), pero en ese momento yo no podía porque estaba con otra cosa. De esa etapa quedó buena onda. Yo en 2020 iba a hacer Paris Trap, con Lily James, que se canceló por la pandemia, y luego no se pudo rearmar por temas de agenda. Y ahí me contacta Mark con esta serie ambiciosa, que tenía una buena historia y era una apuesta grande de Apple, que estaba empezando a hacer producciones más grandes e internacionales.
—Buena parte de Echo 3 transcurre en Colombia y su trama tiene que ver con la participación de los Estados Unidos en la política latinoamericana. ¿Que seas de la región fue uno de los motivos por los que te convocaron?
—Sí, para ayudar con todo desde una mirada más cercana. De todos modos, la situación en Colombia es lejana a mi experiencia. Tengo que aprender, lo mismo que tuve que aprender cómo trabajan algunos abogados en Carancho... Que sea hablado en tu lengua facilita las cosas, es cierto, pero no es todo. Boal, que nunca había dirigido antes, a veces me decía “necesito que me ayudes con esto” y para mí era “voy a hacer lo mejor que pueda, pero nunca viví en Colombia”. Casi todo lo tenés que aprender. Uno no sabe chocar autos, explotar bombas y esas cosas. Lo aprendés con el equipo de gente que la producción te acerca. Digo, la mirada latina te ayuda, pero no es lo único.
—¿Qué es lo que te gustó de la historia de Echo 3?
—Lo más interesante es que, si bien el marco de ficción es muy fuerte, bien de género, a la vez podés entrar en la intimidad de los personajes. Es cine clásico, todo sucede en un esquema propio de la ficción, pero me gusta la idea de, a partir de ahí, escaparle a los estereotipos. Para mí lo más importante era estar cerca de los personajes. En el fondo lo que cuenta la serie es la historia íntima de dos familias: dos hermanos, un marido preocupado. Tiene un marco de género, pero es sobre vínculos íntimos. Una de las referencias que Mark tenía era El francotirador, y apostamos a acercarnos a eso.
—En los cinco episodios que vi, la serie tiene una mirada política sobre el continente un tanto, digamos, “americana”, con una Colombia llena de terroristas, narcos y militares violentos que ellos vienen a combatir. Imagino que las cosas son más complicadas que eso, pero ¿cómo te llevabas vos con esa propuesta?
—Lo interesante de la serie es que todo podría interpretarse de esa manera, pero no lo es. No quiero contar demasiado, pero la serie juega con esos estereotipos para contrastarlos o confirmarlos. Tenés a la científica inocente, al militar que parece un superhéroe y a la periodista de investigación [interpretada por la esposa de Trapero, la actriz Martina Gusman], pero hay que ver si responden finalmente o no a esos estereotipos. Demanda paciencia la propuesta, pero las cosas van cambiando, tanto a nivel de los personajes como desde lo político. La gente que vio las películas de Boal sabe que siempre son arriesgadas desde ese lugar, y eso fue un incentivo para mí.
El legado cinematográfico
Nombre clave en el recambio generacional que tuvo lugar en el cine argentino hace un poco más de dos décadas, Trapero logró rápidamente reconocimiento internacional con las hoy ya clásicas Mundo grúa (1999) y El bonaerense (2002), presentadas en los festivales de Venecia y Cannes, respectivamente. Junto con películas como Pizza, birra, faso y Bolivia fueron títulos que le devolvieron al cine argentino una cercanía con los problemas y urgencias de la gente común, contando historias de personajes urbanos reconocibles en una suerte de versión argenta del neorrealismo. Tras dos títulos de menor repercusión, como Familia rodante (2004) y Nacido y criado (2006), Trapero fue haciendo películas cada vez más ambiciosas, enmarcadas dentro de un género que se podría definir como thriller social. Títulos como Leonera (2008), Carancho (2010) y Elefante blanco (2012) fueron éxitos de público, crítica, y estuvieron las tres en el Festival de Cannes, la primera de ellas en competencia. El clan (2015), en tanto, le permitió ganar el premio como mejor director del Festival de Venecia, y además se convirtió en la tercera película argentina más vista de la historia, con 2,7 millones de espectadores.
Antes y después de ese furor, Trapero estuvo trabajando en varios proyectos internacionales que se fueron demorando o cancelando, hasta que en 2018 regresó al panorama local para adentrarse en el melodrama con La quietud, una película que no tuvo la repercusión de las anteriores. Y desde allí su trabajo ha sido constante, solo que “escondido” dentro de ese mundo un tanto más indescifrable en términos autorales que es el de las series. Sin embargo, el cine sigue siendo el centro de su mundo, lo que lo moviliza. “Yo me formé viendo películas, no me formé viendo series, y cada vez que me pongo a elegir qué ver, veo películas, solo si no encuentro nada veo series”, comenta.
—Después del parate de la pandemia decidiste mudarte con tu familia a Barcelona. ¿Qué movilizó esa decisión?
—Por nuestros respectivos trabajos y los estudios de Mateo [su hijo mayor; Trapero y Gusman tienen también una niña pequeña llamada Lucero] nos pasábamos gran parte del tiempo en Europa, y justo antes de la pandemia estábamos pensando en mudarnos a Italia, pero se paró todo. Y recién después que pasó lo de la cuarentena pudimos hacerlo, pero al final fuimos a Barcelona. Nos es más cómodo para todo (Martina trabaja bastante en España) y con un avión en dos horas estás en cualquier lado.
—¿Seguís teniendo ganas de pelearla en el mundo más complicado de hacer películas o te ves dirigiendo series un buen tiempo?
—Trabajé en muchos proyectos que se fueron cancelando o posponiendo. Algunos siguen en pie, otros se transformaron y otros se cancelaron. Pero yo vengo del cine y quiero seguir haciendo cine. Me formé en eso. No tengo ningún interés en abandonarlo. Tengo varios proyectos en concreto –más afuera que acá–, pero todavía no sé cuál se hará ni cuándo. Lo difícil con el cine es que está mucho más atado a los actores y a su disponibilidad. Si no contás con un actor conocido que pueda “vender” tu película, es difícil que alguien la financie. Lo que tienen las series de bueno es que no dependen tanto de eso. Si la historia está bien y los productores están convencidos, no se necesita a tal o cual actor. De hecho, muchos se hacen conocidos gracias a las series.
—¿Seguís en contacto con lo que pasa en el cine argentino o al irte afuera y trabajar allá te fuiste alejando de todo eso?
—No cambió nada en ese sentido. La mayoría de mis amigos del mundo del cine es de acá, y cuando no estoy rodando, trato de ver cine argentino. No por obligación: me gusta hacerlo. Hice diez películas acá, casi toda mi carrera, eso no cambia. En este momento quiero hacer estas experiencias, pero es solo eso. Mis referentes son directores que fueron a buscar las historias donde estaban.
—Muchos cineastas argentinos probaron suerte afuera y volvieron sin concretar nada. Salvo Andy Muschietti, son pocos los que lograron triunfar. A vos te costó con las películas, pero apareció lo de las series…
—La pregunta es: “¿para qué vas a hacer una película a otro lado? ¿Por lo económico?” Para mí eso no es suficiente motivación. Cada director toma decisiones en función de sus necesidades, y la verdad es que hacer cine es complicado. La sensación de que hacerlo afuera es más fácil es una fantasía. A más dinero hay más riesgo, más escrutinio, más cosas en juego. Es complejo. En Estados Unidos se hace el 10% de los proyectos que se inician.
—¿Extrañás algo de la manera en la que hacías cine acá?
—Puede parecer tonta la respuesta, pero cuando estás con la cámara y los actores adelante, la cantidad de camiones o de plata no importan. Importan, sí, para que estés ahí, pero cuando filmás todo eso desaparece. Todas mis películas se hicieron de manera muy distinta. Siempre me obligué a estar incómodo, a hacer el ejercicio de cambiar de temas, propuestas, productores. Nunca hice una película de taquito. La quietud luce contenida, pero es mucho más grande de lo que parece. El clan, en los papeles, era muy difícil de hacer por lo oscuro de su temática. Pero no cambia mi dinámica de trabajo en los sets. Es la misma en todos lados. Tampoco tuve tanta experiencia afuera para sentir saudades. Para mí lo más importante son los desafíos que te propone cada proyecto. Y eso no tiene que ver con el presupuesto, la estética o el resultado, sino en cómo te ves en el quilombo que va a ser tu vida durante ese tiempo. Las películas salen o no, pero yo sigo trabajando con la misma intensidad.
—¿Sentís que La quietud no salió como querías? Me refiero a lo estético pero también a lo económico…
—Es difícil decirlo. A mí me gusta la película en relación con lo que quería hacer. A la gente, no sé. Pero hay pelis que a mi me gustan que a otros les parecen una bosta, así que no tengo idea. Si me preguntás si fue la dirección correcta después de un éxito como El clan, y, en ese momento creía que sí. Yo me quedo tranquilo que es lo que quería hacer. Si el público estaba dispuesto, no sé. Si pensaron que iba a hacer algo como El clan, ya desde el título quedaba claro que no era eso… Que al público le guste o no es algo que no podés manejar, pero también es cierto que la película se estrenó en plena crisis, con el dólar subiendo de 20 a 45 pesos en un día. Son cosas que te dejan un mal sabor, porque no dependen de la experiencia per se de la película.
—La pregunta sería cómo se evalúa el éxito de una película…
—Hacerlo por las entradas vendidas es un error. Las películas recién empiezan su recorrido cuando se estrenan. Capaz en veinte años a la gente no le gusta El clan y prefiere La quietud, o Mundo grúa le parece una cosa rara en blanco y negro, qué sé yo.
—¿Te preocupa lo que se pensará de tu obra de acá a veinte años? ¿Tu legado, digamos?
—No creo que a nadie que haga películas no le preocupe. Los que hacemos cine queremos compartir algo. Creo que las películas hacen un camino, que el error es tratar de acotarlo a un momento específico, si fue a tal o cual festival, si hizo más o menos espectadores, si ganó o no tales premios. ¿Cuántas películas que no fueron a Cannes o Venecia son de puta madre, y viceversa, cuántas ganadoras de premios son malísimas? Lo mismo con las que hicieron más o menos espectadores. La relación que cada uno tiene con las películas es única.
—Hace poco salió una encuesta histórica de cine argentino y solo aparece allí Mundo grúa. Me sorprendió que una película para mí importantísima, como El bonaerense, no haya figurado. ¿Prestás atención a esas cosas?
—Sí, lo leí. Depende mucho de los países y las edades de los espectadores. Capaz que para vos y para los de nuestra generación esas son las películas más destacadas, pero tal vez para un chico de 20 años que tal vez no las vio es El clan. Yo estoy seguro de que mis películas van a quedar para siempre. No estará El bonaerense en esta lista pero quizás en diez años sí esté. En Inglaterra, por ejemplo, les gusta mucho Nacido y criado, la ven como la mejor de mi carrera, y acá no la vio casi nadie. Las películas hacen un camino impredecible. Cuando empecé a hacer cine no entendía que aplaudieran mis películas ni que encontraran público tan rápido. Yo no hice Mundo grúa pensando en lo que iba a venir después. Y el germen de esa película no es tan distinto del de Echo 3. Tengo veinte años más y más experiencia, pero los motores para la toma de decisiones son muy parecidos.Y los resultados tienen que ver con un montón de factores que no dependen de vos.
* Los cuatro primeros episodios de “Echo 3″ ya están disponibles en AppleTV+. Todos los miércoles se estrena uno nuevo.
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