Human Tecno Trans es un proyecto interdisciplinario que lleva varios años de gestación, lo comencé en 2017 con una premisa técnica: escribir una obra entre humanidades y tecnologías digitales; desde la primera palabra, signo o descripción trabajaría sin diferenciar, lo mismo valdría una emoción humana que una ejecución tecnológica, inmersa en un entorno digital, mixto o dentro de un mismo cuerpo cyborg. Mi intención fue investigar un proceso creativo que incorpore inteligencias artificiales, de modo que el texto se desestabilice a partir de la intervención de otra lógica racional, no humana. Buscaba una alternativa a los procedimientos de escribir, versionar un texto o producir creaciones colectivas que agregan elementos multimediales al momento de llevarlo a escena, porque considero que no es necesario, en muchos casos, contar con imágenes o dispositivos lo que ya dicen las palabras o las acciones de los personajes. Entonces visualicé una primera imagen: una mujer mayor en camisón sentada en una camilla, mira con ojos vidriosos a la máquina que la está curando de un tumor, pero la percibe como a una nieta, con ternura amorosa, pero también con un pedido urgente de salvación, al cual la máquina le responde empática y emocionada. Me conmovió y me intrigó dilucidar lo que escondía esta situación, entonces comencé a desarrollar la historia seguida de otros personajes y sucesos, las líneas argumentales se ramificaban, avancé con libertad, sin miedo a deshumanizar las escenas y sin prejuicios de cómo sería la forma final del drama, para descubrir en ese camino, quizás, un nuevo lenguaje híbrido humano, tecnológico e interactivo. Me despojé de los formatos tradicionales, con personajes e historias demasiado humanas, para buscar una manera diferente de contar esta época, más arraigada a la fusión real-virtual que vislumbro a corto plazo. Me entusiasman los caminos poco explorados que cargan incertidumbre y riesgo en su desarrollo, para encontrar el núcleo de los relatos que emergen de esta época, apartado de esa génesis dramática que el campo teatral pondera y los actantes necesitan para pisar firme. Porque no quería una plataforma sólida, sino inestable y líquida, un estado de tránsito permanente donde no se distinga lo humano de lo no-humano.
No buscaba entender del todo lo que pasaba para estar abierto a la deriva, a lo automático y a lo onírico que permite imaginar un infinito de posibilidades paralelas, simultáneas y contradictorias. Escribía, por momentos dejaba fluir el vínculo humano-tecnológico y por otros lo interrumpía, generé una especie de prótesis en mi cerebro que interfería de modo inconsciente el proceso. El texto descansó durante años en mi computadora, hasta que recién terminada la pandemia, lo volví a leer y le propuse al grupo MUTA multimedia hacerlo realidad, como una forma de estallido presencial-virtual.
Los tratamientos médicos con intervenciones tecnológicas en los cuerpos conformaban el metaverso transhumano que debíamos llevar a la escena, una maquinaria que buscaba sanar, pero también experimentar con seres, mecanismos y cosas. La clínica-laboratorio Human Tecno Trans brinda una conferencia magistral en la cual el doctor Calvo, interpretado por Manuel Vicente, presenta los cinco casos más exorbitantes de experimentación biotecnológica. Los pacientes que asisten buscan curas milagrosas para sus deseos imposibles, como es el caso de Marisa, representada por Déborah Turza, quien busca recrear el viaje que hizo a EEUU cuando abandonó a su hija, Graciana Edul, pero esta vez acompañada de la niña gracias a una imagen de realidad aumentada. Esta historia habla de la posibilidad de transformar recuerdos, de las formas de sanación ante la muerte y de la difícil tarea de reconstruir un vínculo. Paula, representada por María del Mar Juan, llega la clínica dispuesta a transformar su cerebro y sus comportamientos en los de la valiente guerrera de animé “Puki”, para luego volver a su vida y sobrellevar los problemas que arrastra debido a una infancia dura y un entorno social violento. Esta paciente transita el drama de abandonar su pasado y su identidad con el fin de incorporar la valentía y la astucia programadas de un dibujo animado. Marcos, interpretado por Lucas Ferraro, es un hombre activo que murió después de haber sufrido un ACV, entonces la clínica conserva su conciencia viva a la espera de un cuerpo compatible a sus necesidades físicas. Esta historia permite escuchar la voz de una conciencia en estado vegetativo, presenciar lo que implica habitar el cuerpo de otra identidad sexual, pero también reflexionar sobre un caso de eutanasia, porque Marisa, Laura López Moyano, es el personaje que le dona su cuerpo a esa conciencia después de comprobar si es compatible con la bicicleta que usaba en vida.
El último caso es el de Florencia, representado por Verónica Piaggio, quien para curar el tumor maligno de su cabeza, luego de una operación fallida en la cual la separaron de su hermana siamesa, se somete a un tratamiento de clonación digital que la crea en cuatro módulos para no fallar: inconsciente, razón, empatía y corporalidad. Aquí se plantea el tema de la transformación de la identidad, lo que implica la reeducación de un cuerpo artificial a las órdenes de una conciencia adulta y la posibilidad concreta de alcanzar la vida eterna. Todos los casos representan diferentes posturas éticas acerca de los límites de intervención tecnológica sobre los cuerpos, analizan hasta dónde los avances técnicos justifican efectos adversos y cuestionan los niveles de decisión burocrática que toda estructura de poder conlleva. En la clínica, y en el espectáculo, el público ingresa a una sala en la cual observa, pero también será estudiado en vivo por el Dr. Calvo, el Dios tecnológico que manipula los destinos de esta humanidad de laboratorio.
Me propuse trabajar con la materia prima de hoy, un mundo atravesado por tecnologías digitales, desde dispositivos móviles y artefactos hasta motores de búsqueda inteligente en plataformas de música o video. Me interesa indagar la materia que da forma al ser humano-cyborg de este tiempo, la cual percibo entrelazada entre células y algoritmos, en una relación no binaria de flujo permanente, que tal vez conserve algo del origen histórico de la humanidad, pero solo a modo de reflejo, por un tiempo, hasta que los vientres artificiales sean el modo natural de dar vida. En el presente, una obra artística en estado de tránsito, de teatro y multimedia, virtual y presencial, dramática y posdramática, pero también instalación interactiva, performance, cine o un lenguaje que sería la suma de muchos, lo cual podría dejar perpleja a una crítica del pasado que dijera: “El resultado queda a mitad de camino, debido a la compleja interacción de la diversidad de lenguajes que se ponen en juego”, pero podría entusiasmar a otra que afirmara: “Es la primera obra de algo que empieza y no sabemos hacia dónde irá”.
* Autor y director de Human Tecno Trans. Esta obra puede verse hasta el día de hoy en el Teatro Área 623, Pasco 623, C. A. B. A.
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